miércoles, 24 de marzo de 2010

Discografía de las sinfonías de Brahms (XVI): Muti, más forma que fondo

Riccardo Muti registró su integral sinfónica de Brahms entre 1988 (Segunda, Cuarta, Oberturas) y 1989 (resto). Dudo que haya una sola grabación que técnicamente supere con claridad a esta en definición tímbrica, equilibrio de planos y naturalidad. Dudo también que alguna vez se hayan ejecutado aún mejor estas partituras, tal es el grado de virtuosismo y flexibilidad de la prodigiosa Orquesta de Philadephia, que quien por entonces era su titular maneja con asombrosa plasticidad y obteniendo un sonido puramente brahmsiano, oscuro y empastadísimo. Y ello sin menoscabo alguno de la claridad instrumental, antes al contrario: esta es una de las integrales en la que mejor se oyen todas y cada una de las líneas del discurso, merced a una batuta que, sin perder de vista la arquitectura global ni caer en el rebuscamiento, disecciona la partitura con extrema minuciosidad. El maestro milanés dirige además con su habitual brillantez, con enorme ortodoxia y apartado de cualquier tipo de preciosismo sonoro. Sin embargo, pese a sus enormes virtudes, esta es una integral no muy convincente.

El problema es que Muti parece no sintonizar con el universo brahmsiano. Los aspectos épicos en general están bien servidos, con la brillantez y el carácter implacable -un tanto toscaniniano- habituales en su batuta, pero el trasfondo humanístico de las partituras, que ha de manifestarse a través de un fraseo muy concreto -tierno y cantable al tiempo que muy flexible- y de una atmósfera de considerable densidad, queda en general (con unan excepción que al final diremos) un tanto desdibujado. Al mismo tiempo, la hondura trágica y desgarrada en la que Brahms se sumerge sin perder nunca de vista el maravilloso equilibro “clásico” de la forma parece no interesar demasiado a Muti, cuyas versiones terminan resultando tan sólidas como superficiales, por no decir insinceras, aun todo ello -es necesario insistir- dentro de un nivel técnico absolutamente portentoso y haciendo gala de una irreprochable musicalidad.

Tras una introducción más bien lineal, el movimiento inicial de la Primera Sinfonía sale muy bien parado: vibrante, directo, musculoso y con mucha fuerza, aunque en la misma línea (pienso ahora en Solti) cosas mejores se han escuchado. Los dos centrales resultan por el contrario de una aséptica corrección, mientras que el emblemático movimiento final, escasamente matizado y no muy emotivo, llega a aburrir por momentos.

La Segunda recibe una interpretación de asombrosa claridad (se oye todo, todo) pero no muy centrada en lo expresivo. El Allegro non troppo resulta más bien indiferente hasta alcanzar los clímax centrales, muy bien planteados y resueltos; a partir de ahí alcanza una fuerza apreciable, ya que el vuelo lírico necesario. Tampoco es precisamente emotivo el segundo movimiento, aunque se agradece la ausencia de blandura y resulta interesante su enfoque dramático, por momentos encrespado. El Allegretto grazioso está llevado con muy buen pulso pero asimismo muestra una notable flexibilidad. El cuarto movimiento, finalmente, permite a Muti lucir todo el brío y la electricidad que caracterizan a su batuta, pero el maestro pasa un tanto de largo ante los claroscuros y termina dando la impresión de que dirige de cara a la galería.

La Tercera conoce en manos de Muti una recreación mucho antes épica que trágica, lo que no me parece lo ideal aunque tampoco resulta censurable semejante enfoque. Los movimientos extremos están, dentro de esa línea, bastante bien llevados, aunque el final de la obra debería ser menos lineal. En los dos centrales la sensación de indiferencia expresiva vuelve a evidenciarse, si bien se termina imponiendo la sobria belleza con que el maestro los hace sonar.

De las Variaciones Haydn se nos ofrece una versión un tanto fría y superficial, poco comunicativa, amén de escasamente personal o creativa, pasando Muti de largo por la mayoría de las variaciones sin matizarlas en lo expresivo.

