domingo, 5 de julio de 2009

El anillo del Nibelungo en el Palau de Les Arts (I): la escena

Se ha escrito mucho, muchísimo, sobre la unánimemente aplaudida producción de El anillo del nibelungo que acaba de cerrar, tras ir presentándose a lo largo de tres temporadas y en coproducción con el Maggio Musicale Fiorentino, el valenciano Palau de Les Arts. Internet está llena de análisis y comentarios, por lo general más interesantes los de blogs y foros que los que corresponden a críticas “oficiales” de la prensa. Poco puedo aportar yo ahora, pero intentaré dejar algunas impresiones personales sobre el ciclo que he presenciado -no llegué a conocer antes ninguna entrega suelta- entre los día 22 y 30 de junio del presente año.

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Pero antes he de insistir en una idea fundamental: la sola capacidad de ofrecer en nueva producción propia dos ciclos consecutivos de la Tetralogía, y de hacerlo con una orquesta y un coro formidables y contando con batuta, cantantes y director escénico de renombre, es una demostración de fuerza que coloca a cualquier teatro en primera fila de la lírica mundial, aunque solo tenga tres años de vida. De ahí que los reparos que se le puedan poner a los resultados, y por mi parte bien que se los voy a poner, han de entenderse partiendo de la base de que a un teatro que se propone llegar a la mayor altura hay que ponerle el listón en lo más alto.

Más espectáculo que emoción

Impactante, plásticamente muy creativa, sensata y bellísima la propuesta escénica coordinada por Carlus Padrissa. Pero no me acabó de emocionar. Como ocurre con otros trabajos de La fura dels baus -grupo teatral al que pertenece el director-, esta realización responde a un concepto, muy propio de los tiempos que corren, en el que la concatenación de imágenes y sonidos impactantes, esto es, el puro espectáculo audiovisual, se impone muy por encima de la reflexión.

Un concepto derivado de la cultura del consumo masivo y de la estética a ella asociada, que no es otra que la del videoclip y el spot televisivo, que necesitan enganchar al espectador con impulsos impactantes para que permanezca atento a lo que ocurre en pantalla y -sobre todo- no cambie de canal. Eso es lo que hoy impera en los blockbusters cinematográficos: una estética tan primaria como efectiva, y en cualquier caso fabulosamente realizada.

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Padrissa nos ofrece, así, un bombardeo de bellísimas imágenes diseñadas por ordenador por un tan inteligente como inspirado Franc Aleu; nos ofrece personas colgadas boca abajo y numerosas acrobacias fureras perfectamente integradas en la dramaturgia; nos ofrece grúas parecidas a las que usó Wagner para hacer que se desplacen por los aires dioses y valquirias; nos ofrece paneles escénicos en movimiento continuo que en un abrir y cerrar de ojos, con la ayuda de las proyecciones, nos trasladan a cualquier lugar de la acción; nos ofrece, además, un fascinante vestuario que, sin duda inspirado en las tres últimas entregas de la saga Star Wars, ha sido portentosamente materializado por Chu Uroz.

Nos ofrece esto y muchas cosas más. Pero, ¿qué hay detrás de todo ello? Pues poca cosa, a mi modo de ver, porque si quitamos toda esta maravillosa parafernalia de encima lo que nos encontramos es con una concepción escénica más bien convencional y no poco superficial.

Falta una dirección de actores en condiciones (hubo momentos de función escolar de fin de curso, como la agresión de Sigfrido a Brunilda al final del primer acto del Ocaso) que haga creíbles a los cantantes, y falta sobre todo una concepción de las diferentes situaciones dramáticas que nos explique los porqués de los diferentes personajes. Y se echa de menos, por paradójico que parezca cuando hablamos de La fura, “fisicidad” en la escena: a veces las voces parecían deambular en una versión de concierto ilustrada con espectaculares decorados multimedia.

Un Anillo para el siglo XXI

¿Quiero decir con todo esto que no me gustó la producción? No, en absoluto. Sólo digo que me entró mucho antes por la vista que por el corazón, lo que en Wagner (ya saben, el de la obra de “arte total”) significa quedarse a medio camino. Ahora bien, pese a semejante reparo conceptual creo que nos encontramos ante un Anillo importante. Más aún, ante un Anillo que va a marcar un antes y un después en los acercamientos escénicos a la Tetralogía. Por dos razones.

