lunes, 25 de octubre de 2021

Las Cantigas de Santa María, entre tres mundos

Mi agradecimiento a todas las personas que, a través de diferentes medios, se han lamentado de que este blog  paralice su actividad. Seguirá cerrado, al menos hasta principios de 2022, por una mezcla de cansancio, tristeza y decepción. Quiero compartir con ustedes, no obstante, este artículo que ha sido publicado hoy por La Voz del Sur (enlace) e invitarles a acudir, si es que les resulta factible hacerlo, a la conferencia que espero ofrecer este miércoles 27 de octubre a las 18:30 en el Alcázar de Jerez de la Frontera sobre uno de mis temas favoritos.


Las Cantigas de Santa María, entre tres mundos

Este es el título de la conferencia que tendré la ocasión de pronunciar el próximo miércoles 27 de octubre en el Alcázar de Jerez dentro del homenaje a Alfonso X que en el 800 aniversario de su nacimiento rinden la Asociación Jerezana de Amigos del Archivo y la Universidad Pablo de Olavide.

¿Qué tres mundos, se preguntarán algunos? No, el asunto no gira en torno al manido tema de la convivencia entre las culturas cristianas, árabe y judía. Los tres mundos son el hispano, el cristiano europeo y el que rodea el Mar Mediterráneo. Puede que a alguien le sorprenda que considere “lo hispano” como un único mundo, cuando para muchos se trata de dos distintos, enfrentados entre sí en el marco de eso que se conoce como “Reconquista”. Pues miren ustedes, aunque en modo alguno se pueda hablar durante el medievo de una unidad política conocida como España –ni siquiera en época visigoda, con los suevos haciendo lo que les daba la gana por ahí arriba y los bizantinos dando vueltas por aquí abajo–, yo creo que como concepto territorial e histórico sí que existía una España medieval. Una España plurinacional, mal que le pese a algunos. ¿Cómo se autodenominaba a sí mismo Alfonso X? Pues “Rey de las Españas”. Que se enterasen bien todos, especialmente su suegro Jaime I, porque de lo que se trataba era de reivindicar la hegemonía de Castilla en el territorio peninsular, de Norte a Sur, de Oeste a Este.


Mas no olvidemos que en su Estoria de España Don Alfonso incluye a Al-Ándalus, por derecho propio. Lo digo porque andan ciertos historiadores actuales afirmando el carácter inapropiado de términos como “hispanomusulmán” o “España musulmana”. Me temo que sus prejuicios ideológicos les hace tener una visión sesgada de la realidad. ¡Claro que Al-Ándalus es España! Y la cultura andalusí, concretamente la que se desarrolla entre Abderramán II y la disolución del califato, una de nuestras más espléndidas contribuciones a la historia europea. Luego se podrá discutir largamente sobre hasta qué punto la civilización aquí desarrollada es deudora de la oriental –quizá bastante–, hasta qué punto existe una continuidad con el periodo visigótico –Al-Ándalus está plagado de mozárabes hasta el siglo IX como mínimo–, o quizá también sobre la manera en que tanto el islam oriental como el peninsular beben de una misma fuente: la antigüedad tardía, romana y cristiana al mismo tiempo. Pero España es todo lo que va desde los Pirineos hasta Gibraltar. Un todo plural, plagado de encuentros y de desencuentros, marcado por los enfrentamientos bélicos –cristianos contra musulmanes, cristianos contra cristianos, musulmanes contra musulmanes–, y en cualquier caso de una riqueza cultural extraordinaria. Las Cantigas se alimentan parcialmente de ese sustrato, aunque no solamente de él.


