jueves, 17 de marzo de 2011

Mortier, progre “de pega”

No me ha gustado la programación que ha presentado el pasado martes Gerard Mortier para el Teatro Real. Por descontado que hay cosas muy interesantes, pero el conjunto no convence. Y eso que estoy de acuerdo con el belga en algunas cuestiones trascendentales. Por ejemplo, en que hay que renovar sustancialmente el repertorio. En que la ópera belcantista se encuentra sobrevalorada (¡ese Donizetti!) y tiene más presencia de la que debería. En que la lírica española -me refiero a épocas pretéritas, no a la creación contemporánea- alberga poquísimo interés, zarzuela aparte. En que hay que ofrecer líneas transversales que enriquezcan las perspectivas del público operístico. Y, sobre todo, en que la asistencia a un evento lírico debe ir mucho más allá del mero entretenimiento. No se trata en que las puestas en escenas deban contener un “mensaje” más o menos político, al estilo del teatro centroeuropeo que se puso de moda durante el periodo soviético y tanta influencia sigue teniendo en muchas producciones, sino más bien de que lo que veamos y escuchemos nos haga pensar; al igual que no tienen nada que ver el Beethoven de Furtwängler y el de Karajan (el primero busca la síntesis entre la filosofía y la emoción mientras que el segundo se decanta por la seducción de los sentidos), se debe apostar por cantantes, batutas y registas que tengan más interés por profundizar en el universo expresivo propuesto por el compositor y su libretista que por ofrecer un espectáculo vocal superficial y deslumbrar con puestas en escena tan suntuosas como vacías. Hasta ahí, perfecto.

Pero una cosa es lo expuesto y otra cosa muy distinta ningunear el repertorio tradicional para apostar no ya por la creación del siglo XX, lo que está muy bien habida cuenta del maltrato que habitualmente sufre, sino por lo marginal (Mercadante, Alfano), por lo extravagante (un remix de Monteverdi orquestado, un ballet sobre Verdi y Wagner), por la modernidad ecléctica más comercial (Golijov) o por lo provocador (el título encargado al líder del grupo "Antony and the Johnsons"). Por no hablar de la repetición de títulos ya vistos (Strauss, Shostakovich) cuando aún quedan muchísimos territorios en el siglo XX por explorar, y no digamos en los siglos XVII y XVIII.

Late en el fondo de esta propuesta un espíritu en buena medida tendencioso y simplificador: lo tradicional equivale a lo conservador, y por tanto a lo que hay que rechazar, mientras que lo progresista es lo que llama la atención por inhabitual o provocativo. Vamos, algo muy parecido a lo que le ocurre al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que intenta con determinados golpes de efecto más o menos “progres” (incluyendo enfrentamientos con la iglesia católica, a la que en realidad se sigue financiando desde el Estado) enmascarar una política económica casi tan neoliberal (o sea, tan de derechas) como la de los tiempos de su antecesor José María Aznar.

De todas formas lo peor de lo que ha hecho Mortier no es la programación en sí misma, sino lo que esta va a traer como consecuencia: una reacción en toda regla en el momento en el que el Partido Popular llegue al poder. Alguien dirá que estoy jugando peligrosamente con futuribles. Pues miren, precedentes hay. Cuando en los tiempos de Felipe González los socialistas preparaban la reapertura del teatro madrileño, el titulo inaugural era un Parsifal dirigido por Lorin Maazel y protagonizado por Plácido Domingo. En el momento en el que los populares ocuparon el gobierno, se apresuraron a sustituir el título wagneriano por una Vida Breve (¡menuda diferencia cualitativa en la partitura!) con un elenco de andar por casa y la gris dirección de García Navarro, director que gracias a sus vínculos con el partido logró arrebatar la titularidad al maestro inicialmente previsto, Antoni Ros Marbá. Al mismo tiempo, de la temporada organizada por Stéphane Lissner solo quedaron la bellísima producción de Zorrita Astuta a cargo de Nicholas Hytner y el Peter Grimes de Pappano, que terminaron convirtiéndose en los espectáculos más exitosos dentro de una nueva programación, mucho más previsible y rutinaria, preparada por Juan Cambreleng y el citado García Navarro.

Así que todo apunta a que, jaleados por la jauría de melómanos y críticos conservadores, que son legión, y usando como punta de lanza el progresismo “de pega” de Gerard Mortier, tras la previsible victoria del PP tendrá lugar una reacción que, si en aspectos de política social se nos antoja detestable y dañina, en lo que a la música culta se refiere, y más concretamente en lo que afecta al Teatro Real, conducirá a un retroceso que nos dejará en el siglo XIX, y no tanto en el repertorio sino -eso es lo grave- en lo que al concepto de lo que debe ser la ópera respecta. Las consecuencias las pagaremos durante lustros.

