En cualquier caso, y contando con algunos ilustres precedentes discográficos, hay que matizar. No es la de Muti una interpretación extremadamente virulenta y sarcástica como la de Rozhdestvensky; ni reflexiva a la manera de la de Rostropovich, más movida por la compasión que por la denuncia; y poco tiene que ver con la teatralidad, la incisividad y el carácter extrovertido de un Solti. Más bien podrían encontrarse paralelismos con la atmósfera del modélico aunque un punto distante registro de Haitink, o con la inmediatez del más directo Nézet-Séguin en la filmación aquí comentada.
La versión de Muti es ante todo siniestra y opresiva, pero no quedándose en el mero dolor –no especialmente acentuado– sino aportando una dosis importante de rebeldía, de carácter desafiante y de tensión dramática, sin subrayar –insisto en ello– los aspectos más sarcásticos de la escritura, pero también sin olvidarse de aspectos tan importantes como el carácter elegíaco o el humanismo que esta música necesita. La orquesta, ni que decir tiene, realiza una labor descomunal, particularmente en un cuarto movimiento (¡qué tuba, santo cielo!) en el que Muti, aun quedándose un pelín corto en el último clímax, ofrece una recreación a todas luces genial. El Chicago Symphony Chorus está estupendo bajo la dirección de Duain Wolfe, pese a que su dicción del ruso no sea la idónea, mientras que Alexey Tikhomirov, de voz algo menos pesada y oscura de la cuenta, realiza una labor de apreciable calidad canora y bastante centrada en lo expresivo.
Gran recreación, en definitiva, para poner al lado de las arriba citadas, y desde luego muy superior a las de Jansons, Ashkenazy o Kitajenko. Quizá solo la tremenda y muy personal de Rozhdestvensky sea preferible, pero está tan mal grabada que esta de Muti podría perfectamente convertirse en una primera opción para acercarse a la partitura.
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