jueves, 28 de septiembre de 2017

Reiner en Wagner y Strauss: brillantez, electricidad y epidermis

Interesante este disco con obras de Wagner y Richard Strauss en interpretaciones de Frizt Reiner al frente de la Sinfónica de Chicago, grabado con sonido espléndido para la época –un punto estridente en el caso del segundo autor citado– por los ingenieros de la RCA. Interesante por lo que alberga de bueno, pero también por mostrarnos los puntos débiles del gran maestro de origen húngaro, que algunos tenía.


Ya en el preludio del acto primero de Meistersingers quedan claras sus virtudes: trazo firme, atención tanto a la arquitectura global como al detalle, sentido teatral, brillantez bien entendida, absoluta ausencia de pesadez y una apreciable electricidad. Características, por cierto, que todas juntas no dejan de anticipar las manera de hacer de Sir Georg Solti con la misma orquesta. Pero también se pone en evidencia la falta de sintonía de Reiner con el idioma wagneriano, independientemente de su experiencia de foso: todo suena un tanto seco, escasamente sensual, falto de lirismo y de profundidad emotiva. Con todo, no podemos dejar de aplaudir el carácter bullicioso de la secuencia humorística, en perfecta sintonía con unas maderas que son un prodigio de virtuosismo y están tratadas con admirable claridad, siempre con permiso de un Otto Klemperer que realizó verdaderos prodigios en su registro para EMI.

En el preludio del acto III de la misma ópera se notan aún más las insuficiencias, por razones obvias: falta esa dimensión metafísica, esa hondura espiritual que caracteriza la página. El fragmento enlaza sin solución de continuidad con la danza de los aprendices y la entrada de los maestros, magníficamente dichas pero sin obtener todo el partido posible. De nuevo Klemperer es referencia indispensable.

No cambian las cosas en Götterdämerung. A Reiner le suena todo muy bien, pero no del todo a Wagner. El amanecer carece de misterio, si bien su climax refleja de manera abrasadora la temperatura erótica del encuentro entre Sigfrido y Brunilda. Fresco, animado y colorista el viaje por el Rin, mas no del todo poético, rematándose con un final de concierto más bien decibélico. Defrauda la marcha fúnebre de Sigfrido: lineal y poco matizada, escasa de atmósfera y un tanto castrense.

Don Juan de Strauss para terminar. Haciendo un verdadero derroche de adrenalina y virtuosismo, el maestro de Budapest y la formidable orquesta norteamericana ofrecen la lectura en ellos esperable, fogosa a más no poder, llena de sentido teatral, colorista en el mejor sentido –la tímbrica es rica y adecuadamente incisiva– y siempre de una enorme inmediatez expresiva. El problema es el mismo de la grabación de idénticos intérpretes seis años atrás, también para RCA: aunque no deja de paladear con sosiego los momentos amorosos, con frecuencia Reiner se precipita, frasea con rigidez y no es capaz de combinar la referida electricidad de su batuta con una buena dosis de esa sensualidad voluptuosa que también demandan los pentagramas. Tanto ardor juvenil, a la postre, termina eclipsando los aspectos más amorosos y poéticos de esta música.

9 comentarios:

Nemo dijo...

Reiner es un director literalista, como Szell o Solti. Todos brillantísimos. No son directores románticos, para nada, y tampoco suelen ser atrevidos (quitando algún caso de Szell). Buscan el punto justo (estilo, tempi), la brillantez, la claridad en la arquitectura, etc. A mi me gustan mucho los tres, que tienen grandes logros discográficos, pero también otras grabaciones que, siendo técnicamente siempre deslumbrantes, no me acaban de llegar. Quizás por Reiner ha pasado más el tiempo, por el sonido y por ser de una generación anterior. Solti era 15 años más joven que Szell, y este 9 más joven que Reiner. Considerando lo que se hacía en su época, no extraña que Reiner fuera un director que deslumbrara (el sonido de RCA era espectacular, quizás el mejor de la segunda mitad de los 50 y principios de los 60, y Chicago ya era una orquesta fuera de serie).

Klemperer es otra cosa. Un antirromántico, sí, pero no literalista. Inclasificable. Un gamberro tan original que es difícil compararlo con otros, o tratar de meterlo en una corriente o un estilo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Completamente de acuerdo, Nemo. Gracias por enriquecer mis apreciaciones.

Nemo dijo...

Gracias a ti Fernando por este blog, que es un estímulo intelectual y cultural interesantísimo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¿De verdad, Nemo? Puede que lo sea, pero para cuatro o cinco frikis que aun defendemos ciertas maneras de ver la música y determinadas interpretativas. Tengo la sensación de que está todo perdido. Cuando leo ciertas cosas...

