Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
viernes, 30 de noviembre de 2012
Otra décima de Mahler del montón: Inbal y Concertgebouw
Mi valoración la expongo en pocas líneas: una lectura tan correcta y solvente como insustancial. Lo bueno es que el veterano director israelí no cae en languideces eternas, ni en preciosismos sonoros, ni en excesos decibélicos u otro tipo de exhibicionismos de cara a la galería; este es un Mahler muy sensato, irreprochable en el estilo, trazado con plena coherencia, dicho con la tímbrica apropiada y fraseado con naturalidad, sin amaneramientos y con la complicidad de los excelsos solistas de la orquesta. En este sentido, es de justicia señalar el memorable solo de flauta en el último movimiento.
Lo malo es que todo esto Inbal lo hace sin inspiración, o quizá sin muchas ganas de detenerse en matices expresivos, en desmenuzar la a veces muy complicada polifonía orquestal ni en planificar acumulativamente las tensiones: por eso mismo resultan sosos, sin garra, los dos tremendos clímax expresionistas de los movimientos extremos. Los centrales no están mal, pero tampoco aportan nada en particular. Solo al final de la obra el maestro -que en general se sirve de unos tempi bastante rápidos- parece animarse un poco, pero aun así la melancólica y conmovedora coda conclusiva termina pasando sin pena ni gloria.
La orquesta, además de los mencionados solistas, aporta su bien conocida maleabilidad. Y más de un despiste no siempre justificable en una formación de semejante categoría, todo hay que decirlo.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Irritante Novena de Beethoven por Karajan
Escribo estas líneas para desahogarme, porque pocas veces le había yo escuchado algo tan mediocre a un director tan grande como Herbert von Karajan. Sí, ya sé que el salzburgués nunca fue un gran director de la música de Beethoven, pero es que esta Novena ofrecida en la Pilharmonie de Berlín el 31 de diciembre de 1977 y registrada por las cámaras de Humphrey Burton (con mucha más naturalidad y menos narcisismo que la mayoría de las filmaciones protagonizadas por el maestrissimo, por cierto) es de las que llegan a irritar. Y eso que cuenta con un cuarteto integrado por una estupenda Anna Tomowa-Sintow, una solvente Agnes Baltsa, un notable aunque irregular René Kollo y un soberbio José van Dam. El problema es la batuta, claro.
Conceptualmente es una realización a medio camino entre la línea de un Toscanini y el estilo del propio Karajan, que por cierto en origen tenía bastante que ver con las maneras del mítico maestro italiano. De éste vienen sin duda la rapidez en los tempi –similares a los de cualquier historicista al uso-, la rigidez del fraseo, la renuncia a jugar con los silencios, la incisividad de la articulación, el escaso interés por la delectación melódica (¡cosa rara en el Karajan maduro!) y la electricidad que recorre la arquitectura, electricidad que a veces se convierte en agresividad pura y dura. Rasgos más propiamente karajanianos son la perfección del empaste, el cuidado por la belleza más superficial, la obsesión por recrearse en el músculo sonoro de la Filarmónica de Berlín, la creación de grandes contrastes sonoros y, desde luego, la tendencia a ofrecer la mayor dosis posible de brillantez y opulencia, ofreciendo una lectura no ya de carácter épico, sino de una marcialidad pura y dura que llega ideológicamente a echar para atrás. El final llega a ser hortera, y si no me creen aquí lo pueden comprobar en este resumen.
¿Dónde quedaron entonces la mezcla de angustia, rebeldía, esperanza, sensualidad, reflexión humanística, invocación a la divinidad, sentido fraternal y júbilo sincero que dan sentido a la partitura? Pues en ninguna parte de este DVD editado pro Euroarts. Busquen en Furtwaengler, Fricsay, Solti, Böhm, Giulini, Barenboim… Por cierto, ¿saben a qué interpretación me ha recordado muchísimo esta de Karajan del 77? Pues a la reciente de Riccardo Chailly. No en vano, este último invoca al salzburgués como una de las fuentes de inspiración para su ciclo. ¡Y luego hay quienes califican al Beethoven del milanés como revolucionario!
martes, 27 de noviembre de 2012
El neoliberalismo llega a la Educación
Como miembro de la comunidad educativa, creo que tengo el derecho y el deber de ofrecer mi pequeño espacio personal para dar mayor difusión al siguiente texto. Por mi parte no tengo nada más que decir, porque las negritas ya dejan en claro todo. Bueno, sí: recordarles a ustedes que este gobierno es el mismo que ha metido a la Música en el apartado del Entretenimiento. No se les puede negar coherencia ideológica, no, a estos neoliberales.
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Os envío algunas líneas del preámbulo del anteproyecto de la nueva Ley de Educación (Ley Wert) y la diferencia con la anterior. En estos momentos ya no hace falta disfrazar nada, los ideólogos neoliberales se manifiestan abiertamente con toda claridad y sin ruborizarse ni lo más mínimo.
- Preámbulo de la LOE (2006): “Las sociedades actuales conceden gran importancia a la educación que reciben sus jóvenes, en la convicción de que de ella dependen tanto el bienestar individual como el colectivo. La educación es el medio más adecuado para construir su personalidad, desarrollar al máximo sus capacidades, conformar su propia identidad personal y configurar su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, la afectiva y la axiológica. Para la sociedad, la educación es el medio de transmitir y, al mismo tiempo, de renovar la cultura y el acervo de conocimientos y valores que la sustentan, de extraer las máximas posibilidades de sus fuentes de riqueza, de fomentar la convivencia democrática y el respeto a las diferencias individuales, de promover la solidaridad y evitar la discriminación, con el objetivo fundamental de lograr la necesaria cohesión social. Además, la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática,responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas. Por ese motivo, una buena educación es la mayor riqueza y el principal recurso de un país y de sus ciudadanos.”
- Primer párrafo del Anteproyecto de la LOMCE (2012) (Ley Wert): “La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global.”
SE AGRADECE DIFUSIÓN Y PARTICIPACIÓN.
Desde Ciudadan@s por la Educación Pública acabamos de abrir una página en Change para recoger firmas contra la Ley Wert. Pedimos la retirada del anteproyecto y la apertura de un verdadero diálogo con la comunidad educativa.
http://www.change.org/es/peticiones/ministro-de-educaci%C3%B3n-jos%C3%A9-ignacio-wert-retirada-anteproyecto-ley-lomce-y-di%C3%A1logo-con-comunidad-educativa
Si os parece oportuno, firmad y difundid. Quisiéramos llegar al medio millón de firmas, así que tenemos que echar el resto.
Ánimo y resistencia
lunes, 26 de noviembre de 2012
Fría velada en Úbeda
Ya que una cuestión personal -que ahora no viene al caso- me llevó el pasado sábado 24 de noviembre a Jaén capital, aproveché para hacer noche en Úbeda y escuchar, dentro del XVI Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza, el recital ofrecido en el Archivo Histórico Municipal –salón de gran longitud cubierto por una hermosa armadura mudéjar- por la soprano zaragozana Marta Almajano y el guitarrista limeño Ernesto Mayhuire titulado En torno a 1812: la canción y la música para guitarra en el primer romanticismo español. No acerté, porque las cosas no funcionaron como debían.
Para empezar, el espectáculo empezó con más de media hora de retraso, justamente como ocurrió en Villacarrillo unos días antes en otro concierto del mismo festival. En aquella ocasión se debió a una misa de difuntos. En esta, a la presentación de un libro (con muy mala pinta, por cierto: por la portada parecía tratarse de un best-seller de gladiadores o algo así). Como llegué con más treinta minutos de antelación, la espera de una hora larga se me hizo interminable; supongo que sentirían algo parecido los otros melómanos que tuvieron que aguardar en la fría galería alta del Palacio de las Cadenas. Obviamente la responsabilidad directa no es de la organización, pero parece claro que la coordinación entre ésta y los patrocinadores que ofrecen los recintos escénicos resulta mejorable.
Tras la petición de disculpas por parte de los organizadores, se nos anuncia una indisposición de la soprano debida a un proceso vírico, y que en lugar de cancelar se acortaría el programa, suprimiéndose las cuatro “seguidillas boleras” de José León y una de las ariettas italianas de Fernando Sor, Lagrime me. Luego comprobamos que además se rebanó gran parte de una de las seguidillas del mismo autor. En total, no menos de veinte minutos de música suprimida. No importó demasiado, la verdad, después de alargarse la velada por los motivos antedichos.
