jueves, 30 de septiembre de 2010

Mucho ojo con Pablo Heras-Casado

Había leído bastantes cosas sobre el joven director andaluz Pablo Heras-Casado (Granada, 1977), pero jamás había tenido la oportunidad de escucharle. Su currículum es impresionante (web oficial), y por ello me desconcertaba el hecho de que apenas dirigiera no ya en Andalucía, sino en España en general. Por otro lado la magnífica entrevista realizada por Pablo J. Vayón (parte 1) (parte 2) nos muestra a una persona inteligente y con las ideas muy claras, si bien al leer que su principal mentor es “Harry Christophers, que para mí es un maestro de la música, por encima de cualquier consideración de género”, un escalofrío me recorrió desde la nuca hasta bastante más abajo.

Pues bien, gracias al grupo de correo Concertarchive (enlace) he podido escuchar un par de retransmisiones radiofónicas que nos muestran, con una excepción que luego comentaré, a un director de muchísimo calibre. Entusiasmado, le pasé las grabaciones a Ángel Carrascosa -una de ellas, la de Chopin, sin decirle quiénes eran los intérpretes- y le encantaron: en su blog ha dejado unos comentarios cuya lectura es muy recomendable (enlace). Y como precisamente hoy el granadino debuta en el Teatro Real con Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny no quiero dejar de ofrecer aquí mis propias impresiones sobre los dos conciertos referidos, a la espera de poder ir yo mismo a la obra de Weill y escuchar por fin a Heras-Casado en directo.

El primero de los conciertos referidos tuvo lugar en Copenhague el 8 de abril de 2010, debut del granadino al frente de la solvente -pero en absoluto excepcional- Sinfónica de la Radio Nacional Danesa. Se abrió el programa con una página poco conocida de Nielsen, Pan y Syrinx, de la que el joven maestro ofreció una lectura brillante y llena de fuerza, atenta a los aspectos expresionistas de esta música y con unas intervenciones solistas muy bien intencionadas en lo expresivo. Lo único que hay que lamentar es que la retransmisión radiofónica, como suele ocurrir en estos casos, comprima la gama dinámica.

A continuación venía el Segundo Concierto de Chopin (el primero en el tiempo, y el menos valioso de los dos). No recuerdo haber escuchado una dirección tan extraordinaria como la de Pablo Heras-Casado. Paladeando la partitura con lentitud y enorme concentración, y desmenuzando la escritura con tal minuciosidad que se escuchan cosas nuevas, el granadino ofrece una visión viril, decidida, tensa y dramática, totalmente alejada del preciosismo o la delicadeza mal entendida, en cuyo segundo movimiento nos conmueve en lo más profundo al tiempo que abre angustiosos interrogantes en su sección central.

El pianista es el turco Hussein Sermet. Nunca le había escuchado, la verdad, aunque se trata de un señor ya maduro con una buena trayectoria a sus espaldas. Me ha dejado de piedra: su manera de aunar sobriedad y cantabilidad, desmenuzando cada nota con sentido (nada que ver con lo mecánico o con el virtuosismo de cara a la galería) e inyectado una enorme fuerza interior es la de un grandísimo intérprete de Chopin. Me ha gustado muchísimo el modo en que plantea los dos movimientos extremos, con virilidad y decisión (puede que alguien eche en falta un poco más de emotividad en el primero de ellos y de sentido del humor en el último), pero donde roza el cielo -ya lo dijo Carrascosa en su comentario- es en el Larghetto, que en sus manos alberga, en perfecta sintonía con la batuta, una palpitación y hasta un dolor interno fuera de lo común. Para mí no hay duda: si esta interpretación saliese en disco compacto o en DVD sería mi favorita de la discografía. Y filmada debe de estar, porque en Youtube tienen ustedes completa la segunda parte del programa, de la que aquí les dejo una muestra.

Pese a que la orquesta se queda corta, nos encontramos ante una interpretación de Los Planetas planteada con toda la brillantez y el colorido que la partitura demanda -pero sin un gramo de retórica-, y trazada además con buen pulso y evidente entusiasmo, ya que no con particular personalidad. Marte posee la garra dramática necesaria sin caer en lo enfático. Venus resulta menos contemplativa y más emocionante de lo que suele, aunque a violín y violonchelo les sobren portamentos. Tras un ágil y animado Mercurio, en Júpiter hay que admirar su grandeza sin grandilocuencia y su lirismo emocionante, nada hinchado. Seco e implacable -aunque no del todo opresivo-, Saturno se ve lastrado por una sección de metales en baja forma. En Urano el maestro acierta a evitar lo meramente lúdico, aunque aún se le puede sacar mayor partido a la página, mientras que en Neptuno se pueden echar de menos el misterio, la magia sonora y el refinamiento que son capaces de obtener los grandes alquimistas sonoros (Karajan a la cabeza de ellos) que se han enfrentado a esta página. En cualquier caso nos encontramos ante una muy notable recreación de la celebérrima partitura de Holst, claramente por encima de la media.

