lunes, 13 de septiembre de 2010

Josep Pons y la ONE van al cine (I)

En otro lugar de la red (enlace) ya he mostrado mi total apoyo a la presencia del cine en la programación de nuestras formaciones sinfónicas, y me he congratulado por la idea de Josep Pons de abrir la temporada de la Orquesta Nacional de España con dos conciertos populares (léase: a precio muy reducido y con vistas a la atracción de nuevos públicos) íntegramente dedicados a la música cinematográfica. Por ello me limito ahora a desear, me temo que sin mucha esperanza, que cunda el ejemplo y la tentativa no permanezca aislada, y paso ya a comentar el concierto que tuvo lugar en el Auditorio Nacional el sábado 10 de septiembre, primero de los dos que ofrece el maestro catalán al frente de los conjuntos de los que es titular.

Abría la velada una brevísima muestra de la hermosa música que Nino Rota escribió para el filme Amarcord. No me gustó nada como dirigió Josep Pons, pues a mi modo de ver no hubo en su rutinaria y más bien apresurada lectura rastro alguno de la sensualidad suavemente erótica y algo arrabalera que esta música necesita.

Mucho mejor estuvo desde el punto de vista interpretativo la selección (la suite de toda la vida, la que grabó Charles Gerhardt) de la partitura que el sobrevalorado Max Steiner compuso para Casablanca: Pons dirigió con suficiente brillantez y sin subrayar (salvo en la efectista coda final, me temo) la vulgaridad inherente a esta música. Por cierto, que en el escuálido programa de mano se debería haber advertido que la canción “As Time Goes By” no se debe a la mano de Steiner sino a la de Herman Hupfeld.

A continuación, palabras mayores: Bernard Herrmann. Para mí, el más grande compositor que ha dedicado la mayor parte de su obra al celuloide. Lástima que Pons decidiera ofrecer solo tres momentos de Psicosis, porque así aislados “Prelude”, “The City” y “The Murder” no funcionan como música de concierto; deberían haber tocado la suite completa arreglada por el autor. La interpretación, con discutibles sforzandi en el tema principal y una gravísima imprecisión de los violines al arrancar la escena de la ducha, tampoco fue para tirar cohetes.

Sorprendentemente Pons dirigió de manera irreprochable esa hermosa revisitación de Noche Transfigurada que es la escena de amor de Vértigo, fraseándola con concentración y voluptuosidad. En la prodigiosamente orquestada obertura de North by Northwest (o Con la Muerte en los talones, como ustedes prefieran) el maestro hizo gala de un buen sentido del color y del ritmo, aunque aún podía haber atendido más a ese particular sentido de la ironía y el humor negro que caracterizan a la música de Herrmann (y al cine de Hitchcock, habría que añadir).

Toda la segunda mitad de la primera parte del concierto estuvo dedicada a la partitura de Alberto Iglesias para Volver. Creo que no fue buena idea colocarla en semejante lugar, al lado de Herrmann. La música de Iglesias tiene a mi modo de ver una enorme virtud, que es la de la honestidad: no hay en ella trucos fáciles, ni guiños de cara a la galería. Música despojada, a menudo camerística, en su personal tratamiento de la orquesta. Y dotada, qué duda cabe, de momentos de sinceridad emocional que -a mi modo de ver- la cinta de Almodóvar dista de poseer. Pero inspiración, lo que se dice inspiración, solo la hay a ratos, y aun agradeciéndose mucho poder disfrutar esta partitura en la sala de conciertos, la audición termina haciéndose un poco larga. A la hora de interpretarla el maestro Pons evidenció alta convicción y los solistas de la ONE hicieron gala de una musicalidad muy notable.

La segunda parte de la velada estaba planteada siguiendo un esquema paralelo al de la primera. Así se explica que se iniciara con una deliciosa curiosidad, el fox-trot compuesto por Miguel Asins Arbó para Plácido. Una música no precisamente alejada del mundo rotiano y felliniano, y que querríamos ver inspirada en la de Amarcord si no fuera porque la película de Berlanga es doce años anterior. El pequeño grupo de maestros de la ONE que se encargó de ofrecérnosla realizó -sin director- un trabajo lleno de chispa y swing. Una delicia.

Gran idea la de Coppola la de acudir al entonces no muy conocido Wojciech Kilar para su Drácula, pues el compositor polaco logró ofrecer todos los ingredientes necesarios en el filme, espectacularidad incluida, utilizando un lenguaje muy distante del canónico en Hollywood, al tiempo que perfectamente inteligible. Y gran idea la de Pons ofreciendo esta partitura que, aun siendo tramposa y bastante previsible en su repetitivo desarrollo (“minimalismo santo” creo que llaman a esta particular escuela musical), alterna momentos muy brillantes con otros de alta inspiración, particularmente la escena de la fiesta y el bellísimo tema de amor.