Europa y el Mediterráneo, decía. La lírica de los trovadores occitanos y de los troveros del norte de Francia está por completo presente en el cancionero mariano dirigido por el Rey Sabio, fundamentalmente en lo que se refiere al concepto del amor cortés: María como, en palabras de Carmen Rodríguez Suso, “epítome de la mujer cantada por la lírica cortesana”. Sobre eso no puede haber discusión, si bien la polémica ha sido larga en torno si la estructura viene del zéjel islámico o del virelai francés. Para liar más el asunto, el mismísimo Ramón Menéndez Pidal defendía el origen islámico del propio concepto del amor cortés, así que ya ustedes dirán. En lo que a la música propiamente dicha se refiere, Maricarmen Gómez Muntané ha detectado un muy amplio abanico de fuentes que nutrieron a las Cantigas, desde las que poseen origen litúrgico –del canto gregoriano, para entendernos– y las que vienen de la renovadora Escuela de Notre Dame parisina hasta aquellas que corresponden al mundo de trovadores y troveros franceses, a las que hay que sumar las que entroncan del repertorio lírico español y podrían remontarse hasta las antiguas jarchas mozárabes.

¿Y las miniaturas? Teóricamente estamos en el momento de consolidación de la pintura del gótico lineal. La fuerza de los talleres de iluminación del entorno parisino tiene que dejarse notar forzosamente, si bien mi expertísimo amigo Fernando Gutiérrez Baños ha detectado puntos de contacto con la vanguardia londinense que reinterpretaba modelos parisinos en el palacio y la abadía de Westminster en tiempos de Enrique III. ¿Casualidad que la infanta Leonor de Castilla, hermanastra de Alfonso X, se casase con el futuro Eduardo I? Aun así, tanto Fernando como todos los demás grandes especialistas insisten en que es imposible explicar las miniaturas de las Cantigas solo con el gótico lineal: el interés por el volumen, el tratamiento del color, el diseño del espacio, la concepción de los fondos y determinadas iconografías apuntan en direcciones muy diferentes. ¿Hacia Al-Ándalus? Posiblemente: ahí está el códice de los amores entre Bayad y Riyad conservado en el Vaticano. Y aún con ello no basta.

Por eso debemos ampliar nuestra mirada. Está el Mediterráneo. Está la corte de Federico II y sus descendientes en Nápoles y Sicilia, tierras ya fertilizadas por musulmanes y normandos. La madre del Rey Sabio era Beatriz de Suabia, prima de Federico, a su vez Emperador del Sacro Romano Germánico. De ahí precisamente que el monarca que conquistó Sharish y la transformó en Jerez de la Frontera aspirase una y otra vez al trono imperial, y que buena parte de su impresionante actividad legislativa y cultural estuviese planteada imaginando la corona sobre su frente. Se ha insistido que el segundo proyecto de Cantigas hasta alcanzar la cifra de cuatrocientas (tras cerrar una primera serie de solo cien) tiene mucho que ver con semejantes aspiraciones. Por otra parte, la reciente tesis doctoral de Laura Molina López “El Infante Don Fadrique y la estela del arte suabo en el Reino de Castilla en la segunda mitad del siglo XIII” ha dejado bien claro cómo la efervescencia cultural italiana tuvo mucho que ver con la de la corte de nuestro Alfonso X.

Claro que también el Mediterráneo, no lo olvidemos, es el mar por el que van y vienen los cruzados, se trasmiten leyendas y milagros, se van transmitiendo y modificando diferentes tradiciones musicales de carácter oral y se desarrolla un intenso comercio de manuscritos entre diferentes reinos y culturas. Ahí están las ilustraciones a las Maqamat de al-Hariri realizadas en Bagdad por el miniaturista al-Wasiti pocas décadas antes de nuestras Cantigas, en las que no pocos especialistas han querido encontrar paralelismos que se explican por la existencia de un intenso flujo cultural dentro de un espacio con muchas más raíces comunes de las que algunos quieren ver. Sin ese Mar Nuestro, el de aquella antigua Roma que durante todo el medievo miran con el rabillo del ojo cristianos y musulmanes, Alfonso X no hubiera podido sentar las bases de un intenso renacimiento cultural al que le deberá mucho no solo el Renacimiento propiamente dicho, sino también nuestra civilización occidental tal y como hoy la conocemos.

