martes, 10 de septiembre de 2024

Heras-Casado con la Orquesta de París: anodina frialdad

Dos vídeos de Pablo-Heras Casado al frente de la Orquesta de París que he podido ver en el canal Mezzo.

El primero se filmó en el Museé d'Orsay en plena pandemia, concretamente en marzo de 2021, a puerta cerrada y con el objeto de mostrar las bellezas del increíble museo. Maurice Ravel como eje del programa. Primero el Bolero, que dejó bien clara la excelente técnica del maestro granadino: casi todo transcurrió como debe ser, en rampa ascendente, con solo un escaloncito sin apenas importancia. No muchos los consiguen. Excelente el pulso, e irreprochable el virtuosismo de los maestros de la formación parisina. Y ahí acaba la cosa, porque la batuta no logró estimularles a la hora de destilar voluptuosidad y magia sonora. Aburre.

Pero los Cuadros de una exposición, obviamente en la versión raveliana, Heras-Casado acertó a la hora de reivindicar al original de Mussorgsky con una tímbrica altamente incisiva, lejos del hedonismo con el que se suele tratar esta orquestación. Y solo acertó en eso: pocas versiones he escuchado tan insulsas en la expresión como estas. Ni poesía evocadora, ni sentido del humor, ni fuerza dramática... Nada de nada. Tampoco es que la acústica del recinto ayude precisamente. A la postre, lo único interesante del concierto fueron las Cinco canciones griegas, muy bien dirigidas y beneficiadas de la voz de la soprano Sabine Devieilhe.

El otro concierto es de 2019: nada menos que el Réquiem de Héctor Berlioz. Se perdió la oportunidad de dejar una grabación técnicamente óptima de esta página tan complicada de llevar al disco, en la que generalmente se hace uso de iglesias (¿dónde si no se puede meter a tantísima gente?) y la cosa queda fatal. Aquí la acústica de la Phiharmonie de París ofrecía una oportunidad de oro, pero los ingenieros de sonido no lograron sortear la compresión dinámica en una página que, precisamente, exige contrastes muy extremos. ¡Qué pena!

Heras-Casado se empeña en moderar seriamente el vibrato de la cuerda, pero por lo demás no mete la pata. Concierta de maravilla, todo está en su sitio y obtiene un rendimiento superlativo de las masas corales congregadas, el Coro de la Orquesta de París y el Orfeón Donostiarra. No es de extrañar, porque el granadino cuenta con sólidas bases en lo que a dirección coral se refiere. Tampoco debemos dejar de aplaudir con entusiasmo la labor de los respectivos titulares, Lionel Sow y José Antonio Sainz Alfaro. Hay algún apuro de las señoras en la zona aguda, también algún momento muy puntual de despiste generalizado, pero hay que ponerse de rodillas ante lo que todas estas personan hacen en una obra tan increíblemente complicada.

No menos elogios se merecen la Orquesta de París y la Orquesta del Conservatorio de París. También lo hace muy bien el tenor Frédéric Antoun, que no se merecía estar colocado en un lateral de la sala. ¿Y la batuta? Muy bien, gracias. Todo en su sitio y manteniendo el pulso, cosa nada fácil. La inspiración se quedó por el camino.

1 comentario:

Observador dijo...

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