El problema fue que la Almajano se encontraba, efectivamente, mal de voz. No hay que hacer reproches en este sentido a los numerosos accidentes vocales que trufaron la actuación, sino por el contrario agradecer muy sinceramente a la cantante que realizara el sacrificio por todos los allí presentes. Otra cosa son ciertas limitaciones, como la poca agilidad en la coloratura o la pobreza del registro grave, que nos parecen que no tienen que ver con las circunstancias médicas. En cualquier caso, las virtudes que convirtieron a la Almajano en una estupenda artista se hicieron notar: belleza tímbrica, claridad de dicción y, sobre todo, una expresividad fresca, sincera, natural y sin amaneramientos, pero no por ello falta de intención ni de sutilezas, si bien en más de un momento se echara de menos algo más de sal y pimienta para condimentar estas agradables –eso: agradables y poco más- páginas de Fernando Fernandiere, Federico Moretti y Fernando Sor.
Aun lejos de la variedad de acentos y colores de un José Miguel Moreno, el guitarrista realizó una correcta y estilísticamente muy apropiada labor como acompañante, teniendo además el acierto –para mí fue lo más interesante de la velada- de descubrirnos la música para guitarra de Pedro Jiménez Abril Tirado y Giulio Regondi, hermosa y digna de conocer. Desdichadamente las circunstancias ajenas a la calidad interpretativa propiamente dicha -el retraso y la faringitis, además de las bajas temperaturas- impidieron que, a pesar de lo apropiado del marco en el que nos encontrábamos, terminara de producirse la empatía entre el público y los artistas necesaria para que todos saliésemos de allí contentos. Lo hicimos más bien con cierta frialdad, y no solo en el cuerpo.
sábado, 24 de noviembre de 2012
Böhm y la Sinfónica de Londres en Salzburgo
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Esta caja de tres compactos y medio (cuatro en realidad: el último dura veinticinco minutos) editada por el desaparecido sello Andante bajo el título "London Symphony Orchestra. Salzburg Festival (1973-1977)” se encuentra actualmente en proceso de descatalogación. Yo me compré mi ejemplar a buen precio en Diverdi; aún se localizan algunos al menos en la web de Amazon.co.uk. Me permito recomendarles a ustedes que se consigan un ejemplar, porque contiene enormes interpretaciones protagonizadas todas ellas por un gran director de orquesta que por aquellas fechas estaba conociendo un enorme cambio a mejor del que dan buena cuenta estos discos. Me refiero a Karl Böhm, quien por cierto nunca había trabajado con la formación británica. Precisamente en las notas del magníficamente presentado producto se nos cuenta cómo de la desconfianza mutua pasaron pronto a la adoración, y de hecho pocos años más tarde el de Gratz volaría a Londres para registrar, por cierto con increíbles resultados, las tres últimas sinfonías de Tchaikovsky.
El primer concierto aquí recogido corresponde a su encuentro el 5 de agosto de 1973. Grande la Sinfonía nº 35 “Haffner” de Mozart, en una interpretación rotunda, amplia, tensa y marmórea, pero siempre equilibrada y ajena a la pesadez, admirable en el trazo global y en la atención a la polifonía. Su concentración permite paladear el segundo movimiento con hondo lirismo, para a continuación ofrecer un minueto muy sobrio y rotundo. Trepidante el cuarto, como debe ser. Eso sí, se echa de menos la sonoridad de la Filarmónica de Viena, con la que el propio Böhm filmó al año siguiente un verdadero milagro (DG).
El Concierto nº 7 para violín y orquesta erróneamente atribuido a Mozart es una obra mediocre. Böhm, sin embargo, la defiende con mucha propiedad, aunque aquí quien se lleva la parte del león es el enorme Henryk Szeryng, increíblemente fogoso pero sin perder la compostura clásica.
En cuanto a la Segunda Sinfonía de Brahms, quizá sea la mejor de las varias recreaciones que le he escuchado al maestro, por alcanzar el punto justo entre extroversión e introversión, con mucha garra y cierto carácter escarpado -tremendo los clímax del segundo movimiento-, pero también con enorme cantabilidad y hondura reflexiva en el fraseo. Incluso esa elegancia un punto distante de la que solía hacer gala el de Gratz se ve aquí sustituida -mejor: complementada- .por una buena dosis de inmediatez y fuerza comunicativa. La sonoridad es puramente brahmsiana, redonda, oscura y empastada, de gran atención a las voces intermedias, logrando el maestro que los violonchelos no suenen demasiado distintos de los de la Filarmónica de Viena. Alucinante.
Importante la velada Schumann del 10 de agosto de 1975, aunque más la segunda parte que la primera. El Concierto para piano conoce una recreación noble, amplia y majestuosa, sobria y concentrada pero también muy comunicativa; asimismo maravillosamente paladeada en los movimientos extremos por solista y batuta, respirada con serenidad, lejos del brío juvenil, pero sin perder el aliento dramático. El problema es que el primer tema del segundo movimiento resulta no ya rápido sino frívolo y pimpante, aunque a continuación la batuta hace cantar a los violonchelos de manera maravillosa, con una dulzura que no oculta el trasfondo doliente de la página. Ese enorme pianista que fue Emil Gilels construye por su parte una versión al mismo tiempo majestuosa y dramática, de un lirismo tan sobrio como concentrado, profundo y sincero, menos hermoso o humanista que el de un Arrau, menos delicado, quizá más filosófico, y desde luego más rotundo y un punto rebelde. Por eso mismo sorprende, como en el director, su manera de abordar el Andantino grazioso. Lástima.
Enorme y sin reparo alguno la Cuarta sinfonía del mismo autor, una verdadera lección de personalidad y de técnica de batuta por parte de un Böhm que ofrece un fraseo amplio, majestuoso y muy bello, pero siempre severo y de tensión interna muy contenida. Todo está desmenuzado con tempi lentos pero de tensión firme. Maravilla la plasticidad del manejo de la masa orquestal, muy sutilmente matizada, flexible sin que se pierda la arquitectura. Concretando más, resultan poderosos y de aliento trágico los movimientos extremos sin perder la sobriedad propia de Böhm, enérgico el tercero y maravillosamente paladeado el segundo; espléndida la transición al cuarto.
El tercer y último concierto corresponde al 10 de agosto de 1977. En la Sinfonía nº 28 de Mozart el maestro parece combatir el carácter galante de la partitura con su habitual sobriedad, lo que resta un poco de chispa y encanto, pero a cambio ofrece una dosis de profundidad, concentración y emotividad admirables en el segundo movimiento. A destacar, dentro de un tercer movimiento muy marmóreo, la cantabilidad del trío.
Siempre enorme recreador de Richard Strauss, el de Gratz ofrece una de las grandes lecturas en disco de Muerte y transfiguración. Independientemente del irreprochable idioma de que hace gala y de la inmejorable planificación propia del maestro, esta lectura sorprende porque en lugar de encontrarnos con el carácter otoñal y el elevado misticismo que esperaríamos en el último Böhm, se nos ofrece una lectura eminentemente “carnal”, muy tensa y escarpada, dicha sin precipitación pero con una gran dosis de rebeldía y fuerza dramática, incluso en una transfiguración que suena mucho antes terrenal que espiritual. Falta quizá la magia sonora de un Celibidache, inmenso en sus dos grabaciones (DG 1982 y Altus 1986, más una conmovedora filmación con nuestra RTVE).
Para terminar, una Séptima sinfonía de Beethoven que es asombrosa demostración de cómo esta obra tan dionisíaca se puede interpretar desde un punto de vista "clásico" sin perder un ápice de fuerza, expresividad y tensión dramática. Es por ello una lectura amplia, llena de grandeza -en absoluto pesada-, que se encuentra trazada con una arquitectura excepcional en su claridad y en su acumulación de las tensiones aun optando por el más absoluto control y, desde luego, rechazando las fórmulas más o menos románticas. Sin ser tan genial -ni tan discutible- como su filmación en Japón al frente de la Filarmónica de Viena en 1980, es probablemente una de las grandes lecturas de la historia de la fonografía. No se la pierdan.
jueves, 22 de noviembre de 2012
Nézet-Séguin patina con Schumann
Ventajas de internet: acaba Deutsche Grammophon de anunciar que Yannick Nézet-Séguin y la Orquesta de Cámara de Europa han grabado las sinfonías de Schumann, y ya tengo yo en mi disco duro multimedia (del ordenador lo paso a la tele y ahí veo las cosas) la filmación de la Primera y la Cuarta, más el Concierto para violonchelo, a cargo de los mismos intérpretes, en programa ofrecido en la Cité de la Musique de París el 2 de noviembre de este mismo año y registrado por Medici.tv. Aun vendrán otros dos conciertos para completar la integral, pero creo que no me molestaré en verlos, porque este no me ha convencido.
¿Cómo es el Schumann del director canadiense? Pues ante todo extrovertido, luminoso y vitalista, bastante rápido en los tempi, ajeno a densidades digamos “germánicas”, poco interesado por la atmósfera, por la reflexión o por la melancolía, y en cualquier caso de enorme comunicatividad. El fraseo es muy ágil e incisivo, con ataques marcados y una reivindicación del staccato frente al legato; la sonoridad es un punto rústica, concediendo además gran protagonismo a metales y percusión. Y en general hay una tendencia a poner en primer plano el esquema rítmico de la estructura, vibrante e implacable, obviando por ello el carácter orgánico del discurso musical y la atención a las transiciones.
