Curiosísimo registro este,
realizado por DG en el Deutsches Museum de Múnich el 26 de agosto de 1978
aprovechando una gira de Leonard Bernstein y la Filarmónica de Israel. Incluye un
programa Mendelssohn en el que parece haberse perdido la obra concertante que
debía de completarlo, y no debe ser confundido con las sinfonías nº 4 y 5 que
los mismos intérpretes registraron para idéntico sello el año anterior en Tel
Aviv.
Tanto la obertura de Las Hébridas como la Sinfonía escocesa reciben
lecturas muy representativas de las maneras de Lenny, esto es, llenas de
frescura y de comunicatividad, revestidas de una enorme espontaneidad –a pesar
de que solo pueden ser resultado de una concienzuda labor en los ensayos– y
cargadas de una electricidad de lo más refrescante. Ahora bien, los resultados
no terminan de convencer en la obertura: los pasajes más ensoñados (¡qué mágico,
increíble comienzo el de la partitura!) no desprenden ese particular balanceo,
esa bruma y esa sensualidad que demandan, mientras que los tempestuosos, aun muy
bien planteados en lo sonoro –buen equilibrio de planos, apreciable claridad,
intervenciones de maderas y metales llenas de decisión– se dejan llevar por el
nerviosismo. Imposible aquí olvidar los testimonios fonográficos, irrepetibles,
de Otto Klemperer y Pau Casals.
En la sinfonía las cosas funcionan mucho mejor, y aunque en la introducción
se podía pedir un poco más de magia, de vuelo poético, la enorme energía de la
batuta despliega tal tormenta en el primer movimiento que uno no puede quedar
sino impresionado. En el Vivace ma non troppo Lenny se permite dar rienda suelta
a sus impulsos y cae precisamente en el “troppo”, pero de nuevo es tal la descarga
eléctrica, y tan notable el virtuosismo que extrae de una orquesta que tampoco
es muy allá, que el resultado, bullicioso a más no poder, termina enganchando
de principio a fin.
En el Adagio el control de Bernstein sobre sí mismo es
absoluto, desplegando un aliento poético que sabe ser ciertamente
hermoso –la cantabilidad del fraseo es digna de admiración–, pero también poner
de relieve la amargura que desprenden las notas; siempre con permiso de
Klemperer, claro está, que eso es otra dimensión. El movimiento conclusivo
arranca con muy considerable energía, pero luego sabe sosegarse, paladear las
melodías y concluir con emotiva grandeza. Que los metales de la orquesta se
queden algo corto importa poco, porque a la postre se trata de una lectura de
muy alto nivel global cuya audición –ahora circula una remasterización en HD– recomiendo a todo el mundo.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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