lunes, 22 de marzo de 2010

Chailly aborda los Bandemburgo

Aunque prefiero el repertorio barroco "con instrumentos originales", no tengo el menor reparo en disfrutar un Bach en plan “tradicional” siempre y cuando se respeten unas mínimas pautas estilísticas. En ese sentido no hay ningún problema en este registro en público de los Conciertos de Brandemburgo realizado en noviembre de 2007 (gran osadía para los tiempos de rigor historicista que corren) en el que Riccardo Chailly se pone al frente de nada menos que la Orquesta del Gewandhaus de Leipzig: la plantilla escogida es pequeña -nada que ver con lo que hacían Karajan y compañía tiempo atrás-, la articulación es ágil, el vibrato se encuentra muy moderado y se presta la suficiente atención al continuo. Los instrumentistas, ni que decir tiene, son de un virtuosismo encomiable y de una elevada musicalidad. Pero la versión no termina de convencer.

El problema es doble. El primero resulta más bien de orden estilístico: el milanés sustituye la teatralidad y el sentido de los contrastes del barroco por una frivolidad, una coquetería y una lánguida ensoñación que parecen más apropiadas para ciertas manifestaciones del Rococó que para el pleno barroco -a medio camino entre Italia, Francia y Centroeuropa- en el que estas seis magistrales creaciones se insertan. El segundo es diferente: los artistas, aun mostrándose en general cálidos y musicales, no abordan esta música siempre con convencimiento, sino bordeando a veces la indiferencia, cuando no la mera desgana. Los resultados son irregulares, incluso decepcionantes.

Es quizá el Concierto nº 1 el que sale mejor parado, con un primer movimiento que suena con la densidad y el vigor suficientes, un segundo no del todo poético en el que el violín parece algo desvaído, un tercero admirable por su entusiasmo y un cuarto dicho con tanta calidez como musicalidad. Y en él podemos ya admirar el clave de Michael Schoenheit, que ornamenta muy ricamente aunque quizá con una excesiva coquetería, como hace en el resto de los Brandemburgo.

Mucho peor parado sale el Concierto nº 2: el Allegro inicial resulta cuadriculado y no muy claro en su polifonía, el Andante le queda desvaído y el Allegro assai resulta rápido, precipitado y hasta machacón. Las cosas vuelven a mejorar con el Concierto nº 3, que recibe una interpretación cálida y musical, sobresaliendo un primer movimiento con más que suficiente ímpetu -y nada precipitado- y un tercero muy bien llevado, quizá no todo lo teatral que debiera. Falla el segundo, una dulzona improvisación fuera de estilo a cargo del violín de Sebastian Breuninger.

Continúan las irregularidades en el Concierto nº 4. El Allegro resulta amable y con algún punto de blandura poco conveniente. El Andante no solo no resulta muy poético sino que llega a parecer desganado. El Presto sí parece muy sólido, alcanzando un adecuado equilibrio entre introversión y extroversión.

No me convence el Concierto nº 5 pese a la enorme agilidad del clavecinista. El Allegro me parece un tanto precipitado, y por momentos de una ingravidez realmente molesta. El Affettuoso les queda a Chailly y los suyos más bien soso. El Allegro final resulta ágil y luminoso, aunque también algo pimpante, acorde con el tono coqueto de toda la interpretación. Habrá en cualquier caso personas que disfruten con semejante óptica de la obra.

Tampoco interesa el Concierto nº 6, excepción hecha de un primer movimiento que sabe ofrecer la la densidad sonora exacta, sin asomo de pesadez. Pero el Adagio ma non tanto me parece no ya dulzón sino gangoso, mientras que el Allegro final me resulta un tanto apagado. El clave se muestra ágil y ornamenta con riqueza, pero de modo más bien coqueto.

Habida cuenta de que el doble compacto aparece en serie cara, ¿a quién recomendar este disco? A los talibanes del historicismo desde luego que no. A los del adagiokarajan menos aún. Y a los amantes del que podemos llamar “estilo Leppard”, para entendernos, creo que tampoco: dentro del mismo enfoque "amable" de Chailly, Marriner y sus muchachos lo hicieron en su momento bastante mejor. Ya sé: grabación ideal para los abonados a la Orquesta del Gewandhaus. Yo seguiré teniendo como interpretaciones de cabecera las de Goebel (Archiv) y las del citado Leppard (Philips), tan diferentes entre sí pero igualmente maravillosas, aunque no me olvidaré de las de Koopman (Erato) ni de la recreación de algunos conciertos concretos por Pinnock, Alessandrini o Valetti.

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