sábado, 25 de junio de 2022

Sinfonía nº 5 de Jean Sibelius: discografía comparada

PROVISIONAL

 

1. Ormandy/Orquesta de Philadephia (CBS, 1954). Con un instrumento no solo suntuoso, sino también ideal para esta música, y haciendo gala de un apreciable dominio de la agógica –flexible, no siempre convincente–, el maestro demuestra su conocimiento y amor hacia la partitura con una recreación que se aleja del mero lirismo paisajista –carnosas, sensuales maderas en el segundo movimiento– para atender como es debido a las asperezas, las tensiones y las cargas de electricidad que la Quinta demanda. Eso sí, en el movimiento intermedio hay apresuramientos que restan valor al resultado, justo como ocurre en un Finale que podría estar mejor construido y no verse tan lastrado por el nerviosismo. Excelente la toma monofónica. (7)

 

2. Barbirolli/Orquesta Hallé (EMI, 1957). Aun tendrá que alcanzar un grado mayor de inspiración determinados pasajes, y desde luego trabajar más a fondo con una orquesta que evidencia limitaciones –aun así, increíble cómo manera las texturas–, pero Sir John ya ofrece aquí una magnífica lectura en su característica línea seca, tensa, obsesiva y expresionista, electrizante mucho antes que paisajística o ensoñada, alcanzando una auténtica cima en un tercer movimiento lento, poderoso, soberbiamente construido y con instantes de mágica inspiración. Sonido estéreo que en alta definición suena muy digno para la época, pese a las inevitables distorsiones. (9)

 

3. Karajan/Filarmónica de Berlín (Sony, 1957). Esta toma de origen radiofónico deja en evidencia que la Berliner Philharmoniker, como en tiempos de Furtwängler, distaba de ofrecer en director la seguridad y redondez que habitualmente asociamos con ella. Efectivamente, los estudiadísimos registros de estudios para DG serán “otra cosa”. Por otra parte, interesa ver lo que aquí hace un Karajan aún por madurar, o al menos por encontrarse a sí mismo. La deuda toscaniniana aún está ahí. Los tempi son más bien rápidos, demasiado en un Andante mosso bastante trivial, las sonoridades tienden a la aspereza y la sequedad en los ataques se hacen presentes, aunque también está ahí esa tendencia a los grandes contrastes dinámicos y ese cuidado en el empaste de la cuerda que caracterizarán al Karajan posterior. La poesía brilla por su ausencia: el público disfrutaría del espectáculo, pero se emocionaría poco. El sonido, monofónico, es digno pero muy interior a las buenas tomas estéreo de la época. (7)




  1. 4. Karajan/Philharmonia (EMI, 1960).
    El maestro vuelve a dejar testimonio de su temprana visión de la obra, tan distinta de la que ofrecerá años después, pero esta vez con la perfección que ofrece el estudio y con la superlativa participación de la Philharmonia, más adecuada que la berlinesa para plasmar este concepto seco y espartano, sin mostrar todavía esa tendencia tanto a la dulzura como al exceso, por mucho que los contrastes dinámicos sean grandes y la brillantez esté asegurada. Por otra parte, ahora sí consigue la unidad en el trazo, con empuje y atención a la claridad; cae quizá en cierto exceso de nerviosismo en la sección central del segundo movimiento, pero ofrece a cambio considerable decisión en todo el final, hasta el punto de que los acordes finales suenan muy poco separados entre sí, para lo que estamos acostumbrados. Buen sonido en SACD. (8)