20 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola. No sólo repiten Shostakovich y Strauss como usted dice. De nuevo tenemos Pelléas, a pesar de que ya vimos uno muy bueno con Bayo y Keenlyside. Y por favor, no olvide que con ésta, ya será la tercera vez que nos ponen La clemenza di Tito. ¿Es que el pobre de MOzart no tiene más óperas?
Creo que toda esta cuestión no es un problema de ser pogre o conservador, rojo o azul,izquierdoso o derechoso,Pepero o Sociata,republicano o facha, aznarín o zapaterín, etc. Por Dios, todo ese discurso de la relación entre la cultura y la política es algo ya muy manido. El problema es bastante más evidente para cualquier aficionado: ningún teatro define nunca su línea de programación ni objetivos. Siempre es el Dulcamara de turno el que llega y programa lo que a él le gusta con los intérpretes que a él le interesan, para dejar su sello personal y que luego se hable de "la era Mortier", "la era Moral", "la era Sagi", etc. Y ya está, ese es el lío. Otra cosa es que luego cada uno se identifique con una era que vaya más acorde con sus gustos musicales. Y por favor, nada tienen que ver los gustos musicales con las diferentes corrientes o ideologías políticas, gracias a Dios; es sólo cuestión de sensibilidad diferente que tenemos cada ser humano para percibir una obra de arte.

joanpuig dijo...

Oiga deje de ser el panfleto socialista y centrese en el fenomeno musical.Como siga en esa linea dejo de leerlo.
att. Joan puig

gonzalo dijo...

Joan Puig, leer a este bloguero no es obligatorio. Es su blog y escribe lo que le da la real gana. No comparto algunas de las cosas que dice, pero Ud no puede exigirle nada a YNQUDM. También me carga la temporada del flamenco.

joanpuig dijo...

el senyor critico de ritmo tiene un discurso panfletario al modo de Garzon. Al igual que pasaba con mi admirado Angel mayo que era mas facha que la Falange ,al senyor Lopez se le ve el plumero de izquierdas.Asqueroso
Att Joan Puig.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias a todos por su participación.

En cuanto al señor Puig, indicarle que no es mi intención que se me vea ningún plumero: es que me declaro abiertamente de izquierdas. Nunca lo he ocultado ni lo pienso ocultar (cosa que sí hacen otros críticos y blogeros con sus ideologías, dicho sea de paso). Por eso, por ser de izquierdas, me considero distante del gobierno de Zapatero y a años luz de lo que propone Rajoy. Desdichadamente no encuentro a ningún partido político español que responda en la actualidad a mis ideas sobre lo que debe ser gobernar.

Debo además aclarar las definiciones que da el Diccionario de la Real Academia de "panfleto": 1. Libelo difamatorio. 2. Opúsculo de carácter agresivo. ¿Encaja eso con lo que yo he escrito?

Por cierto, el adjetivo "asqueroso" que aplica el señor Puig, ¿va por mí, por mis ideas o porque "se me ve el plumero"?

En cualquier caso, tiene tanta miga el asunto de política y música, como alguno de vosotros ha expuesto, que me permitiré escribir en otra entrada algunas líneas sobre la cuestión. Obviamente sin ánimo de pontificar: solo intento intercambiar opiniones, y si me permito pensar que lo que yo escriba tiene interés para alguien es porque lo que otros escriben (sobre música o sobre las cuestiones que me gusten) tiene para mí muchísimo interés, siempre o casi siempre.

Ismael G. Cabral dijo...

Suscribo casi por completo tu reflexión sobre la temporada que ha diseñado Mortier. Y aplaudo tu decisión de explicitar, sin tapujos, tu postura política. Lo del Real ha sido una completa decepción en todos los sentidos. Hay siglo XX, sí,pero ya visto. De barroco prácticamente ni rastro. Y de vanguardia o siglo XXI mejor ni hablemos. No comprendo como después de la culminación de la temporada con la impresionante "San Francisco de Asis", el belga encara la próxima con un pastiche del mediocre Boesmans por medio y un estreno firmado por un grupo popero... ¿Donde quedaron los Rihm, Hosokawa, Lachenmann y Berio que sí ha ido dando a conocer en otros teatros que ha dirigido?

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Estoy de acuerdo, Ismael, esos que citas son los autores que deberían haber programado, junto con algún Haendel, algún Rameau (¡ya va siendo hora, demonios!) y por descontado algo de Verdi o de Strauss que no se haya visto (no cito a Wagner porque de él sí que se ha hecho todo lo importante). Pero lo escogido parace más propio de la colección de Naxos de pesuntos "clásicos" contemporáneros. Un fiasco.

joanpuig dijo...

miren senyores en Barcelona asistimos este invierno a un espectaculo odioso como fue una Lulu muy desagradable en el montaje.Mi senyora y yo nos fuimos al poco de empezar el acto segundo tras asistir a actos sexuales de tipo pecaminoso,de caracter gratuito.No entendemos porque defienden operas con montajes de tan escaso decoro.
att. Joan Puig y senyora-

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Obviamente el tal Puig es un troll cachondo. Muy bueno lo de los "actos sexuales pecaminosos" y lo de la distinción entre nación (Catalunya, jajajaja) y región (Andalucía). Casi me lo creo.

