Entre 1958 (Primera más obertura Manfred) y 1960 (resto), George Szell grabó las cuatro sinfonías de Robert Schumann. Suelen estar consideradas –retoques de las partituras aparte– como interpretaciones de referencia, y así me lo parecieron cuando las escuché por primera vez. Ahora he vuelto a ellas en una edición en formato SACD que resulta asombrosa en lo técnico: aunque la gama dinámica no es del todo amplia, la naturalidad y transparencia resultan increíbles para la época. Es el momento de reflexionar sobre las interpretaciones, porque ahora me han parecido un tanto desiguales dentro de su incuestionable alto nivel.
La Sinfonía nº 1, Primavera, es todo un acierto, pues el adusto Szell ofrece una lectura decidida y de un solo trazo en la que sabe abrirse al entusiasmo juvenil, a la luminosidad y hasta a la sensualidad, ofreciendo frescura controlada, vuelo lírico y un fraseo de amplia cantabilidad; sobra algo de blandura al final del tercer movimiento. Impresionante la orquesta y admirable la claridad, aunque esta no sea tanta como la que conseguirá unos años más tarde Klemperer en su referencial interpretación.
La Sinfonía nº 2 –tercera en realidad de las completadas por su autor– le sale igual de bien: sin renunciar a su objetividad, a su medido sentido de la arquitectura y a su proverbial alejamiento de cualquier clase de devaneo sonoro, Szell nos ofrece una interpretación vibrante, luminosa y muy comunicativa en la que logra ser juvenil, frasear con electricidad y acertar con el adecuado aliento épico ofreciendo una sonoridad en el punto justo de equilibrio entre densidad y ligereza, y regulando de modo admirable los planos sonoros. Eso sí, se pueden echar de menos enfoques más reflexivos y otoñales, también más profundos, al tiempo que se puede reprochar cierto exceso de nervios, particularmente en el segundo movimiento; en el tercero la batuta se remansa para ofrecer el adecuado lirismo lacerante que la excelsa página reclama, mientras que el cuarto resulta decidido y brillante en el mejor de los sentidos.
La Renana sigue la misma línea, pero aquí las cosas funcionan de manera irregular. El primer movimiento resulta algo más nervioso de la cuenta y no respira con la suficiente amplitud. El segundo está muy bien, aun sin alcanzar especial magia, pero el lirismo del tercero puede parecer un punto trivial. El cuatro resulta adecuadamente concentrado y solmene –sin llegar a la tremenda densidad del Klemperer– y el quinto, finalmente, está dicho con frescura controlada y resulta por completo irreprochable.
Los peores resultados los obtiene en la Sinfonía nº 4: se agradece que la interpretación sea impetuosa, tensa y dramática, pero Szell se deja llevar por el exceso de nervio y la música no respira como es debido, perdiendo aliento poético y concentración, resultando incluso cuadriculada, cuando no atropellada. Así las cosas, solo convence plenamente un scherzo afilado y vigoroso.
La obertura Manfred que suele completar en sus diversas ediciones esta integral sinfónica es muy satisfactoria: fresca, vibrante e impulsiva, quizá también un punto nerviosa –y por ello no muy reflexiva ni oscura–, de una gran inmediatez expresiva pero no por ello menos bien diseccionada ni escasa de flexibilidad en las transiciones. Creo que a la postre, con todas sus irregularidades, este ciclo merece la pena.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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4 comentarios:
Hola. ¿Te gusta Klemperer en Schumann? Haciendo a un lado la Cuarta, yo lo encuentro demasiado solemne o "pesante" como suelen decir en España.
Sí, me gusta mucho el Klemperer de Schumann, quizá porque a este compositor lo encoentro menos "alado" y más denso de lo que suele pensarse. Aun así, me parece que hay que diferenciar: la Primera de Klemperer me parece sensacional, la segunda me defrauda y las otras dos, pues magníficas pero no tanto como la "Primavera", y desde luego en todo momento discutibles... como cualquier otra cosa de Herr Otto. Quizá cuando este blog recupere el pulso escriba algo más pormenorizadamente. Gracias por el interés. Un saludo.
El Schumann de Szell, sin escucharlo en este reprocesado, me parece el más completo.
Es Szell un Director que entendía muy bien este romanticismo de reminiscencias clásicas como me parece el de Schumann. A la precisión y equilibrio general, su fabulosa Orquesta hace el resto: suntuosidad sonora para dar y tomar.
A pesar de todo, tengo un pequeño secreto, según para quien inconfesable: me gusta tanto el más reciente de Chailly/Leipzig, (edic. Mahler)
El Schumann de Szell, sin escucharlo en este reprocesado, me parece el más completo.
Es Szell un Director que entendía muy bien este romanticismo de reminiscencias clásicas como me parece el de Schumann. A la precisión y equilibrio general, su fabulosa Orquesta hace el resto: suntuosidad sonora para dar y tomar.
A pesar de todo, tengo un pequeño secreto, según para quien inconfesable: me gusta tanto el más reciente de Chailly/Leipzig, (edic. Mahler)
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