    5. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1961).
    La dirección del aún relativamente joven Bernstein es extrovertida y muy comunicativa, también muy volcada en los contrastes sonoros, siempre dentro de un perfecto estilo al que contribuye el sonido rústico de la orquesta. Quizá en exceso: los metales suenan no solo broncos, sino también algo pobretones. Desdichadamente, le falta algo de control de la arquitectura, más impulsiva que planificada, así como un mejor análisis de planos sonoros. Pincha en este sentido el primer movimiento, más nervioso de la cuenta. En el segundo destaca el excelente tratamiento de la cuerda. En el Finale el maestro paladea los pasajes claves con enorme concentración, pero otorgándoles asimismo un carácter algo hinchado, incluso retórico e insincero, lo que a su vez conduce a que a la arquitectura le falte unidad de trazo. Lo hará muchísimo mejor en el futuro. (7)



    6. Karajan/Filarmónica de Berlín (DG, 1965).
    Se confirma el nuevo concepto “romántico”, tanto en sonido como en expresión, que el maestro tiene de esta música, así como en la idea en buena medida contemplativa y sensual. Impactan la robustez y la belleza del sonido, como también la capacidad para generar texturas densas y opresivas, así como la claridad del entramado orquestal, pero Karajan cae en lo ampuloso y pesante, y en algún momento del primer movimiento tiene alguna frase demasiado “amable”. Escuchada otra vez, Sonido redondo, cálido y confortable en BR-Audio con Dolby Atmos. (8)



    7. Barbirolli/Orquesta Hallé (EMI, 1966).
    El maestro británico madura definitivamente su acercamiento a la obra ofreciendo una genial recreación, expresionista y muy tensa, pero asimismo llena de control, consiguiendo una arquitectura de tensiones perfecta y una asombrosa disección del entramado orquestal en el que cada línea melódica se encuentra matizada con enorme acierto. En el primer movimiento, inquietante y lleno de malos presagios, hay que destacar como ni siquiera en esos instantes más delicados –hacia el minuto seis– en el que muchos directores se desinflan, Barbirolli deja de mantener la tensión interna. En el segundo, apartándose por completo de lo bucólico y optando por mantener un fraseo en marcado stacatto, tampoco baja la guardia: los acentos lacerantes de la cuerda producen escalofríos. Lleno de fuerza pero nada retórico ni hinchado el final, que acaba en acordes secos e implacables a más no poder. La toma sonora resulta áspera incluso tras la restauración en alta definición. (10)


     
    8. Bernstein/Sinfónica de Londres (DVD ica Classics, 1966).
    Lenny se deja llevar por la presencia del público y ofrece, siempre con ese espectacular manejo de las masas sonoras que le caracteriza y dejando bien clara su tendencia a disfrutar del sonido por sí mismo, una recreación ante todo directa, vibrante, impulsiva, dicha de un solo trazo, cargada de fuerza, que alcanza clímax poderosos a más no poder sin dejar por ello de ofrecer la adecuada delectación melódica en los pasajes líricos, pero también algo epidérmica, más impulsiva que meditada, y por ello carente todavía de esa concentración interior, de esa naturalidad en el fraseo y de ese refinamiento en el tratamiento de los diferentes planos sonoros de los que hará gala en su increíble recreación veinticuatro años posterior con la Filarmónica de Viena, no obstante anunciada aquí en un Finale de enorme grandeza. La toma sonora dista muchísimo de convencer, aunque la realización televisiva de Humphrey Burton, en blanco y negro, está por encima de la media de la época. (8)



    9. Maazel/Filarmonica de Viena (Decca, 1966).
    El trasvase a alta definición de la formidable toma realizada por los ingenieros del sello británico nos permite disfrutar plenamente del soberbio trabajo de clarificación de planos realizado por un Maazel a punto de cumplir los treinta y seis años y ya dueño de una técnica de primerísimo nivel con la que logra, al mismo tiempo, hacer zona a la Filarmónica de Viena de manera rústica y escarpada, dentro de una propuesta expresiva fresca, afilada, recorrida por electricidad y nervio interno, indisimulada en su búsqueda de brillantez, pero en absoluto grandilocuente ni pesada. Se queda corta en lo que a calor, efusividad y vuelo poético se refiere, sobre todo en un movimiento central dicho un tanto de pasada. En contrapartida, la acumulación de tensiones hacia el clímax final resulta impactante. (9)