Titus dijo...

Mira que a mí me cae bien Mortier, simpatizo especialmente con la capacidad de poner nerviosa a la carcundia que tiene, pero la verdad es que la temporada que ha montado es muy poco atractiva desde cualquier perspectiva.

Comparto tu visión pesimista sobre el futuro, desgraciadamente.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Es curioso, Titus, pero me pasa lo mismo que a ti. Me cae bien Mortier por cómo logra hacer sufrir a gente que no me gusta nada, pero luego... Me pasó viendo en directo por la tele el Murciélago con que se despidió de Salzburgo: me harté de reir viendo (o imaginando) las reacciones del aburgesado personal ante los despropósitos que se veían (¡y escuchaban!), pero como versión del título de Strauss fue una auténtica basura. El futuro, negro como el betún. Saludo

bruckner13 dijo...

De Strauss siempre se representan las mismas: Salomé, Elektra y Der Rosenkavalier. ¿Se ha programado alguna vez en el Real Capriccio? ¿O Daphne? Repetir y repetir las mismas obras sinceramente no me parece razonable, salvo que haya alguna razón artística de peso (un reparto excepcional por ejemplo).

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

De Strauss se ha programado, aparte de las que citas, La mujer sin sombra, que no es precisamente moco de pavo, pero faltan muchas otras. La repetición de Elektra se debe al deseo de Mortier de traer una producción escénica que le gusta especialmente... o de que su director de escena pesque un buen dinerito con las arcas públicas.

Debo añadir que la Elektra de Polanski en la Ópera de París con Mortier en París hace años en París fue excepcional (circula por ahí retransmisión televisiva), pero por desgracia cuando la hizo hace poco en el Liceu (hay también filmación) las cosas salieron de manera bastante menos satisfactoria. El tiempo no pasa en balde.

Luis cobos dijo...

Los teatros de opera tienen que equilibrar presupuestos haciendo Verdis y Puccinis para que te moleste la putita de turno con el ipod y la gorda del vison con el caramelo, para luego hacer Makropoulos, doctores Faustos y sonidos lejanos.

Ariodante dijo...

Vaya, Fernando ¿así que está de acuerdo con Mortier en que la creación lírica española de siglos anteriores tiene poco interés, zarzuela aparte? Qué lástima. En la cuestión del patrimonio musical español, Mortier patina de manera estrepitosa. Le hubiera convenido dejarse asesorar por profesionales españoles de la musicología, aunque quizás crea que no existimos. Fernando, es una pena que usted piense como Mortier en este tema. Hay muchos musicólogos españoles, ya desde hace años, que se esfuerzan en rescatar nuestro patrimonio lírico, para que luego se descalifique esta labor de un plumazo.
De otra manera, y con sus fallos, me gusta y me interesa la temporada diseñada por Mortier. Ya hace tiempo que huyo de los títulos de repertorio y quiero ver cosas nuevas. Pues sí.

Anónimo dijo...