viernes, 15 de octubre de 2021

Músicos jóvenes en Jerez: sin los pies en el suelo

Lamento mucho tener que escribir esto, pero creo que va siendo hora. Hay en Jerez de la Frontera –mi ciudad– correctos, buenos, muy buenos y magníficos músicos jóvenes. También los hay discretos y menos que discretos. Estos últimos necesitan la oportunidad de ponerse delante de un público para poder seguir desarrollándose, como también de la comprensión por parte de ese público; no podemos pedirle la excelencia a los que están empezando.

Ahora bien, en el momento de ponerte delante de una audiencia tienes que cumplir unos mínimos. Mínimos "muy mínimos", pero que ahí están. Cuando no se está lo suficientemente preparado, lo mejor es seguir estudiando y limitar los conciertos a audiencias digamos que "internas". En el momento en que el público en general está llamado a acudir, tienes que haber alcanzado ese "mínimo muy mínimo" de dignidad. Porque si no, le estás faltando el respeto a esas personas que invierten su tiempo y –en caso de no ser gratuita la entrada– su dinero en escucharte.

Hay formaciones musicales en Jerez que no están dando la talla. Les advertí en privado con todo el afecto mundo. Pues bien: han dejado de hablarme y siguen presentándose en público con un nivel que deja muchísimo que desear. Lo peor de todo es que creen que lo hacen bien, quizá porque gran parte de la audiencia está formada por familiares y los aplausos suelen ser estruendosos. Que no se dan cuenta de lo que está pasando lo demuestra la circunstancia de que difunden vídeos que evidencian mediocridad en toda su crudeza.

Como melómano que lleva muchos, muchos años escuchando orquestas jóvenes y adultas, buena y menos buenas, y ha escrito una nada desdeñable cantidad críticas musicales, les aviso esta vez en público. Si lo que quieren es recibir muchos aplausos jugando en casa y con las cartas marcadas –marchas de Semana Santa y cosas así–, adelante. Si lo que quieren es ser buenos músicos, lo mejor es dejar de dar conciertos por una temporada, trabajar durísimamente todos los aspectos técnicos, dejar fuera (¡qué remedio, eso también pasa en los equipos de fútbol, en las cuadrillas de costaleros y en cualquier formación en la que el equilibrio es necesario!) a aquellas personas que por tal o cual motivo no están a la altura, y luego volver con las pilas cargadas.

Siempre aplaudiré cualquier iniciativa joven, pero lo que no pienso es aplaudir cosas mal hechas. Chicos y chicas, poned los pies en el suelo.

La ROSS abre temporada con Plasson y la Sinfonía Fantástica…

…y la misma ROSS sigue ignorando por completo a quien firma estas líneas.

Tengo claro que la señora María Jesús Ruiz no va a mover un dedo por contar conmigo: aunque desde hace tiempo viene evidenciando su total desprecio hacia mi trabajo, ahora he logrado averiguar que llegó a vetar mi nombre para alguna conferencia cuando este fue propuesto. Por su parte Pedro Vázquez, el nuevo gerente de la formación hispalense, parece no haberle dado ningún toque de atención. O bien este señor sigue tan ocupadísimo en la autopromoción de su persona a través de los medios que no piensa en nada más, o bien opina sobre un servidor lo mismo que la responsable de relaciones externas. Tal vez sean las dos cosas a la vez.

Consecuencia: yo me seguiré perdiendo todos los conciertos de la Sinfónica de Sevilla –ni siquiera me planteo acudir motu proprio–, y la orquesta “se pierde” un medio, este blog, que me parece a mí que tiene bastante más lecturas que las reseñas musicales que se escriben en otras páginas web que sí están acreditadas y en las que el nivel intelectual no pasa de una mezcla de datos tomados de la Wikipedia con soflamas de ideología “de género” –que si Butterfly, Carmen e incluso Cenerentola son denigrantes a la mujeres– porque el crítico de turno es incapaz de distinguir el Beethoven de Toscanini del de Fürtwangler o el de Backhaus del de Barenboim. La poca vergüenza no conoce límites. 