La Obertura Académica recibe una lectura desconcertante. Sus cinco primeros minutos son pura rutina. A partir de ahí, Muti empieza a jugar con la agógica sin ofrecer una clara arquitectura global, alternándose momentos de mucho brío -aunque no muy espiritosos- con otros indiferentes e incluso sin pulso. El final es amplio y solemne mucho antes que festivo.

De la Obertura Trágica Muti ofrece, como no podía ser menos, una interpretación extrovertida, con garra dramática, pero quizá en exceso sobria y no muy profunda, más atenta al despliegue de las tensiones -por lo demás muy bien resueltas- que a la atmósfera: algunos pasajes que deberían estar más matizados.

¿Y qué pasa con la Cuarta Sinfonía? Aquí Muti se desmarca del resto de la integral y opta por un enfoque lírico y contemplativo, otoñal incluso, teñido de una evidente espiritualidad. De este modo, sin renunciar en absoluto a la tensión sonora y moderando solo un poco la garra dramática de los clímax, suaviza las aristas y frasea con mayor flexibilidad y creatividad que en las otras sinfonías, añadiendo una dosis de melancolía y de ternura en ellas ausente. Aun así, sigue faltando un último punto de compromiso expresivo: Giulini demostró en sus grabaciones -sobre todo en la de Viena-cómo se puede compaginar este enfoque digamos maduro, reflexivo y filosófico, con una gran dosis de esa tragedia que Muti no se atreve a mirar cara a cara.

5 comentarios:

bruckner13 dijo...

Tantas integrales de Brahms pero aún no has puesto la crítica de Giulini-Viena. :(
A ver si no te retrasas otros 6 meses. xD

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Sorry, voy por orden cronológico y tenía empacho brahmsiano...

Sobre la primera integral de Giulini están apareciendo unos magníficos análisis en el blog de Gino (http://estanochebarralibre.blogspot.com/), aunque no estoy en absoluto de acuerdo con su autor en que la integral del italiano en Viena está mucho menos lograda: para mí es todo lo contrario.

Eugenio Murcia Díaz dijo...

Hola, Fernando. No sé si conoces el dato de que Muti fue alumno de Nino Rota, y a ello le debemos que un gran director haya interpretado obras del a veces tan olvidado maestro milanés. Lo curioso es que Rota trató mucho a Karajan durante las estancias de este en Italia, y era tanta su modestia que nunca se aprovechó de la amistad del director para que este interpretara su obra. La verdad que si esto hubiera ocurrido mucha más gente conocería la obra de Rota. Un saludo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Perdona por el retraso en contestar, Eugenio. Gracias por la información. Sí conocía la vinculación de Muti con Rota, lo que en parte explica lo magnífico intérprete que este último es de la música de su maestro pese a la en principio escasa idoneidad de su modus operandi: poco tienen que ver la sana rusticidad, la furiosa tensión interna y la extroversión de su batuta con el lirismo melancólico, elegante y recogido de la escritura de rotiana. Tampoco parece que en lo personal sean fueran muy parecidos, ya que de Rota todo el mundo alaba su extrema modestia y su enorme bondad, y de Muti... pues no precisamente.

Lo que no sabía es lo de Karajan. Obviamente Rota nunca fue un "trepa". Pero tampoco me imagino a Don Heriberto interpretando su música, nada colorista ni espectacular. Comprendo que no tuviera ningún interés en ella, porque no le ofrecía oportunidad alguna para su habitual exhibicionismo. Saludos.

jmfurtwangler dijo...

Cuando tengas tiempo Fernando me gustaría conocer tu opinión sobre las diferencias entre Mutti y Abbado. No tiene doble intención esta pregunta. Simplemente que no lo tengo claro.
Mis principales referencias de Mutti guardan relación con las tropecientas mil veces que ha dirigido el concierto de año nuevo, donde la conclusión que he sacadado es que dentro de ese estilo enérgico y analítico está a años luz de la elegancia y estilo de Don Carlos Kleiber.

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