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La primera, la renuncia tanto al discurso político y filosófico explícito -innecesario, porque el Ring es filosofía pura- como a la reinterpretación del régisseur de turno y a la provocación gratuita: la propuesta de Padrissa, sin carecer en modo alguno de personalidad, tiene como único y exclusivo centro la dramaturgia wagneriana. Y semejante conservadurismo se convierte en los tiempos que corren en la más sensata, saludable y renovadora rebeldía.

La segunda razón, no menos importante, es la utilización masiva de la tecnología multimedia para visualizar, por primera vez desde que se estrenó el Anillo, buena parte de todo aquello que Wagner imaginó pero no pudo ver materializado. En los últimos cinco o diez años ha avanzado tanto el diseño por ordenador que ahora podemos ver muchas cosas que hasta hace nada eran impensables. Momentos como el descenso al Nibelheim o el posterior retorno al mundo de los dioses adquieren así, a través de unos zooms al estilo del Google Earth, una espectacularidad verdaderamente impactante.

Estos medios ofrecen, además, unas grandes posibilidades didácticas, pues permiten incorporar flashbacks en las largas narraciones que repasan los sucedido en entregas anteriores, otorgando así mayor unidad a las cuatro entregas. Me consta que personas que se acercaban a Wagner por primera vez en su vida no tuvieron problema alguno en seguir el hilo argumental a lo largo de las quince horas de la Tetralogía; tratándose de lo que se trata, ese logro es ya muchísimo.

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Otra cosa es que cuando el desarrollo argumental no ofrece posibilidades de lucimiento el espectador se puede sentir algo defraudado: es comprensible que la fascinación que produce El oro del Rin no se repita con tanta intensidad en las posteriores entregas, y que sea entonces cuando empiece a echarse de menos una dirección de actores verdaderamente trabajada que otorgue entidad dramática a lo que se está viendo sobre la escena.

Sea como fuere, las limitaciones de este Anillo tienen fácil arreglo. Basta con que Padrissa (que no es ningún genio: ahí está su bodrio de Flauta Mágica) se baje un poco de la parra y trabaje a fondo la dirección escénica con personas que realmente sepan de teatro-teatro. Es la única manera de que, en sucesivas reposiciones, adquiera una auténtica dimensión dramática su extraordinario, fascinante y -por las razones antedichas- histórico trabajo volcado en la vertiente plástica.

En las próximas entradas diré algo sobre la dirección musical (enlace) y el equipo de cantantes (enlace) de este Anillo valenciano.

3 comentarios:

Titus dijo...

Llevaba días esperando este comentario.

Me ha parecido muy inteligente lo que dices acerca del conservadurismo de la versión de Padrissa, es cierto que se ha cerrado un ciclo y que lo rompedor ahora es dejarse de dobles discursos y volver a las fuentes originales utilizando los medios actuales.

Muy de acuerdo contigo en todo lo que dices, aunque debo recalcar que para mí los aciertos de esta producción sobrepasan con mucho sus defectos. En breve estará disponible en DVD, no sé si lo que esto implica (primeros planos, visión parcial de la escena) compensará la falta de dirección de actores o la dejará más en evidencia, aunque apostaría por lo primero.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Hombre, por descontado que los aciertos de esta producción sobrepasan -con mucho- a sus insuficiencias. Espero no haber dado la impresión de que opino lo contrario.

Los DVDs salen -me lo han dicho los de la distribuidora- en octubre o noviembre. La filmación corresponde a Unitel, que a su vez ha vendido los derechos de edición a Naxos, lo que significa que este Anillo saldrá bastante más barato que si lo editase otro sello, pero también que nos arriesgamos, dados los precedentes, a quedarnos sin subtítulos en castellano. Veremos en qué queda la cosa, y si la producción gana o pierde en el televisor.

En cualquier caso, ¡yo me lo compro en cuanto salga!

maac dijo...

FLVM, has dado en el clavo. Afortunadamente al final nos regalaste tu lúcido punto de vista. Ahora esperaremos la segunda parte y ahí creo que no voy a estar tan de acuerdo.

¡Menos chichi y más chicha!

Perdón por el chiste malo y ordinario, pero tenía que hacerlo. Acabo de salir del Ateneu Ruman (sí, estoy en Bucarest) de escuchar el Concie...