El otro concierto es aún más reciente, del 22 de agosto pasado, y tuvo lugar nada menos que en el Concertgebouw de Amsterdam. Desdichadamente la Orquesta Filarmónica de Cámara de la Radio de Holanda se ve lastrada por serias limitaciones que quedan por completo en evidencia en una obrita genial e increíblemente difícil de interpretar: la Sinfonía Clásica de Prokofiev. Los violines, en concreto, resultan lamentables. En cuando a la dirección, es de admirar su planteamiento decidido y con excelente pulso, elegante pero no blando, ágil pero no pimpante. En cualquier caso, insisto, la obra se las trae, y Pablo Heras-Casado no se cuenta entre los poquísimos maestros (Guilini, Celibidache y, en menor medida, Rostropovich, Ozawa y Muti) que han salido airosos del empeño. En el primer movimiento no ha prestado la atención debida a todas las líneas melódicas, algunas de las cuales apenas se escuchan. El segundo lo resuelve con corrección, pero falta poesía. Mejor sin duda el tercero, más bien ligero pero no superficial, aunque sin toda la retranca que debería. Algo parecido ocurre en el cuarto: la mala leche de la partitura se le escapa.

El programa continuaba con el Segundo concierto de Beethoven, contando como solista con un viejo conocido de la melomanía: Stephen Kovacevich. El veterano pianista californiano ofrece un sonido hermoso, frasea con cantabilidad y presta atención al matiz, pero su enfoque resulta superficial, de un clasicismo amable y delicado que elude los elementos más densos de esta música, por lo que a la postre resulta plano y un tanto aburrido. La batuta de Heras-Casado sigue la misma línea de un Beethoven ajeno a grandes conflictos, pero sabe evitar la frivolidad y la timidez expresiva del pianista, ofreciendo una lectura que alberga fuerza, calidez y comunicatividad.

Quinta de Schubert para completar el programa, nada menos. De entrada sorprende escucharle un Schubert así a alguien vinculado al mundo historicista o semi-historicista. Es decir, un Schubert absolutamente en la tradición, alejado de cualquier planteamiento que derive de algún modo u otro de los instrumento originales. Un Schubert que podía estar realizado por cualquiera de las más célebres batutas de los años sesenta o setenta, un Schubert que, de no estar firmado por quien lo firma, es decir, por un señor que ha trabajado polifonía renacentista y se declara discípulo de Harry Christophers, sería inmediatamente condenado por esos talibanes que de entrada anatematizan cualquier interpretación no receptiva -en todo o en parte- a la renovación filológica de los últimos lustros.

Pero lo importante, en fin, no es que el Schubert de Pablo Heras-Casado sea tradicional, porque eso no lo hace mejor ni peor, sino que es un Schubert magnífico dentro de un clasicismo bien entendido, es decir, de perfecto equilibrio entre forma y fondo, denso en lo sonoro al tiempo que ágil en la articulación, alejado tanto de la pesadez como de esos sonidos livianos ahora tan de moda, cuidadoso con las diferentes voces y, sobre todo, dotado de una calidez, un legato y un vuelo lírico para derretirse; destacan en este sentido el segundo movimiento y el trío del tercero, de una belleza conmovedora. Todo ello, además, sin dejar de lado el aliento dramático que de manera subterránea recorre estos pentagramas, situándose así lejos de intérpretes (¡y críticos!) que quieren ver únicamente amabilidad galante en la música schubertiana. Puede que le falte a la interpretación algo más de tensión interna en general, así como un punto de sal y pimienta, para llegar a lo excepcional, pero que un señor de treinta y tres años, andaluz por más señas, sea capaz de ofrecer una Quinta de Schubert a la altura -o casi- de los grandes maestros resulta poco menos que asombroso. Así que mucho ojo con Pablo Heras-Casado: podemos estar ante una de las grandes batutas del siglo XXI.

8 comentarios:

Sergio dijo...

ostras, este chico parece un director de orquesta de verdad, jolín.

Andante moderato dijo...

Ahora que escribes acerca de la Quinta Sinfonía de Schubert, no puedo olvidarme de la estupenda interpretación en vivo de Leonard Bernstein con la Concertgebouw (DG, 1987), virtuosa formación que es un auténtico prodigio de clásica ligereza y de transparencia orquestal y que consigue un admirable equilibrio expresivo dentro de la riqueza de la obra. Asimismo me parece muy notable la versión de Rudolf Kempe junto a la Orquesta de la BBC, también en concierto, que escuché por radio hace unos meses.
Es una lástima que la Inconclusa (otra grabación del mismo año, en directo con la orquesta holandesa) que completa el disco de Lenny no alcance tal nivel: se trata de una visión muy personal, que explota hasta el límite los abundantes contrastes dinámicos de la obra, desde la más sutilísima suavidad hasta las más furibundas explosiones sonoras. Sacando estas extravagancias, ambos movimientos tienen varios pasajes geniales, siendo el Andante con moto matizadísimo y muy poético.
Saludos.