    10. Barbirolli/Orquesta Hallé (Testament, 1968).
    Una vez más, el típico Sibelius de Barbirolli: áspero, dramático, tenso y electrizante, nada romántico. En esta ocasión se le puede reprochar un excesivo nerviosismo en algunos pasajes, limitación que compensa con algunos hallazgos extraordinarios. (9)


    11. Celibidache/Sinfónica de la Radio Sueca (DG, 1971).
    A pesar de lo admirable de una arquitectura de tensiones construida sobre unos tempi muy lentos, de echan de menos algo más de belleza y efusividad lírica. El final, grandioso pero sin un ápice de retórica, es un verdadero triunfo. (8)



    Berglund/Sinfónica de Bornemouth (EMI, 1973).
    Cuarenta y cuatro años tenía el director finlandés cuando realizó el primero de sus cinco acercamientos fonográficos a la página. Demostró en él amor por esta música, un plausible acercamiento a medio camino entre lo romántico y lo expresionista y un gran cuidado formal a la hora de ir desgranando la música, sin prisas ni nerviosismo, pero no logró trazar correctamente la arquitectura: las líneas de tensión avanzan con dificultad y a veces se bordea el aburrimiento. Tampoco su lectura es del todo poética ni hace gala de una particular creatividad. Lo mejor, un Finale con muy buenos momentos. (7)


    Colin Davis/Sinfónica de Boston (Philips, 1975).
    Como EMI y Decca ya tenía en Europa sus respectivas integrales de Sibelius, los holandeses se ponen al día echando mano de la orquesta de Ozawa, cuyas suntuosas cuerdas y maderas -metales a menor altura- son recogidas por una toma sensacional para la fecha, y de un maestro que muestra un evidente interés hacia esta música, aunque aún por madurar. Por eso mismo, al tiempo que hemos de aplaudir el suntuoso modelado sinfónico que obtiene su batuta, la generalmente muy notable delineación del tejido polifónico, la inmediatez expresiva del acercamiento y el exquisito gusto que lo preside -ni rastro de excesos ni de caídas en lo contemplativo-, hemos de percatarnos de la discontinuidad de un primer movimiento en que cuenta con momentos excelentes, cierta falta de poesía en el Andante y una relativa falta de grandeza en un Finale que comienza de manera bulliciosa pero no termina de calar a fondo en la música. Desde un prisma de menores conflictos dramáticos y mayor depuración sonora, Sir Colin profundizará en el futuro de manera considerable en esta música que amará como pocas. (8)



    Karajan/Filarmónica de Berlín (EMI, 1976?).
    Lectura en la misma línea opulenta, densa y grandiosa de su interpretación para DG, muy atenta a la belleza sonora, pero con menor pesantez y ampulosidad. Aun así, el segundo movimiento resulta por momentos en exceso dulce. (8)



    Ashkenazy/Orquesta Philharmonia (Decca, 1980).
    Aunque estos no eran sus primeros pasos discográficos como director, Ashkenazy demostró en su ciclo Sibelius no solo un gran talento para manejar tensiones y masas sonoras, sino también un apreciable olfato para interpretar al autor finés en el punto justo de equilibrio entre postromanticismo y modernidad. Lo dicho queda bien claro en esta Quinta austera, dramática, un tanto enrarecida, en modo alguno sentimental o contemplativa, pero no áspera ni particularmente escarpada, como tampoco ajena a la amplitud melódica ni a la belleza sonora. Le ayudan una orquesta aún en espléndida forma y una toma sonora de gran calidad realizada en un Kingsway Hall al que ya le quedaba poco tiempo de vida como estudio de grabación. (9)



