El pasado fin de semana ha debutado frente a la Orquesta Nacional de España el joven y ascendente director finlandés Pietari Inkinen (web oficial). Nunca le había escuchado, pero tenía excelentes referencias de su trabajo en el recital Wagner grabado recientemente por Simon O’Neill. Estuve en la función de ayer domingo por la mañana y la verdad es que no me ha parecida gran cosa. Y eso que su técnica parece muy sólida, pues hizo sonar a nuestra Orquesta Nacional mejor de lo que suele, desde luego con mucho mayor empaste, precisión y homogeneidad que el mes pasado con Frühbeck de Burgos (enlace). Pero a la hora de interpretar da la impresión de tener sus limitaciones, al menos en el repertorio ruso que se encontraba en los atriles del Auditorio Nacional. Su Tercer Concierto de Rachmaninov fue correcto, correctísimo, estuvo perfectamente planificado y se mantuvo muy ajeno a cualquier concesión de cara a la galería, pero el vuelo poético no terminó de aflorar.
En la Sinfonía Patética hubo mayores desigualdades, para lo bueno y para lo malo. El primer movimiento se mantuvo dentro de unos parámetros expresivos muy sensatos, sin blanduras, efectismos ni excesivas libertades en el tratamiento de la agógica, pero se echó de menos la garra de los grandes recreadores de la partitura (los Bernstein, Böhm y compañía). Espléndido por el contrario el segundo movimiento, fraseado con sensualidad, delectación y –lo más importante– entusiasmo, y sin dejarse llevar por la tentación de “hacer bonito”. La marcha, plana y cuadriculada, me pareció pura rutina, al tiempo que los metales de la ONE dejaron muy al descubierto sus insuficiencias. Y el Adagio Lamentoso, para terminar, fue fraseado con la concentración adecuada y una notable sinceridad, pero ni terminó de sonar a Tchaikovsky ni transmitió la intensa negrura que alberga tan escalofriante página. ¡Qué difícil resulta hacer justicia desde el podio a semejante despliegue de genialidad!
En cualquier caso, el mayor interés del concierto no estaba en escuchar al maestro, sino en ver en directo a Yuja Wang, la más reciente estrella oriental del piano con la que, como dijimos al hablar aquí de su Prokofiev (enlace), Deutsche Grammophon intenta compensar la pérdida de las exclusivas con Lang Lang y Yundi Li. La chica venía en plan diva total. Su vestido, precioso y brevísimo, dejaba bien visibles sus hombros y la mayor parte de sus muslos, ciñéndose de manera ajustada a su juvenil trasero. El programa de mano llevaba cuatro página de publicidad de Rolex, incluyendo una foto de la artista –la que tienen ustedes más arriba– luciendo peluco. Y en el intermedio hubo firma de discos que consiguió una muy nutrida cola, corroborando el enorme éxito entre el público. ¿Fue para tanto? A mi modo de ver, en absoluto.
Cierto es que Yuja Wang posee una técnica soberbia que obliga a que tengamos que descubrirnos ante semejante destreza. Tocar nada menos que el Tercer Concierto de Rachmaninov (¿la obra más difícil del repertorio?) con la facilidad con que lo hizo la pianista oriental, con tan increíble agilidad, semejante limpieza –controladísimo uso del pedal– y un sonido tan rico en dinámica es algo reservado a unos pocos privilegiados. Pero la interpretación… ¡Ay, la interpretación! Sencillamente no existió.
Y no es ya que la jovencita no tenga una idea expresiva clara de la página, que desde luego no la tiene, sino que no hubo una sola frase inspirada. Todo sonó terriblemente mecánico, aséptico, cuadriculado, salvando quizá algún pasaje aislado del segundo movimiento, y en más de un momento la solista se echó a correr solamente para demostrar su incomparable agilidad digital. La propina, un arreglo hipervirtuosístico de la Marcha Turca de Mozart que yo no conocía, no hizo sino dejar más claro aún que a la Wang lo que le interesan son los fuegos artificiales. ¿Madurará en el futuro y empezará a ver que lo verdaderamente importante en la música está mucho más allá de las notas? De momento solo podemos decir en que la intensa campaña de promoción en torno a la pianista oriental hay mucho cuento. Cuento chino.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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9 comentarios:
Los pianistas chinos se parecen cada vez más a los saltadores de trampolín: perfecta técnica. En los saltos con la técnica basta pero la música es mucho más que técnica.
Pozí. Yundi Li es otro perfecto ejemplo de lo dicho. Y Lang Lang, según qué día: a veces es un genio y en otras ocasiones un mecanógrafo.
El mejor musico chino: Chin Pum. Y Manolita Chen.
Buenas. Yo no estoy en absoluto de acuerdo. He visto a Yundi Li y también vi a Yuja Wang el otro día. Yundi Li estuvo magnífico en la sonata en si menor de Liszt. Creo que existe cierta "envidia" a la facilidad técnica que tienen estos pianistas. Nunca he sido admirador de los grandes divos del piano, ya que, para mí, la mayor grandeza está en la partitura. He visto grandes interpretaciones en conservatorios, de estudiantes, que me han gustado tanto o más que la de grandes pianistas. El arreglo de la marcha turca creo que es de Volodos. Cuando yo estuve tocó la fantasía de Carmen que hizo Horowitz para lucirse (claro, a Vladimir nadie le achaca que quisiera lucirse). Seguramente, si Martha Argerich fuese china y hubiese anunciado relojes, también la criticarían. A mí Yuja me gustó bastante, y lo único que podría "criticar" de ella es que no tocó la candencia "Ossia". Cualquier pianista que toque lo que tocó ella, y cómo lo tocó, debería ser respetado, aunque sea chino.
Un saludo.
Gracias por las aportaciones, Chema. Por lo demás, soy el primero en reconocer que la Wang posee un virtuosismo impresionante, pero sigo pensando que el marketing que tiene a su alrededor no anda parejo con el auténtico talento musical de la chica, es decir, con el "olfato" que posee para sacar música de las notas. En cuanto a Horowitz, ¿no anda un poquito sobrevalorado? Precisamente su Tercero de Rachmaninov lo recuerdo un poco mecánico.
Yundi Li tampoco es santo de mi devoción, pero me gusta más que Yuja Wang. De todas formas, ¿no es su fraseo demasiado nervioso para una obra como la Sonata en Si menor? Un saludo.
No es mi intención faltarle el respeto a nadie (¿dónde demonios lo he hecho?), sino constatar, con cierta indignación, que muchos divos de hoy se preocupan mucho más de mostrar su sex-appeal que de hacer música. Y no solo pasa con las chicas: con los hombres ocurre lo mismo. Pienso ahora en el barítono Erwin Schrott, aunque podría poner muchos más ejemplos.
Yuja es genial, increible, hermosa....un sueño
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