Hace poco he tenido la oportunidad de leer dos críticas de esas que le hacen a uno perder toda esperanza. No quiero dar más pistas para no tener problemas con sus respectivos autores, pero verá usted, estos señores han asistido a sendos conciertos que les han entusiasmado y, para concretar ese entusiasmo, han utilizado calificativos aplicados a la interpretación que a ellos les parecen muy positivos mientras que mí me parecen horripilantes. Vamos, que cuando a mí me dicen que una interpretación de ese música es "xxxxx" y "xxxxx", lo que hago es pensar que ha de ser deleznable. ¡Y a ellos les encanta! No solo eso: dicen que así se renuevan las maneras de hacer, que así se limpia de polvo y paja, que así que como hay que hacerlo... Y claro, estos señores no solo están encantadísimos de conocerse y piensan que lo hacen mucho mejor que todos los que le rodean, sino que escriben en medios importartes y cuentan con cierta capacidad para difundir sus gustos. Gusto respetabilísimos, pero que un servidor no comparte en absoluto e incluso considera perjudiciales a la hora de formar un buen paladar musical: a mí me parece que siguiendo sus criterios, la música se transformaría en un juego de sonidos trivial y cursi, pobre en densidad intelectual, aunque con muchísimos efectos especiales. O seal lo mismo que hoy se lleva en cine. Probablemente usted comparta esta opinión, a tenor de las muchas opiniones que le he leído.

Ya le digo, todo perdido. Quedamos cuatro gatos.

Nemo dijo...

No está mal que haya diversidad interpretativa y de gustos. Las modas pasan. Lo que tiene valor permanece, o vuelve. Lo frívolo, acomodaticio, superficial... cansa más pronto que tarde.

Lo importante es hacer escuchar, explicarse, invitar a contrastar, que el neófito perciba esa diversidad que mencionaba y que las víctimas de la moda, cuando se cansen o agoten lo que les han ofrecido, sepan que hay otra cosa, cuyo valor se defiende con elocuencia, con argumentos y referencias, en alguna parte, accesible. Por eso estos blogs son importantes (pienso en el suyo y el de Ángel Carrascosa, por ejemplo).

Las personas sensibles e inteligentes responden cuando perciben una contradicción, otro punto de vista, una polémica razonada. Indagan, cuestionan.

Por todo eso decía que vuestra aportación cultural es de enorme importancia. Y si no hay más referencias como las vuestras, es una pena. Podría haberlas, porque hay estupendos críticos que comparten vuestros puntos de vista a grandes rasgos, pero no quieren cuidar de un blog. Dos fuentes de esta calidad ya es algo. Yo las difundo lo que puedo.

Nemo dijo...

No está mal que haya diversidad interpretativa y de gustos. Las modas pasan. Lo que tiene valor permanece, o vuelve. Lo frívolo, acomodaticio, superficial... cansa más pronto que tarde.

Lo importante es hacer escuchar, explicarse, invitar a contrastar, que el neófito perciba esa diversidad que mencionaba y que las víctimas de la moda, cuando se cansen o agoten lo que les han ofrecido, sepan que hay otra cosa, cuyo valor se defiende con elocuencia, con argumentos y referencias, en alguna parte, accesible. Por eso estos blogs son importantes (pienso en el suyo y el de Ángel Carrascosa, por ejemplo).

Las personas sensibles e inteligentes responden cuando perciben una contradicción, otro punto de vista, una polémica razonada. Indagan, cuestionan.

Por todo eso decía que vuestra aportación cultural es de enorme importancia. Y si no hay más referencias como las vuestras, es una pena. Podría haberlas, porque hay estupendos críticos que comparten vuestros puntos de vista a grandes rasgos, pero no quieren cuidar de un blog. Dos fuentes de esta calidad ya es algo. Yo las difundo lo que puedo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Por descontado, la variedad de criterios es excelente y la oportunidad de contrastar opiniones es sumamente enriquecedora, pero echo de menos que se escriba más en España sobre estos repertorios y sobre estos intérpretes. Léase "repertorio tradicional" e "intérpretes de la tradición". Luego, que gusten unos u otros (a unos Abbado, a otros Barenboim, a aquellos de más allá Heifetz, a los del fondo Richter) es secundario. Tengo la sensación de que se escucha a mucho intérprete actual y a pocos del pasado no muy lejano. Y que se tiende cada vez más a la trivialidad en la interpretación. No digo que en el pasado no hubiera intérpretes superficiales, ¡claro que los había! Pero en estos tiempos que corren, quizá por efecto de los bombarbeos de imagen y sonido a través de los medios a los que estamos sometidos, lo que alcanza éxito es el impacto inmediato, el efecto de cara a la galería, el fogonazo... Montaje acelerado y efectos especiales a tope, que no dé tiempo a pensar. La reflexión casi parece proscrita, confundida con "brumas y pesadeces germánicas".