    Rattle/Orquesta Philharmonia (EMI, 1981).
    Al frente de una orquesta excepcional a la que su batuta modela con pinceles finos, claridad y atención al detalle, el joven Rattle acierta con el lenguaje aportando el punto justo de equilibrio entre tradición y modernidad, sin resultar romántico o hinchado, pero tampoco necesitado de ser particularmente escarpado o electrizante. Su fraseo es natural y posee el carácter nervioso en el buen sentido que demanda esta música, mientras que la tímbrica ofrece el punto adecuado de incisividad. Eso sí, el desarrollo de las tensiones no está del todo conseguido, al menos en un primer movimiento en el que juega tan arriesgadamente con los pianísimos hasta el punto de que la continuidad está a punto de venirse abajo. En el segundo se echa de menos la efusividad poética que proponen los pentagramas. Lo mejor, un tercer movimiento brillante y con garra pero sin retórica, dicho además con un punto amargo muy adecuado, aunque tampoco posea la grandeza y el carácter visionario que ofrecen los grandes directores de la página. (8)



    Berglund/Filarmónica de Helsinki (Warner, 1986).
    Trece años después de su primera aproximación, Berglund repite su acercamiento ortodoxo y sensato, de fraseo cálido y ajeno al nerviosismo, pero ahora con las tensiones mejor delineadas y dando la impresión de realizar un más detallado desmenuzamiento del entramado sinfónico, circunstancia a lo que no es ajena una toma sonora superior a la de entonces. En cualquier caso, se siguen echando de menos electricidad y garra dramática. (8)



    Bernstein/Filarmónica de Viena (CD DG y Blu-ray CMajor, 1987).
    Sin palabras. Lenny alcanza aquí una de las cimas de su carrera como director ofreciéndonos una recreación lentísima, pero de enorme tensión interna; suntuosa y bellísima en la sonoridad sin caer en ese narcisismo que tanto tentaba a su batuta; romántica y de acongojante efusividad lírica en un planteamiento alejado del expresionismo, mas no por ello ajena a conflictos y contrastes. Dotada, en cualquier caso, de una convicción apabullante y de una emotividad conmovedora. Como lección de técnica, no tiene precio. Uno se queda mudo de asombro ante una arquitectura perfectamente estudiada su planificación de tensiones, permitiendo que el carácter orgánico de la música se desarrolle con total naturalidad. Todo ello obteniendo una plasticidad enorme de una orquesta a la que él sabía hacer sonar con más belleza que nadie, y haciendo gala de un fraseo tan sutil como flexible, lleno de cantabilidad y de humanismo. Tras un final grandioso a más no poder, pero en esta ocasión sin caer en los excesos de ocasiones anteriores, el maestro logra una merecidísima ovación del público que llenaba la Konzerthaus vienesa. Una pena que la espléndida filmación de Humphrey Burton haya sido recortada a formato 16:9 en su trasvase a Blu-ray. Compra imprescindible, en cualquier caso: se incluye sonido DTS-HD MA 5.1. No se conformen con el CD, porque ver a Lenny en acción no tiene precio. (10)



    Celibidache/Filarmónica de Múnich (MPhli, 1988).
    Feliz recuperación con espléndido sonido –algunas plataformas de streaming lo ofrecen incluso en Dolby Atmos– que nos permite conocer cómo abordaba Celi este repertorio en su época más personal, más genial y –por qué no decirlo– más discutible. El resultado, alejadísimo de la incisividad y la visceralidad expresionistas de un Barbirolli, pero también apartado de los grandes contrastes sonoros de directores más románticos”, recuerda a su Bruckner: tempi muy lentos, fraseo mórbido y de amplio aliento lírico, claridad extrema y, sobre todo, una calculadísima planificación de las tensiones en la que cada frase no es sino el resultado de la anterior, siempre partiendo de un concepto plenamente orgánico del edificio musical que si en el de San Florián se venía en cierto modo constreñido por un diseño heredero del mundo clásico, en Sibelius adquiere todo su sentido. La música fluye como en un manantial y discurre como ella quiere, al maestro le corresponde que lo haga con plena naturalidad y sin interrupciones. Todo ello al servicio de una idea expresiva que, de nuevo como en Bruckner, combina de manera asombrosa la reflexión humanística, la desazón más amarga y la plenitud espiritual. Por lo demás, mucha belleza sonora y una buena dosis de ternura, esto último quizá en exceso: el final del segundo movimiento resulta más dulce de la cuenta. (9)



