Aun sin estar a la incomparable altura de su Romeo y Julieta, el ballet La Cenicienta me parece una de las más grandes partituras de Sergei Prokofiev, y desde luego una página que debería haber sido mucho más frecuentada por las compañías discográficas. Hasta ahora conocía solo dos registros de la obra completa. Uno, el que grabó en los años sesenta Genaddi Rozhdestvensky al frente de la Gran Orquesta Sinfónica de la RTV de la URSS: si no fuera por un "Vals de la media noche" rutinario, sin
misterio y un punto precipitado, se trataría de una referencia absoluta por
ofrecer una enorme dosis de garra y teatralidad, un riquísimo colorido y, sin
dejar a un lado ni los aspectos oníricos ni los melancólicos, potenciar la
vertiente más humorística y corrosiva de la partitura. El otro, el de André Previn y la Sinfónica de Londres grabado en abril de 1983 para EMI, menos personal y menos ácido que el del director moscovita, pero también más equilibrado y atento a la vertiente feérica de la obra, amén de preferible en el citado vals.
Por desgracia, la tecnología falló en los dos casos: la grabación rusa se ve lastrada por una molesta distorsión –también en la edición de Audiopile Classics, que es la que tengo–, y la del sello británico estuvo muy por debajo de la media de la época. Venturosamente he podido escuchar esta noche otro registro que, aun siendo tan solo un mes anterior en el tiempo al de Previn, sí que ofrece una toma sonora sensacional: el de Ashkenazy y la Orquesta de Cleveland para el sello que por aquel entonces realizó algunas de las mejores grabaciones digitales que se han escuchado, obviamente Decca. Naturalidad, relieve, sentido espacial, limpieza, equilibrio y brillantez sin efectismos son sus señas de identidad.
Lo mejor es que la interpretación es espléndida, muy en la línea de la de Previn aunque fallando –como lo hacía Rozhdestvensky, que por lo demás quizá siga siendo el mejor de los tres– en el "Vals de la media noche": en sus dos apariciones le suena a Ashkenazy algo rígido, poco voluptuoso, no todo lo insinuante y ambiguo que debería. Por lo demás, el de Gorki acierta plenamente con el estilo de Prokofiev. Sabe ser socarrón e incisivo cuando debe, ofrece sarcasmo en una dosis muy adecuada y comprende muy bien el sentido de lo juguetón, lo estrafalario y lo pintoresco, al tiempo que deja volar las melodías con una calidez y una cantabilidad de raíz tchaikovskiana, con una melancolía de profunda emotividad, sin perder fuelle en el discurso narrativo, caer en languideces ni quedarse en lo contemplativo. La teatralidad, la variedad expresiva, la convicción y la garra dramática están por completo garantizadas, como también lo están el sentido del color, la agilidad bien entendida y la transparencia orquestal, circunstancia esta última a la que no es ajena la calidad de la Orquesta de Cleveland, trabajada con pinceles finos y un virtuosismo técnico que evidencian la calidad que tuvo la batuta del joven Ashkenazy. Y la convicción, y la potencia comunicativa. Virtudes todas ellas que, por desgracia, iría perdiendo con el paso del tiempo. Pero esa es otra historia.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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3 comentarios:
Leído y comprado, sólo tenía a Previn.
Gracias, Fernando, por la recomendación.
De nada, Ignacio. Un placer recomendar este disco que a mí también se me había escapado durante años pese a contener una interpretación estupenda de una música que adoro.
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