 

Foto de Pedro Vázquez por Irewarrior - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=87249423

lunes, 11 de octubre de 2021

Madama Butterfly en el Maestranza: al servicio de Puccini

Acudí a la última de las funciones -sábado 9 de octubre- de Madama Butterfly con el que el Teatro de la Maestranza recuperaba el cien por cien de su aforo pensando que me iba a encontrar con una de esas veladas operísticas que tanto le gustan a muchos aficionados: una voz de nivel mayúsculo y el resto discreto sin más. Pues no. Ni Ermonela Jaho, aun espléndida, alcanzó el nivel de lo sublime, ni el resto se quedó en la medianía. Fue una de esas raras producciones en la que todo se movió entre lo solvente y lo notabilísimo, sin que flojeara absolutamente nada. Quien salió beneficiado de semejante circunstancia fue Giacomo Puccini, cuya obra no fue utilizada ni por el divo o la diva de turno deseando exhibirse, ni tampoco por el director de escena más o menos genialoide (¡ay Dios mío, lo que ha hecho Rafa Villalobos con Tosca parece que se verá pronto por aquí!) que viene a contarnos su historia destrozando la dramaturgia original y montando otra que ver con la idea del compositor y con su música. Lo que vimos fue una Butterfly equilibrada, sólida y de dignísimo nivel que pasó como un suspiro y fue calurosamente aplaudida por el respetable durante largos minutos.

A mí lo que más me gustó fue la producción escénica, quizá la mejor que he visto –en directo o en filmación de este título–. Seguir el libreto al pie de la letra puede ser peligroso: se puede caer tanto en el tópico como en la cursilería. Recuérdese que de esta última ni siquiera se libró el mismísimo Jean-Pierre Ponnelle –con audio sublime de Freni, Domingo y Karajan, eso sí–. Tampoco sirve el distanciamiento, como se pudo apreciar en la reflexión metalingüística que proponía Mario Gas con aquella propuesta en la que asistíamos al rodaje de una película sobre Butterfly. Joan Anton Rechi hace lo más sencillo y, a su vez, lo más difícil: ofrecer una perfecta mezcla de sensatez, buen gusto y dominio de los recursos teatrales. Trasladar la historia hasta el momento de la bomba atómica sirve a efectos dramáticos sin convertir el asunto en un mero panfleto contra el imperialismo estadounidense, mientras que las ruinas entre las cuales se desarrolla la acción pone de relieve la crudeza del drama sin caer en el feísmo. Al personaje de Pinkerton se le retrata con todo su merecido cerdismo sin pasarse de rosca. Orientalismo de tarjeta postal, el justo: escena de la boda. Personajes como Suzuki o el Bonzo están muy bien tratados, mientras que la protagonista es cualquier cosa menos una adolescente frágil e ingenua: tras la caída de la bomba –fin del acto primero– es todo entereza, firmeza en los ideales y sacrificio por los demás. La dirección de actores, espléndida, lo mismo que la utilización de la plataforma giratoria. Buena la escenografía de Alfons Flores, irreprochable el vestuario de Mercè Paloma y maravillosa la iluminación de Alberto Rodríguez, que apostó por un tenebrismo lleno de sentido. Las magníficas fotos que le he robado a Julio Rodríguez y su blog A través del cristal les darán una idea de lo que digo.

