viernes, 31 de diciembre de 2010

Galas de fin de año con sabor español: de la Philharmonie berlinesa al Teatro Real

Acabo de ver por la televisión vía satélite dos retransmisiones de San Silvestre en directo: la de la Philharmonie de Berlín y la del Teatro Real, ofrecidas para toda Europa por los canales Mezzo y Arte respectivamente. La diferencia ha sido abismal, y me temo que no a favor de España, aunque casualmente ha sido la cultura hispana la protagonista en gran medida de las dos veladas, repitiéndose incluso un cierto número de piezas en ambas.

El irregular Gustavo Dudamel, director que a veces muestra un gusto atroz (¿le han escuchado la Novena de Dvorák o la Segunda de Mahler?), ha dado lo mejor de sí mismo junto a la Filarmónica de Berlín en esta gala de fin de 2010 con recreaciones extrovertidas, brillantes, intensísimas, sinceras y hasta creativas, aunque por momentos al borde del desbordamiento, de la obertura de El carnaval romano, la Bacanal de Sansón y Dalila, diferentes fragmentos de Carmen y la Suite nº 2 de El sombrero de tres picos (con la danza final mucho menos descontrolada y ruidosa que cuando la ofreció en Sevilla en 2007 al frente de la Simón Bolívar). Discutible la sección central de la danza de La vida breve, que encontré demasiado “pesante” a pesar de estar marcada así en la partitura.

En cualquier caso la estrella de la gala fue una hiper-maquillada e increíblemente bella, Elina Garança, sensualísima en esa maravilla que es “D'Amour l'ardente flamme” de La condenación de Fausto (¿por qué demonios algunos operófilos siguen ignorando a Berlioz?) y en “Mon cœur s'ouvre à ta voix” (Dalila de infarto, no solo en el aspecto musical). La morbidez de su fraseo, su cuidado en la dicción y su musicalidad en el punto justo de equilibrio entre espontaneidad y control convierten a la mezzo letona en una intérprete ideal de este repertorio, aunque la voz pueda ser un punto más lírica de la cuenta. Estuvo también espléndida en las tres páginas de Carmen, pese al fiasco en el agudo final de las seguidillas. Lo mejor, la propina, nada menos que las carceleras de Las hijas del Zebedeo, mucho mejor dirigidas por Dudamel que -en el disco Habanera- por su marido Karel Mark Chichon, que por cierto se encontraba entre el público de la Philharmonie.



Veinte minutos después de terminar este concierto comenzó a sonar, con la Obertura Cubana de Gershwin, la Sinfónica de Madrid. Ay. Estábamos ya en España, de eso no cabía la menor duda. No sé si la culpa fue de la batuta de turno, Alejo Pérez, o quizá mía, por saltar de la Berliner Philharmoniker a la OSM sin prepararme mentalmente, pero aquello me sonó mal. Y siguió haciéndolo durante el resto del espectáculo, donde se volvieron a escuchar, entre otras cosas, páginas de Bizet y Falla que una rato antes habían hecho en Berlín de forma muy distinta. Flojísimo también el Coro Intermezzo. He sentido vergüenza. Vergüenza de que sea este el nivel de cuerpos estables que el presuntamente más importante teatro español ha mostrado en una gala retransmitida en directo a muchos países.

Entre los artistas invitados hubo de todo. En el apartado clásico solo estuvo bien Ismael Jordi, y aquí me siento no avergonzado sino muy orgulloso de ser jerezano, pues él sí que fue capaz de demostrar, con muy elegantes y belcantistas recreaciones del dúo de Doña Francisquita y de la romanza “Noche madrileña” de La chulapona, que en España se pueden hacer las cosas bien. María Bayo, envejecida en lo físico y mermada en lo vocal, estuvo muy discreta en la página de Vives e hizo el ridículo, por estar por completo fuera de tiesto, en Cecilia Valdés y en los cuplés babilónicos de La corte de Faraón. Además no se le entendía ni jota. También estuvieron por allí el ballet de Antonio Gades (excelente coreografía para la película Carmen de Saura), el guitarrista Cañizares, los bailaores Aída Gómez y Christian Lozano (con el Sombrero falliano) y una Luz Casal que -es de comprender dada la circunstancia de su enfermedad- a duras penas pudo con “Piensa en mí”.

Inenarrable la propuesta escénica de Emilio Sagi, quien pese a algún acierto aislado (la fotografía del atardecer sobre la iglesia de San Francisco el Grande) hizo gala de un terrible gusto con escenografías e iluminación mucho más adecuadas para un espectáculo de travestismo que para los sensualísimos contoneos de Sor María Bayo. Espantoso el vestuario, particularmente el pavo real que le hicieron llevar a la soprano navarra en la cabeza. En el cierre de la gala, con las sevillanas de El Bateo, Sagi daba la impresión de hacer un homenaje al madrileño barrio que lleva el nombre del autor, Chueca, con un despliegue de colorines de auténtico Orgullo Gay. Brindis con cava final para todos los artistas, a quienes se sumaron un Mortier y un Muñiz que parecían tan contentos. País, que diría Forges.

PS. Youtube ha hecho su trabajo, así que aprovecho para incluir alguna muestra en esta entrada. El video de Berlín se puede ver completo en la web de Medici TV (enlace). La gala madrileña la retransmitirá Radiotelevisión Española (por "La 2") el 6 de enero próximo.

4 comentarios:

Unknown dijo...

En lugar de ver este fiasco yo me fui a la ARD que retransmitía una gala de opereta dirigida por Tielemann que podría hacérselo mirar un poquito. Su Wagner o incluso el Strauss (Richard) son otra cosa pero esa rigidez casi mórbida no le sienta nada bien a Lehar o a Johann Strauss.

Anónimo dijo...

Cómo se nota que éste blog ésta hecho por españoles: "Oh, éstos directores de orquesta sudacas" Lo que hace la envidia...

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Señor Anónimo:

Pone usted en mi poca palabras que no he dicho ni he pensado. Aparte de ser un manipulador, ¿tiene usted algún tipo de complejo?

Daniel dijo...

Realmente es osado decir que Gustavo Dudamel es "irregular"...tambien podrias decir que lo irregular es la orquesta al frente de la cual esta...Creo que gustavo es un director sensible moderno y bastante constante...ademas de ser tremendamente musical extraindo de la orquesta un resultado musical.
Abrazo

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