Lo explicado en el párrafo anterior lo puedo exponer de una manera muy distinta adoptando otro punto de vista más subjetivo: este es un Schumann cuadriculado, machacón y precipitado, nulo en flexibilidad, brusco en las transiciones y escasísimo en cantabilidad, en vuelo lírico y en sensualidad; también resulta innecesariamente agresivo, amén de poco trabajado en las gradaciones dinámicas y bastante desinteresado por los matices expresivos. Un Schumann de cara a la galería, vamos, y que además va de “moderno” y “renovador” frente a las “brumas románticas”, pero que en realidad no es sino una especie de mala digestión de los Harnoncourt, Gardiner y compañía, aunque con un ropaje menos claramente historicista y cierto deseo de llegar a un punto de encuentro con la tradición.
Concretando un poco, es la Cuarta Sinfonía que abre el programa la obra que sale peor parada. No encuentro nada en ella que se salve, la verdad. El Concierto para violonchelo está algo mejor dirigido, y en él nos encontramos a un Gautier Capuçon de sonido hermosísimo –pleno, carnoso, muy rico en armónicos- que se muestra musical y por completo ajeno a los devaneos sonoros, si bien aún le falta una vuelta de tuerca para cogerle el tranquillo a la partitura. En la Sinfonía Primavera las cosas funcionan de manera irregular. Los movimientos extremos no me interesan, por precipitados. El Larghetto no está mal, porque sabe no ser solo contemplativo, sino ofrecer también un carácter anhelante de lo más adecuado. Y el Scherzo, rústico y vibrante, es quizá lo más convincente de toda la mediocre velada. Mediocre para mí, claro: el público aplaudió a rabiar. Los discos venderán bien.
martes, 20 de noviembre de 2012
El barón gitano por Hollreiser, una alternativa
Terkal, Güden, Kunz, Rössel-Majdan, Rothenberger, Berry.
Orquesta Filarmónica de Viena. Dir: Heinrich Hollreiser.
EMI
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EMI tenía ya en compacto tres versiones de esta deliciosa opereta. Se encuentran con facilidad las de Otto Ackermann (1954) y Franz Allers (1969), ambas protagonizadas por Nicolai Gedda -sencillamente extraordinario, sobre todo en la primera- y con el lujo de Hermann Prey en el breve rol del conde Homonay; le dan la réplica al tenor sueco nada menos que Schwarzkopf y Bumbry, respectivamente. Más difícil de localizar es el registro digital a cargo de Boskovsky y cantantes como Varady, Fischer-Dieskau y Berry, ya que hoy se halla descatalogado.
Con tanta competencia en casa, se entiende que el sello británico haya tardado tanto en pasar a cedé esta versión. Registrada con magnífico sonido allá por 1959, su principal baza es la inigualable Filarmónica de Viena, que aún dirigida un tanto de pasada por Hollreiser ofrece una lección magistral de estilo y belleza sonora. Apenas documentado en disco, el tenor Karl Terkal se nos revela como un muy sólido Barinkay. Floja la Saffi de Hilde Güden, mientras que a Erich Kunz, ya mayor, le salva su vis cómica. Grandes nombres para el resto de los personajes: Rothenberger, Rössel-Majdan, Berry y Equiluz. Muy buena versión, a un paso de las citadas.
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Artículo publicado en el número septiembre de 2003 de la revista Ritmo.
PS. La grabación dirigida por Boskovsky ha sido reeditada en 2011 a buen precio.
domingo, 18 de noviembre de 2012
Concierto de Barenboim a los setenta, en Berlín y con Mehta: gran Beethoven, increíble Tchaikovsky
Esperaba yo un Tercero de Beethoven rotundo, pesadote y un tanto cuadriculado por parte de Mehta para acompañar a un Barenboim que en principio iba a profundizar en la línea en que últimamente lo hace en este repertorio, es decir, en la vertiente más cantable, tierna y espiritual de los pentagramas. Pues no ha sido así, porque tanto el solista como -sobre todo- la batuta, aun sin renunciar en modo alguno a la concentración, al sentido humanístico ni a la hondura, han optado por ofrecer una lectura marcada por la extroversión, la luminosidad y la alegría de vivir. ¿Una recreación “de fiesta cumpleaños”, optimista y vital ante todo? Pues algo así.
Del sonido puramente beethoveniano de nuestro artista, de sus asombrosos trinos y de su capacidad para ofrecer momentos de infarto (¡increíble la cadenza del primer movimiento!) no hace falta decir nada. Tampoco hace falta añadir que, como era de esperar en el de Buenos Aires, se han ofrecido con respecto a sus anteriores recreaciones nuevas maneras de abordar las frases, nuevas acentuaciones, unas veces más convincentes y otras menos, en ocasiones limitadas por sus menguantes facultades digitales, pero en cualquier caso testimonio del espíritu inquieto y creativo del homenajeado. Dicho de otra manera: la interpretación del propio Barenboim tocando y dirigiendo en el festival del Ruhr en 2007 (vídeo en Euroarts, audio recién aparecido en Decca) sigue siendo sublime e inalcanzable, pero la presente, lejos de ser una fotocopia, resulta complementaria.
La obra de Elliott Carter, de muy corta duración y escrita para una formación reducida, supuso un doble homenaje transformado en triste paradoja: a Barenboim porque a él está dedicada en su cumpleaños, al compositor por su reciente fallecimiento ¡a los ciento cuatro años de edad! Seguramente no es Dialogues II la obra más relevante del neoyorquino, pero su atractivo es innegable (salvo para los imbéciles que aún piensa que la música contemporánea está hecha a base de ruidos) y además parece apuntar hacia unas maneras muy esenciales, muy “de síntesis” en el tratamiento tanto tímbrico como polifónico. De hecho, aquí la superposición de líneas habitual en Carter la encontramos ante todo en el piano, cuya parte no es precisamente sencilla. Barenboim -hace pocos días la interpretó en La Scala bajo la dirección de Dudamel- la aborda con enorme convicción y obteniendo unos colores interesantísimos. Mehta, por su parte, volvió a demostrar que esta clase de músicas técnicamente complejas son lo suyo.
El maestro indio -nada rutinario en esta velada, sino muy comprometido- dirigió de manera sobresaliente el Tchaikovsky en la segunda parte: con grandeza, amplio aliento épico, sonoridad adecuadamente rústica, brillantez, buen sentido del humor y algún pasaje muy escarpado. Una dirección, desde luego, más parecida a la que Barenboim le hizo a Lang Lang con la Sinfónica de Chicago (DG, 2003) que a la que Celibidache le ofreció al argentino en la justamente mítica filmación de 1991 que todos creíamos inalcanzable… hasta ahora.
Esta ha sido la otra sorpresa. Todos sabíamos que el maestro está ahora peor de dedos. La agilidad ni es ni mucho menos la de un Kissin o la del citado Lang Lang, enormes recreadores de la partitura. Por momentos las pasa canutas e incluso hay en esta interpretación (coda del primer movimiento) algún fiasco considerable. Pero ni los más devotos de Barenboim podíamos imaginar que la inspiración de aquel encuentro con Celi se fuera a multiplicar de este modo veintiún años después. ¡Qué manera de descubrir mil y un detalles nuevos en la obra! ¡Qué modo de frasear en arrebato continuo pero manteniendo la concentración para paladear con la más honda emoción y total ausencia de preciosismo vacuo cada una de las melodías de la partitura! ¡Qué sonido más poderoso y al mismo tiempo maleable! ¡Qué capacidad para aunar grandeza, ternura, delicadeza, arrebato, hondísimo dolor, ganas de vivir y espíritu festivo! Mientras escribo estas líneas he vuelto a escuchar la interpretación junto al rumano. Me reafirmo en lo dicho: esta con Mehta es, a pesar de sus relativas imperfecciones técnicas, la más genial recreación de la parte pianística de la obra que he escuchado, y desde luego la mejor reivindicación de sus enormes valores musicales. Todavía sigo con ganas de llorar, se lo juro.
La orquesta berlinesa estuvo muy bien, pese a unas trompetas algo destempladas y a un solo de violonchelo un punto más dulce de la cuenta -para mi gusto- en el segundo movimiento del Tchaikovsky. Quien en el mismo estuvo espléndida fue la flautista con su decisivo solo, como bien puso de manifiesto el rostro del propio Barenboim. Al final hubo dos propinas, de Chopin concretamente, escamoteadas de la transmisión televisiva. Esperemos que se recuperen para la edición en DVD que probablemente prepara el sello Accentus, el cual rubrica los títulos de crédito. Confiemos también en que se solucionen los graves problemas de la toma de sonido que crean confusión en los planos de la orquesta. Mientras tanto, disfrutemos de los vídeos que un alma de buena voluntad (y pasión villazonista, podríamos añadir) ha colocado en YouTube. Yo ya había conseguido la filmación por otra vía, pero en nombre de quienes se pasan por aquí y no aún la tienen, ¡gracias, Teresa!
