Lo primero que llama la atención es el discreto nivel del conjunto de Minkowski. En disco la cosa cuela porque se repite una vez y otra lo que haga falta hasta que la toma queda bien, pero en directo queda bien claro que la cuerda suena deshilachada, que las maderas carecen de personalidad y que los metales, además de no empastar con el conjunto, fallan de manera ostensible. El concertino es además de una mediocridad manifiesta. ¿Nuevos colores? Pues sí, claro: interpretar el repertorio decimonónico con instrumentos originales siempre aporta novedades más o menos interesantes. Lo que no me parece es que el cambio merezca la pena si la orquesta es como esta de Les Musiciens du Louvre-Grenoble.
En cuanto a Minkowski, soy consciente de que mi opinión es minoritaria: está considerado por muchos como uno de los grandes directores de nuestros días, particularmente para el repertorio barroco, pero a mí me parece un músico vulgar en lo técnico y más bien detestable en lo expresivo, toda vez que intenta -insisto: a mi modo de ver- suplir su incapacidad para trazar una correcta arquitectura, ofrecer variedad expresiva y matizar de manera sutil, haciendo uso de la más pura brocha gorda, esto es, buscando el contraste entre pasajes fraseados de manera pimpante y frívola con grandes estallidos decibélicos. Otra cosa es que la partitura que tenga por delante le ofrezca mayores o menores oportunidades para aplicar semejante práctica.
En la selección de Shylock, obra menor pero en cualquier caso muy interesante y cuya recuperación se agradece, el director francés se limita a realizar una labor correcta y un tanto banal -el tema shakesperiano pide mucho mayor compromiso expresivo- en la que hay que reprochar seriamente el solo del primer violín. En el ciclo de canciones de Berlioz, al contrario que en su lamentable Sinfonía Fantástica (enlace), al menos se queda en lo insulso. Donde está peor es en L'arlésienne, cuya hermosa música incidental -que es lo que aquí se toca, fragmentos corales incluidos, en lugar de las habituales suites- ofrece mayores ocasiones para evidenciar su descuido a la hora de equilibrar planos sonoros y, sobre todo, su tendencia al efectismo. Claro que esto no es nada en comparación con lo que Minkowsky hizo pocos meses después en su grabación oficial para el sello Naïve, en el que ofrece una Farandole (la de la suite, orquestada por Guiraud) digna de una chirigota de Cádiz y válida por sí misma para desacreditar a cualquier director “tradicional”. Como Monsieur Minkowski, que tanto debe a su buena amistad con uno de los gerifaltes de la Deutsche Grammophon, se escuda en los instrumentos originales y en la recuperación de tradiciones perdidas, nadie hay que se atreva a alzar la voz.
Dicho esto, se imaginarán ustedes que recomiendo al público de Canarias quedarse muy tranquilo en su casa. Pues no, porque en el concierto habrá -si todo funciona como es debido- algo maravilloso: Anne Sophie von Otter. Cierto es que la mezzo sueca no tiene la voz en las mejores condiciones posibles, pues cada vez le suena más a soprano corta, pero su manera de frasear a Berlioz con una dicción mórbida y sensual al tiempo que de exquisito distanciamiento ofrece ese punto justo de equilibrio que reclama el repertorio francés: puro hielo ardiente en la punta de los labios. Por ella y por la belleza del programa escogido es por lo que a mi modo de ver merece la pena acudir a los conciertos.
3 comentarios:
Minkowski:La mediocridad en estado puro.
¿creen de verdad que si este señor no tocara con las famosas cuerdas de tripa estaria dando conciertos por todo el mundo? Ni de broma.
¿creen igualmente que Norrington, malo donde los haya, si no hubiera tocado con cuerdas de tripa estaria donde está? Ni de coña
¿creen que Bruno Weill, que es la planicie expresiva por excelencia, si no hubiera grabado y tomado el pelo con sus cuerdas de tripa hubiera llegado donde está? ni de coña
Y el timo padre, el padre de todos los timos, el inefable Harnoncourt.
... escuchado anoche el programa francés en el Auditorio Alfredo Kraus, sólo puedo decir que este señor Minkowski es un verdadero plomo. Todo fue levísimo e insustancial, cuando no abiertamente vulgar. Cambió además la Sinfonía en Do por la Suite nº 1 de La Arlesiana. Poco importa, porque dudo que hubiese tenido mayor interés que la muy "rústica" suite. La Von Otter tiene ya poco volumen vocal -dudo mucho que en los anfiteatros del Auditorio se la oyese en condiciones- aunque frasea y expresa con gusto e intención. Algo es algo. Minkowski pasa por la música de Berlioz sin mayores complicaciones empleando una paleta de sonidos y recursos expresivos muy limitada, sin la más mínima pulsión romántica.
NO he oído mucho de él. LO que sé es que puso impedimentos para que radio clásica grabara su pasión según san Mateo en el Festival de Cuenca, y yo que quería escuchar a Christian Immler... Aquí un enlace a mi blog musical. Ay, tendría que ir un día al festival de Canarias... ¡Han pasado tantos grandes por allí...! Y seguirán pasando, evidentemente... Los protagonistas de mi blog también estuvieron, ¡je, je!
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