domingo, 8 de junio de 2014

Pogorelich en Úbeda: impresentabilidad extrema

Hace ahora justo una semana, el domingo 1 de junio a las 20:30 horas, presencié en la iglesia del Hospital de Santiago de Úbeda el peor recital de piano que he escuchado en mi vida, al tiempo que uno de los comportamientos más impresentables que uno de puede imaginar de un artista frente a su público y frente a sus clientes, en este caso el XXVI Festival de Música y Danza de la ciudad jiennense. El protagonista de todo ello fue Ivo Pogorelich, del que últimamente he hablado varias veces por aquí: no hace falta extenderme ahora sobre su increíble técnica ni sobre sus desconcertantes criterios interpretativos. Me limitaré a decir qué ocurrió en este monográfico Beethoven.

La velada empezó, con un poco de retraso, haciéndole entrega del premio anual que concede la Asociación de Amigos de la Música de Úbeda. En el discurso se dijeron tres cosas: que es un artista extraordinario, que hay que admirar sus colaboraciones con causas altruistas y que es una suerte que haya vuelto a los escenarios después de haber estado retirado durante varios años tras el fallecimiento de su esposa. Tras esta breve intervención no hubo agradecimiento por parte del pianista, que invitó a quienes le hacían entrega del galardón a volver "a camerinos”. Tras unos minutos de inquietud apareció el director del festival, Antonio Sánchez Montoya, a quien le tocó dirigirse al respetable: Pogorelich había detectado móviles encendidos en la sala, de tal forma que si veía a alguien tomando fotos, “el concierto finalizaría inmediatamente”.


Tuvimos que esperar otra vez varios minutos antes de que Pogorelich se dignara a salir al escenario. “Nueva bronca”, pensé; más tarde se vería que estuve acertado. Finalmente el divo se sentó al piano: jamás he visto a pianista más distante y engreído en sus ademanes, ¡Hasta para quitarse una pelusa de la chaqueta resulta estirado! Por supuesto, la presencia de una chica pasando las páginas era absolutamente innecesaria.

Abría el recital la Sonata nº 8, Patética. Las cosas quedaron claras desde el principio: claridad digital extrema, amplísima gama dinámica y riquísimos colores frente a un sonido muy poco adecuado para el genial sordo de Bonn, un fraseo desinteresado por el legato y por el carácter orgánico de la escritura beethoveniana, rebuscamiento a la hora de colocar acentos y, desde luego, grave frialdad expresiva. Aquello estaba soberanamente bien tocado, pero no había quien se lo creyera. De humanismo beethoveniano, ni hablemos.

Sin apenas levantarse del asiento ni dirigir el más pequeño gesto de agradecimiento (o sea, de respeto) al público, Pogorelich desgranó el Rondó op. 129 beethoveniano de manera admirable, poniendo no solo su impresionante técnica sino también su gran instinto musical al servicio de la partitura, no de sí mismo. ¡Bravo!

Y ahí acabo la cosa, porque en el movimiento inicial de la Sonata op. 54, nº 22, ese mismo que interpreta formidablemente Javier Perianes, el pianista croata realizó el mayor destrozo de una partitura que ustedes puedan imaginar. Las notas se encontraban ahí, sí, pero las demás indicaciones estaban alteradas sin coherencia, sin sentido, sin discurso musical: todo sonaba artificial, forzado, pretencioso, cuando no abiertamente ridículo, además de terriblemente desarticulado en su arquitectura. El segundo movimiento funciono muchísimo mejor, porque aquí a Pogorelich se le acabaron las ocurrencias, pero ya era demasiado tarde.

Tras el intermedio, volvió a subir al estrado el director del Festival: “el maestro nos exige que pidamos disculpas por las falsedades que hemos dicho sobre él en el discurso de la entrega del premio”. ¿Será imbécil? En muchos sitios se puede leer que Pogorelich dejó la actividad pianística afectado por la muerta de su maestra y esposa, y si eso no es del todo cierto, pues se lo comenta en privado a los organizadores al terminar el concierto y santas pascuas. No necesita que le pidan públicamente disculpas. Más bien es usted quien debería pedírselas a Beethoven por lo que hizo a continuación con su Sonata nº 23, Appassionata, con esos acentos ridículos y esos parones interminables ajenos a cualquier idea expresiva detrás. Otro destrozo en toda regla, vamos. Recuerdo lo que me dije a mí mismo cuando terminó: si a Gulda le puse de “nota” un 4 en la comparativa que realicé en este blog, a Pogorelich no le pondría más de un 2. Aberrante.

Se cerró oficialmente el recital con la breve y apolínea Sonata nº 24, A Teresa. No recuerdo muy bien lo que me pareció, la verdad, porque yo estaba ya por los suelos; en cualquier caso, estuvo en la misma línea que la anterior.

