lunes, 6 de julio de 2009

El anillo del Nibelungo en el Palau de Les Arts (II): el foso

En mi entrada anterior (enlace) ya manifesté estar de acuerdo con todos en que montar dos ciclos consecutivos del Anillo es un logro monumental, y más aún para un teatro con sólo tres años de vida. El que los resultados musicales haya sido, poniendo el listón en lo más alto y teniendo en mente a las grandes referencias del ayer y del hoy (los Kna, Solti, Barenboim y compañía), globalmente muy notables, otorgan los más prestigiosos laureles al ambicioso Palau de Les Arts y a todo su equipo. Pero ahora hay que matizar.

Irregular Mehta

Desconcertante la dirección de Zubin Mehta, por dos motivos. Uno de ellos, que en lugar de ofrecernos la sobredosis de opulencia orquestal, más impactante que refinada, en la que el maestro hindú es especialista, renunció a toda brillantez y usó pinceles finísimos para clarificar texturas y explicar pormenorizadamente cada uno de los leitmotivs. Hasta aquí, estupendo.

El otro motivo fue la extrema irregularidad de la que, aun siempre moviéndose dentro de semejantes parámetros, hizo gala su batuta. Ya dije en este blog (enlace) que no me gustó su Oro del Rin. Sólo la aparición del DVD grabado hace dos años dirá si es que Mehta concibe así el prólogo de la Tetralogía o, más bien, ensayó el título con escasa motivación para concentrarse en las tres jornadas.

Mehta_Valencia
Sea como fuere, su dirección de la noche del lunes 2 de junio me pareció lenta, flácida, deslavazada y aburrida, amén de muy escasamente matizada tanto en los aspectos expresivos como en los descriptivos, lo que resulta muy grave en una ópera en la que pasan tantísimas cosas. Que se escucharan detalles que con otros directores habitualmente pasan desapercibidos sirvió de poco ante semejante desaguisado.

Muchísimo mejor las otras tres entregas, dichas con más entusiasmo y sentido teatral, si bien Mehta se volcó mucho antes en los aspectos líricos que en los épicos, y no digamos que en los dramáticos. Así las cosas, el maestro rozó el cielo en los “dúos” de amor de Walkyria, Sigfrido y Ocaso, ilustró con buen talento de narrador pero más bien escasa imaginación las andanzas de Siegmund y Sigfrido -qué poco fuelle en la escena de la forja-, acompañó con enorme corrección las narraciones de Wotan y las Nornas y se quedó corto a la hora de exponer el desgarro y el carácter visionario de los momentos más tremendos de las jornadas. ¡Cómo eché de menos la tremenda fuerza dramática, visceral e incendiaria, que su íntimo amigo Barenboim consigue precisamente en esos pasajes!

Orquesta y coro de lujo

Impresionante la orquesta. Decir, como se ha dicho, que la Orquestra de la Comunitat Valenciana toca mejor que la Filarmónica de Viena es una exageración. Pero no lo es en modo alguno afirmar que es una igual de buena o superior a las que hay en un Covent Garden o un Metropolitan de Nueva York. Tal es la calidad de la agrupación que han formado el empeño de Helga Schmidt, el oído prodigioso de Lorin Maazel y el talonario de cheques del gobierno autónomo valenciano, que en lugar de apostar por la chapuza (o sea, lo que se hecho hasta ahora en el Teatro Real de Madrid y se va a seguir haciendo en época de Mortier) ha sido consciente de que para tener un teatro de ópera de la mejor categoría hay que formar una orquesta de primera.

Anillo_Valencia_5
Tremendo el Cor de la Generalitat Valenciana: esta formación, que no es nueva sino que tenía ya más de dos décadas a sus espaldas, ha demostrado con su tan breve como decisiva intervención en Ocaso -aquí sí que no hay la menor duda- ser superior a los coros de Viena, Londres, Milán y Nueva York. Un auténtico lujazo del que seguramente la mayoría de los valencianos no son conscientes. No hace falta decir que, desigualdades de batuta aparte, escuchar un Anillo ejecutado por semejantes fuerzas orquestales y corales es un auténtico placer para los sentidos.

Como el post está quedando demasiado largo, dejo los cantantes para una tercera y última entrada sobre el Anillo del Les Arts.

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