    Colin Davis/Sinfónica de Londres (RCA-Sony, 1992).
    Aun sin tratarse exactamente de una versión "romántica", el maestro británico renuncia a la electricidad y a la aspereza sonoras para plantear una lectura eminentemente natural, fluida, en el que el discurso avanza con pulso firme sin que apenas se perciban los sutiles matices que construyen las tensiones y exhibiendo una gran belleza sonora, jamás relamida o narcisista. Admirables la poesía del arranque y el grandioso final, al que se llega con una naturalidad y lógica pasmosas sin forzar nunca la arquitectura ni caer en la retórica. Interpretación esencial, abstracta, hasta cierto punto distanciada, pero sin caer en la asepsia que atrapará a otros maestros que sigan esta misma línea. (9)



    Berglund/Orquesta de Cámara de Europa (Finlandia, 1996).
    Tan diferente es esta lectura a las suyas anteriores que parece que nos encontramos ante otro director. No es cuestión de tempi –más rápido en el primer movimiento, lo contrario en los otros dos–, ni de la formación utilizada. Es el concepto: articulación mucho más marcada, sonoridad más incisiva, mayor protagonismo de la tensión armónica frente a la nobleza del fraseo, mucho mayor relieve de las maderas y de sus células repetitivas que van generando tensión. En resumen, mirada decidida hacia los aspectos más modernos de la escritura de Sibelius. Lo que no entiendo muy bien es la ralentización “espiritual” o “mística” en el minuto seis del movimiento conclusivo, que parece contradecir –quizá desee precisamente eso, el contraste– el planteamiento anterior. (9)


    Berglund/Orquesta de Cámara de Europa (Medici TV, 1998).
    Repetición de la jugada, esta vez con imágenes. Importa poco que la filmación no esté a la altura de la tecnología actual, o que la orquesta cometa algún gazapo propio del directo: es un placer ver, además de escuchar, una propuesta tan estimulante, tan llena de nervio como ajena al nerviosismo, tan incisiva sin merma de la belleza sonora, tan sincera y comunicativa dentro de una visión muy apartada del romanticismo por el que apuestan otros directores. Ideal para un primer acercamiento a la página. (9)


     
    Colin Davis/Sinfónica de Londres (LSO, 2003). Sir Colin y so orquesta repiten la jugada, esta vez en directo y con una toma no tan buena como en la ocasión anterior. Importa poco, porque los resultados son, como mínimo, igual de admirables. Su interpretación respira naturalidad, fluidez y elegancia, se despliega una enorme suntuosidad sonora sin acercarse en modo alguno a la opulencia, las masas se encuentran tratadas con enorme plasticidad y las tensiones, aun sin encontrarse en primer plano, sostienen la lectura desde el primer al último compás. Puro clasicismo. (10)


  2. Salonen/Orquesta del Festival de Verbier (DVD Medici Arts, 2007).
    Anguloso, aristado y algo distante, como era de esperar, el notabilísimo primer movimiento. En los otros dos la cosa cambia: el otras veces cerebral Salonen se muestra caprichoso en la agógica, por momentos algo dulzón y más bien insincero en lo expresivo, sobre todo en un tercer movimiento en el que –ralentizando hasta el límite numerosos pasajes– juega a ser Celibidache. La gama dinámica está muy comprimida. (7)



    Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall y Blu-ray, 2010).
    Recordando bastante a la que hizo con la Philharmonia, el británico ofrece una interpretación equilibrada entre lo romántico y lo moderno, dicha sin retórica vacua alguna, trazada con pinceles finos, pero no muy poética, falta de sensualidad, grandeza y carácter visionario, y con una grave discontinuidad en las tensiones del primer movimiento. La gran ventaja es la orquesta, suntuosa, con una cuerda grave de lo más conveniente y con solistas de musicalidad excelsa. (8)



    Dausgaard/Sinfónica Nacional Danesa (Blu-ray CMajor, 2011?).
    Interpretación muy aseada y solvente, mucho antes lírica que dramática, expuesta de manera impecable y dicha con un gusto exquisito por un director que sabe lo que se hace y una orquesta que responde con un estupendo nivel, pero a la que le falta una muy buena dosis de tensión interna y fuerza expresiva para convencer. Todo suena un tanto neutro, incluso plano, mientras que los aspectos más visionarios de esta música quedan relegados. Imagen y sonido, extraordinarios. (7)



    Paavo Järvi/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2013).
    El enfoque del director estonio atrapa desde el arranque por su inmediatez, electricidad y carácter escarpado, pero conforme avanza la interpretación uno repara en que el exceso de nervio se lleva por delante la grandeza –fin del primer movimiento– y esa particular mezcla de sensualidad, lirismo contemplativo y desazón –segundo– que anida en los pentagramas. El tercer movimiento es lo más conseguido en esta interpretación vistosa y con gancho, pero algo superficial. (8)



    Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2015).
    Beneficiándose sobremanera de la maravillosa sonoridad de la orquesta, trabajada en todo momento con pinceles finos, el maestro británico vuelve a ofrecer una interpretación muy certera en su enfoque: esencial y despojado de aditamentos, distante del romanticismo y sin voluntad de resultar expresionista, optando más bien por una especia de clasicismo apolíneo y ajeno a la retórica. Ofrece así una lectura muy equilibrada en lo expresivo y perfectamente depurada en lo sonoro, pero también algo falta de tensión sonora, de sensualidad y, sobre todo, de emotividad lírica. Se echa de menos, a la postre, implicación emocional. (8)


    Mäkelä/Filarmónica de Oslo (Decca, 2021).
    Veinticinco años contaba el director finlandés cuando realizó este registro, soberbiamente grabado y beneficiado del formato Dolby Atmos en algunas plataformas de streaming. Apostó claramente por un Sibelius "clásico": equilibrio expresivo, elegancia y belleza sonora por encima de otras consideraciones. ¿Resulta válido este enfoque? Colin Davis y la Sinfónica de Londres demostraron que sí, que lo es plenamente. El problema es que Mäkelä no solo pule en exceso las asperezas, se desinteresa por las células de electricidad que recorren esta música y rehúye los grandes conflictos dramáticos, sino que también resulta en exceso laxo –en el minuto seis del primer movimiento se le cae la tensión, como le suele pasar a Rattle– y no transmite la fuerza emotiva que anida en esta música. Así las cosas, triunfa en el movimiento central y se queda a medio camino en los otros dos. Espléndida la orquesta, eso sí, tratada con una plasticidad digna de admiración. (8)


    Franck. Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2023).
    Alguien podría argüir que lo que pretende Mikko Franck es seguir el sendero que se aparta tanto de las opulencia y apasionamiento de las interpretaciones más o menos románticas como de las descargas de electricidad de las que miran hacia lo expresionista para optar, en su lugar, por un sereno y distanciado clasicismo. Podría ser, pero a mí lo que me parece es que el maestro finlandés multiplica las insuficiencias que adoptando este mismo prisma evidenciaron Rattle y –sobre todo– Mäkelä al mostrarse por completo incapaz de inyectar a su lectura un mínimo de tensión interna: por mucho que la exposición resulte pulquérrima, la portentosa arquitectura diseñada por Sibelius se viene abajo. Como la batuta tampoco parece capaz de destilar la suficiente emotividad en el movimiento central, el resultado es una de las direcciones menos logradas que he escuchado de esta sinfonía. La orquesta, aun impecable, parece tocar con cierta indiferencia. Imagen 4K y sonido Dolby Atmos. (6)

10 comentarios:

Observador dijo...

