miércoles, 29 de agosto de 2012

Reveladores Holst y Britten de Rozhdestvensky con la BBC

Notas de urgencia sobre el disco que acabo de terminar: Los planetas y la Guía de orquesta para jóvenes por Rozhdestvensky al frente de la Sinfónica de la BBC, en la breve etapa en la que fue titular de la misma, grabados en directo en marzo de 1980 en el Royal Festival Hall -deficiente acústica- y en junio de 1991 en Japón -suena peor aún- y recuperados ahora, al parecer después de un concienzudo proceso de restauración que ha hecho lo que ha podido por el sello Ica Classics. Me ha entusiasmado.


El maestro ruso hizo con la obra de Holst lo mismo que con Shostakovich: indagar en sus aspectos más amargos y siniestros, todo ello haciendo gala de un muy rico sentido del color, gran creatividad a la hora de frasear y sacando petróleo de una orquesta que por entonces no era precisamente para tirar cohetes. Heterodoxia total, pues, para una interpretación arriesgada, personal y con mucho de imaginación, sin llegar a los extremos de genialidad que en esta misma línea ofreció en su momento Bernard Herrmann, pero también sin resultar tan discutible en determinados momentos.

Con Rozhdesvensky Marte es hosco, opresivo y especialmente siniestro; su Venus es lento, primorosamente paladeado, muy emotivo y sin asomo de blandura o narcisismo. Mercurio es por el contrario rápido, nervioso y escurridizo. Júpiter más solemne que alegre, con buen aliento lírico y un tratamiento incisivo de las maderas. Saturno arranca con una atmósfera muy gótica y concluye con gran nihilismo, como debe ser. Áspero y amargo Urano. Neptuno, más que místico, ofrece un inquietante distanciamiento. Si no fuera por la orquesta y por la toma sonora, esta interpretación la pondría en el podio de honor junto a las de Previn con la Sinfónica de Londres y la de Karajan con la Filarmónica de Berlín, que siguen siendo -sobre todo la última citada- favoritas de quien suscribe, sin menoscabo de mi afinidad con el citado Herrmann.

Lástima que el Britten tampoco suene lo suficientemente bien, porque se trata de una recreación sensacional por su claridad, por su tímbrica coloreada e incisiva, por el entusiasmo con que está llevada y, sobre todo, por la imaginación y personalidad que despliega un Rozhdestvensky que destila las mejores esencias humorísticas de la obra desde un punto de vista particularmente sarcástico y burlón. El resultado es revelador (¡nunca se había escuchado “tanta música” en esta obra eminentemente didáctica!) y arrebatador. Disco para no perderse.

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