M.A. dijo...

Me sorprendió mucho enterarme de la elección de Mortier para dirigir Mahagonny, en el Real, y es que sólo lo conocía de una vez, en el Festival de Música Antigua de Aranjuez, hará un par de años, lo ví dirigiendo con acierto "Clementina", una zarzuela de Bocherini, obra que en principio está bastante alejada de la obra de Weill-Brecht, ¿no?
veremos que tal...

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

De momento las críticas y comentarios hacia su labor en Mahagonny están siendo bastante positivas. Yo tengo entradas para el 16, a ver.

Anónimo dijo...

Hay algo en este hombre, Heras-Casado, que no me cuadra nada. La cuestión es, ¿con quién estudió realmente?
¿Como consiguió un representante que le da invitación para todas las fiestas?

Ganó el concurso de directores de Lucerna, pero para llegar hasta ahí hay que tener estudios y avales, ¿verdad? ¿O mejor se lo preguntamos a Mortier, o a Sylvain Cambreling?

¿Por qué no todos los jóvenes directores españoles no triunfan? No me negarán que no hay oficio al respecto... ¿Entonces? ¿Qué hace que uno suba y que otros, de formación más transparente todo hay que decirlo, se queden por el camino?

¿Es arte y técnica lo que se valora? O quizás solo glamour, buenos agentes, padrinos, estómagos agradecidos, "hoy por tí mañana por mi..."

Si el tío tiene talento, saldrá adelante, con trabajo duro claro está, pero si es un bluf, esperemos que el golpe no sea fuerte.

No pretendo echar por tierra el talento y el éxito de un joven director español. Nada de eso... Lo que uno no entiende es como este chaval está vetado por algunas orquestas en España, como lo está Inma Shara. Solo puedo recordar un aburridisimo concierto suyo que escuché en directo hace unos 12 años al frente de la OSRTVE. Concierto en el que no miró a la orquesta en momento alguno, no sé si por miedo o por vergüenza...

Lo dicho, no me cuadra.

La dirección de orquesta que hace crecer a las mismas orquestas está muriendo. Si esa manera de trabajar muere, muere el propio trabajo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

No sé, qué quiere que le diga. Juanjo Mena es titular de la BBC Philharmonic. Pablo González ha debutado con Chicago. Pablo Heras hace lo propio el mes que viene con la Filarmónica de Berlín... Algo tendrán, digo yo.

No sé quiénes son esos otros "de formación más transparente" que usted cita. En cuanto a los vetos, los tres nombres que he mencionado no se ven en las programaciones españolas todo lo que sería deseable. ¿Podría ser debido, quizá, a que algunos titulares tienen miedo a poner frente a las orquestas de las que son responsables a gente con más talento que ellos mismos?

Anónimo dijo...

Se ve que el amigo anonimo conoce bien la trayectoria de heras casado. Yo le conozco bien de la epoca de la musica antigua en granada y he de decir que admire su forma de trabajar y de entregarse a la musica, que transmitia la profesionalidad que entre tanto coro amateur de granada faltaba y que algunos/as anorabamos. Fueron anos fertiles que forjaron, gracias a la ayuda desinteresada de un grupo de amigos, la imagen del pablo que vemos hoy al frente de tantas orquestas. Admiro su tenacidad y capacidad para estar en el sitio y momento adecuado, pero deploro su desapego por las personas que le acompanaron en el camino en aquellos tiempos. Con todo, enhorabuena por tan meteorico exito maestro heras.

Anónimo dijo...

Mucho me temo que, conforme va pasando el tiempo, la irrupción de Heras Casado en el panorama musical debe ser atribuida a varias razones no estrictamente musicales. En efecto, una esmerada campaña de marketing, el tirón de una superagencia como Harrison Parrot y la comañía de buenos padrinos (Mortier, Boulez..) pueden hacer que un músico no excepcional se convierta en un maestro encumbrado al olimpo de los grandes. Pero no es para tanto, ni mucho menos. Y es más, se me ocurre al menos el nombre de un director español que está haciendo una carrera no menos importante y si más sólida y con más poso: Juanjo Mena. Con alguna diferencia más en lo que respecta a la personalidad. Es humilde y se acuerda de quienes fueron sus mentores. No solo de Bernaola y el Cheli. En definitiva, creo que está habiendo un schuflé de directores efebos para intentar elevar la media de edad de los auditorios del mundo. Se podría llmar "efecto" Dudamel. Dudamel, Heras, Ticciati...todos lucen grandes rizos como Rattle. En fin, ojalá me equivoque pero estaremos bajo el dominio de la tiranía del rizo? Un saludo y felicidades por un blog tan instructivo.

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