La propina llegó de manera inmediata, sin esperar aplausos: algo lejanamente parecido al Nocturno op. 48 nº 1 de Chopin, pero que en manos de nuestro artista sonaba a Scriabin. Por cierto, ¡qué increíble crescendo en medio de semejante lección de pretenciosidad y divismo! Si Pogorelich quisiera, podría ser el mejor pianista del mundo. No será así: lo que le interesa es demostrar su “verdad revelada” al resto de los mortales. Y no dejó de haber entre el público quienes salieron creyendo haber visto a Dios.

6 comentarios:

Pablo dijo...

Pogorelich estuvo en el Maestranza hace unos años y recuerdo perfectamente que en el programa de mano también se relacionaba su retirada temporal con el fallecimiento de su esposa. Como no pasó nada, interpreto que no llegó a leerlo. También hizo entonces un Chopin "experimental" y acabó rompiéndose una cuerda del piano. Un show.

Bruno dijo...

¿Seguro que lo que no era verdad era lo de su temporal retirada?¿No se refería a que había que desmentir que era un artista extraordinario y/o que era altruista?
Este pianista siempre ha sido polemista, desde su concurso, creo que el de Chopin, y muy arbitrario a la hora de interpretar. Interpretar de forma "personal" la partitura. Ese juego, o se sigue o mejor dejarlo.
Veo que lo del robot se ha simplificado.

Nemo dijo...

Me he quedado de piedra al leer esto.
No debería consentírseles estas chulerías.
¿A cuento de qué?

Ricardo dijo...

Estimado Fernando: Debo decirte que admiro sobremanera tu gran cultura musical y tu pasión y desparpajo para referirte a una interpretación musical. Quiero ahora mostrarte un intercambio de mails que tuve con Ángel Carrascosa, a quien también admiro: "Ángel Carrascosa Almazán6 de mayo de 2014, 17:10
Estimado Ricardo:
No he escuchado una sola nota a este pianista, del que en internet no encuentro gran cosa. (¿Qué es eso de "Panovnik"?). Procuraré escuchar algo de él. Si su Op. 111 es "la más grande entre las grandes", como afirmas, tendrá que ser un gran pianista. Siento gran curiosidad.

Responder

Ricardo7 de mayo de 2014, 2:39
Estimado Ángel, gracias por tu pronta respuesta. Panovnik es una página rusa donde se encuentra música clásica en todo tipo de formatos: ape, flac, mp3, ogg, etc., se puede encontrar fácilmente escribiendo Panovnik en Google. Bueno, en este formato se encuentran las 3 últimas sonatas de Beethoven; pues bien, al escuchar el primer movimiento de la sonata op. 111. quedé enganchado. Era como escucharla por primera vez; velocidad justa, transparencia de lineas, y profundidad Beethoveniana. Esto vale para ambos movimientos. Antes también me pareció bastante mala la "ejecución" del correcaminos Gould. Después seguí escuchando esta obra pero ninguna me satisface como la del gran Anatoly Vedernikov. Tal vez Richter (que admiraba a Vedernikov), se le acerque.
Espero tu valiosa opinión de éste melómano que no te llega ni a los talones. Ricardo Araya Villalonga". En fin, me quedé con las ganas de saber su opinión, probablemente se olvidó, dado el cúmulo de trabajo que debe tener.
Debo confesar que también la última versión de Baremboim de esta obra, me ha parecido gloriosa; pero estimado Fernando, me interesa tu opinión acerca de Anatoly Vedernikov interpretando la sonata op. 111.
Un gran saludo desde Chile.
Ricardo Araya Villalonga.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pablo, no estuve en ese recital sevillano, pero se dijeron muchas cosas de él. Creo recordar que no buenas.

Bruno, sospecho que la razón por la que no le dieron el famoso premio Chopin pudo tener mucho que ver con su actitud personal.

Nemo, no sé a cuénto de qué actúa este señor así, pero está claro que se cree muy superior al resto de los mortales.

Ricardo, gracias por los inmerecidos elogios. Me temo que mi amigo Ángel Carrascosa no sabe descargharse audios de internet ni pasarlos a un CD. Intentaré obtener la grabación que dices y pasársela a Ángel cuando le vea el mes que viene. También intentaré escucharla yo, pero lo cierto es que ando bastante estresado: colgar cosas con regularidad en este blog me supone un esfuerzo muy grande y tengo mi "agenda" de audiciones bastante apretada. Pero procuraré hacerlo, lo prometo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Al anónimo, creo que valenciano, de las 23:23, decirle que no pienso publicar un solo mensaje más con ánimo provocador. Menos aún sin firma.

Le ruego que si le molesta algo este blog se abstenga de leerlo. Punto y final sobre el tema, para siempre. Cualquier otro mensaje en la misma línea irá directamente para la papelera.

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