PD. Los vídeos yan desaparecido de la red, pero la filmación está editada por DG en DVD.
sábado, 17 de noviembre de 2012
Dos trompetas y órgano para comenzar el Festival
Pero al final me lo pasé bien, porque las trompetas de Vicente Alcaide y Rafael Ramírez empastaron entre ellas sin problemas y los dos artistas mostraron suficiente desenvoltura técnica y buen olfato musical. Junto con el órgano de Alberto de las Heras, que en varias ocasiones se quedó solo para recordarnos lo increíble que es la música de J. S. Bach, ofrecieron un programa integrado por páginas de Oezel, Jacchini, Telemann, Haendel, Loeillet y Vivaldi, más una irrupción de Ennio Morricone a través de un inoportuno teléfono móvil. Todas las interpretaron de manera esforzada, sensata y honesta con resultados en general plausibles. Insisto en que un servidor disfrutó del evento.
Cierto es que podrían poner algunos reparos más o menos importantes y realizar algunas puntualizaciones, pero no me apetece hacerlo y sí agradecer la oportunidad de escuchar buena música en directo, interpretada con sensibilidad en un lugar tan hermoso, aunque fuera sin la espléndida iluminación que el interior había lucido durante la misa de difuntos que obligó a empezar el concierto con más de media hora de retraso. El público -hubo unos cuantos que se fueron, mosqueados por la tardanza- alcanzó la cifra de unas setenta u ochenta personas, lo que no está nada mal dadas las circunstancias. Se aplaudió con ganas: a los quince segundos estaba todo el mundo de pie. Había muchos chavales, quizá alumnos del conservatorio de Úbeda en el que imparte clases uno de los artistas. Sea cierta o no la sospecha, buenísima noticia: sin ellos, olvídense de que haya música en el futuro.
jueves, 15 de noviembre de 2012
El Beethoven (y Boulez) de Barenboim y la WEDO en los Proms, jornada primera
Creo que es buena idea celebrar los setenta años que cumple hoy Daniel Barenboim iniciando –aviso que tardaré en completarlo- el comentario de los conciertos que ofreció en los BBC Proms de este mismo año incluyendo la integral de las sinfonías del genial sordo de Bonn que le pude escuchar a los mismos artistas en Colonia, que es precisamente donde se realizaron los registros editados por Decca para su serie Beethoven for all (enlace). La integral londinense fue filmada en coproducción y actualmente sus derechos televisivos los tiene Cmajor, como puede verse en el siguiente link. Parece pues probable que sea editada en DVD, aunque nos tememos que lo haga sin los muy jugosos complementos: las obras de Pierre Boulez interpretadas entre sinfonía y sinfonía. Por fortuna, todo el material está disponible en YouTube para que ustedes y yo lo disfrutemos gratuitamente.
La velada del 20 de julio se inició con la Primera Sinfonía. La interpretación me ha gustado más aún que las que les escuché en Colonia en 2011 y en Sevilla este pasado verano, porque creo que ahora ese fuego de su interpretación para el ciclo de Teldec se ha recuperado, alcanzando una maravillosa síntesis con la visión más digamos apolínea que viene ofreciendo de la página en estos últimos años. Por eso mismo me parece la más lograda de las grabaciones, que ya son tres; no solo eso, sino que la de Furtwaengler con la Filarmónica de Viena (leer comparativa) es la única que prefiero claramente por encima de esta. Por lo demás, a lo dicho en los enlaces aquí colocados me remito, que no es cuestión de repetirse. Solo añadiré que, como bien han señalado algunos críticos, esta interpretación mira más a al encanto y la delicadeza de un Mozart que a la rusticidad socarrona de Haydn; yo hubiera preferido lo contrario, pero aun así los resultados son sensacionales. Si no me creen, arriba tienen el vídeo.
A continuación, Dérive 2. Tres cuartos de hora de Boulez puro y duro, sobre todo esto último. Y un poco de descaro por parte de Barenboim, que programó esta obra como diciendo “¿No sois capaces de escuchar esto del tirón por vuestra propia voluntad? ¡Pues ahora los vais a hacer, y vais a descubrir qué maravillosa es esta música!”. Hizo muy bien, claro, porque se trata de una obra maestra, otra más dentro de un catálogo corto pero impresionante. El de Buenos Aires y los once chicos de la Orquesta del West-Eastern Divan interpretan la página como si les fuera la vida en ello, no solo con inapelable perfección técnica sino también con un enorme compromiso expresivo. La cuestión es: ¿se nota la mano de Barenboim? Yo diría que sí. La dirección del propio Boulez es más incisiva y –por descontado- analítica, y posee aún mayor virulencia; la del argentino, que no carece precisamente de tensión sonora, despliega un colorido más rico, cálido y sugerente, así como un mayor sentido de la atmósfera y –porqué no- de la emotividad, lo que en modo alguno debe ser confundido con un intento de romantizar esta música. Lo mejor es lo que, según The Guardian (leer), le dijo el compositor a Barenboim al finalizar el concierto: “en una sola noche ha escuchado esta obra más gente que en toda su historia interpretativa”.
Segunda de Beethoven para terminar la larguísima velada. Barenboim aquí llevó a la práctica lo que tres horas antes había dicho en un encuentro con el público londinense: que la diferencia de esta página con la Primera Sinfonía es enorme. Por eso, y aunque la orquesta siguió siendo relativamente reducida (el maestro la agranda a partir de la Heroica, cosa que también hacen los historicistas), el cofundador de la WEDO optó por la fogosidad, la rotundidad y un carácter en gran medida combativo que para nada arrinconó el vuelo lírico, el encanto y hasta la coquetería, portamenti incluidos. Como en Sevilla, el segundo movimiento estuvo mejor paladeado que el de Colonia, aunque comprendo que aun así algunos sigan prefiriendo el más lento y hondo de la versión de Teldec. En cualquier caso, enorme concierto. Ya solo nos queda hacer constar nuestra felicitación al maestro, sumándonos a la que en el siguiente clip le dejaron estos dos “Sires”.
martes, 13 de noviembre de 2012
La revista Ritmo, digitalizada
Como he recibido algún comentario sarcástico y desagradable al respecto, creo que me toca señalar algo que debería resultar obvio: que esta digitalización resulta de extrema importancia, toda vez que el primer número se remonta a 1929 y por la publicación han pasado muchos de los nombres que han hecho la pequeña historia de la creación, interpretación y crítica musical de los dos últimos tercios del siglo XX en España. Cierto es que, por fortuna, desde los años ochenta la oferta se ha diversificado de manera considerable, pero para investigadores y buenos aficionados este fondo resulta de consulta ineludible -con todas sus insuficiencias y requiriendo siempre de buen juicio crítico a la hora de acercarse a las fuentes- para conocer el mundillo musical español de la II República, el Franquismo y la Transición.
Aparte de esto, la lectura de estas páginas ahora virtuales podrá satisfacer no poca curiosidad y despertar más de un morbo. Por poner un solo ejemplo, escogido al azar y dedicado a los aficionados catalanes: si tienen tiempo, no dejen de comprobar el rigor crítico -en el buen sentido- de que hacía gala el corresponsal en el Liceu a finales de los ochenta, un tal Joan Matabosch…
Les copio a continuación la noticia tal y como la he recibido.
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Tenemos la satisfacción de informaros que hemos concluido el proceso de digitalización de toda la colección de nuestra revista RITMO, desde su número 1, en Noviembre de 1929, al de Octubre 2012, dentro del proyecto de “Prensa Histórica” del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Este trabajo, permite el visionado, descarga e impresión de todas las revistas RITMO, publicadas desde noviembre 1929 (número 1) a octubre 2012 (número 856), en ficheros JPG o PDF, con distintas herramientas de búsqueda y localización de artículos, temas y personas.
El acceso es libre desde las siguientes URL
URL de presentación y ficha general de la publicación
http://prensahistorica.mcu.es/arce/es/consulta/resultados_ocr.cmd?posicion=3&formato_fechapublicacion=dd%2FMM%2Fyyyy&tipoResultados=MRB&forma=ficha&id=79
URL de Acceso a todos los números en distintos formatos:
JPG (Página a página) / PDF (número completo)
http://prensahistorica.mcu.es/arce/es/publicaciones/numeros_por_mes.cmd?idPublicacion=1000644
La realización de este proyecto ha supuesto un gran esfuerzo por parte del Ministerio de Educación Cultura y Deporte, así como por parte de nuestra editorial. Un esfuerzo que ha permitido salvaguardar y poner a disposición libre de aficionados y estudiosos el mayor archivo periodístico de música clásica disponible en español.