Gran sinfonía. Tengo la grabación de Segerstam y la HPO, pero gracias a Carrascosa también compré la de Bernstein con la VPO. Muchísimas gracias, Fernando. Me encantan estas comparadas.

Elgatosierra dijo...

Muy buenas, y muchas gracias por su estupendo trabajo. Echo en falta la versión de Vänskä, que creo es un referente importante en SIBELIUS. Me reitero, muchísimas gracias por su estupendo trabajo... :)

bruckner13 dijo...

Tal y como te han dicho Fernando te faltarían las versiones de Vänskä con la Sinfónica de Lahti y Segerstam con la Filarmónica de Helsinki. Seguro que las puedes ubicar en streaming.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Os agradezco mucho las sugerencias, pero lo cierto es que me desanimáis un poco. Ponga las versiones que ponga, siempre habrá alguien que diga que me falta tal o cual que son fundamentales. Sí, faltan esos dos directores. Y Ormandy, importante director de Sibelius, aparte de una larga lista de nórdicos adicionales. Quizá lo que haga sea sacar otra sinfonía en la que sí aparezcan esos maestros y no otros más comunes.

Elgatosierra dijo...

Muy buenas. Por favor, don Fernando, desde luego que mi intención no era, ni mucho menos, desanimarle, sino simplemente ayudar, aportar un granito de arena. Me reitero, muchísimas gracias por su estupendo trabajo... :)

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Claro que no es su intención, pero lo cierto es que me he venido un poco abajo. Tanto, que renuncio a publicar las comparativas que estaba a punto de sacar (Primero de Tchaikovsky, Obertura 1812, Daphnis, Petrushka). ¡Cuántos empezarán a soltar que si me falta tal o cual versión fundamental! Estoy cansado.

Javier dijo...

Ánimo Fernando no se nos venga abajo!. Decirle que apreciamos mucho su arduo trabajo en el blog, hacer discografías comparadas como las suyas está al alcance de muy pocos. Últimamente estaba dándose mucha caña en el blog, descanse, vaya tranquilo, pero no nos abandone por favor. Javier

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

No quiero "hacerme el interesante", Javier. Lo que digo es la verdad, me he desanimado. Publique lo que publique, siempre "faltará algo importante". Mi cuerpo no puede más. Ahora me voy a Viena a escuchar cantar juntos a Bartoli y Domingo, también a Bartoli y Villazón, todos ellos con instrumentos originales. ¿A que tiene morbo el asunto? A ver si con este viaje vuelvo con fuerzas para escribir sobre música. De momento, pasaré una temporada alejado de este blog.

En lo referente a Sibelius, debo aclarar que le escuché una sinfonía en director a Segerstam (la Segunda, creo) y me gustó muy poco. En cuanto a Vänskä , le conozco un espléndiso ciclo Nielsen, pro también un Beethoven no muy allá.

Javier dijo...

Plácido Domingo con interpretando con instrumentos originales?... Ver para creer, lo del morbo se queda corto.. Ya nos contarás, por favor!. Mientras disfrute de sus merecidas vacaciones, descanse. Por mi parte decirle que me queda mucho por cavar en su blog, en ello estoy. Hasta pronto. Javier.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

toni vila ha dejado un nuevo comentario en la entrada "Sinfonía nº 5 de Jean Sibelius: discografía comparada":

Le agradezco muchísimo la comparada y le deseo una feliz estancia en Viena. Muchas veces los aficionados cometemos este tipo de error que, por descontado, carece por completo de mala intención. También se hubiese podido hablar de Blomstedt o Sanderling, pero no hace falta. Son 26 versiones, yo no conozco una discografía tan extensa y exhaustiva. No se desanime,que hace un trabajo muy meritorio.

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