sábado, 10 de noviembre de 2018

Barenboim y la WEDO en el Carnegie Hall

Perdonen los lectores, si los hubiere, que ya no ofrezca en este blog tantas entradas como antes, ni tan extensas. La disponibilidad que tengo para esta afición es ahora muy escasa, y el entusiasmo ante la misma mucho menor que antes. Pero a lo que vamos: concierto de Daniel Barenboim y la West Eastern Divan en el Carnegie Hall de Nueva York del pasado jueves 8 de noviembre, que he visto gracias a la página Medici TV, a la que estoy suscrito. Toma sonora mejorable y filmación con serios defectos, pero en ambos casos suficientes para disfrutar de una velada memorable.


Don Quijote de Strauss en la primera parte. Nunca me entusiasmó la grabación de Barenboim en Chicago, pero sí lo hizo la que le escuché en directo en 2014 en Madrid frente a la Staatskapelle de Berlín. Lo que entonces escribí en este mismo blog es perfectamente válido para esta nueva recreación, de nuevo llena de sensualidad y de humanismo pero no por ello exenta de teatralidad, de carácter narrativo y de sentido de los contrastes, aun siempre con la salvedad de que la calidad de la WEDO no puede compararse con la excelsitud que en estos últimos años ha alcanzado la formación berlinesa. En lo que sí aventaja esta recreación neoyorquina a la que escuché en el Auditorio Nacional es en el chelista: si Claudius Popp estuvo estupendo, Kian Soltani se confirma como un verdadero prodigio. Estupenda la viola de Miriam Manasherov, aunque algunos de sus detalles me parecieran discutibles. Como propina, El cisne de Saint-Säens.

Desde aquel flojo registro en Chicago para Teldec, pasando por la interpretación que grabó con la WEDO en Ginebra y llegando hasta la que hizo con la Filarmónica de Berlín en el primero de mayo de 2014, Daniel Barenboim también ha mejorado mucho su comprensión de la Sinfonía nº 5 de Tchaikovsky. Esta con la WEDO ni aporta ni pierde nada en lo que a la labor de la batuta se refiere con respecto a la última de la citadas. Se ha tratado, por tanto, de una cálida y elocuente recreación en la que se equilibran de manera admirable los aspectos épicos, líricos y dramáticos de la página, sin renunciar a la sensualidad ni a la opulencia sonora, pero sin dejar tampoco espacio alguno a la blandura, al exhibicionismo o al descontrol. Todo está medido al milímetro, aunque la apariencia de lógica, de naturalidad e incluso de espontaneidad es absoluta. En cualquier caso, si por algo destaca esta lectura –como lo hacía la de Berlín– es por otros dos factores: la excelsa cantabilidad del fraseo (¡puro Tchaikovsky!) y la enorme plasticidad con que está tratada la masa orquestal.

Una tan cálida como honda recreación de Nimrod y una inflamadísima, aunque en absoluto descontrolada, obertura de Los maestros cantores, remataron un concierto estupendamente acogido por el público norteamericano. Igualito que aquí en Andalucía, donde hay que hacer milagros para vender las entradas y los entendidos terminan diciendo auténticas barbaridades sobre lo que escuchan. Así nos va.

2 comentarios:

Cristian Muñoz Levill dijo...

Estimado Fernando:

Cuando Barenboim vino a Chile el año pasado dirigió el mismo programa, con misma orquesta y solista: fue una jornada memorable, aunque más en Tchaikovsky que Strauss. Asumo que Soltani ha compenetrado mejor en la obra desde aquella ocasión.

Anécdota: cuando fue el ensayo de "Don Quijote" hubo claras desavenencias entre Barenboim y el chelista. Tanto así que don Daniel, con claro disgusto, le ofreció la batuta, como diciendo "Bueno, si tanto sabes, enséñame a dirigir la obra". No sé porqué se me vino a la mente la imagen de Klemperer...

Saludos!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

No es ningún secreto que don Daniel es un señor de malísimas pulgas. En numerosas ocasiones le he visto regañar con gran severidad al público; la mayor parte de las veces con toda la razón, pero quizá no se lo debería permitir. Y dando autógrafos no siempre es simpático. Yo ya he dejado de pedírselos, porque antes de pasar un mal rato, prefiero mantenerme a distancia.

En cuanto a Soltani, sigue trabajando continuamente con Barenboim, así que queda claro que el malhumor del maestro se ha rendido ante su descomunal talento. Gracias por la aportación y un saludo.

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