jueves, 15 de agosto de 2024

Sinfonía nº 9 de Gustav Mahler: discografía comparada

ACTUALIZACIÓN 15.VIII.2024

Esta entrada la publiqué inicialmente el 4 de octubre de 2023. Iban tan solo diez grabaciones, aquellas que consideré más representativas de las diferentes maneras de interpretar a Mahler. Ahora van treinta. ¿Faltan algunas importantes? Desde luego, entre ellas la segunda de Karajan. Necesito volver a escucharlas antes de incluirlas.

En la primera ocasión no incluí puntuaciones del uno al diez. Ahora sí lo hago, no sin antes advertir que esos puntos solo sirven para ayudar al lector que no quiera leer los farragosos textos a hacerse una idea de hasta qué punto me ha gustado cada una de las grabaciones. No es eso lo importante, en cualquier caso, sino qué es lo que aporta cada una de ellas en la discografía.



 1. Walter/Filarmónica de Viena (EMI, 1938). Esta interpretación no puede calificarse bajo los estándares de hoy: estamos hablando de los mismísimos intérpretes del estreno veinticinco años después de que este tuviera lugar. Ellos defendieron esta música cuando casi nadie quería hacerlo, y les tocó “inventar” cómo hacerla sin contar con referencia sonora alguna. Lo que aquí se escucha es una interpretación mayormente expresionista –atentos a la fecha– que a veces se vuelve romántica, siempre incandescente, construida de manera admirable en algunos momentos y desajustada en otros, cuando no cae en el barullo o directamente en lo caótico, todo ello haciendo gala de una importante libertad en la agógica –de las dinámicas nada sabemos, porque la toma sonora no nos lo permite–, pero sin una idea clara de la arquitectura global. En definitiva, un impagable documento histórico. (7)


2. Walter/Sinfónica de Columbia (CBS, 1961). Han pasado veintitrés años desde aquella grabación de la Viena pre-anschluss. El maestro va a cumplir los ochenta y cinco. En su retiro dorado de Hollywood, los de la CBS ponen a su disposición una buena orquesta, a la que él hace sonar de maravilla, y una espléndida ingeniería –sensacional el último reprocesado– para que legue la versión definitiva de la partitura que él estrenó. Y lo que hace es apartarse del galimatías altamente expresionista de 1937 –el estreno propiamente dicho no sabemos cómo fue– para dejarnos un verdadero modelo de Mahler lírico. Lírico, que no blando, excesivamente contemplativo ni narcisista. Y también dotado, sin ser estos los ingredientes fundamentales en su recreación, de tensión dramática, electricidad, brillantez y sorna. Todo ello lo hace con una arquitectura que ahora es todo un prodigio de lógica y de naturalidad, atendiendo a la claridad, desplegando riqueza de colorido –aristado o seductor, según corresponda–, e indicando a los primeros atriles los muy diversos matices expresivos que les van correspondiendo: nada de piloto automático. Eso sí, habrá quienes prefieran visiones más corrosivas –pronto llegará Klemperer–, y no serán pocos los maestros que consigan una dosis aún mayor de intensidad, de humanismo y de poesía, como también de negrura en el Finale. En cualquier caso, Walter dejará lo que por derecho propio le corresponde: un modelo. Todos los demás se medirán con él de una manera u otra. (9)


3. Barbirolli/Filarmónica de Berlín (EMI, 1964). Arranca Sir John desconcertándonos con unos innecesarios portamentos, pero a los pocos minutos queda claro que este Mahler va a ser el que podemos esperar del grandísimo director británico: dramático y combativo, adusto en la sonoridad al tiempo que encendido en la expresión, desinteresado por la belleza y dispuesto a hurgar en la llaga. Ahora bien, en el primer movimiento las cosas no terminan de funcionar: el pathos se hace bien presente, pero la peculiar poesía que esta música alberga –melancólica y humana, sin que ello signifique que haya que caer en lo erróneamente contemplativo– no llega a brotar. Tampoco, y eso es más extraño, termina el maestro de analizar como es debido todo el entramado orquestal, y eso que somete a un verdadero tour de force a una orquesta a la que hace sonar de manera muy, pero que muy distinta, más áspera y angulosa, de como lo harán Karajan y Abbado en esta misma página. Los movimientos centrales, aquí hay no hay sorpresa, son formidables. Barbirolli no necesita distanciarse con la socarronería de un Klemperer: le basta con mantener el punto justo de equilibrio entre visceralidad y control para realizar una lectura descaradamente expresionista en la que, sin renunciar a cierto sentido del humor, no hay lugar para el respiro lúdico. En perfecta coherencia con lo hasta aquí desarrollado, la batuta prende fuego a la cuerda increíble de la orquesta berlinesa (¡qué soberbio trabajo el de la remasterización de 2020!) y nos conduce de manera implacable a los grandes clímax para dejarnos con el corazón en un puño. Tras el último, qué cosas, vuelven los portamentos y Sir John no termina de encontrar ese punto de negrura absoluta al que parecía dirigirse. (8)


4. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1965). Sin llegar a la cima que alcanzará con la Filarmónica de Berlín en 1979, aunque también es verdad que sin evidenciar todavía las tendencias al amaneramiento de esa y otras interpretaciones futuras, Lenny nos entrega una interpretación en la que no solo demuestra comprender a fondo tanto el lenguaje como la expresión mahlerianas –no son la misma cosa–, sino que además hace gala de una intensidad y una convicción absolutas. Podrán preferirse enfoques que subrayen los aspectos más negros de esta música y que no concedan tanta importancia a los más o menos lúdicos –la “vulgaridad” es también parte del universo de Mahler, como también lo son el narcisismo y el puro deleite sensual–, pero es difícil resistirse ante la incandescente arquitectura que levanta el maestro, su riquísimo sentido del color, el vigor rítmico de su batuta o la capacidad que tiene para cantar las melodías con enorme emotividad sin necesidad de ralentizar los tempi. La toma sonora se ha conservado francamente bien. (9)


