Para esta mañana del día de Navidad he decidido sentarme tranquilo en el
salón de mi casa –estoy otra vez en Jerez, obviamente– a ver el DVD, editado en
su momento por el sello NVC Arts, de la filmación de
El cascanueces realizada en
el Covent Garden en enero de 1985, en entonces nueva producción escénica a cargo de Peter Wright. Mi interés, comprobar cómo aborda Gennadi
Rozhdestvensky –que ya tenía una grabación en audio de 1960 con la Orquesta del
Bolshoi– una partitura tan maravillosa como, en principio, poco afín a sus
maneras directoriales. Ya saben: el maestro del sarcasmo y la negrura –con
permiso de Klemperer, que es otro mundo– enfrentado a una música que debe sonar
refinada, deliciosa y elegante, entre otras cosas.
Pues bien, lo cierto es que su interpretación no consigue ser ninguna de esas
cosas. Pero sí que es intensa, vehemente, y por momentos –paso a dos–
arrebatada, está llena de sentido teatral y posee un sentido del humor incisivo
–tratamiento de las maderas– y con picardía que resulta muy adecuado. Se
agradece además la sonoridad rústica en el mejor de los sentidos con que el
maestro moscovita hace sonar a la Orquesta de la Royal Opera House, trabajada no
diré que con refinamiento ni atención al detalle, pero sí con claridad en la
articulación y riqueza de colores. Desde luego, no es un trabajo "de foso" al uso, de esos al servicio de los bailarines. De evanescencias, languideces,
preciosismos o edulcoramientos, ni rastro. ¡Qué alivio!
Sí que hay azúcar, y en dosis decididamente cargantes, en la escenografía de Julia Trevelyan Oman, francamente vistosa y espectacular en la primera parte pero ridícula en la segunda. De ballet no sé nada: me limito a decir que la
coreografía parece ser una revisión de Peter Wright de la original de Lev
Ivanov, realizando algún corte en la partitura que no se tenía que haber hecho. De nuevo la primera mitad del espectáculo funciona mucho mejor que la otra desde el punto de vista dramático, pero aquí la culpa puede estar en el libreto original. Los bailarines son muy buenos, sin que ninguno de ellos me haya llamado particularmente la atención.
En fin, si
asumimos que el noventa por ciento de las producciones escénicas de esta obra
maestra de Tchaikovsky están llenas de cursilería, se puede disfrutar un
espectáculo que interesa ante todo por la notable dirección musical de
Rozhdestvensky. La filmación es más que correcta –con añadidos televisivos que
redondean las soluciones escénicas–, pero el sonido se ve lastrado por una fuerte compresión dinámica. Es estereofónico, eso sí. Yo me lo he pasado bien.
Ah, en este blog he comentado también las grabaciones en CD de
Gergiev y
Rattle, más el DVD de
Barenboim. Absolutamente revelador en lo musical este último. ¡Feliz Navidad a todos!
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