martes, 7 de marzo de 2017

Milos, un guitarrista excepcional

Confieso que me asaltan los prejuicios cada vez que un sello clásico lanza un disco con un chico guapo o una chica mona hasta entonces desconocidos, sin que sepamos otra cosa de ellos que lo que lucen en la portada. La cosa huele a cuerno quemado, pero a veces resulta que detrás de la fachada hay un artista excepcional. Es el caso: a tenor de los tres CD que hasta ahora le he escuchado –en total tiene cuatro–, uno con música española y latinoamericana llamado Pasión, otro dedicado a los Beatles y el que ahora voy a comentar, Aranjuez, Miloš Karadaglić (Montenegro, 1983) es un guitarrista excepcional. O lo era: se ha retirado hace unos meses por un problema médico con su mano.


Contando con la complicidad de nada menos que Nézet-Séquin y Filarmónica de Londres, tuvo la oportunidad de registrar en el año 2013 para DG las dos obras más famosas de Joaquín Rodrigo, empezando por el celebérrimo Concierto de Aranjuez. Los resultados fueron reveladores. Y es que solista y director coincidieron en ofrecer una recreación alejada del tópico, poco neoclásica y escasamente contemplativa, que en los movimientos extremos está fraseada de manera angulosa e incisiva, mirando hacia Stravinsky sin perder vivacidad y sentido del humor –pícaro antes que amable–, mientras que en el segundo, aun lejos de la hondura trágica con que han recreado esta celebérrima página John Williams y Barenboim en sus dos grabaciones, las turbulencias asoman aportando claroscuros, desgarro e intensidad dramática. La guitarra de Karadaglić, llena de inflexiones expresivas dichas con imaginación y el mejor gusto, sin concesiones de cara a la galería, se sitúa entre las mejores que he escuchado en la obra. ¿Versión de referencia? Tal vez.

Ya en solitario, Milos –con su nombre de pila lo promocionaba Deutsche Grammophon– deja más claro aún en los siguientes tracks su enorme categoría. La transcripción de Le tombeau de Claude Debussy recrea a la perfección el embrujo de la escritura de su autor, Manuel de Falla. En la Farruca del Sombrero de tres picos demuestra los colores que es capaz de extraer de su instrumento (¡qué técnica más asombrosa!), además de un sentido de lo "racial" de una autenticidad y una garra encomiables. Y volviendo a Rodrigo, en Invocación y danza Homenaje a Manuel de Falla demuestra concentración y sentido del misterio en un altísimo grado.

Claro que lo mejor del disco viene al final, con la Fantasía para un gentilhombre. Aquí Milos ofrece un verdadero derroche de imaginación, exquisitez y buen gusto, descubriéndonos a través de multitud de acentos, colores, e inflexiones una obra que en sus manos parece nueva, fresca, poética y comunicativa a más no poder, muy alejada del mero pastiche de la música de Gaspar Sanz que se supone que es. Tal es el prodigio que obra aquí el guitarrista montenegrino. Yannick no ofrece una interpretación tan personal como en Aranjuez, pero sí que aporta toda la sal y pimienta digamos que stravinskianas en los pocos momentos en los que se le ofrece la ocasión, al tiempo que despliega enorme elegancia, perfecto equilibrio neoclásico y una depuración sonora asombrosa. También impagable en este sentido una Filarmónica de Londres que rinde de manera extraordinaria. Y la toma sonora, sin duda la mejor que yo haya escuchado nunca en el repertorio para guitarra y orquesta.

En fin, un disco para no perdérselo. Y recemos para que Milos se recupere: ¡qué lástima sería perder a un guitarrista de semejante talento a los pocos años de hacerse famoso y con solo cuatro discos en el mercado!

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