He conseguido en YouTube la retransmisión televisiva del segundo de los conciertos ofrecidos este año por Daniel Barenboim y su West-Eastern Divan Orchestra en el Festival de Salzburgo, concretamente el del pasado 17 de agosto. La toma sonora sufre compresión dinámica, pero aun así se puede disfrutar de la excelencia artística de un auténtico genio de la interpretación musical en el mejor momento de su carrera. Y no solo de él, sino también de una Lisa Batiashvili repitiendo el milagro de su grabación del Concierto para violín de Tchaikovsky realizada hace tres años junto al maestro para DG.
De este modo, y haciendo gala de un sonido increíblemente bello, carnoso en
el centro y con un sobreagudo que parece milagroso, la joven artista georgiana
ofrece una interpretación eminentemente lírica, fraseada con una cantabilidad,
una delicadeza y una ternura difícilmente superables, pero por completo alejada
de los preciosismos y amaneramientos de otras grandes figuras del violín –pienso
ahora en la Mutter– que han intentado una aproximación semejante. Por otro lado,
su enorme agilidad digital le viene de maravilla a un Finale que aborda con un
planteamiento más efervescente que arrebatado, lo que no le impide rematarlo con
un considerable ardor. Barenboim arropa a la solista con ese particular sentido de lo amoroso, lo
cálido y lo sensual que ha adquirido a lo largo de los últimos años, fraseando
con amplitud, nobleza y emotividad, pero sin olvidar ofrecer esos clímax
dramáticos y esa fogosidad arrebatada que son marca de la casa. La conjunción de
los dos artistas vuelve a ofrecer, como en el disco, unos resultados memorables,
aunque ello no nos haga olvidar otras aproximaciones más temperamentales y
escarpadas.
Ya en la segunda parte –la filmación solo ofrece unos segundos de la polonesa
de Eugenio Oneguin que abría la velada, lástima–, Barenboim ofrece una
recreación de La mer en la línea de sus dos grabaciones con la Sinfónica
de Chicago del año 2000 que comenté brevemente hace tiempo en la discografía
comparada: una lectura reflexiva, concentrada y sensual, mucho antes
atmosférica que arrebatada, que sobresale ante todo por el carácter flexible y
orgánico de un fraseo en el que el maestro parece querer demostrar que, como
decía en referencia a Furtwängler, la dirección de orquesta no consiste sino en
el arte de la transición. Diría que todavía esta recreación con la WEDO (por
cierto: formidable Cristina Gómez Godoy!), a todas luces más personal y
creativa que las anteriores, ha avanzado más aún en ese sentido: siendo cierto
que en el tercer movimiento se echan en falta electricidad y carácter
visionario, la resolución de todas las transiciones –en realidad, cada uno de
los movimientos está concebido como una única transición– ofrece una
minuciosidad en la planificación (¡qué increíble técnica de batuta!) y una magia
poética que quien escribe estas líneas ha escuchado en pocas, poquísimas
interpretaciones de esta obra maestra de Claude Debussy.
Creo que en el Poema del éxtasis –magnífica idea ponerla junto a la
página del francés: sus paralelismos quedan más a la vista que nunca– Barenboim
también supera sus dos lecturas discográficas anteriores, con París y Chicago
respectivamente. Diré más: esta interpretación de la página de Alexander
Scriabin es de lo mejor que le he escuchado al maestro en su faceta de
director en los últimos años, que ya es decir. No encuentro palabras para
hacerle justicia. Inútil apuntar la increíble voluptuosidad del fraseo, ni
sensualidad de la tímbrica, ni la fascinación de las texturas, ni el carácter
orgánico de una arquitectura al mismo tiempo flexible y perfectamente lógica, ni
la fuerza visionaria alcanzada en los clímax… Hay que escucharlo para creerlo.
Háganlo cuando antes, antes de que quiten el vídeo de en medio. Por favor.
3 comentarios:
Gracias por la recomendación. ¡Vamos a ello! Por cierto, yo también estoy disfrutando del Beethoven de Kubelik,que no conocía, via Spotify. Lo encuentro muy personal,vibrante, pero aún no tengo una idea clara, sólo he escuchado la séptima y la octava una única vez. Saludos desde Almería.
El video de ese concierto (con mejor imagen y sonido) lo teneis en ese sitio web de la Europa más oriental que casi todos conoceis.
Increíble el tratamiento de las dinámicas en el Poema de Scriabin. Sin perjuicio de ello, creo que la última lectura de Svetlanov con la Russian State Symphony Orchestra (1996) sigue siendo globalmente superior.
Saludos!
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