lunes, 22 de julio de 2024

Beatrice Rana: Ravel y Stravinsky, la mirada en el espejo

Beatrice Rana registró este disco dedicado a Maurice Ravel e Igor Stravinsky titulado Miroirs en el Estudio Teldex de Berlín en junio y septiembre de 2019. Lo escuché en streaming cuando salió y quedé estupefacto. Ahora lo he comprado físicamente aprovechando una oferta de Amazon, he mirado a ver qué dije en el blog y he reparado en mi despiste: aunque estaba convencido de haberlo hecho, no escribí nada. Reparo ahora el error.

Los Miroirs de Ravel abren el programa. Hay que caer rendido ante la técnica de la pianista italiana. Impresiona, ciertamente, la increíble limpieza digital en los pasajes más rápidos la chica alcanza por momentos tempi especialmente vertiginosos, pero no es menos increíble su manera de regular las dinámicas, desde el más atronador fortísimo hasta las pinceladas más sutiles imaginables, pasando por los colores que extrae del instrumento y eso también es parte de la técnica su control de la arquitectura global, por no hablar de la valentía en el uso de unos pedales que jamás llegan a emborronar las texturas.

Dicho esto, lo realmente importante es cómo la artista destila la más subyugante poesía de cada uno de los cinco números, dentro de un enfoque que sabe ser netamente expresionista, con todo lo que ello implica en lo que a sensualidad, atmósfera, carácter difuminado y sentido del misterio se refiere, pero que también quiere ofrecer grandes dosis de electricidad, de contrastes y de tensiones sonoras. Dicho de otra manera, Beatrice Rana no renuncia a la ortodoxia, pero tampoco se queda en lo contemplativo: arriesga y triunfa enriqueciendo de manera considerable la expresión. En este sentido, hasta cierto punto su fraseo recuerda a las maneras de Martha Argerich en lo que a su capacidad para pasar con una naturalidad impresionante del más concentrado estatismo a las grandes ráfagas de agilidad felina y sin llegar a sus grados de nervio, por no decir de nerviosismo, pero con un toque menos incisivo que el de la mítica pianista de Buenos Aires. He repasado mis notas y solo la interpretación de Sviatoslav Richter, a la que Rana cita en las notas de la carpetilla como verdadera relevación, me parece comparable a esta; aún así, el genial pianista ucraniano pinchaba claramente en la Alborada del gracioso, así que a la postre me quedo con la italiana, que alcanza verdaderas cimas pianísticas en su recreación de Una barca sobre el océano.

Siguen la Canción de cuna y el final de El pájaro de fuego, en transcripción de Guido Agosti, más los mucho más habituales Tres movimientos de Petrushka. Aquí la pianista se aleja por completo de ese carácter percutivo que inmediatamente asociamos con el piano de Stravinsky para ofrecer interpretaciones digamos que “románticas”, en el sentido de flexibles, frescas e impulsivas, contrastadas, llenas de “sentimiento”, aunque a todo ello hay que sumarle un sentido de las texturas, una delicadeza en el timbre y una atención al peso de unas pocas notas sobre el silencio como unas pinceladas en el fondo neutro de un lienzo que apuntan de manera directa al repertorio impresionista y al propio Ravel. No, no es casualidad: la propia Rana afirma en la carpetilla que este disco bien podía haberse titulado Miroirs.

Quizá sea por eso, por la necesidad de identificar los contactos entre los compositores contactos que, según sea dicho, fueron también sexuales, lo que no deja de ser significativo, por lo que nuestra artista plantea una interpretación La Valse llena de aristas, de tensiones y de marcados claroscuros. Lógicamente, no renuncia a la pulsación más exquisita, a la delicadeza, a la flexibilidad ni al rubato, menos aún a desplegar una verdadera miríada de colores, por lo que el resultado es colosal.

¿La toma sonora? Espectacular, inmejorable. A 6 euros, disco obligatorio.

2 comentarios:

Carmelo Galdeano Suarez dijo...

Gracias!! Los 6 euros mejor invertidos últimamente.😉

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¡No sabe cuánto me alegro, Carmelo! Saludos cordiales.

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