5. Horenstein/Sinfónica de Londres (BBC Legends, 1966). Unánimemente reconocido como el mejor recreador de la Tercera, Horenstein decepciona de manera muy seria en el primer movimiento de la Novena: comienza frío y sin concentración, muy ajeno a la cantabilidad y al humanismo que debe albergar, y en adelante su batuta se preocupa más de los aspectos expresionistas que del vuelo lírico. En contrapartida no hay la menor caída en la blandura ni el narcisismo. Los dos centrales están muy bien planteados, con adecuada aspereza tímbrica y sin amaneramientos, e incluso hay algún hallazgo muy interesante –por ejemplo, al final del segundo movimiento–, si bien se podría pedir más claridad. El Finale resulta digno de admiración por poderoso, apasionado y sincero, ya que no particularmente filosófico. (8) 


6. Klemperer/New Philharmonia (EMI, 1967). Otro mundo: lectura sobria, robusta, concentrada e intensa, que evita todos los tópicos mahlerianos, rechaza la chispa y la luminosidad que pueden resultar necesarias para obtener los necesarios contrastes y se centra en la pura tensión musical. El primer movimiento no comienza precisamente con el lirismo y la emotividad esperables, pero su planificación de las tensiones es impresionante y termina alcanzando, siempre dentro de un enfoque severo y dramático, altas cotas de potencia expresiva, con especial atención –como era de esperar– a los aspectos más negros de la página. En los centrales Klemperer se siente como pez en el agua ofreciendo su buena dosis de sarcasmo y mala leche, particularmente en un Scherzo lentísimo y, por ende, de gran claridad. No menos bien desmenuzado está el Rondó, escuchándose cada una de las líneas melódicas con una nitidez pasmosa, a lo que no es ajena la calidad de una Philharmonia de maderas incisivas y de un virtuosismo incomparable. En este movimiento el maestro carga las tintas en las sonoridades graves y ominosas, preparando el terreno para un Finale que, lejos de ser contemplativo, resulta lacerante a más no poder, agónico en sus clímax y, cosa rara en Klemperer, emotivo (¡que no romántico, eso jamás!) en grado extremo. Estupenda la toma. (9)


7. Neumann/Gewandhaus de Leipzig (Berlín, 1967). Extremadamente irregular la lectura –recuperada recientemente en alta definición– que nos propone el maestro checo. Arranca francamente mal, con un fraseo anodino que nada tiene que ver con el espíritu de la pieza. Lo cierto es que Neumann no parece sintonizar en ningún momento del primer movimiento, salvando algunos clímax muy encendidos. Se agradece, eso sí, el trazo fino con que modela a la espléndida orquesta y el acierto de hacer uso de una tímbrica incisiva. Segundo y tercero, son, por el contrario, verdaderamente formidables: hay sentido del ritmo, impulso vital, riqueza en el color, aristas, tensión dramática e ironía en su punto justo que distancian estas dos páginas de lo meramente lúdico –segundo– o épico –tercero–. Toda la primera parte del Finale es una maravilla, romanticismo en estado puro fraseado por una cuerda gloriosa en estado de absoluta incandescencia, Por desgracia, al gran clímax le falta ese último punto de rebeldía y desesperación que necesita; a partir de ahí las tensiones van decayendo de forma neutra, puro ejercicio metronómico por parte de una batuta despistadísima que no sabe captar lo que hay detrás de las notas. Lo dicho, una interpretación desconcertante. (7)


8. Bernstein/Filarmónica de Viena (DVD DG y Stage +, 1971). Es cierto que Lenny cambió su manera de enfrentarse a la música a partir de su contacto con la Filarmónica de Viena en 1966, pero en esta filmación realizada en la Philharmonie berlinesa se encuentra mucho más cerca en lo conceptual de su registro neoyorquino seis años atrás que de sus ulteriores aproximaciones a la obra. Lectura por ende intensa y directa, sin languideces contemplativas ni ojos en blanco, en la que la intensidad y la sinceridad de las emociones se ponen por delante de cualquier otra consideración, incluido el placer de la belleza sonora: el Rondo-Burleske pocas veces habrá sonado tan incisivo y lleno de aristas, tan agrio y feísta como en esta lectura. En cualquier caso, y por encima de un primer movimiento apremiante y de un segundo en el que el maestro se lo pasa la mar de bien (¡qué dominio de la rítmica, qué fabulosa mezcla de frescura, ironía y vulgaridad bien entendida!), se encuentra en un Finale en el que la cuerda vienesa llega a arder. Lástima que la toma de sonido dejara que desear. El streaming realizado en Stage + es un desastre: no solo han recortado la imagen a 16:9, sino que se producen muy considerables desajustes con el sonido durante el primer movimiento. Mucho mejor el DVD. (9)


9. Giulini/Sinfónica de Chicago (DG, 1976). Se hacen más verdad que nunca los tópicos sobre Giulini. Cantabilidad, nobleza, una hondísima humanidad, sinceridad absoluta, renuncia a cualquier concesión a la galería, equilibrio entre elegancia e intensidad emocional… Se comprenden así que los movimientos extremos, planificados con un fraseo holgado, natural, pleno de aliento lírico, pero asimismo de una solidez apabullante en lo que a la macroestructura se refiere (¡qué manera de organizar las tensiones sin que apenas se note!), dichos además con la congoja en los labios, sean verdaderamente sublimes. Quizá en el primero se puedan echar de menos la pasión y el desgarro que alcanza con otros maestros, si bien dentro de una óptica apolínea lo de Giulini es insuperable. Pero el cuarto es único, incomparable: la manera de fusionar canto del más hermoso imaginable y lamento tan sincero como noble, ajeno a aspavientos, se eleva a lo más alto del arte de la dirección de orquesta. El final, dicho con honda concentración y una negrura que no necesita renunciar a la belleza sonora, es de los que dejan el corazón en un puño. Más dudas puede albergar la resolución de los movimientos centrales, porque el maestro no parece muy interesado en elementos fundamentales en el universo mahleriano como son lo grotesco, lo virulento y lo vulgar. No es que suenen descafeinados, pero la óptica siempre moderada del milanés no parece la más adecuada para exprimir el potencial de una música que pide un tratamiento más dionisíaco y contrastado. En cualquier caso, se encuentran expuestos con fuerza controlada, perfecta atención a la polifonía –no hay línea que se le escape– y una brillantez que la Sinfónica de Chicago aporta de su propia cosecha. La reciente recuperación a 192 kHz plantea algunos interrogantes al compararla con la de la serie The Originals: ahora parece que se ha liberado de la ligerísima distorsión en los violines y que ofrece ya una naturalidad tímbrica inmejorable. También suena más limpia, amén de tan equilibrada en los planos como siempre: los ingenieros alcanzaron la gloria. Ahora bien, en esta recuperación parecen haberse perdido redondez, inmediatez y presencia. (10)

 

 

10. Tennstedt/Filarmónica de Londres (EMI, 1979). No es esta una interpretación para quienes ante todo vayan buscando un análisis de la arquitectura y un estudio de texturas. Tampoco para los que demanden profundos análisis filosóficos que desemboquen en el sarcasmo y/o el nihilismo. Esta es una recreación indisimulada y maravillosamente romántica, apasionada como pocas, que abraza sin reparos la dulzura –arranque del primer movimiento– y la ternura –comienzo del Finale– para luego ir acumulando tensiones hasta alcanzar clímax tan incandescentes como sinceros, llenos de rebeldía y emotivos a más no poder. Los movimientos centrales podrían –deberían– estar mejor desmenuzados, pero saben no rehuir las aristas sonoras ni la visceralidad sin tener que recurrir al expresionismo. La conclusión de la obra logra, probablemente con acierto, sonar resignada y hasta consoladora sin perder el carácter seco e implacable que le corresponde. (9)

 

 

11. Bernstein/Filarmónica de Berlín (DG y Esoteric, 1979). Este célebre único encuentro entre Lenny y la orquesta de Karajan nos legó una muy emocionante y extraordinariamente sincera versión en la que la planificación, la claridad y el análisis quedan arrinconado por la espontaneidad de los sentimientos, la comunicatividad más inmediata, un muy evidente goce de los aspectos sensoriales de la música y un temperamento volcánico que, sin llegar al descontrol, alcanza elevadísimas cotas de intensidad. Ahora bien, el conjunto va de menos a más. El primer movimiento arranca –no pasaba en sus grabaciones anteriores– con excesiva dulzura y algún que otro narcisismo marca de la casa; poco a poco se va centrando y la concentración con que la batuta encauza sus propios sentimientos termina ganando la partida. Los dos centrales están francamente bien, desde luego en una línea dionisíaca, atenta a los aspectos más lúdicos y extrovertidos de la escritura, que se aleja mucho de la visión amarga de un Klemperer, como también de la increíble capacidad de clarificar texturas y matizar cada una de las intervenciones solistas de éste; el final del Rondo, increíblemente arrebatado. El Adagio conclusivo es sensacional: sin necesidad de llegar al nihilismo, pocas veces –o nunca– se habrá escuchado con mayor intensidad y fuerza expresiva. La remasterización japonesa de Esoteric mejora sensiblemente el problemático sonido de la primera edición en compacto de DG. (9)


12. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1979-80). Solo un mes después de que Bernstein ofreciese su mítica lectura, el titular de la orquesta –quizá corroído por la envidia– se apresura a dejar su propio testimonio con una estudiadísima grabación –se extendería hasta septiembre de 1980– en la que tiene como objetivo demostrar que él es capaz de ofrecer la mayor dosis de belleza sonora, los contrastes dinámicos más extremos y el más rico colorido. Lo consigue, claro está, pero se le nota demasiado que no se cree esta música. Al menos en un primer movimiento que, aun encontrándose fabulosamente trazado, se escucha con mucha más admiración que emoción. Mejor el segundo, aun lejos de obtener toda la claridad posible y de atender a sus múltiples posibilidades expresivas. Magnífico el tercero, una verdadera exhibición. ¿Y el Finale? Pues ahí sí, parece que Karajan está en vena y ofrece una recreación no solo suntuosamente sonada, sino también cargada de emotividad. Que su enfoque no resulte el más nihilista posible –no es necesario que lo sea– no resta valor al testimonio. (8)


13. Sanderling/BBC Philharmonic (BBC, 1982). Esta interpretación flaquea por un primer movimiento francamente flojo, por superficial y dicho de pasada, ayuno de emoción y hondura. Segundo y tercero sí que están muy bien: expuestos con mucha atención, de sarcasmo adecuado, aunque de enfoque mayormente luminoso y en cierto modo elegante, evitando el expresionismo. Cuarto muy bien, lírico y cantable, más sereno que desgarrado; su conclusión ofrece un punto adecuadamente inquietante. La orquesta no da la talla, y se encuentra recogida por una grabación mediocre. (8)


14. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1982). El primer movimiento de esta Novena va directo al grano sin dejarse nada por el camino, pero tampoco sin ofrecer nada que realmente arrebate: uno se lo cree, mas no llega a esa otra dimensión. Espléndido el segundo, dicho sin prisas y con su adecuada mezcla de sentido del humor y virulencia, y un portento el tercero desde el punto de vista meramente orquestal. Hay que oírlo para creerlo. Claro está, uno recuerda a Klemperer y no hay punto de comparación: en este caso sí aportar grandes dosis de mala leche, sea más de la batuta que del autor, sí que es una ganancia. Y en el Finale, pues lo que era de esperar: Sir Georg va demasiado rápido y se queda en la epidermis. Cierto es que resulta preferible esto que caer en lo quejumbroso y autocomplaciente, pero aun así no convence. Hay que ponerle mayor imaginación al asunto e implicarse más. El ocho va por la orquesta: Solti no da la talla. (8)


15. Maazel/Filarmónica de Viena (CBS, 1984). Arranca Maazel con algún portamento fuera de lugar. A partir de ahí va desgranando el primer movimiento de manera discontinua, yuxtaponiendo pasajes muy logrados, particularmente los más siniestros, con otros dichos sin pena ni gloria, pero sin lograr una arquitectura lógica de tensiones y distensiones que nos llegue a atrapar. Magnifico el segundo, incisivo y particularmente mordaz, amén de expuesto con virtuosismo supremo. En la misma línea expresionista se mueve el tercero, mirando con descaro al mundo de Alban Berg pero manteniendo todo bajo control, permitiendo que se aprecien todas las líneas y sin dejarse llevar por el arrebato. El Finale lo plantea el maestro de manera coherente con lo anterior, renunciando al humanismo más o menos cálido y reflexivo: solo hay desolación. (8)


16. Bernstein/Orquesta del Concertgebouw (DG, 1985). Con semejante director en la fase más inspirada de su carrera, podía esperarse una recreación excepcional. No es así. Por descontado que Lenny ofrece el Mahler en él esperable, es decir, lleno de vitalidad, entusiasta a más no poder, extrovertido en el mejor de los sentidos, embriagador en el despliegue de ritmos y colores, flexible a más no poder en el fraseo, extremos en los contrastes tanto sonoros como expresivos… El problema es que aquí el hedonismo que caracteriza su batuta, por lo demás ideal para Mahler, se pasa considerablemente de la raya y termina convirtiendo la congoja en blandura, el vuelo lírico en dulzonería y la reflexión en languidez otoñal, todo ello desde una óptica que pretende elevar la interpretación al carácter de lo sublime cuando en realidad cae en el narcicismo. En cualquier caso, estos reproches deben realizarse sobre todo en los dos movimientos extremos, muy particularmente en el último; el segundo se escucha con enorme placer, aunque desde luego diste de interesarse por los aspectos más malintencionados de la página, mientras que el tercero, siendo discutible por su enfoque mucho antes jovial –incluso lúdico- que dramático, termina ganando la partida por el derroche de entusiasmo de una batuta y una orquesta pletóricas de virtuosismo. (8)


17. Abbado/Filarmónica de Viena (DG, 1987). En la segunda mitad de los ochenta el milanés ya había empezado a entrar en su decadencia artística –de manera inversamente proporcional al incremento de su prestigio y poder en el mundo musical–, pero en este registro en vivo –magnífica la toma– apenas se nota. Puede decirse que esta Novena es el último gran Mahler de Abbado, aquel en el que la técnica sigue en su esplendor –también esta iría a menos–, el compromiso expresivo es el máximo y la belleza sonora no es un fin en sí mismo, sino un medio para poner de relieve las maravillosas, fascinantes contradicciones internas que nos plantea la partitura. La Wiener Philharmoniker le suena como a él le gustaba por entonces, clara e incisiva, sin mucho músculo pero igualmente ajena a ingravideces, riquísima en el colorido y no demasiado mórbida. La arquitectura está maravillosamente tensada en grandes arcos de enorme naturalidad y poderosísima concentración, evitando tanto el nerviosismo como los puntos muertos. Y la expresión es certera en todo momento: si a los movimientos extremos –magníficos, en cualquier caso– les falta ese punto adicional tanto de humanismo como de fuerza dramática que consiguen las más grandes recreaciones fonográficas, los centrales mezclan carácter lúdico, sentido épico, implacable desesperación, esperpento corrosivo y visceralidad haciendo gala de la más rica paleta de colores que ustedes se puedan imaginar, así como de un sentido del ritmo que cala en los huesos. Klemperer aparte, claro: eso es otro mundo. (9)

 

18. Ozawa/Sinfónica de Boston (Philips, 1989). Esta grabación es un deleite desde el punto de vista meramente sonoro. La orquesta se encuentra en su mejor momento (¡qué cuerda más sedosa y empastada!), la batuta es todo claridad y derrocha colorido, mientras que los ingenieros de Philips aciertan por completo con una toma –en vivo– que es todo naturalidad, equilibrio y relieve. Otra cosa es la cuestión interpretativa, porque aquí no es fácil estar de acuerdo con los planteamientos de Ozawa, empezando por un primer movimiento en el que el maestro oriental se empeña en resultar bonito, cuando no blando y lastimero. Más complicado aún comulgar con el segundo, en el que toda ironía se ha borrado para que la alegría, la jovialidad y las ganas de vivir bañen la música. Mucho más ortodoxo el tercero, bien planteado –dado el concepto global de la batuta, no hay espacio para visceralidades expresionistas– y puesto en sonidos, como se ha dicho, de manera portentosa. Bellísimo el Finale, fraseado con naturalidad, concentración y sentido del canto. La emoción, la rebeldía y la congoja se quedaron por el camino. (7)


19. Boulez/Sinfónica de Chicago (DG, 1995). No, no se dejen llevar por los prejuicios. A su habitual perfecta arquitectura, claridad y alejamiento de lo decadente, el genial compositor y gran director francés añade en esta ocasión una buena dosis de intensidad. El problema es que detrás de este brillante espectáculo sonoro no se percibe trasfondo alguno, así hasta llegar a un final muy aséptico. En definitiva, una lectura superficial que engancha pero no conmueve: faltan matices e intencionalidad expresiva. Extrañamente, la toma sonora no es muy limpia. (7)


20. Levine/Filarmónica de Múnich (OEHMS, 1999). Lejos de la vulgaridad y de los excesos que le caracterizan, Levine ofrece una lectura muy sensata, centrada en lo expresivo, en lo que sobresale un gran cuidado por el análisis de las texturas orquestales, dando como resultado una lectura de enorme claridad y magníficamente expuesta. El primer movimiento, sólido, carece por desgracia de la cantabilidad y emoción necesarias. Los dos centrales son irreprochables, e incluso hay algún interesante hallazgo, si bien se echa en falta un poco más de fuerza telúrica en el tercero. El Finale, planteado con tan o más lentitud que el resto de la interpretación, tiene un pulso irregular, y junto a momentos intensos hay otros alicaído; la conclusión, por fortuna nada dulzona, es algo neutra. (8)


21. Abbado/Filarmónica de Berlín (DG, 1999). Cuando el milanés accedió a la titularidad berlinesa comenzó un proceso de asimilación de las maneras de Karajan. En algunos aspectos le superó, para lo bueno y para lo menos bueno. En esta misma Novena lo hace en lo que a técnica y virtuosismo se refiere. También va más allá en emoción, en riqueza del color y –lo más importante– en emoción. Pero le iguala en insinceridad: los movimientos centrales resultan algo frívolos y en exceso lúdicos, mientras que a los extremos les falta dramatismo y les sobra superficialidad. Por si fuera poco, Las sonoridades son a veces algo ingrávidas y hay algún portamento horripilante. Toma sonora excepcional. (8)


 

22. Chailly/Orquesta del Concertgebouw (Decca, 2004). Quizá el más sobresaliente Mahler de Chailly en Ámsterdam sea esta referencial Novena que, sin realmente descubrirnos nada nuevo –aunque hay algunos detalles imaginativos muy acertados– y sin ser muy personal, consigue el más asombroso equilibrio entre todos los componentes de la partitura. Lo lírico, lo lúdico, lo vulgar, lo sublime, lo desgarrador, lo sarcástico, lo decadente, lo reflexivo, lo épico, lo nihilista… Todo ello y mucho más se encuentra aquí maravillosamente expuesto en su punto justo de equilibrio, con una fuerza expresiva arrolladora y una portentosa arquitectura que, pese a la relativa lentitud de los tempi, mantiene la concentración dejando que la música respire con naturalidad, acumulando tensiones sin necesidad de forzar las cosas; no hay lugar para el arrebato temperamental, pese a la frescura y la comunicatividad con la que suena todo. Chailly logra, además, poner de relieve los aspectos más modernos de la música de Mahler –se recrea en los atrevimientos tímbricos y armónicos– sin renunciar a la herencia romántica que palpita en el fondo de los pentagramas, y sin dejar de dar espacio a esa búsqueda de la espectacularidad e incluso del artificio que, reconozcámoslo, también forma parte de esta obra. Se podrán echar de menos el sarcasmo de un Klemperer, el humanismo de un Giulini o el fuego de un Bernstein, pero el resultado es modélico. En SACD la calidad sonora resulta incomparable por su naturalidad, transparencia, equilibrio de planos y plasticidad de las masas orquestales; particularmente impresionante cómo está captada la percusión. Disco a tener en casa. (10)

 


23. Barenboim/Staatskapelle Berlín (Teldec, 2006). El de Buenos Aires renuncia por completo al hedonismo sonoro y al delicado equilibrio entre extroversión y melancolía algo decadente y no poco narcisista que son componentes esenciales del mundo mahleriano, para ofrecer en su lugar una interpretación rebelde, intensa y poderosa, llena de tan fuego y sinceridad que casi se logra olvidar su falta de idioma. Al primer movimiento le falta ese punto de abandono, melancolía y cantabilidad que le es consustancial, pero en contrapartida alcanza altas cotas de apasionamiento y rebeldía. El segundo destaca por su acidez y corrosividad, sin llegar al carácter sombrío de un Klemperer pero resultando aún más burlón; destaca en este sentido el matizadísimo papel de las maderas, cuyo peculiar tratamiento es una de las características más singulares de la versión, llena de hallazgos. Por otra parte el carácter rústico y danzable de la página está bien puesto de relieve, sin dejar precisamente de lado su carácter grotesco. El tercer movimiento resulta poderoso e inflamadísimo, también un punto más alocado de la cuenta, echándose de menos mayor virtuosismo por parte de batuta y orquesta, que no consiguen alcanzar la mayor claridad. El Finale resulta fogoso, sincero y apasionado como pocos, bien seguido por una sección de cuerda que echa chispas. Curiosamente la conclusión no resulta todo lo nihilista que podía haber sido; hay por el contrario algo de trascendencia y espiritualidad, de "comunión con el más allá", que no deja de recordar a la muerte de Isolda. En cierto modo es como si Barenboim enlazara el primer movimiento con el preludio de Tristán y el último con el Liebestod, en lugar de hacer un Mahler que mira al futuro. La orquesta está formidable para tratarse de una toma realizada en un solo día. (9)

 

24. Barenboim/Staatskapelle Berlín (Blu-ray y DVD Cmajor, 2009). El de Buenos Aires vuelve a ofrecer una interpretación rápida y vehemente, muy sincera, en absoluto retórica o excesiva, que apuesta por la intensidad emocional y la huida de todo lo que suene no ya sentimental, sino nostálgico o contemplativo. Por tanto, podrá disgustar a muchos paladares, particularmente en un primer movimiento que no deja lugar al lirismo propio de esta página, pero a cambio ofrece unos clímax de enorme desgarro; en el más dramático de ellos la intensidad y visceralidad de la batuta son tales que se bordea el descontrol, aun sin llegar a semejante extremo. Los centrales destacan por el riquísimo colorido y la incisividad con que se trata a la madera, como también por una furia que, aun sin caer en el descontrol, bordea el atropellamiento; la claridad no es la mayor posible. Magnífico el cuarto, intensísimo y decidido, en absoluto lastimoso; no concluye con nihilismo, tampoco con resignación, sino con la elegante sobriedad de quien se despide sin hacer ruido. La orquesta realiza una labor global más que notable, si bien es cierto que en los movimientos centrales los metales no siempre están perfectos. Soberbia calidad de imagen y sonido en Blu-ray. (9)


25. Haitink/Orquesta del Concertgebouw (Blu-ray, RCO 2011). El holandés retorna a la que durante lustros fue su orquesta para ofrecernos una interpretación muy “de anciano director” en el mejor sentido de la expresión. Y deja muy claro que interpretar esta obra no desde la angustia existencial, sino desde más allá del bien y del mal, fraseando con amplio aliento humanístico, evitando cargar las tintas en los aspectos más oscuros, buscando antes la meditación que la descarga de adrenalina y desembocando en una serena aceptación de la muerte, no ha de significar caer en un éxtasis místico con los ojos en blanco en pos de la trascendencia. No: todo aquí es sincero, honesto, ajeno a blanduras –sobra algún portamento del primer violín– y se mueve dentro del exquisito gusto del que siempre hace gala el maestro. Todo ello es aplicable a los movimientos extremos, claro. En el segundo Haitink se muestra irreprochablemente ortodoxo, pero no dice nada en particular, para en el tercero dar una lección de virtuosismo –impresionante planificación, no menos tremenda la respuesta orquestal– dentro de una visión impetuosa a medio camino entre lo épico y lo dramático. La filmación no termina de convencer, porque los colores andan más bien saturados; el sonido sí es excelente, y ofrece surround auténtico. (9)