Queremos reconocer, en este momento, la figuras del fundador de la revista Fernando Rodríguez del Río, de su director durante tantos años Antonio Rodríguez Moreno, así como las de todos aquellos que con sus colaboraciones han permitido disponer de este importante legado, que ahora ofrecemos desinteresadamente a todo aquel que desee acercarse al mismo.
Quedan todavía algunas implementaciones técnicas que aplicar en los ficheros, como es el reconocimiento OCR de los textos, que estarán disponibles a finales del próximo mes de diciembre.
Próximamente también estarán disponibles las versiones en PDF dentro de nuestra web de servicios ForumClasico, acompañando a las actuales ediciones digitales de RITMO en PDF y eBook.
Atentamente,
Fernando Rodríguez Polo
Director
RITMO Lira Editorial, S.A. Isabel Colbrand, 10 (ofic. 87)
28050 MADRID - Spain
Tlf. +34-913588774
Fax +34-913588914
email: correo@ritmo.es
web empresa: www.ritmo.es
web servicios: www.forumclasico.es
lunes, 12 de noviembre de 2012
A los que no se piensan poner en huelga: ¡basta de excusas!
Muchas excusas he escuchado en los últimos días por parte de gente a la que aprecio para no secundar el próximo miércoles 14 de noviembre la huelga general convocada contra la política económica del Partido Popular. Que si no sirve para gran cosa, que si mi empresa a mí no me ha hecho nada, que si mi puesto es de tal responsabilidad que no puedo faltar, que si no hay que apoyar a los (según ellos) detestables sindicatos, que si lo que tenemos que hacer es trabajar más para sacar al país adelante… Lo significativo es que no pocos se irritan cuando se muestra desencanto hacia su actitud, prueba inequívoca de que algo les remuerde la conciencia. ¿Tal vez, en algunos casos, el móvil sea el miedo a perder el puesto de trabajo o, lo que me parece muy triste, a que le descuenten el salario de ese día?
Mirad, queridos: tal y como están las cosas, paralizar al país durante un día es la única solución para reconducir la política de unos gobiernos (el del PP, sí, pero también el del PSOE en los últimos meses en que estuvo en el poder) dispuestos a sacrificar a las clases medias en beneficio de las altas. Los recortes no son la solución, y ahí está el caso de Grecia para demostrarlo. Vamos por el mismo camino: los suicidios ya han empezado, la crispación aumenta y no tardarán en aparecer los partidos antisistema. De hecho la extrema izquierda ha asomado la patita, aunque haya sido en forma de la bufonería de Sánchez Gordillo. La extrema derecha espera agazapada rugiendo desde determinados medios de comunicación, de momento refugiada dentro de cierto sector del Partido Popular; no creo que vayan a esperar demasiado para escindirse y formar su propia alternativa de gobierno, cosa que ocurrirá cuando las clases más desfavorecidas estén completamente hartas del bipartidismo (lo dijo ayer la última encuesta del CIS: PP y PSOE siguen cayendo en picado) y se piensen que la salida es la opción antisistema: primero contra el capitalismo, luego contra la democracia, luego contra… ¿los judíos? Ya se buscará una cabeza de turco apropiada, posiblemente la de los inmigrantes. La historia es vieja conocida.
Que tenemos que apretarnos el cinturón parece inevitable, pero existe la vía adicional de plantar cara a los poderes financieros que controlan al poder político y reconducir esta alarmante redistribución de la riqueza: ¿hace falta recordar que las últimas estadísticas afirman con rotundidad que, al tiempo que las clases medias nos empobrecemos a pasos agigantados, los ricos son cada vez más ricos? Esto es una crisis, sí, pero una crisis aprovechada para beneficiar a una minoría (los tiburones del capitalismo financiero) a costa de la mayoría. Y los principales partidos políticos no han hecho sino seguirles el juego, quizá porque sus élites se preocupan más de permanecer en el poder que de cumplir su obligación, esto es, servir a los ciudadanos. La huelga no es para otra cosa que para recordarles esto último, algo tan evidente como olvidado.
También quisiera traer aquí, aunque en modo alguno soy comunista ni suelo estar de acuerdo con muchas afirmaciones del personaje, unas palabras recientes de Julio Anguita: “Los que desprecian el sindicalismo o se niegan a acudir a la huelga ''porque no sirve para nada'' deben creer que el sufragio universal, las vacaciones pagadas o la jornada de ocho horas nos las concedió la Virgen María por un milagro.” O a lo peor, Don Julio, es que no han estudiado Historia Contemporánea y no han oído hablar de los miles de trabajadores que durante siglo y medio han consagrado una enorme cantidad de esfuerzo y dinero, arriesgando a veces su libertad y hasta su vida, para conseguir las mejoras laborales que hoy nos están podando para pagar la deuda; deuda de los bancos, en gran medida, para cuya financiación nos exigen unos intereses que está llenando de oro a unos cuantos.
Lo que está claro es que la huelga sí que sirve de mucho; si no lo hiciera, los medios de comunicación afines a la derecha (¡la mayoría!) no insistirían tanto en hablar en contra de ella. También parece evidente que olvidar el egoísmo y lograr la unión de la clase trabajadora –los que trabajamos día a día, no los que especulan con las finanzas frente a un ordenador- resulta imprescindible. En fin, chicos, me repugnan los piquetes y acciones similares, pero no puedo dejar de utilizar este espacio personal para insistiros, una vez más, en que nos estamos jugando mucho más que el salario de un día; más incluso que un puesto de trabajo. Nos jugamos el futuro entero del país, de su economía, su distribución social, su política y su cultura. No hay otra alternativa que la acción. Acción pacífica, pero acción. Basta de excusas.
domingo, 11 de noviembre de 2012
Bruckner por Jurowski: va a ser que no
Esto de intercambiar grabaciones por la red viene la mar de bien a la hora de programar la agenda de conciertos. El viernes 14 de diciembre espero ver el genial Macbeth verdiano en el Teatro Real de Madrid, que a tenor de la filmación correspondiente (enlace) promete muchísimo, pese a una escena muy discutible y a un protagonista solvente sin más, por la Lady de la Urmana y la batuta de Currentzis. Para el día siguiente pensé en un principio ir a Valencia a ver La Bohème, pero el como el traslado es una complicación y no me fio ni del elenco ni de la producción escénica (ni siquiera del cada día más despistado Chailly), he decidido quedarme en Madrid y ver alguna otra cosa. La pregunta es si merece la pena pagar un dinero importante (entre 66 y 179 euros) para escuchar a la Filarmónica de Londres el sábado por la noche: ya he dicho en alguna ocasión (enlace) que Vladimir Jurowski me parece un gran director, pero no sé hasta qué punto puede sintonizar con la Primera Sinfonía de Bruckner que ocupa la segunda parte del programa. Pues bien, el grupo de correo Concertarchive me ofrece una respuesta gracias a una grabación radiofónica realizada en el Royal Festival Hall londinense el 30 de noviembre de 2011. Y va a ser que no.
La verdad, hacía tiempo que no me aburría tanto escuchando una sinfonía de Bruckner. De acuerdo con que la Primera dista de ser de lo mejor del autor, pero directores como Karajan, Barenboim y Solti han sacado petróleo de la partitura. Con el ruso la cosa no funciona, y no por falta de talento, porque la lectura está planificada con mucha corrección, buen pulso, adecuado equilibrio polifónico y una loable ausencia de amaneramientos sonoros, sino por una absoluta falta de idioma bruckneriano: ni sonido denso y oscuro, ni fraseo al mismo tiempo místico y sensual, ni sentido del misterio, ni aliento humanístico ni carácter visionario en los clímax, dichos estos últimos con brillantez pero de la misma forma con que se hubiera interpretado la fanfarria de Star Wars. Además se matiza poco, muy poco, resultando el fraseo más bien lineal y rutinario. No sé como saldrán la Obertura trágica brahmsiana y el Concierto nº 17 de Mozart (con Angelich), pero así las cosas prefiero gastarme el dinero en otra cosa. Por ejemplo, en ver esa misma velada El juramento de Gaztambide en el teatro de la Zarzuela: no conozco la obra, pero en directo y con un conjunto de artistas de cierto nivel parece una buena oportunidad para acercarse a ella.
sábado, 10 de noviembre de 2012
Enormes Beethoven de Perianes y Chopin de Lang Lang
Sobre lo que sí quiero decir algo ahora, aunque sea brevemente, es sobre el otro disco: el Chopin Album de Lang Lang recién publicado por Sony. La verdad, habiéndole escuchado al chino algunas cosas muy flojas no me esperaba algo tan absolutamente genial como lo que hace con los Doce estudios op. 25. Ante todo, esta interpretación es una demostración del más deslumbrante virtuosismo, no ya en lo que a agilidad digital se refiere -que también-, sino sobre todo en la capacidad para modelar el sonido en los volúmenes más extremos, los colores más variados y las texturas más atractivas. Pero es también testificación de que, cuando no se deja llevar por el mero exhibicionismo, Lang Lang es un portentoso (re)creador musical, toda vez que aquí aporta una imaginación tan fértil como llena de musicalidad y compromiso expresivo para convertir a estas breves páginas presuntamente didácticas en un extrovertido -pero no por ello menos bien paladeado- recorrido por todo el universo expresivo de Chopin, desde lo galante, lo coqueto, lo bienhumorado y hasta lo trivial en el buen sentido hasta lo más abiertamente dramático (tremendo el nº 7), pasando por ese delicado y melancólico lirismo propio del autor. Y lo hace, además, con un fuego, una pasión y una convicción realmente implacables, pero sin dejar -y esto es lo más asombroso- que las mismas afecten lo más mínimo a la concentración y naturalidad en el fraseo, a la claridad de líneas ni a la atención al matiz expresivo.