Conozco a algunos críticos musicales que fueron sensacionales y lo han querido dejar. Uno de ellos reniega completamente de la crítica musical y dice que todos somos unos narcisistas (¡qué cosas, él que practicó esa actividad con intensidad!). A otros dos les he intentado convencer mil veces de que se hagan un blog, pero no hay manera. Que no tienen tiempo, que no merece la pena... ¡Tendrían tantas cosas apasionantes que decir! Y también conozco a uno que fue admirable y que, aunque sigue escribiendo, ahora solo lo hace vendiéndose a los deseos de las casas discográficas. Ya le digo, Nemo, un verdedero desastre.

Nemo dijo...

Han ocurrido muchas cosas en estos últimos años, con efectos sobre la interpretación musical y los gustos del público.

La primera es el hundimiento de la industria del disco. Antes, se escuchaba música en discos. En casa, la gente ponía un disco. Si querías explorar, la radio. Hoy eso es cosa del pasado. Mucha gente joven no sabe lo que es eso. Ni siquiera lo que es comprar un archivo. Hoy escuchan listas de temas. No aguantarían medio disco de los Rolling Stones. Les parecería monótono, aburrido. El melómano siempre ha sido algo diferente, pero buena parte de los aficionados actuales, los más jóvenes, no aguantarían una sinfonía entera de Mahler ni atados. Necesitan emociones fuertes, variedad y músicos-estrella. En el mundo clásico ha habido estrellas mediáticas, siempre, pero no tantas, y algunas eran sólidos músicos. Hoy son muchos más, y por lo que veo, muy jóvenes, todos con estéticas rockeras, o new age, románticos de diseño, etc. grabando obras de enorme dificultad con los dientes de leche todavía.

La edad media en las salas de conciertos va aumentando. Esa es otra. Los teatros de ópera y las salas de concierto se mantienen por las jugosas subvenciones. En Estados Unidos, por las contribuciones, que desgravan, de los ricos. Pero alguna institución señera ya se tambalea, y en Europa las crisis dejan tiritando a museos y orquestas (sobre todo aquí, donde eso se considera "fiestas mayores". No digo que vaya a desaparecer la Filarmónica de Berlín (aunque podríamos verla en manos de un Gerguiev, cosa impensable hace 30 años), pero sí otras instituciones periféricas, sobre todo en algunos países con un sustrato musical más débil.

El resultado de todo lo anterior es un cambio en los gustos del público potencial, y desesperación por parte de los oferentes, que tratan de conectar con él. Personalmente creo que es una batalla perdida. La ópera como arte vivo ha desaparecido, y hoy los teatros son medio museos. Que no está mal, pero es lo que es. La música que se compone en nuestra época tiene otros cauces. Lo mismo podemos decir de las salas sinfónicas, algunas monstruosas (la que Nouvel le construyó a Boulez en París, sin ir más lejos, porque algunas antiguas son más reducidas). Eso tuvo sentido durante una época, pero creo que cada vez costará más llenarlas. El público de cierta edad, que va, quiere oír lo de siempre, y probablemente sus referencias son las de siempre, y por eso los cambios no son tan rápidos. Pero cuando estos vayan desapareciendo, y la cantidad de público total menguando, veremos más cambios a la desesperada. No se trata de criterios historicistas, que pueden ser rigurosos y adecuados para algunas músicas que antes no se hacían, sino de ofrecer en el mundo clásico algo competitivo, comparable, con las experiencias musicales de "ahí fuera". Y ahí se abre la veda. Uno no sabe si asiste a un concierto o una "performance", un "happening" o un espectáculo de rock. Y esa tendencia se acentuará con el tiempo. Vamos, seguirá.

Pero siempre habrá un público, aunque menguante en número, que busque algo más. Muchos serán rebotados de la frivolidad rampante. Y las grandes referencias estarán ahí, esperándoles.




Bruno dijo...

Bueno, a los conciertos van los mayores "mayoritariamente". Pero esos viejos se renuevan. Los jóvenes que van llegando a viejos. La música clásica nunca será mayoritaria porque entenderla cuesta tiempo, esfuerzo de audición y atención y una predisposición cultural. Algo que nuestros políticos odian para que no se les vea el culo negro que tienen.
Respecto a la crítica musical les propongo un ejemplo. Leemos libros con nuestra voz interior. Normalmente muy poco educada. Imagínense que los "leyéramos" a los voz de los más afamados elocuentes. (No encuentro la palabra y no quiero decir ni locutor ni actor. Buenos lectores)
Encontraríamos diferencias por todas partes. Con la música parece lo mismo. Hay muchos caminos para desbrozar una obra, aparte de una ejecución mas o menos correcta. Y dentro de esos caminos comparamos a unos intérpretes con otros. Cuestión de gustos. Gran placer de descubrir esa variedad en la obra del autor.

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