Ha sido anunciarse –tardísimo, por cierto– la nueva temporada del Villamarta (descarga aquí) y venirme abajo. Dirán ustedes que soy un exagerado, pero así es. Estoy triste y me siento profundamente pesimista con respecto al futuro del teatro de mi ciudad. Sé que no van a volver esos tiempos de esplendor, hace ahora más o menos un cuarto de siglo, en los que el consistorio se entrampaba hasta las cejas y se nos ofrecía una programación de música clásica muy por encima de lo habitual para una ciudad de 200.000 habitantes. Nos (mal)acostumbramos a ver cómo desfilaban Menuhin, Rozhdestvensky, la Pires con la English Chamber, Ashkenazy, Koopman, Pinnock, el Melos, el Tokio, el Borodin, Bowman, Kirkby... Todo ello mientras se ofrecían espectáculos de ópera y zarzuela de nivel medio digno, a veces menos que eso, pero que al menos tenían el valor de poner en contacto al público con el gran repertorio de la lírica.
Eso no volverá, porque vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Pero una cosa es ajustarnos y otra muy distintas encontrarnos lo que se ha presentado hoy, una temporada hecha con poquísimo dinero y con criterios bastante discutibles a la hora de seleccionar. Lo primero es cosa del ayuntamiento, lo segundo de quien ahora cumple su segundo año como director, Carlos Granado de Dueñas, que me parece que no está acertando. Intentaré ir rápido pero con orden, limitándome a la música clásica. Lo demás prefiero no comentarlo.
Dos títulos de lírica escenificada. Uno es el Don Giovanni de Mozart. ¿Otra vez el burlador de Sevilla, que por cierto también vuelve al Maestranza, cuando por estos lares sigue sin verse una obra mozartiana aún superior llamada Così fan tutte? Claro que, puestos a echar de menos, tampoco estaría mal que se vieran títulos como Puritani, Ballo, Fidelio, Werther, Fanciulla... La única explicación que encuentro es ideológica: Granados ha querido traer esta producción que, pese a sus malas críticas, se enmarca presuntamente dentro del revisionismo feminista de la era del me too. Tomará la batuta la directora local Elena Salvatierra, que hace pocos meses se pegó el gran batacazo con el Réquiem del mismo autor. ¿Tan sordo está el director del teatro como para no reconocer que aquello fue mediocre y que no se puede traer a esta señora para hacer otro Mozart? Pues sí, lo está. El elenco no despierta tampoco muchas ilusiones.
El otro título es Don Gil de Alcalá, de Manuel Penella, en la producción de Emilio Sagi. Pues vale: a mí este repertorio no me interesa lo más mínimo, pero este título en concreto puede estar bien. Sagi es un valor seguro.
Luego hay dos óperas de formato reducido. I tre gobbi de Manuel García podrá interesar en Sevilla, pero aquí en Jerez no sé muy bien lo que hace, salvo cubrir un hueco gastando poco. Y luego hay un "teatro musical de cámara" titulado Maria Estuardo. No, no se hagan ilusiones: es de un tal Martin Hennesy. Puestos a hacer cosas con presupuesto reducido, se podía haber optado por esa maravilla llamada The Turn of the Screw, de Britten. En fin... Por lo demás, se recupera el espectáculo de Sabina Puértolas y Enrique Viana que se sustituyó este año por otro del mismo showman y se añade, menos mal, un recital con orquesta de Ismael Jordi y Leonor Bonilla. ¿Por cierto, por qué no le han dado al tenor jerezano un título de ópera? Misterios sin resolver.
El programa Andalucía Sinfónica de la Junta de Andalucía se reduce: no vienen Sevilla ni Granada. La Filarmónica de Málaga traerá un programa chunguísimo con partituras de Chapí, Cebrián y Alonso. La Orquesta de Córdoba presenta uno mucho más interesante con Haydn, Mozart y Brahms, pero no sé cómo dirigirá Christian Vasquez. La Joven Orquesta de Andalucía se enfrenta a un programa iberoamericano al que no le veo la gracia; sí la tiene escuchar entremedias el Concierto para violonchelo nº 1 de Shostakovich, aunque sea a artistas desconocidos. El espectáculo del Coro del Villamarta y la Orquesta del Conservatorio de Jerez dudo que esté a la altura.
Me queda por enumerar lo que a un servidor más le atrae: un espectáculo de Rami Alqhai y Javier Núñez, el bandoneón de Claudio Constantini y el piano de Ramón Grau. Se acabó. ¿Comprenden por qué estoy triste? Lo peor es que no veo ninguna solución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario