jueves, 28 de mayo de 2009

Kissin nos descubre a Prokofiev

Grabado en directo en enero de 2008 en el Royal Festival Hall londinense, con este nuevo disco el genial Evgeny Kissin, para mi gusto el más asombroso pianista del mundo, viene a decirnos muchas cosas nuevas en torno a dos obras sobre las que, en los tiempos más recientes de la historia del disco, ha habido bastante jurisprudencia interpretativa: los conciertos Segundo y Tercero de Prokofiev.

Kissin_Prokofiev

Al igual que hizo Rostropovich en su reveladora grabación de las Sinfonías, Kissin nos descubre que por debajo del Prokofiev aristado, burlón y con frecuencia agresivo hay un creador profundamente humanista, lírico y emotivo, que intenta ocultar mediante el sarcasmo la melancolía que hace mella en su interior.

De este modo, armado de un virtuosismo difícilmente superable y de un instinto musical de primer orden, el pianista ruso ilumina todos los rincones de la partitura con mil y un matices poéticos nunca antes escuchados sin perder nunca de vista la arquitectura global ni perderse (eso con él jamás sucede) en el mero virtuosismo sonoro. Por otra parte, y siendo las suyas interpretaciones eminentemente líricas, no hace falta decir que Kissin suena poderoso, dramático y terrible cuando debe.

Al frente de una esplendida Philharmonia Orchestra, acompaña a Kissin sin especial creatividad pero con enorme musicalidad y gran dominio el idioma alguien que en su momento sentó cátedra en estas partituras: el mismísimo Vladimir Ashkenazy. Su dirección es atenta, procura no cargar las tintas, evita caer en el efectismo y maneja con sumo cuidado las texturas orquestales, tanto las rocosas del Segundo como las más bien delicadas y evanescentes del Tercero.

¿Alternativas? Del juvenil Segundo concierto el propio Ashkenazy ofrecía en 1958 una interpretación ya arrolladora junto a Leonard Bernstein para repetir la proeza en 1974 con André Previn en su conocido registro para Decca. La Postnikova y su marido Rozhdestvensky en 1983, aun perjudicados por una deficiente toma sonora de Melodiya, profundizaban más aún en la vertiente sarcástica y aristada de la partitura. En tiempos más recientes y a una altura no tan extraordinaria como los citados, Mehta con Bronfman, Torazde con Gergiev y Yundi Li con Ozawa han caminado por el mismo sendero, el que presuntamente corresponde a una partitura de la etapa “agresiva” del compositor. Lo de Kissin es muy distinto y revelador, y por ende de conocimiento imprescindible para profundizar en Prokofiev.

Sobre el Tercero sí que hay acuerdo en que ha de ser interpretado cuidando aspectos como la elegancia, la calidez y el vuelo lírico. No obstante, en general se intentan acentuar los aspectos más extrovertidos de la pieza, como hizo la percutiva Argerich en sus dos magníficas grabaciones discográficas, la de 1967 con Abbado y la de 1997 con su ex-marido Dutoit. Kissin ya dio un paso al frente en su registro de 1993 con el citado Abbado, pero el milanés no mostró el entusiasmo que derrochó en su juventud y la DG grabó la interpretación con una toma sonora más bien confusa. Este disco de EMI viene a suplir tal carencia y nos ofrece la más poética interpretación que uno imaginarse pueda con un sonido espléndido. Lo dicho, imprescindible.

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