miércoles, 18 de mayo de 2011

Abbado y La canción de la Tierra: triunfo total

Por fin se ha cumplido el sueño de muchos mahlerianos: Claudio Abbado ha hecho Das Lied von der Erde. Ha sido hace un rato, frente a la Filarmónica de Berlín, en un concierto conmemorando los cien años de la muerte de Gustav Mahler que quien esto suscribe ha podido seguir gracias a la Digital Concert Hall. ¿Resultados? A la altura de las circunstancias, con solo un reparo serio. Este no es otro que el estado vocal de Anne Sofie Von Otter, cada día menos mezzo y más soprano corta, que aun estando conmovedora recreando los poemas, ha sufrido lo suyo en los primeros minutos de “la despedida”. A ver si lo arreglan para la edición comercial y se redondea su -pese a todo- espléndida intervención. Magnífico Jonas Kaufmann, esta vez muy cómodo en lo vocal (la partitura le viene estupendamente para disimular sus defectos de emisión) y sencillamente irreprochable en lo expresivo, cantando con arrojo y sinceridad. ¡Bravo!

En cuando a Abbado, hemos tenido la suerte de que en esta ocasión ha disimulado sus defectos (tendencia a buscar sonidos ingrávidos, a descubrir detalles amanerados, a pasar por delante de los aspectos más desgarradores para deleitarse en el juego sonoro) y ha potenciado sus enormes virtudes: trazo firme, riquísimo colorido, asombroso trabajo con las texturas, admirable claridad -se han escuchado cosas nuevas-, agudo sentido teatral y una amplia variedad expresiva que, sin llegar a los extremos de negrura de un Klemperer, sabe inyectar toda la desesperación que esta música demanda sin dejar de atender a lo lúdico, lo desenfadado y hasta lo trivial. No se ha tratado, pues, de una interpretación personal, sino de un soberano ejercicio de ortodoxia mahleriana que también incluía, como no, su punto de decadencia bien entendida.

La belleza sonora, por lo demás, ha alcanzado en todo momento lo sublime, pero sin quedarse en la superficie, y la orquesta ha rendido a un nivel superior incluso a cuando la grabó con Carlo Maria Giulini. Total, que cuando salga en DVD será sin duda la referencia en este formato, por encima de Bernstein (que no estuvo tan concentrado ese día como cuando registró la pieza años atrás para Decca) y de Bychkov (aun así imprescindible por la Meier). El Adagio de la Décima Sinfonía que ha precedido la interpretación me ha parecido incluso superior al del otro día (enlace): intenso, apremiante, sincero, en el punto justo de equilibro entre romanticismo y expresionismo y -ni que decir tiene- bellísimamente sonado. Cálidos aplausos, enorme concierto. Lo mejor de Abbado en muchos años.


PS. Aprovecho para colocar un enlace a Youtube (¡qué rapidez se dan!) y para reconocer que, como me apuntan en los comentarios de abajo, quizá me excedí en mi entusiasmo hacia la interpretación. Precisamente en este fragmento pueden comprobar como Kaufmann pasa algún apuro (¿quién no, salvo Wunderlich?) y que el violín solista cae en alguna cursilería.

PS (2). La Filarmónica de Berlín ha obligado a retirar el vídeo de Youtube. Lo lamento mucho.

2 comentarios:

Pedro dijo...

Estimado Fernando:
Por primera vez, y sin que sirva de precedente, estoy en las antípodas de la opinión que tienes con respecto al concierto de esta noche.Leyendo y releyendo tu comentario, acierto a comprender que le das gran valor al hecho de que el italiano no haya caído en esa nebulosa sonicista en la que anda sumergido desde hace años. En eso si podemos coincidir, es de lo menos edulcorado que le he escuchado últimamente. Pero aún así me ha decepcionado casi todo.Quizá hoy no era mi día.
El adagio de la décima me ha parecido que estaba hasta poco ensayado. Me pareció escuchar demasiados deslices en los momentos a unísono de violas o de violines. El crescendo sobre el agudo de la trompeta me pareció muy blandito y, unos compases antes, la entrada en súbito fortísimo fue poco o nada contundente, más bien un caerse por un tobogán infantil. Que la filarmónica de Berlín suena impresionantemente bien no debe esconder que lo que verdaderamente se espera de estos señores y señoras y del magnífico director es TRASCENDER. En DLVDE, siento tener un concepto tan distinto de la interpretación de Kaufmann. Me pareció el menos ebrio de cuantos tenores escuché en mi vida, incluso le vi precipitado en alguna entrada, llevando a Abbado a dar algún volantazo que, como es técnicamente perfecto, apenas se notó. Con la Otter estamos de acuerdo en su poco adecuado registro para esta obra, pero ya parece que no se va a dejar aconsejar y, cada vez que se atreve con Mahler, pincha en hueso. Te confieso que después de escucharlos a los dos he cambiado de canal y mi iplus que lo estaba grabando en HD desde ArteHD lo he apagado.
Repito, quizá hoy no era mi día. O quizá nunca debí escuchar esta tarde a Klemperer con Ludwig y Wunderlicht, o toda la semana a Walter, Ferrier y Patzak.
Esperemos que el ciclo que voy a seguir a partir de mañana desde Leipzig me resulte menos irritante que lo de hoy, aunque mañana es Salonen, miedo me da.

Un saludo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias por compartir tus apreciaciones, Opoandalucía.

Estoy de acuerdo en que en la interpretación de Abbado ha habido poca trascendencia, pero eso en principio no me parece un defecto, sino una opción en el enfoque: la de ver la obra antes como una despedida de la vida, abrazándola intensamente en todo su esplendor, que como una anticipación de la muerte. Abbado ve la obra no mirando al más allá, sino al "más acá", y por ende ha primado los aspectos sensuales sobre los dramáticos. No es la opción que a mí más me guste, pero me ha resultado imposible no rendirme ante ella esta vez. En otras ocasiones, cuando el milanés se queda en el detalle exquisito, la ingravidez y en el hiperrefinamiento, sí que me he molestado, pero esta vez me ha parecido mucho más sincero y directo, menos rebuscado.

En cuanto al adagio de la Décima, es verdad que el clímax se ha escuchado mucho más desgarrador, pero tampoco ha llegado a parecerme una interpretación superficial.

De todas formas espero ver otra vez el concierto cuando lo cuelguen en el archivo y volver a reflexionar sobre el asunto. Lo mismo cambio de opinión.

En cuanto a las versiones de Walter y Klemperer, por descontado que son otra dimensión.

Del ciclo de Leipzig es la Séptima por Nézet-Seguin lo que más me interesa, a ver cómo sale.

Un saludo.

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