El resto de la grabación -por cierto, extraordinaria desde el punto de vista técnico- incluye los Nocturnos nº 4, 16 y 20, el Gran vals brillante op. 18, el Vals del minuto y el hermoso díptico Andante spianato y gran polonesa brillante. En todas estas obras el pianista chino logra el milagro de convencer con lecturas de carácter eminentemente salonesco, porque lo hace en el mejor sentido del término, esto es, sin confundir lo apolíneo con lo soso, lo elegante con lo amanerado, lo ligero con lo insustancial, lo delicado con lo blando o lo coqueto con lo cursi. Y todo ello lo hace, además, a través de una pulsación riquísima en acentos, manejando el rubato como solo lo hacen los más grandes y aportando cuando corresponde -sobre todo en los nocturnos- una enorme concentración para paladear las melodías. Todo esto se lo cuenta a ustedes mejor que yo Ángel Carrascosa en su blog. Un servidor se conforma con insistir en que por una vez no desconfíen de la tremenda campaña publicitaria que ha emprendido Sony Classical y no duden a la hora de hacerse con el disco.
Plácido frente a Juan Jesús
Se inaugura hoy la temporada de Les Arts con Rigoletto. No voy a ir, por una razón básica: el poco dinero que tengo en este año de ajustes (ajustes para todos, claro) no lo puedo dedicar a una función con artistas que no despiertan mi interés, entre ellos Juan Jesús Rodríguez. Claro que hay gustos para todo. Fíjense en lo que le leo hoy a Arturo Reverter en El cultural (texto completo) sobre el jorobado del teatro valenciano:
“La voz es magnífica, probablemente una de las mejores de su cuerda, y no sólo en nuestro país, en donde no han abundado instrumentos de este tipo. Posee excelente encarnadura baritonal, igualdad de registros, con graves sólidos y bien apoyados, centro anchuroso y bruñido y agudos rotundos y generosos. El color es oscuro y la emisión vibrante y fornida. Es indudable que su Rigoletto, que ya ha cantado en algún teatro importante, está en periodo evolutivo, aunque ha merecido ya excelentes críticas. Un mayor control de intensidades, una mejora de la emisión a media voz, una matización más refinada contribuirán a redondear su visión del dolorido padre de Gilda”.
Qué quieren que les diga, no me sorprende lo más mínimo que el crítico que más ha ninguneado durante lustros a Plácido Domingo, un artista que adoro incluso con sus actuales limitaciones vocales, ponga por las nubes a un cantante que, aun con un instrumento de mucha calidad, en mí despierta el más profundo aburrimiento cuando canta Verdi. Que sí, vale, que sus amiguetes luego pueden irse a cenar con él a decirle lo increíblemente maravilloso que ha sido, pero un servidor no se gastará el dinero en escuchar al barítono onubense. Para mí voz e interpretación, aun estando directamente vinculadas, son dos cosas muy distintas que hay que saber diferenciar. O será que soy un ignorante.
jueves, 8 de noviembre de 2012
Superchería en el Villamarta, involución en los españoles
Bueno, ya un día antes del espectáculo nos llegaba una noticia (leerla completa) que no podía ser más desalentadora:
"Hasta este viernes, tenía vendidas todas las entradas de 50 euros de tres de las funciones, mientras que de la cuarta aún quedaban algunas disponibles. No ha ocurrido lo mismo con las que se venden a 80 euros, de las que aún quedan bastantes para las cuatro funciones. Un precio, este último, impensable en cualquier otro de los espectáculos que se ofertan cada año en el Teatro Villamarta: 'Ni siquiera una gran ópera ha llegado a tener un precio tan elevado', comenta personal del propio coliseo jerezano."
El desastre cultural se confirmaba a posteriori en otro diario (artículo completo):
"Con un precio medio de la entrada de 65 euros, un patio de butacas del Villamarta considerablemente lleno de público poco habitual a los ciclos de teatro y lírica (este último, en extinción) del coliseo jerezano, y cuatro pases en dos días, el miércoles y ayer, la cuentas salen, y tanto.
Hay expectación. Muchos de los espectadores (mayoría de mujeres), antes incluso de que comience el espectáculo 'Más allá de la vida', ya lloran a moco tendido. Germain entra 'a todo glamour', acompañada por el periodista César Heinrich en su papel de presentador. Ella deja a su paso una estela de hielo seco. La médium de Telecinco sube al escenario, saluda al personal con sus manos y demanda a los presentes que agiten sus brazos igual para recibir a los espíritus. Pide a los espectadores que griten "¡sííííííí! para que las presencias identifiquen sus voces y que no crucen ni brazos, ni piernas. Al fondo, una pantalla gigante apoya tecnológicamente la escenografía. Diferentes cámaras de la sala van captando rostros que se ven proyectados en gigante. Muchos de ellos serán los elegidos de la noche. "
Hay en Jerez muchas personas que de verdad aman la cultura. También las hay que dicen amarla aunque en realidad se sirvan de la misma para figurar. Pero lo que está claro es que el número de todos ellos es superado por el de quienes se dejan embaucar por la telebasura y están dispuestos a conceder en su presupuesto familiar (¡en una provincia con un índice de desempleo del 35%!) una cantidad que le negarían rotundamente a Verdi o a Mozart.
Así las cosas, resulta lógico que, en vísperas de la Festividad de los Difuntos, el teatro jerezano firmase su acta de defunción como proyecto cultural basado en la ópera, la música clásica, el buen teatro y el flamenco, y lo haga con un "espectáculo" tan abyecto como el de la presunta espiritista. Hoy por hoy, en una ciudad entrampada hasta las cejas y sin ninguna alternativa política decente con posibilidades de acceder a la alcaldía (Pedro Pacheco, PSOE y PP son todos, en mayor o menor medida, responsables del descalabro), esto es lo que llena las butacas.
Lo más grave, en cualquier caso, es el lamentable avance de la superchería en la sociedad española, demostración clara de que pervivimos en un estadio mental propio de países subdesarrollados. Y no, no me vengan con que "hay que respetar": una cosa son las religiones que alimentan el importantísimo plano espiritual de la persona, independientemente de que se pueda o no estar de acuerdo con ellas, y otra muy distinta la creencia en brujos, videntes, espíritus y fuerzas paranormales que pueden ser más o menos controlables recurriendo a los intermediarios adecuados: sobrevive ahí, en el fondo, la creencia en los númenes que era común en el mundo pagano.
Habida cuenta de la pérdida de fuerza por parte las religiones mayoritarias, resulta terrible que las personas estén involucionando hacia semejante tipo de postura para dar respuesta a sus angustias vitales. Lo peor es que está ocurriendo entre los más jóvenes: hace muy poco me he llevado un considerable disgusto al descubrir que varios alumnos míos (¡mayores de edad!) creen firmemente en males de ojo, curanderos y rituales para pasar las "fuerzas negativas" desde el afectado hasta el presunto sanador.
Este es el futuro que tenemos, queridos españoles, al menos en la esfera cultural. A la vista de cómo están las cosas, sugiero a los responsables de nuestros teatros que se pongan a la altura de las circunstancias. Señor Mortier, señora Schmidt, arriba les he dejado una sugerencia para un magnífico contrato que podrían ustedes realizar con vistas a reemplazar esas funciones de ópera que inevitablemente están viniendo a menos. Miren al Villamarta: cuando las barbas de tu vecino veas pelar...
martes, 6 de noviembre de 2012
Il prigionero y Suor Angelica en el Real: a medio camino
Ya mostré en otra entrada mi entusiasmo ante la idea de ver en directo Il prigionero de Dallapicolla y Sour Angelica de Puccini. Fue quizá por culpa del mismo por lo que salí relativamente defraudado (digo relativamente porque el nivel medio fue estimable) de la función ofrecida por el Teatro Real el pasado sábado tres de noviembre, no terminándome de convencer ni la doble propuesta escénica de Lluís Pasqual, ni la dirección musical de Ingo Metzmacher ni las voces congregadas. Estas últimas, por cierto, las del segundo reparto, con Georg Nigl como el prisionero y Julianna Di Giacomo en el rol de la monja; René Kollo había cancelado días atrás por estado vocal al parecer comatoso y fue sustituido por el carcelero del primer elenco, Donald Kaasch. Pero vayamos por partes.