Bien a secas la batuta de Alain Guingal, con dos excepciones: el flácido y deshilachado fugato inicial y toda la escena del suicidio, mucho antes decibélica –por no decir vulgar– que desgarrada. Pero quitando ese arranque y ese final, el maestro francés concertó con enorme solvencia, sacó buen partido a una Sinfónica de Sevilla que sigue todavía sufriendo los efectos de la era Axelrod y llevó la obra con nervio y pulso interno suficientes. Se echaron de menos un tratamiento más refinado de la tímbrica y, sobre todo, mayor magia poética en determinados momentos clave.

 

Ermonela Jaho fue de menos a más en un rol de exigencia extrema. La soprano posee un buen instrumento de carácter lírico y canta con técnica de enorme solidez, pero en el primer acto ni su voz se encuentra cómoda ni su temperamento expresivo termina de encajar con la recién casada: en el dúo se muestra más bien fría. A partir de ahí, se crece de manera considerable y ofrece una Cio-Cio-San que aun no siendo no del todo italiana, careciendo esa morbidez en el canto tan especial de la sublime Freni, sabe alcanzar un perfecto equilibrio entre belleza canora e intensidad expresiva, todo ello hasta alcanzar un final de enorme carga dramática. Me recordó un tanto, por concepto, a Renata Scotto con Barbirolli. El éxito entre el respetable estuvo más que justificado.

A Jorge de León ya le conocemos bien virtudes e insuficiencias: valentía en el canto, brillantez en el agudo y entrega expresiva por un lado, insuficiencias técnicas, escasa atención al matiz y discreto sentido de la cantabilidad por otro. Así las cosas, se entiende que sirviera a la perfección el lado chulesco del personaje –magnífico el tenor tinerfeño durante toda la conversación con Sharpless– al tiempo que se quedaba corto a la hora de disfrazarse de tierno y amoroso ante su víctima. Por cierto, ¿es su bigotito una referencia de esta producción escénica al propio Puccini, no precisamente un ejemplo de buen trato a las mujeres en la vida real?


Damián del Castillo se enfrentó a Sharpless con un instrumento más lírico de lo necesario, pero resolvió la papeleta más que satisfactoriamente haciendo gala de una línea de canto muy cuidada y de fina sensibilidad. Gemma Coma-Alabert hizo una más que correcta Suzuki, muy bien cantada y quizá algo impersonal. El Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza no lo hizo mal, pero en el celebérrimo “Coro a bocca chiusa” eché mucho de menos las maravillas que hicieron los de Valencia allá por diciembre de 2009 bajo la batuta de un tal Lorin Maazel. Qué tiempos aquellos…

viernes, 8 de octubre de 2021

La Madama Butterfly de Barbirolli, maravillosamente restaurada

¡Menuda restauración le ha hecho los señores de Warner a la Madama Butterfly que grabó Sir John Barbirolli para EMI en el Teatro de la Ópera de Roma allá por 1966! Escuchado el streaming de alta resolución, la música ofrece una presencia, una naturalidad y una vida sorprendentes para tratarse de un registro de cierta antigüedad. Los graves suenan redondos, ricos en armónicos. Los agudos son prístinos y el soplido de fondo apenas se nota. Por otra parte, la toma original recogía una gama dinámica suficiente y estaba atenta al equilibro de planos. Así las cosas, es una verdadera experiencia escuchar la labor del maestro londinense al frente de la orquesta romana. No solo todo está en su sitio, sin desajuste alguno: es que el análisis de líneas y planos sonoros es un prodigio, lo mismo que la sensibilidad a la hora de difuminar o afilar timbres según proceda.

