miércoles, 25 de marzo de 2009

Discografía de las sinfonías de Brahms (V): la naturalidad del joven Giulini

Este ciclo editado por EMI no es exactamente tal. Las Variaciones Haydn se grabaron, con un sonido que dejaba que desear, en 1961. Las tres primeras sinfonías y la Obertura trágica fueron registradas por el sello británico entre octubre y diciembre de 1962, siempre con una fabulosa Orquesta Philharmonia que ya había grabado la integral bajo la dirección de Otto Klemperer. Pero la Cuarta no llegaría hasta 1968, mientras que al año siguiente Carlo Maria Giulini volvía a repetir la misma obra con una orquesta diferente, la Sinfónica de Chicago.

A pesar de la relativa dispersión los resultados fueron homogéneos y coherentes. Bueno, en realidad fueron mucho más que eso: seguramente el mejor Brahms hasta el momento y, aún hoy, uno de los ciclos discográficos más logrados sobre la materia. Lástima que, salvo la citada Cuarta de Chicago, estos registros se encuentren descatalogados, como también lo están casi todos los que realizó ya en la era digital para Deutsche Grammophon, aún más bellos y geniales que estos que ahora comentamos.

¿Cuál es el secreto de este primer Brahms de Giulini? Pues seguramente su naturalidad: la música fluye con una lógica pasmosa sin bache alguno en el discurso combinando de manera admirable elegancia sin amaneramientos, calidez en el fraseo y sinceridad expresiva, todo ello con una cantabilidad digamos “italiana” que, combinada al cincuenta por ciento con la imprescindible dosis de “brumas germánicas”, ofrecen un equilibro ideal para esta música.

Ni que decir tiene que aquí no encontramos tirones de tempo a lo Furtwängler (enlace), ni latigazos a lo Toscanini (enlace) ni sonoridades graníticas a lo Klemperer (enlace), como tampoco esa extrovertida luminosidad un tanto superficial de Bruno Walter (enlace). ¿Significa esto que se trata de un Brahms menos personal? Pues no exactamente: la impresión que da es que este Brahms es más auténtico que los de los directores citados, tal es el grado de identificación que el aún joven maestro italiano, por entonces más vinculado al foso operístico que al repertorio sinfónico, alcanza con el autor del Réquiem alemán.

No hace falta decir que Giulini evita en todo momento deleitarse en la mera belleza sonora, pero que al mismo tiempo no deja de trabajar a fondo con la Philharmonia para obtener ese peculiar sonido tan difícil de conseguir, oscuro y aterciopelado, que hoy inevitablemente asociamos con el autor. La comparación con los ciclos de Toscanini y Klemperer deja bien claro que el de Barletta, contando con una técnica no inferior a la de los citados, hace que la agrupación londinense se amolde con mucha mayor fortuna que aquéllos al peculiar universo sonoro brahmsiano.

En cualquier caso, y siendo en todo momento un ciclo de alto nivel, no podemos dejar de revelar algunos altibajos. De hecho es una relativa decepción la Primera Sinfonía, no en balde la página que menos extraordinariamente bien haría Giulini a lo largo de su carrera. Esta notable interpretación de 1962 resulta muy sincera y va directa al mensaje, pero le falta un poco más de de tensión interna y de imaginación en comparación con lo que más tarde haría el propio Giulini con la Filarmónica de los Ángeles, con la Filarmónica de Viena o con nuestra JONDE.

No hay reparo alguno ante esta cálida Segunda, pues aunque ciertamente sus dos registros posteriores (Los Ángeles y Viena)son aún más emocionantes, aquí ya Giulini alcanza el punto exacto entre dramatismo y vuelo lírico, entre belleza sonora y contenido expresivo, entre extroversión e introversión. Una maravilla.


La Tercera vuelve a ser una lectura de extraordinaria naturalidad y sinceridad expresiva que va al grano sin detenerse en ningún tipo de devaneo. Siendo sin lugar a dudas genial el primer movimiento y manteniéndose casi al mismo nivel el segundo, el Poco Allegretto queda muy por debajo del mucho más efusivo y conmovedor que más tarde haría con una milagrosa Filarmónica de Viena; al Allegro final, en todo caso espléndido, le faltan el arrebato y el poso siniestro de la referida versión.

La Cuarta con la New Philharmonia (recordemos que tras la ruptura con Walter Legge la formación británica había adquirido este otro nombre) es una versión admirablemente ortodoxa que sabe aunar poesía íntima y rebeldía sin caer ni en el preciosismo ni en el desmelene, si bien el tercer movimiento parece más lento de lo que pide el conjunto, que tampoco es precisamente rápido. Magnífica lectura, en cualquier caso, que palidece ante la que el propio Giulini grabó solo un año después con la portentosa Sinfónica de Chicago para la propia EMI.

Reeditada recientemente en la serie Great Recordings of the Century (y en una caja cuádruple dedicada a Giulini), es esta última una poderosísima interpretación, llena de fuerza interior, dramatismo y rebeldía, que en conjunto va de menos a más, culminando en un Allegro energico e passionato de una fuerza y sinceridad arrolladoras. Puede que se eche de menos el punto de melancolía otoñal, de esencialidad y de creatividad de su posterior interpretación con la Filarmónica de Viena para DG, pero ésta no es menos genial que aquélla y ofrece un punto de vista complementario e igualmente acertado.


La caja de EMI con las grabaciones londinenses se completa con unas magníficas Variaciones Haydn, de las que ofrece una versión paradójicamente tan ortodoxa como personal, muy sincera y poética, no especialmente brillante pero sí equilibrada, y con una Obertura trágica bastante menos interesante, pues manteniendo la sobriedad y estando magníficamente trazada, ofreciendo incluso algunos momentos espléndidos, en conjunto resulta algo impersonal y falta de magia. Sea como fuere, si se produjese la esperada reedición la compra sería absolutamente recomendable. Y con respecto a la Cuarta de Chicago, que sí se puede encontrar hoy en cualquier tienda, la cosa está clara: disco imprescindible en la discoteca de cualquier aficionado a la música sinfónica.

2 comentarios:

bruckner13 dijo...

Precisamente ahora mismo escucho la Segunda en su interpretación con la OFV. ¿Podrías hacer un análisis de este ciclo también? Es mi favorito.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

También es mi ciclo favorito. Y esa Segunda, la que más me gusta -con gran diferencia- de todas las que he escuchado. Espero escribir sobre ese ciclo y sobre muchos otros más, aunque poco a poco.

¡Menos chichi y más chicha!

Perdón por el chiste malo y ordinario, pero tenía que hacerlo. Acabo de salir del Ateneu Ruman (sí, estoy en Bucarest) de escuchar el Concie...