Sigue Muerte y transfiguración de Richard Strauss, auténtica especialidad de la casa y una absoluta genialidad interpretativa en varias de las grabaciones que nos ha legado el maestro. Todo transcurre con lentitud perfectamente sostenida, cantando las melodías un lirismo hondo y sincero a más no poder, ofreciendo el más rico sentido del color imaginable, mostrando garra dramática a flor de piel y alcanzando una grandiosidad sin pesadez alguna en el mágico final, que progresa con absoluta minuciosidad y una tan implacable como minuciosamente planificada tensión interna. Ni que decir tiene Celi logra revelarnos mil y un detalles nuevos en la orquestación, particularmente en la polifonía y en los timbres. En fin, un prodigio.
Sinfonía nº 4 de Johannes Brahms para terminar. Esta toma es el último testimonio que tenemos de Celibidache dirigiendo la página, y un buen muestrario tanto de las enormes virtudes como de las discutibles excentricidades que caracterizaban al maestro rumano. El primer movimiento, de manera magistral, parece ir materializándose de la nada, y a partir de ahí se desarrolla en una línea atmosférica, otoñal y llena de recovecos expresivos, en absoluto arrebatada pero admirablemente dirigida hacia un final que sabe acumular fuerza y tensión; las melodías están muy bien paladeadas y Celi maneja a la orquesta con plasticidad subyugante. El segundo ya es más discutible, no ya por las lentitudes sino por un fraseo mucho antes bruckneriano que brahmsiano, incluyendo frases sin duda mágicas, pero que rompen el discurso horizontal y plantean una transfiguración espiritual que no viene al caso. Está muy bien el tercero, musculado y trazado con un empuje bajo riguroso control, si bien resulta antes serio que “giocoso”. El cuarto arranca con incomprensible flojera, ofrece momentos extraordinarios, se ralentiza de manera extrema y peligrosa en las variaciones centrales, y luego ofrece detalles creativos que en unas ocasiones resultan acertados y en otras quiebran seriamente la tensión interna.
Se ofrecen dos propinas. Primero la Danza húngara nº 1 de Brahms, que comienza de manera soberbia y cae en las peores excentricidades en la sección central. La segunda, por el contrario, es magistral: una Polca pizzicato de Johann y Joseph Strauss libérrima pero genial, llena de picardía sofisticada y monumental como demostración del dominio de la agógica.
1 comentario:
Perdón. Esto no tiene nada que ver con este post. Pero quería llamarles la atención sobre este enlace:
https://www.arte.tv/fr/videos/082784-000-A/andris-nelsons-dirige-la-symphonie-resurrection/
Sólo está disponible hasta el día 11
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