Il prigionero
En esta primera mitad de la velada lo que más me gustó fue la vertiente escénica, pues Lluís Pasqual no solo sintonizó a la perfección con el espíritu siniestro, opresivo y anticlerical –eso también- de la fascinante obra de Luigi Dallapiccola, sino que además sacó un enorme provecho teatral de las plataformas giratorias en las que se basaba su propuesta, creando una especia de laberinto de rejas que parece no tener final y del cual la única escapatoria (presunta escapatoria: “¿la libertad?”, se pregunta el prisionero tras sonar los últimos compases) es la inyección letal que le administra -con infinita educación y cariño- el sacerdote responsable de la prisión. Que la acción estuviese trasladada desde tiempos de Felipe II hasta un futuro no demasiado lejano me parece una aportación plausible. Menos conveció la escena de represión carcelaria en el primer interludio coral: no parece que fuera esa la idea del compositor.
Ingo Metzmacher –hace poco triunfador al frente de la Filarmónica de Berlín en un concierto que comenté por aquí- hizo sonar a la Sinfónica de Madrid muy por encima de su nivel habitual. Dirigió además con un portentoso sentido del color y de las texturas, algo fundamental en este título, y acertó a la hora de recrear la atmósfera malsana que desprende la partitura. Si le pongo algún reparo es porque, quizá en un intento de tender un puente hacia la obra de Puccini –como el maestro afirma en la entrevista de YouTube colocaba más abajo, los dos compositores parten de la misma base-, acentuó la vertiente lírica de la página en detrimento de la más ácida, visceral e implacable: la comparación con lo que hizo Salonen en su registro para Sony le deja en evidencia.
En cualquier caso fue la de Metzmacher una muy buena dirección, y si el título de Dallapiccola quedó cojo fue por culpa de los cantantes: Georg Nigl y Donald Kaasch se mostraron muy discretos desde el punto de vista técnico, de tal modo que a veces ni se les oía (y eso que yo estaba en un sitio con excelente acústica de la segunda planta). Tampoco estuvo muy lucida Deborah Polaski en el breve pero muy exigente rol de la madre, todo lo intensa en lo expresivo que suele pero lastrada por ese agudo destemplado que desde hace ya lustros le conocemos cuando la soprano norteamericana tiene una mala noche. En realidad quienes mejor funcionaron fueron Gerardo López y David Rubiera en sus breves intervenciones como sacerdotes/carceleros. En suma, muy bien la escena y el foso, flojos los cantantes.
Suor Angelica
A la vista de la críticas alcanzadas por Veronika Dzhioeva, parece que acerté –había buscado vídeos por la red- con Julianna Di Giacomo, una voz homogénea, rica en vibraciones, más cerca de lo lírico que de lo ligero, al servicio de una línea netamente italiana y de una expresividad sincera, sin blandenguerías ni excesos veristas, aunque todavía por explorar los recursos canoros para alcanzar la riqueza en matices propia de una gran cantante. Por eso mismo me dejó un poco con la miel en los labios. O será quizá que tengo todavía en mente la conmovedora recreación que ofreció en versión de concierto hace años en Jerez Cristina Gallardo-Domas. En cualquier caso, es de justicia destacar el alto voltaje emocional alcanzado por Di Giacomo no en el aria, sino en la dramática plegaria final tras la ingesta del veneno.
El papel de la tía princesa está escrito para contralto. Podía esperarse un desastre por parte de la Polaski, pero no fue así: como sus problemas serios los tiene arriba y no abajo, logró una recreación muy digna en la que no hubo lugar para truculencias y sí para las buenas dotes escénicas de esta Brunilda reconvertida en severísima puritana. El nivel medio de las monjas fue bastante alto, cosa que no siempre ocurre en otros teatros más importantes; especialmente destacable la participación de Marina Rodríguez-Cusí como la celadora.
Metzmacher dirigió con magnífica técnica, sensatez, buen gusto e irreprochable estilo, pero a mi parecer se quedó muy por debajo en inspiración de los enormes logros que han logrado directores como Bartoletti, Maazel, Bonynge, Chailly o Pappano: se puede ir más allá en sensualidad, en emotividad y –sobre todo- en magia sonora. Solvencia, pues, pero nada más por parte del maestro en una página bastante ajena al repertorio en que se mueve cómodo.
Quien menos convenció en esta obra, a mi entender, fue Lluís Pasqual. Pero no por reutilizar la escenografía de Paco Azorín para Il prigionero, porque al fin y al cabo la heroína pucciniana también vive un encierro contra su voluntad, sino porque la misma resulta excesivamente austera y siniestra para lo que pide una partitura que, sin llegar a la cursilería, rezuma lirismo, melancolía y ensoñación poética. Además, la dirección de actores resultó bastante convencional, con pocas buenas ideas y más de un tópico que se podía haber evitado. Eso sí, al menos no pone a bailar a las monjas en plan Sonrisas y lágrimas (como hace Jack O’Brien en la tan espectacular como despistada producción del Met) y tampoco cae en la tentación de eliminar el milagro final: aunque no sale la Virgen, Suor Angelica sí muere con su hijo en los brazos al tiempo que el fondo negro hasta entonces imperante se torna luminoso. Escena floja, dirección plausible y buenos cantantes, en definitiva. Parece que no se puede tener todo, aunque al menos hemos podido disfrutar en directo de dos magníficas óperas que se programan mucho menos de lo que deberían.
lunes, 5 de noviembre de 2012
Thaïs con Domingo, de Valencia a Sevilla
Sobre la propuesta escénica, procedente de Suecia, creo que puedo repetir las mismas palabras que ya escribí en este blog. Comparaba entonces esta producción con la del Met que circula en DVD (con una fabulosa Reneé Fleming) y decía que “la que hemos visto en Valencia me ha parecido muy superior a la del coliseo neoyorquino. Coincide con ésta en la traslación de la acción hasta fechas recientes -primera mitad del XX en la propuesta de John Cox, segunda mitad del XIX en la que viene de Gotemburgo-, pero acierta mucho más en el tratamiento de escenografía y vestuario, voluntariamente sobrecargados y excesivos (más obvio de la cuenta lo de las dunas a base de senos). La decadente atmósfera finisecular (Thäis se estrenó en 1894) a medio camino entre el simbolismo y el modernismo me pareció lograda. Se sacó además un excelente partido de la plataforma giratoria a la hora de plasmar la travesía por el desierto del monje Atanaël y de la cortesana -aquí actriz de prestigio- reconvertida a la vida espiritual (…). No me convenció tanto que la directora de escena Nicola Raab mezclase una narración naturalista con elementos más bien conceptuales, porque el equilibro no estaba conseguido y algunos planteamientos resultaban ininteligibles”.
Puedo añadir ahora que sigo sin comprender la escena en la que la protagonista, mucho antes del momento “oficial” de su muerte, asciende a los cielos, arropada por las monjas, en una vestimenta de ave que recordaba a la del momento de su aparición en el primer acto. El dúo final, eso sí, lo he entendido ahora claramente como una alucinación de Athanaël: los personajes nunca se miran entre ellos y permanecen en planos distintos. La segunda visión me ha permitido, además, reparar en algunos detalles que me habían pasados desapercibidos en la otra ocasión, entre ellos el deterioro de los trajes de los cenobitas en su última aparición o el hecho de de que las ruinas del desierto no sean sino las del teatro donde la diva vivió sus grandes éxitos. Sin ser redonda, me sigue pareciendo una producción bastante satisfactoria. Sobre la belleza visual de la misma dan buena cuenta las fotografías de Julio Rodríguez que he robado descaradamente de su blog.
Musicalmente el nivel me ha parecido muy alto, más aún que en Valencia a pesar de que, indiscutiblemente, la orquesta y coro de allí fueran de una calidad técnica muy superior a la -solo notable- de los del Maestranza, violín solista incluido. La diferencia la ha marcado Pedro Halffter con una dirección menos extrovertida y brillante que la de Patrick Fournillier, pero mucho más mórbida, más sensual y más mística -no hay contradicción alguna- al mismo tiempo, dotada de unas texturas vaporosas de lo más adecuadas y de un fraseo cantable, elegante y concentrado; una dirección más en estilo, por tanto, además de más hermosa, comunicativa y emocionante. La justamente célebre Meditación -lo mejor de la ópera- fue sublime.
