Ahora bien, ¿vuelve igual que antes? No estoy seguro. De hecho no me ha gustado este Mesías tantísimo como el de la otra vez. Puede que en parte se deba a que desde entonces ha escuchado grabaciones que me han descubierto cosas nuevas, como la radiofónica de Koopman (de momento no hay registro comercial), la última de Harry Christophers y, sobre todo, la tercera de Colin Davis. Pero aun así me dio la impresión de que el maestro británico dirigió de modo algo cuadriculado y rutinario, particularmente en la obertura y, en general, en toda la primera parte, sin la tensión interna, la perspicacia para el matiz, el sentido teatral y el vuelo lírico que esta genial música demanda. Le faltó a mi modo de ver ese último grado de compromiso expresivo que es de esperar en tan grandísimo director (o quizá lo que faltaron fueron ensayos, vayan ustedes a saber), pero en cualquier caso el nivel fue alto. Y es que King es uno de esos músicos que ha logrado ofrecer realizaciones encuadradas en el historicismo sin confundir –como le pasa a otros- la huida de la pesadez con la caída en la liviandad, la animación en el trazo con el fraseo pimpante ni la renuncia al pathos decimonónico con la sosería. Su Haendel es ante todo natural, fluido y muy musical, atento a la imprescindible polifonía y ajeno a cualquier tipo de exceso, guardando siempre un punto de distanciamiento muy “british”, pero mostrándose siempre comunicativo.
La orquesta –de instrumentos “modernos”, claro- se mostró un tanto incómoda en este repertorio, y eso que King, aun moderando el vibrato y cuidando en general la articulación, tuvo la sensatez de no forzar las tuercas de la manera en que un Koopman, un Pinnock o un Antonini lo han hecho con la Filarmónica de Berlín, porque obviamente la ROSS no posee ni el nivel técnico ni la flexibilidad adecuadas para así hacerlo. En cualquier caso hay que destacar el buen trabajo al clave de Tatiana Postnikova y al órgano de Alejandro Casal Medinabeitia, así como la solvencia técnica de la trompetista Nuria Leyva, quien por otro lado defraudó al no ornamentar en absoluto su parte. ¿Podremos algún día escuchar el Mesías con el King’s Consort “de verdad”? Porque el coro británico, en esta interpretación en el Teatro de la Maestranza, estuvo sensacional en afinación, agilidad, empaste y transparencia, siendo calurosamente aplaudido por los coros “participativos” invitados por La Caixa para la ocasión, a saber, la Camerata Vocal Concertante, el Coro del Ateneo de Sevilla, el Coro de la Sociedad Musical de Sevilla, el Coro de la Universidad de Huelva y el Orfeón Portuense.
Para quien no haya estado en uno de estos Mesías, hay que aclarar que estos coros adicionales se colocan a ambos lados del patio de butacas, sentados en “terraza”, y que no intervienen a lo largo de toda la velada sino solo en aquellos momentos que desde el punto de vista expresivo resulta adecuado, descansando la mayor parte de la tarea en el coro “oficial”, en este caso el que traía el propio Robert King. Me dicen que en la primera noche, la del miércoles 22, los invitados estuvieron regular. En la del jueves 23 a mi juicio lo hicieron en general bastante bien, pese a alguna inseguridad en las entradas y a un desigual nivel técnico entre sus miembros. Mi asiento tampoco era de lo más adecuado: compré lo disponible en patio de butacas, una localidad muy lateral y por ende poco adecuada para apreciar el verdadero empaste por estar demasiado cerca de una de las masas corales. Sea como fuere, todos los que participaron se lo pasaron estupendamente en un espectáculo que –no se olvide- no estaba pensado tanto para el público como para ellos. Lo que sería ideal es que todos estos señores y señoras, además de desarrollar la pasión por el canto, se pirraran por escuchar buena música en directo, algo que no siempre ocurre: ya se sabe que una cosa es ser músico y otra distinta ser melómano.
Dos apuntes sobre los solistas. El tenor Joshua Ellicott y la soprano Claire Debono tal vez no hagan carrera operística, pero las cualidades de sus respectivos instrumentos les hacen ideales para un repertorio, el del oratorio, en el que parecen moverse como pez en el agua. Menos cosas buenas se pueden decir de su colega el bajo David Wilson-Johnson quien, castagna in bocca, palió con una enorme teatralidad sus insuficiencias vocales. Finalmente, y en sustitución de Hilary Summers, el joven contratenor suizo Terry Wey lució una voz pequeña y muy femenina, en cualquier caso homogénea, que fue manejada con enorme elegancia y sensualidad. No sería este artista mala opción si King se decidiera finalmente a grabar el más célebre de los oratorios haendelianos. A ver si él y alguna compañía discográfica se animan. De momento, Welcome Back, Mister King!
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