lunes, 6 de agosto de 2018

Genialidades (y excentrocidades) de Celibidache en Tokio

Interesantísimo este doble compacto del sello Altus que recoge  un concierto de Sergiu Celibidache y la Filarmónica de Múnich ofrecido en Tokio el 15 de octubre de 1986. El programa se abría con un compositor poco asociado al arte de Celi: nada menos que Gioacchino Rossini y su obertura de La gazza ladra. Lo cierto es que los resultados son memorables, todo un prodigio de transparencia, elegancia y encanto, en el que se hace gala de un fino pero nada ingenuo sentido del humor, un rico colorido y una admirable sonoridad sinfónica que sabe ofrecer densidad sin caer en lo pesante, y ligereza sin  rozar lo cursi. Solo pierde por la poca agilidad de la cuerda, no siempre empastada. Por eso mismo recomiendo escuchar la increíble, descomunal grabación "oficial" de los mismos intérpretes editada por EMI, ya de 1996, todavía más lenta (11'07'' frente a los 10'16 de la velada japonesa), aún más depurada en lo sonoro e inspirada en la expresión.



Sigue Muerte y transfiguración de Richard Strauss, auténtica especialidad de la casa y una absoluta genialidad interpretativa en varias de las grabaciones que nos ha legado el maestro. Todo transcurre con lentitud perfectamente sostenida, cantando las melodías un lirismo hondo y sincero a más no poder, ofreciendo el más rico sentido del color imaginable, mostrando garra dramática a flor de piel y alcanzando una grandiosidad sin pesadez alguna en el mágico final, que progresa con absoluta minuciosidad y una tan implacable como minuciosamente planificada tensión interna. Ni que decir tiene Celi logra revelarnos mil y un detalles nuevos en la orquestación, particularmente en la polifonía y en los timbres. En fin, un prodigio.

Sinfonía nº 4 de Johannes Brahms para terminar. Esta toma es el último testimonio que tenemos de Celibidache dirigiendo la página, y un buen muestrario tanto de las enormes virtudes como de las discutibles excentricidades que caracterizaban al maestro rumano. El primer movimiento, de manera magistral, parece ir materializándose de la nada, y a partir de ahí se desarrolla en una línea atmosférica, otoñal y llena de recovecos expresivos, en absoluto arrebatada pero admirablemente dirigida hacia un final que sabe acumular fuerza y tensión; las melodías están muy bien paladeadas y Celi maneja a la orquesta con plasticidad subyugante. El segundo ya es más discutible, no ya por las lentitudes sino por un fraseo mucho antes bruckneriano que brahmsiano, incluyendo frases sin duda mágicas, pero que rompen el discurso horizontal y plantean una transfiguración espiritual que no viene al caso. Está muy bien el tercero, musculado y trazado con un empuje bajo riguroso control, si bien resulta antes serio que “giocoso”. El cuarto arranca con incomprensible flojera, ofrece momentos extraordinarios, se ralentiza de manera extrema y peligrosa en las variaciones centrales, y luego ofrece detalles creativos que en unas ocasiones resultan acertados y en otras quiebran seriamente la tensión interna.

Se ofrecen dos propinas. Primero la Danza húngara nº 1 de Brahms, que comienza de manera soberbia y cae en las peores excentricidades en la sección central. La segunda, por el contrario, es magistral: una Polca pizzicato de Johann y Joseph Strauss libérrima pero genial, llena de picardía sofisticada y monumental como demostración del dominio de la agógica.

1 comentario:

amd dijo...

Perdón. Esto no tiene nada que ver con este post. Pero quería llamarles la atención sobre este enlace:

https://www.arte.tv/fr/videos/082784-000-A/andris-nelsons-dirige-la-symphonie-resurrection/

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