Malin Byström lo hizo bien en Valencia, pero Nino Machaidze, por cierto no menos increíblemente hermosa que su colega, canta con mayor morbidez, refinamiento y temperatura emocional, siempre dentro de una línea perfecta para la ópera francesa, como ya advertimos en su maravillosa Juliette de Salzburgo (enlace). Eso sí, a su hermosísimo registro central -sólido y muy esmaltado- le falta la compañía de un grave holgado -insuficiencia que solo se notó en alguna frase aislada- y de un sobreagudo solvente: sus chillidos fueron más numerosos que los de la Byström, pero en ninguno de los dos casos semejante limitación arruina las enormes virtudes que atesoran las sopranos.
No menos bien ha estado el tenor alicantino Antonio Gandía en Sevilla -elegantísimo e irreprochable en su línea de canto- que Paolo Fanale en Valencia, aunque compartan ambos las limitaciones a la hora de proyectar la voz; que la regie les obligara a veces a cantar en el fondo de la escena no les ha beneficiado en absoluto. Sin embargo, en Les Arts estuvo estupendo Gianluca Buratto como Palémon mientras que en Sevilla la rotunda voz de Stefano Palatchi -que se conoce perfectamente un papel que llegó a grabar para Decca- se ha visto seriamente afeada por un molesto trémolo. Muy bien Micaëla Oeste como Crobyle, espléndida Marifé Nogales en los roles de Myrtale y Albine, y admirable pese a la brevedad de su aparición David Lagares como el sirviente. Entre los cenobitas -miembros del coro, como el cantante citado en último lugar- hubo de todo, bueno y no tan bueno.
Y Plácido. Nunca he ocultado que se trata de mi cantante favorito, pese a que decirlo conduce inmediatamente a que te miren por encima del hombro. Sobre todo en España, donde existe toda una línea de críticos guardianes de las presuntas esencias de la no menos presuntamente verdadera tradición canora que se han empeñado en ningunear al tenor madrileño. Claro, el tiempo ha puesto las cosas en su sitio, y podría ocurrir que alguien de quienes hasta no hace mucho afirmaban que Domingo se encuentra acabado desde mediados de los ochenta (!) ahora le contrate para cantar Siegmund y cosas así. Aunque a decir verdad, ni quienes somos sus fans imaginábamos que a sus setenta y dos años oficiales (setenta y seis como mínimo, me aseguran por ahí) iba a estar así de voz, con un timbre inmaculado que lo hace perfectamente reconocible en cuanto abre la boca, un grave -me refiero al grave de tenor- de una solidez indiscutible y un volumen que sigue siendo apreciable. Agudo no hay, desde luego, y de ahí que tenga que cantar roles baritonales con las comprensibles insuficiencias que ello conlleva.
En el caso de Athanaël, sería ridículo no reconocer que en el primer acto hay momentos en los que los pasa mal y el resultado es deficiente. Con todo, canta con su habitual buen gusto, permanece ajeno a la vulgaridad (aunque a quien suscribe le gustaría una visión más negra del personaje), evita caer en el ridículo truco del engolamiento y hasta se reserva para ofrecer alguna exhibición de fiato. Luego la cosa mejora y a partir del segundo acto -perdónenme por volver a copiar lo que escribí sobre la producción valenciana- tenemos “al gran Domingo, con su timbre de siempre (¡a semejante edad!), un fiato aun suficiente, un legato bellísimo y una enorme calidez expresiva. Al contrario de lo que algunos pudieran pensar, matizó bastante las dinámicas. Y nada de tendencias veristas, por cierto: su francés no es precisamente modélico, pero el estilo de canto tuvo toda la morbidez y distinción que Massenet reclama, sin subterfugios de cara a la galería. Algunas frases -la despedida de Thaïs al finalizar el primer cuadro del tercer acto- fueron de una belleza verdaderamente sublime”.
¿Hace falta añadir que en la tercera función sevillana, aun evidenciando cierta fatiga en el dúo final, se mostró más seguro y convincente que en Valencia? Si el papel se lo aprende con un año de antelación o en el ensayo general, es algo que me importa un bledo cuando los resultados son de semejante altura. Domingo sigue cantando con la belleza y la emoción en los labios. Tampoco es necesario recordar que como actor sigue siendo solvente y que su increíble forma física le permite adaptarse a la perfección a cualquier demanda de la dirección escénica. Enorme artista, enorme función de ópera. Noche para el recuerdo.
sábado, 3 de noviembre de 2012
Soberbio programa francés con Soustrot y la RTVE
Soustrot volvió a acertar plenamente en el idioma francés: la elegancia, la sensualidad, la morbidez en el fraseo, el colorido pastel y la relativa indolencia -ajena al pathos de la escuela centroeuropea- estuvieron plenamente garantizados, y además lo hicieron en su punto justo, es decir, sin confundir todo esto con la sosería, la blandura o el preciosismo vacuo, y aportando una dosis apropiada -en perfecto equilibrio con los ingredientes arriba citados- de tensión sonora, de comunicatividad y de garra dramática. Así las cosas, las Tres danzas para orquesta de Maurice Duruflé que abrían el programa resultaron una delicia, y no solo por las virtudes apuntadas sino también porque el maestro hizo sonar a la irregular orquesta francamente bien e inyectó convicción expresiva a cada una de sus familias instrumentales. Igualmente admirable -exquisita y conmovedora al mismo tiempo- la bellísima suite del Pelléas et Mélisande de Gabriel Fauré, que quien esto suscribe ya le había escuchado hace años a Soustrot en una velada que incluía los otros dos grandes Pelléas sinfónicos, el de Sibelius y el de Schoenberg.
En cualquier caso, lo mejor fue la Suite nº 2 del ballet Bacchus et Ariane de Albert Roussel, una música brillante, vitalista y de sugerente carácter narrativo que se graba poco y se toca menos (aunque hace poco he visto una interpretación a cargo de Tugan Sokhiev y la Filarmónica de Berlín en la Digital Concert Hall). Soustrot aportó todo lo arriba referido y también un tan preciso como contagioso sentido del ritmo -aquí imprescindible- y ese humor a medio camino entre lo desenfadado y lo socarrón que demanda la partitura. La orquesta respondió de manera muy satisfactoria y el público respondió con entusiasmo ante las evidentes virtudes de la música y la interpretación.
Entre medias, el Concierto para piano de José Manuel López López, un señor al que jamás le había escuchado nada y del que algunas voces (ya saben ustedes: los de siempre) casi me habían hecho elaborar en mi mente una imagen negativa. ¡Menuda sorpresa! Me ha parecido un prodigio de partitura. Es esta página una música difícil, sí, muy “contemporánea”, pero (nada que ver con Mandalas, el estreno realizado por esta misma formación hace pocas semanas) llena de hallazgos -fascinantes las texturas-, y sugerente a más no poder a lo largo de los diecisiete minutos aproximados de interpretación. Sin duda dificilísima de ejecutar, Soustrot coordinó de maravilla, acertó a la hora de plasmar sinfónicamente sonoridades claramente deudoras de la electrónica y, a la postre, sacó petróleo de una orquesta que no dudó a la hora de mostrarse visiblemente entusiasmada bajo su batuta. Fenomenal el solista, un Alberto Rosado de toque agilísimo pero muy variado, en absoluto mecánico. De propina, una pieza del mismo autor que aun mostrándose algo deudora de Debussy e incluso de Rachmaninov, evidenció pese a ello una poderosa personalidad -la misma que la del concierto- y un indiscutible gancho. En fin, una maravillosa velada musical.
Ah, cutrísimo el programa de mano: ¿por qué no utilizan la parte trasera del mismo para, en lugar de anunciar los próximos conciertos, poner algunas breves líneas sobre las obras a interpretar?
jueves, 1 de noviembre de 2012
Plácido, otra vez
He estado esta noche en la tercera y última función de la Thaïs que ha ofrecido el Teatro de la Maestranza. No tengo ni tiempo ni fuerzas para escribir ahora. Espero hacerlo más adelante, quizá después del puente. Pero sí quiero dejar constancia de dos cosas. La primera, que siendo la misma producción que ya presencié en Valencia, en Sevilla las cosas han funcionado aún mejor por obra y gracia de la batuta de un Pedro Halffter que ha demostrado sintonizar plenamente con la peculiar mezcla de sensualidad y espiritualidad del título irregular de Massenet; estupenda por otro lado Nino Machaizde a pesar de sus problemas con los sobreagudos.
La segunda, que Plácido Domingo me ha vuelto a emocionar profundamente. Ha tenido -como ocurrió en Valencia- momentos malos y momentos buenos, pero sin duda el saldo ha sido muy positivo. Además, para quienes somos admiradores del artista madrileño esta actuación ha sido ese “una vez más” por el que siempre suspiramos cada vez que le vemos en escena, temiendo que la presente ocasión pueda ser la última. Pero no, el milagro se prolonga, y esta vez ha sido en Sevilla y en un teatro al que quienes nos hemos criado musicalmente en él estábamos deseando que volviera. La próxima, I due Foscari en Valencia. Hasta pronto, maestro.
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