26. Chailly/Gewandhaus de Leipzig (Blu-ray y DVD Accentus, 2013). El maestro milanés conserva de la grabación para Decca su portentosa planificación, su riquísimo sentido del color, su plena asunción de los elementos vulgares indispensables en este compositor y su atención a los aspectos que convierten a esta música en precursora de la Segunda Escuela de Viena –atrevimientos tímbricos y armónicos en primer plano–, pero el empeño de Chailly por “limpiar adherencias” le conduce no solo a ir mucho más rápido que antes, sino también a desdeñar la emotividad trascendente, a buscar sonoridades livianas en la cuerda y a frasear los pasajes líricos de manera más bien frívola. Todo ello, en cualquier caso, se debe aplicar solo a los dos primeros movimientos, un Andante comodo que por momentos llega a irritar, por momentos impresiona, y un Scherzo vistosísimo pero en exceso lúdico. El Rondo es sensacional: visceral, arrollador sin dejar de estar maravillosamente controlado, además de una lección de virtuosismo por parte de la batuta y de la orquesta. Otra cosa es que en la carpetilla Julia Spinola se empeñe en que el milanés descubre en él “un sentido del humor negro drástico y expresionista”, cuando hubo un señor llamado Otto Klemperer que hizo eso mucho antes y lo llevó hasta sus últimas consecuencias. ¿Y el Finale? Pues miren por dónde, aunque Chailly declara que esto no es una “despedida de la vida”, aquí no se empeña apenas en aligerar las cosas y sabe ser intenso, emotivo y dramático. Imagen y sonido, formidables. (8)


27. Barenboim/Filarmónica de la Scala (Decca, 2014). Interpretación en la misma línea de las anteriores del maestro porteño, pero esta vez con una orquesta de inferior calidad. Dicho esto, hay que descubrirse ante el tratamiento expresivo de cada una de las líneas de la polifonía en los dos complicados movimientos centrales. (8)


28. Harding/Sinfónica de la Radio Sueca (Harmonia Mundi, 2016). No hay en esta Novena rastro de pretenciosidad alguna: ya se había acabado ese Harding cuyo arte se basaba –recuerdo sus palabras de hace años– en “hacer el repertorio tradicional de manera poco tradicional”. Y es que este es un Mahler ortodoxo por los cuatro costados, sin el menor espacio para la excentricidad en tempi, en fraseo, en equilibrio de planos sonoros ni en acentos. Tampoco lo hay para la contemplación estática, las languideces ni suerte alguna de amaneramiento. Solo encontramos intensidad dramática, que es lo mejor que puede inyectarse a esta partitura. Una intensidad magníficamente controlada por una planificación flexible al tiempo que rigurosa, y que tampoco descuida la claridad en los tutti ni la expresividad de la tímbrica: el colorido es rico, intenso, y se encuentra lleno de significaciones. Concretando un poco, el primer movimiento arranca con la adecuada concentración y sube con desgarrada intensidad hasta el primer clímax; a partir de ahí se desarrolla con algún altibajo pero de manera notable, sin esa precipitación que afectaba a las recreaciones de Barenboim y Chailly, aunque también sin el grado extremo de depuración sonora del que hacían gala tanto estos dos maestros como Haitink. El segundo movimiento se distingue por su equilibrio entre el espíritu de ländler y el de “danza macabra” expresionista, haciendo Harding que las maderas intervengan con el adecuado espíritu burlón sin necesidad de cargar las tintas. Para eso ya está Klemperer, a todas luces el mejor recreador de este movimiento y del siguiente, un Rondo-Burleske que, en cualquier caso, el británico aborda con incisiva tímbrica y furia admirablemente controlada. El Adagio conclusivo, sin ser el más doliente que pueda escucharse, se encuentra expuesto de manera irreprochable y desprende una sinceridad abrumadora; el final es sobrio, sin lugar para la esperanza, pero tampoco para ensoñaciones autocompasivas. La toma sonora es magnífica. (9)


29. Haitink/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2017). Se puede decir algo muy parecido a su interpretación con la Orquesta del Concertgebouw seis años anterior y editada en Blu-ray, solo que aportando el músculo especial de la formación berlinesa y sin apreciarse los portamentos que sobraban en el primer violín holandés. Solo se puede reprochar, al margen de algún muy esporádico desliz en una orquesta que por está absolutamente sensacional, la deplorable educación de una serie de personas entre el respetable que tosieron de manera repetida y estentórea en los minutos finales de la obra, precisamente en aquellos en los que Haitink alcanzó –en todo el último movimiento, en realidad– sus mayores cotas de inspiración. El resto del público, puesto en pie al final, compensó con intensas ovaciones al maestro y le obligó a salir a saludar, visiblemente cansado, una vez ya retirada la orquesta. (9).


30. Nelsons/Filarmónica de Viena (Stage +, 2024). Ochenta y siete años después de la grabación pionera de Walter con la misma orquesta, la Novena de Mahler consigue en una filmación realizada en el Festival de Salzburgo el que quizá sea el testimonio fonográfico más convincente de todos. El primer movimiento arranca con una perfecta mezcla de concentración y belleza. Le falta a esta interpretación, como absolutamente a todas las demás, ese punto último de calidez humanística, de lágrimas a punto de desbordarse, que consiguió Carlo Maria Giulini en su memorable registro de Chicago, pero globalmente es un prodigio. Se desarrolla con cantabilidad y sin precipitaciones (¡ay, ese Barenboim con las prisas!), la música respira de manera natural, el vuelo poético alcanza grandes alturas, pero la batuta no baja la guardia para no caer en languideces, preciosismos ni otras trampas. Hay también conflictos, desgarro dramático y rabia: el expresionismo centroeuropeo está ahí, y eso tiene que notarse. Incluso con la Filarmónica de Viena –mejor dicho: con más razón aún si la orquesta es la Filarmónica de Viena– esta música tiene que chirriar. Con Nelsons acaricia y araña a partes iguales. Lo del segundo movimiento se explica rápido: nunca escuché nada tan ideal. Klemperer aparte, por supuesto, pero aquello era cien por cien mordacidad y humor negro. Aquí hay también otras cosas. ¡Y cómo están dichas! Porque ahí está otra de las claves del éxito de esta recreación: la enorme intensidad expresiva con que tocan los Wiener Philharmoniker, amén de un virtuosismo tanto de la orquesta como de la batuta que permite que se escuchen todas y cada una de las líneas instrumentales diseñadas por la genial pluma mahleriana. Tercer movimiento: más de lo mismo, solo que aquí sí que se puede mejorar todavía más en la claridad –es de justicia citar de nuevo a Klemperer y lo de su incomparable New Philharmonia– y hubo algún roce en las trompetas. En cualquier caso, Nelsons dio en la diana: interpretación combativa y llena de aristas, pero sin escorarse hacia un expresionismo desmadrado, que es lo que –hablo ahora en general– le pasó a Chailly en su segundo y mucho menos interesante ciclo, el de Leipzig. En cuanto al Finale… Venga, tengo que decirlo: en ninguna otra versión me he emocionado tantísimo como en esta. No hay mucho más que decir. Si acaso, que el maestro letón supo ser al mismo tiempo “romántico” y “expresionista”; que construyó con una perfecta planificación de tensiones el edificio; que se permitió lucir la belleza de la formación vienesa sin dejarse llevar por narcisismos; que no necesitó subrayar la negrura de la música para acongojarnos profundamente; y, sobre todo, que en el principal de los clímax dramáticos alcanzó una expresividad poderosísima y extremadamente sincera que queda para los anales de la interpretación mahleriana de todos los tiempos. (10)

18 comentarios:

Observador dijo...

Me parece bien, Fernando. Pero sería mejor que le agregues el puntaje, como siempre lo has hecho.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Es que cada día eso de las puntuaciones me parece más ridículo. Como juego vale, pero tomárselo en serio... Pues no. ¿Qué demonios importa si a mí tal disco me parezca "de diez" y tal otro me parezca "de nueve", es decir, que uno me parece absolutamente sensacional y el otro un poco menos? Lo que de verdad importa es intentar acercarnos a lo que quiso hacer el intérprete, a qué aporta ese acercamiento; o, en su caso a cuáles son los motivos estilísticos o expresivos por los que determinada lectura parece desafortunada.

Por poner un ejemplo muy concreto: en la Séptima de Mahler, ¿el diez se lo merece la genialidad discutibilísima de Klemperer, imposible de recomendar a quienes se estén adentrando en este mundo, o la maravillosa, solidísima e indiscutible ortodoxia de un Chailly con la Concertgebouw? ¡Y yo qué sé! Lo importante es intentar decir CÓMO son esas versiones, y que cada cuál elija la que le apetezca.

Por muy expertos y sabios que sean, no quiero parecerme a esos críticos que no analizan versiones pero sí que se hinchan de poner puntitos o estrellitas. ¿Conoce usted el libro sobre Mahler de José Luis Pérez de Arteaga? Puntúa el 98% de los discos Mahler que existen (¿de verdad quería que creyésemos que se los había escuchado todos?), y los puntúa con galimatías tales como *(**), (***), (**), *(**) y cosas así. Infinitamente más útil hubiera sido que esas páginas las hubiera dedicado a explicar las principales líneas de interpretación mahleriana, cuáles son sus principales representantes y los porqués de cada una de ellas. Sus estrellitas, muchas de ellas tal vez puestas al azar, no sirven absolutamente para nada.

Gustavo Fabián Monastra dijo...

Excelente respuesta sobre el sinsentido de calificar con puntaje numérico la escucha de una grabación. ¿Cómo calificar matemáticamente una interpretación artística que en nada puede compararse con números? De todas maneras, Observador tiene algún derecho adquirido a que se le preste atención a su pedido antes que a mi opinión dado que soy de participar infinitamente menos. Un gran saludo desde La Plata, Argentina.

Gustavo Fabián Monastra dijo...

Por cierto, está todo muy hermosamente descripto sobre los pareceres en cada disco.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Tiene usted razón, Gustavo, está feo negarme a responder a esa petición. Ahí van las calificaciones. Como curiosidad, las acompaño de las de José Luis Pérez de Arteaga en su libro.

Walter/Viena: 6 o 7, no sé. Me gusta mucho el enfoque, pero hay partes mediocremente construidas y pobremente tocadas. Arteaga: **(*)

Walter/Columbia: 9 para mí, **(*) Arteaga.

Klemperer: 9 movimientos extremos, 10 (¿quizá 11?) en los dos centrales para mí. Arteaga ***

Giulini: 10, una roseta de máxima calificación para Arteaga. No creo que haya ningún mahleriano en el mundo que ponga en duda que estamos en una cumbre.

Tennstedt/LPO: 9 **(*)

Bernstein/Berlín: 9 ***

Abbado/Viena: 9 ***

Chailly/Concertgebouw: 10 ***

Barenboim en CD: 8 o 9, no lo tengo claro. Arteaga **(*)

Haitink en Blu-ray: 9 (Arteaga no llega cronológicamente hasta ahí).

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Por lo demás, gracias a Gustavo por los inmerecidos elogios. Añadir que tengo muchas más grabaciones escuchadas, comentadas y puntuadas (de Neumann a Ozawa pasando por Solti), pero no quiero sacarlas hasta que no escuche alguna más.

xabierarmendariz88 dijo...

Sí, creo que estamos esencialmente de acuerdo. Creo que lo de las puntuaciones hay que entenderlo en términos muy relativos y, como decía el otro día a propósito de las Segundas de Mahler por Solti, ese criterio se queda corto si no lo acompañamos de un comentario explicativo.
La selección de grabaciones de esta comparativa ha sido realmente buena, porque creo que están casi todas las versiones fundamentales de la obra, aunque ciertamente la versión de Bruno Walter en Viena hoy tenga un interés más histórico que otra cosa…, (¡y aún estuvo a punto de ser máxima recomendación en Record Review de BBc Radio 3 hace bien poco!). La única versión que me falta aquí de las que suelen considerarse referenciales es el directo de Karajan con Berlín, que por cierto, fue la interpretación que puso Pérez de Arteaga en su programa cuando se cumplió el centenario del estreno. ¿qué lugar ocuparía en este contexto?


Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Acabo de comprobar que Arteaga le pone a esa de Karajan de 1982 la misma calificación que a la de Giulini. Joder. Les copio lo que yo tengo anotado:

"Una exhibición de técnica, refinamiento, claridad y virtuosismo a la que le falta redondez y sinceridad. El primer movimiento es mero espectáculo sonoro de fortísimos atronadores y pianísimos inaudibles, sin el menor rastro de emoción. Excelentes los movimientos centrales, con algún reparo puntual. El cuarto comienza muy bien, cálido y emocionante, pero se termina estropeando por su tendencia a la dulzura y sus excesivos portamenti."

Por cierto, ¿alguien sabe cómo conseguir la de estudio de 1980?

kapsweiss2016 dijo...

En el blog de Ipromesisposi tiene el torrent con 119 versiones de la novena.
Incluye las de Karajan:

http://ipromesisposi.blogspot.com/2010/02/mahler-9-sinfonia.html?m=1

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias mil. No conocía ese artículo, que me ha gustado una barbaridad. Tanto, que estoy por no completar mi propia discografía. Yo no soy capaz de realizar semejantes análisis ni de escribir con ese tono poético, aunque también es verdad que no es malo que haya variedad de puntos de vista. No sé. Ya veremos.

Javier A. Prego dijo...

Muchas gracias de nuevo por su excelente comparativa. De las aquí referidas, tengo las versiones de Klemperer y de Giulini. Coincido plenamente con usted que lo aclara con su habitual facilidad. Un cordial saludo

Manuel Pérez de Rozas dijo...

Espero que el verano esté resultando bien para todos; comentar que en el primer cabal de la Radio Austríaca [Österreich Eins] está en podcast la 8a de Bruckner de hoy de Muti con la Filarmónica de Viena [edición Haas], yo la oiré mañana…; la 9a de Mahler de Nelsons por ahora no la he encontrado gratis en ningún sitio, pero no perdamos la esperanza…

Felirosi dijo...

Excelente panorámica de mi sinfonía preferida de Mahler. Probablemente Vd. no posea las dotes poéticas de Ipromesisposi pero sus reseñas tienen la virtud de la concisión y claridad quedando muy bien entendido las diferentes visiones y no carecen de pasión. Sobre las puntuaciones numéricas soy muy partidario, no por creer en su verdad absoluta sino como una referencia que te ayuda en una primera lectura rápida, un recurso memorístico y en una comprensión global de tan gran variedad. Ya sabemos que en este mundillo todo es subjetivo, como la opinión del reseñista que a menudo difiere de la de tantos colegas, incluso las capacidades auditivas de cada oyente 😊.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Manuel, muchísimas gracias por el aviso, de mi parte y de la de otros posibles lectores. Una Octava de Bruckner por Muti/Viena tiene un morbo enorme. El problema es el de siempre, la pila de discos que tenemos acumulados sin escuchar, esto es, la falta de tiempo.

Felirosi, Ipromisi conoce mucho mejor la técnica que yo y es capaz de escribir con mucha más belleza, si bien es cierto que intento por mi parte, no sé si lo consigo, decir cosas que otros no hayan dicho. Lo interesante para el lector es contrastar.

Manuel Pérez de Rozas dijo...

Sí, lo de los discos por escuchar es problemático, yo en julio compré a buen precio las cajas Warner de Lars Vogt [qepd] y Leiv Ove Andsnes y llevo 10 de 27 escuchados de Vogt y 11 de 36 de Andsnes [parece básket explicado así]; Vogt era un gran brahmsiano y hoy he escuchado a Andsnes con el violinista Tetzlaff en Bartok [un poco durillo este repertorio en concreto, al menos para mí]

Muti bien en Bruckner, la orquesta toca sola y él se dedica a estorbar poco, obviamente Giulini, Karajan, Furtwängler, Solti….hay muy buenas 8s de Bruckner con esta orquesta….

Fourcade dijo...

Hola! Sólo comentarte q he descubierto recientemente tu blog, y no he podido pasar por alto la claridad y detallados comentarios al caso en tus "discografías comparadas". Puede uno estar de acuerdo o no [no suele ser mi caso, pues soy un aficionado reciente a la música clásica, carezco de elementos sólidos de juicio, de momento absorbo criterios y opiniones, y la primera referencia suele ser tus discografías comparadas], pero para un novato es al menos un punto de entrada a obras con enormes discografías, donde uno no sabe qué criterios de selección emplear.
Un rasgo q me llama la atención en una bloglandia llena de furiosos ataques o defensas de música q un no iniciado es incapaz de comprender, son tus comentarios razonados y razonables --no te he visto aún expresiones radicales y subjetivas, es muy tranquilizador. Como ejemplo, tu primera entrega del concierto de violín de Brahms, y ahora la 9 de Mahler! ENORMES GRACIAS y perdona por el rollo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Manuel, muchísimas gracias por los comentarios sobre ese Bruckner de Muti. Si estuviera en vídeo quizá lo vería, pero le juro que la cantidad de discos en las estanterías aún sin escuchar me ha creado ansiedad. Yo también compro esas cajas tan bonitas y baratas, y claro, así no hay manera de avanzar en las audiciones.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Fourcade, le agradezco una enormidad sus líneas, pero por desgracia creo que puedo decepcionarle. Yo tampoco escapo a esa tentación de decir barbaridades cuando algo no me gusta. Por otra parte, también es verdad que esto de la música tiene mucho de visceral, y que en esto, como en el cine o el fútbol, es difícil realizar valoraciones por completo serenas y distanciadas, digan lo que digan quienes van de "críticos objetivos". Un abrazo.

Para lo que ha quedado la Gheorghiu

Por supuesto, yo ya ando en casa. Escribiré poco a poco sobre lo que he escuchado en Bucarest.