sábado, 9 de mayo de 2020

Clásico y maravilloso Beethoven de Charlier y Engerer

Le debo a Ángel Carrascosa tanto la recomendación de este disco como el acceso a su contenido, puesto que ni tenía conocimiento de su existencia ni se encuentra en las plataformas de streaming que yo manejo. Lo editó Harmonia Mundi en 1996, y contiene las Sonatas para violín y piano nº 7, 8 y 9, “a Kreutzer”, de Ludwig van Beethoven, en interpretaciones de Olivier Charlier y Brigitte Engerer recogidas por una toma de sonido excepcional.


Las dos sonatas op. 30 me han gustado todavía más que a quien me hizo la recomendación. En ellas nos encontramos a un violinista de sonido delicado en el mejor de los sentidos, sin duda hermosísimo, junto con un piano no especialmente robusto pero sí muy cálido, ofreciendo lecturas de apropiado corte “clásico” –las obras fueron publicadas en 1803, cuando el autor andaba escribiendo la Heroica– , expuestas con tanta elegancia como naturalidad, enorme belleza melódica y perfecto equilibrio tanto sonoro como expresivo, lo que no impide que las tensiones afloren en los movimientos iniciales de ambas páginas, o en el Finale de la nº 7, ni tampoco que el Allegro vivace conclusivo de la nº 8 esté lleno de maravilloso desenfado y se encuentre salpimentada con una mezcla de rusticidad y picardía muy conveniente.

En cualquier caso, coincido con Ángel en que lo mejor del disco es una Kreutzer antológica, quizá la mejor que he escuchado: si las de Zukerman con Barenboim y Vengerov con Markovich, admirables ambas, ponían de relieve los aspectos más dramáticos de la página, esta otra llegan a una perfecta síntesis entre aquellos y lo que la música tiene de elegancia, de delicadeza, de ternura, de humanismo… ¡y de belleza sonora! Porque desde el punto de vista meramente formal, parece bien difícil ir más lejos en lo que a hermosura se refiere. Y no, tensiones y claroscuros no quedan en segundo plano. Simplemente, se exponen sin nerviosismo alguno, manteniendo el más perfecto equilibrio clásico y sin necesidad de desplegar tormentas “protorrománticas”. Una maravilla.

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