La selección que la ONE puso en los atriles de este Drácula fue la misma que hace años le escuché a Marek Pijarowski en Sevilla y más recientemente ha grabado Antoni Wit para Marco Polo/Naxos: “The Brides”, ”The Party”, “Mina/Elisabeth”, “Vampire Hunters”, “Mina/Dracula” y la efectista “The Storm”. Josep Pons dirigió francamente bien, yo diría que mejor que el citado Wit, manejando muy bien los complicados ritmos y timbres de la escena de la fiesta y, sobre todo, fraseando con amplio aliento poético las dos apariciones del tema de amor. El Coro Nacional de España ofreció solidez, empaste y entusiasmo -también alguna estridencia en el agudo- a su decisiva intervención en la secuencia de la tormenta que culmina con la vampirización de Lucy.

Para cerrar la primera parte se volvía al cine español reciente, concretamente a la partitura de ese bodrio perpetrado por Agustín Díaz Yanes que es Alatriste. La música de Roque Baños -en general, no me refiero solo a esta banda sonora- se encuentra en un extremo opuesto a la de Alberto Iglesias: es mucho más tramposa y bastante menos personal que la de su colega, pero también mucho más directa, brillante y efectiva. En la partitura sobre el personaje de Pérez-Reverte la verdad es que se notan más sus insuficiencias que sus virtudes: a mí esta suite me pareció una especie de banal “hollywoodización” del célebre Tiento de primer tono y batalla imperial de Cristóbal Halffter. Eso sí, entre tanta acumulación decibélica brilló con luz propia el emotivo tema de amor escrito para el personaje principal y María de Castro. ¿Por qué no se incluyó también el otro tema lírico, el destinado a Íñigo y Angélica, que es igualmente bello y posee un atractivo tinte herrmaniano? Orquesta y Coro Nacionales de España defendieron la partitura con singular empeño y el compositor murciano (simpatiquísimo, como siempre) salió a cosechar abundantes aplausos.

De propina, nada menos que Duel of the Fates, la versión de concierto del enfrentamiento final de Star Wars, Episodio I, ofrecido a manera de tráiler (Pons dixit) de lo que se escuchará el próximo sábado. Y claro, no hay color. La música de John Williams es puro Hollywood, desde luego, y acude a la paráfrasis con la misma claridad que la de Baños: ¿se le escapa a alguien la directa inspiración en “La batalla en el hielo” del Alexander Nevsky de Prokofiev? Pero claro, Williams es Williams. El grandísimo Williams. Pese a algunos excesos de la percusión (Pons debería controlar este aspecto en la próxima cita), todos los que estábamos en el Auditorio Nacional nos lo pasamos en grande.

Antes de terminar, una última cosa. La Nacional de España nunca ha sido una orquesta de primera, y obviamente sigue sin serlo, pero esta vez me la he encontrado en mejor forma de lo esperado, sobre todo habida cuenta de que después de las vacaciones veraniegas suele ser habitual encontrar que los músicos de nuestras formaciones están desengrasados. Hubo alguna inseguridad aquí y allá, particularmente la arriba citada de Psicosis, pero la formación ofreció un sonido compacto y redondo que pocas veces le recuerdo. Destacó en este sentido la cuerda grave, que Pons modeló con admirable plasticidad a lo largo de la velada. Ojalá que las orquestas españolas que habitualmente se encargan de la música cinematográfica (no hace falta citar nombres) lo hicieran con la solvencia de nuestra ONE.

5 comentarios:

Scoresdecine dijo...

Magnífico análisis del concierto. Sobre el error en el tema de la ducha de Herrmann resulta incomprensible que una orquesta del calibre de la OCNE haya tenido semejante desliz.
Un saludo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchas gracias.

En cuanto a la escena de la ducha, la tremenda vacilación que hubo a la hora de entrar pudo deberse tanto a una deficiente indicación por parte del director como a un titubeo del concertino y/o del resto de sus compañeros. No lo vi con claridad.

Las entradas son siempre difíciles para una orquesta, y el error tampoco es para vapulearles, pero tratántose de una música tan conocida (¡y tan esperada!), la verdad es que la falta de sincronía deslució bastante el momento. Un saludo.

Scoresdecine dijo...

Ayer disfruté del segundo concierto de la OCNE, en esta ocasión dedicado al maestro Williams. ¡Qué decir! Dos partes bien diferenciadas que provocaron el aplauso unánime del público, quien pide a gritos que la música de cine se instale definitivamente dentro de los circuitos de "música seria".
Eso sí, sería deseable que aquellos que programan dichos conciertos procuren, poco a poco, realizar una selección menos previsible y más seria de cada compositor. Quizás algún día podamos saborear los scores de Rózsa, Tiomkin, Goldsmith o Korngold (y .....)de manera más regular.
Un saludo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Yo me lo pasé anoche BOMBA con John Williams! :-D

Lulu dijo...

Scoresdecine:
Estos dos conciertos, sólo son el aperitivo. ¡Toda la temporada de la OCNE tiene que ver con el cine.
He aquí la programación que tienen en su página web:
http://ocne.mcu.es/descargas/Avancedetemporada20102011_Septimoarte1.pdf

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