Lo que se le olvida al señor Mortier y a los que le contrataron es que gestiona un teatro fundamentalmente sostenido con ERARIO PÚBLICO. Aquí no debe venir nadie, por muy genio que se crea, a "imponer sellos personales", o a "revolucionar" nada, sino a gestionar bien y a atender las demandas culturales del público a quien se debe. El Real no es un teatro experimental ni alternativo, entre otras cosas por que es el único de ópera estable que hay en Madrid, con sus características y su función primordial.
Prescindir en el Real del repertorio operístico de referencia en favor de experimentos de vanguardia o marginales (con todos los respetos, y siendo seguramente muy interesantes) es como si el Museo del Prado arrumbase de sus salas todos los cuadros actuales para contemplar en él únicamente obras pictóricas de "nueva ola".
Para eso tiene que haber otras salas y se tienen que buscar otros caminos, como en pintura ha podido hacerse con el Reina Sofía.
El señor Mortier ya ha salido "a gorrazos" de varios sitios por lo mismo, pero parece que los españoles no escarmentamos. Lo haremos sin remedio, porque no auguro una estancia muy larga del belga como director del Teatro, pero seguro que a costa de un dineral (el señor no cobra precisamente un sueldecito mileurista), que por supuesto habremos pagado todos.
Una práctica similar le ha costado el puesto a Nacho Duato, emperrado en convertir al Ballet Nacional Clásico en una compañía particular, donde promocionar las coreografías más rompedoras (sobre todo propias) y donde se abandonó el repertorio precisamente clásico, hasta echar a los habituales aficionados a la danza patrios de sus espectáculos.
En suma, la temporada venidera me temo que será una catástrofe y la desbandada de abonados espectacular (el tiempo dirá).
Además, su desprecio por lo español en su labor (confesado en rueda de prensa) es gravísimo, habiendo puesto a caldo tanto al repertorio (ni una obra nacional en la temporada) como a los cantantes españoles (ausentes), a los que directamente acusa de cantar sin estilo alguno. Es la puntilla.
En cuanto a las relaciones existentes entre cultura y política, es una discusión tan falsa como caduca y absurda. Identificar el repertorio vanguardista como "progre" o "de izquierdas" y el tradicional o antiguo como "de derechas" simplemente no es verdad. No hubo nadie en su momento más transgresor y contestatario que Mozart o Verdi, que sufrieron en sus obras el azote de la censura y cuyos postulados artísticos son atemporales (por eso son grandes) y perfectamente trasladables a hoy y seguro que a décadas o siglos venideros, gobierne quien gobierne. Lo mismo que hoy disfruta un militante de izquierdas (¿o no?) de las sinfonías de Beethoven o las óperas de Wagner, aún cuando fueran paradigmas del fascismo alemán. Ni Beethoven ni Wagner tuvieron la culpa.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Querida Ariodante, no descalifico en absoluto la labor de nuestra musicología. La labor de investigación musical me parece tan admirable (con sus más y sus menos, claro, que de todo habrá) como la que se realiza sobre historia de la escultura o sobre física nuclear. Pero una cosa es la labor investigadora, científica, y otra muy distinta la valoración estética.

Por explicarlo con un ejemplo, me parece maravilloso que se investigue la pintura española decimonónica, que se cataloguen correctamente los cuadros, se revise críticamente la bibliografía, se presenten nuevas publicaciones y se realicen las exposiciones necesarias para dar a conocer lo más interesante de este patrimonio (que no todo, claro está). Pero de ahí a decir que la producción pictórica del XIX sea buena hay un gran trecho. Sobre esta, nos dijo el sabio profesor que tuvimos en la facultad, por cierto gran especialista en pintura española, que "esa producción hay que estudiarla y conocerla, y una vez conocida, olvidarla".

Pues eso mismo tal vez podría ser aplicable a buena parte de la lírica española. ¿Estudiarla? Desde luego. ¿Llevarla a escena? Pues según qué casos. ¿Convertirla en "signo distintivo" del Teatro Real? A mi entender, no. Hay otros muchos repertorios de superior importancia que apenas han pisado el teatro de la Plaza de Oriente, empezando por el Barroco y terminando por la creación de los últimos sesenta años.

Con respecto a la música y la política, no coincido con Anónimo en que sea una discusión absurda. Me remito a mi entrada sobre la cuestión:

http://flvargasmachuca.blogspot.com/2011/03/sobre-opera-y-politica.html

M.A. dijo...

Lamento no compartir tu visión sobre la temporada. Me parece arriesgada, provocadora y pensada, entiendo, para captar nuevos públicos. Me interesa sobremanera esa Lady McBeth, y la opera al autor pop, habrá que verlo.
No creo, tampoco, que las consecuencias de las intenciones de Mortier sean con el tiempo las contrarias, suponiendo una reacción, eso sería opinar teniendo una obra de cristal. Lo que esi es sospechoso es que el principal protagonista de un teatro sea su director artístico, en lugar de los resultados.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

M. A., por descontado que la Lady Macbeth tiene mucho interés con esa producción y esa protagonista. En realidad, a mí me interesan por un motivo u otro la mayoría de los espectáculos que ha programado Mortier. Pero una cosa es que me interese a mí y otra muy distinta que como funcione como temporada. Si en vez de seleccionar estos títulos hubiera puesto "los de siempre", sin duda habría mucha gente interesada, muchísima más, pero eso tampoco sería una temporada decente.

A mi entender, un teatro financiado con dinero público tiene una obligación, por cierto muy parecida a la del eje que forman Museo del Prado y Reina Sofía: ofrecer una panorámica amplia y didáctica de lo mejor de cada estilo, atendiendo tanto a los gustos ya formados como a la apertura de nuevos horizontes. Y en ópera, habría que añadir, eso afecta tanto al marco cronológico de los títulos escogidos como a los parámetros estilísticos de las producciones escénicas.

Personalmente se me ocurren unos cuantos títulos que no se han hecho en el Real que perfectamente se podrían haber seleccionado en lugar de repetir otros ya vistos. Por ejemplo, Indias Galantes (o cualquier otro Rameau), Giulio Cesare, Trittico (que estaba previsto, maldita sea), Ángel de Fuego, Die Soldaten, Gran Macabro... O incluso algún Haydn.

No sé si me explico. Un saludo.

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