Al menos lo es por la labor de Sir Colin. Este fracasa en una obertura pesadota e hinchada. Defrauda asimismo en algunos números en los que se escora hacia lo excesivamente amable, incluso hacia lo coqueto. Pero en líneas generales da muestras no solo de excelencia a la hora de planificar, de administrar tensiones y de trazar líneas –soberbia la fuga final–, sino también de convicción y de expresividad. La orquesta y el coro, el de John Aldis aquí acreditado como “London Symphony Chorus”, funcionan bastante bien. Y resulta entrañable, con todos los tics de la época, el clave de Leslie Pearson.
En realidad, si este registro hoy queda forzosamente en un segundo plano es por culpa del solo aceptable equipo de cantantes: Hearther Harper no está en buena forma, Helen Watts y John Wakefield se limitan a cumplir y John Shirley-Quirk (¿falta este señor en alguna grabación británica de oratorio realizada en los años sesenta o setenta?) muestra su acreditada solvencia sin ir más allá. Tampoco la toma sonora es muy allá: en el Blu-ray audio en que he tenido la oportunidad de escuchar este registro suena bien, pero solo eso.
Mi recomendación para ustedes, en cualquier caso, es que escuchen El Mesías hoy Martes Santo. Sí, han leído bien: fue el propio Haendel quien estableció la tradición de hacerlo en esta fecha. Arriba les dejo el vídeo de la última versión de Sir Colin arriba referida, ya les digo que excelsa para mi gusto y quizá la más recomendable de todas. Y para escuchar la página con maneras “históricamente informadas”, ni lo duden: Pinnock, McCreesh y Christophers –la segunda que grabó, en modo alguno la primera–. Aprovechen este encierro forzoso y disfruten, una vez más, de esta excelsa música.
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