Desde el punto de vista expresivo, podría pensarse que el adusto y dramático Sir John carga las tintas. No es del todo cierto: aunque el tercer acto va destilando poco a poco una atmósfera de lo más negra hasta alcanzar en la conclusión unas dosis considerables de desgarro, hay también muchísimo de delicadeza, sensualidad y lirismo en su lectura. Y hay, sobre todo, eso tan difícil de definir como inconfundible que se llama cantabilità. Karajan –en el registro con Freni– ofrecerá mayor opulencia sinfónica y refinamiento tímbrico, Sinopoli –también con la de Módena– tratará las texturas con magia insuperable y derrochará elevada poesía, pero Barbirolli supera a ambos en lo que al tratamiento “vocal” del fraseo se refiere: esa manera tan singular de trazar los arcos melódicos es justamente la que asociamos con el canto de Carlo Bergonzi, no en balde el Pinkerton de este registro. Matizadísimo, por cierto, aunque yo prefiero una visión menos complaciente del personaje.

En cualquier caso, lo que importa del elenco es que Renata Scotto es una de las más grandes recreadoras de Cio-Cio-San. Canta muy bien –algún sobreagudo gritado importa poco–, pero lo sobresaliente es cómo esta señora otorga credibilidad dramática a su personaje, marcando su evolución sin caer en la más mínima concesión de cara a la galería. Con ella no hay lugar para la fragilidad, para el ternurismo, ni para la lágrima. Ni siquiera se humedecen los ojos. Pero la Scotto nos deja, literalmente, con el corazón en un puño. Todo ello ofreciendo una visión muy convincente del personaje, todo dignidad y entereza. Aunque no podemos olvidar el timbre más cremoso y el canto más mórbido de la inolvidable Freni, aquí hay una Butterfly de referencia.

Anna di Stasio es una Susuki tan sólida como impersonal. Rolando Panerai hace un Sharpless lleno de humanidad, y Piero de Palma acierta por completo con un Goro en absoluto histriónico ni caricaturizado. En fin, un registro indispensable que gracias a la tecnología recupera ahora todo su esplendor.

sábado, 2 de octubre de 2021

James Bond y Bernarda Alba

Dos breves. Ojo, que hay SPOILER.

Ayer viernes vi No Time To Die. Me gustaron mucho los dos primeros tercios de la cinta, no tanto el último por culpa del villano, desdibujado en el guion y discretamente interpretado por el actor Rami Malek. La película termina como ya muchos estábamos imaginando. Lo que nadie podía esperar es que el homenaje a John Barry que realiza su banda sonora, de la que hablé en una entrada anterior, iba a continuar en los títulos finales con inclusión de We Have all Time in The World no ya como cita en la partitura de Hans Zimmer, sino en su versión original completa dirigida por Barry y cantada por Louis Amstrong, tal y como fue grabada para el disco de On Her Majesty’s Secret Service. Si aquella cinta protagonizada por George Lazenby, probablemente la mejor de toda la saga, ha terminado siendo referencia directa de esta otra que la cierra, no puede haber mejor broche musical que una canción que se cuenta entre las más hermosas que se hayan compuesto. Hasta siempre, James.


He decidido no acudir a La casa de Bernarda Alba esta noche. Primero, porque Miquel Ortega no me gusta como músico y creo que lo voy a pasar mal. Segundo, porque en la puesta en escena interviene Paco López, una persona que me desprecia profundamente. Tercero, porque estoy harto del Villamarta y de sus artistas predilectos. Lo he dicho muchas veces, de ahí la inquina antes referida: su directora Isamay Benavente utiliza el dinero público para beneficiar una y otra vez a la misma persona, que no es otra que su antecesor y maestro el susodicho Paco López. Lo lleva haciendo durante años. ¿Hay algún teatro del mundo en el que un solo nombre acapare tal cantidad de producciones? Entiendo que la señora Bevanente no va a renunciar de manera voluntaria a su cargo, pero como jerezano que paga sus impuestos tengo todo el derecho a desear su inmediata destitución. ¡Ya está bien de tanto descaro! El Villamarta necesita un soplo de aire fresco cuanto antes.

El Trío de Tchaikovsky, entre colegas: Capuçon, Soltani y Shani

Si todo ha salido bien, cuando se publique esta entrada seguiré en Budapest y estaré escuchando el Trío con piano op. 50.  Completada en ene...