Compuesta en 1885, la Sinfonía nº 7 de Dvorák pasa por ser la más dramática de su autor. También por la mejor, aunque ahí el asunto es más discutible: yo quizá me quede con la Octava, pero esta es también una verdadera obra maestra. Otra cosa es lo que los intérpretes de turno quieran ver en ella, y de hecho parece apreciarse una evolución en esta cata de grabaciones que he podido realizar: los directores más antiguos parecen priorizar su vertiente sombría, amén de su rusticidad sonora, mientras que los recientes apuestan por la belleza, la luminosidad y hasta una cierta distensión contemplativa. Que las dos posibilidades sean válidas no hace sino confirmar la riqueza de la partitura.
Por descontado, en la siguiente lista faltan grabaciones que serán echadas en falta por numerosos melómanos: Monteux, Kubelik con Viena y Berlín, Colin Davis con la LSO, Chung con Viena... Espero que sepan perdonarme.
1. Barbirolli/Orquesta Hallé (EMI, 1957). Como era de esperar, el maestro londinense ofrece interpretación de un solo trazo, muy bien tensada, sonada con la rusticidad adecuada y muy atenta a los aspectos escarpados y dramáticos de la obra, particularmente en los dos últimos movimientos. Por desgracia, descuida un tanto el lado lírico –incluso pintoresco– de la misma: lástima que no volviera a grabar la página un poco más adelante, porque en ese paso de los años cincuenta a los sesenta Barbirolli mejoró de manera considerable. La toma deja que desear. (8)
2. Szell/Orquesta de Cleveland (Sony, 1960). Hay que agradecer al maestro de origen húngaro que, en unos momentos en los que esta partitura distaba de recibir la atención discográfica merecida, realizase una reivindicación con esta lectura soberbiamente trazada, muy bien clarificada y de irreprochable gusto, dicha además con ese punto de rusticidad que Dvorák necesita. En cualquier caso, se aprecian desigualdades. Funciona muy bien el primer movimiento por su elevado sentido de la tensión interna y de la garra dramática, aunque por momentos resulta algo rígido y carezca de la efusividad necesaria. Y es justo ese consabido distanciamiento emocional de Szell lo que le hace pinchar en un Poco adagio hosco y en exceso unilateral: la poesía contemplativa, que también es un ingrediente de esta música, no hace acto de presencia. Nuevamente más brío que belleza sonora en el Scherzo, para luego pasar a un Finale lleno de fuerza muy bien controlada, sin precipitaciones ni excesos, manteniéndose el maestro en todo momento ajeno al triunfalismo y evidenciando una demoledora sinceridad emocional. Lástima en que la coda se precipite y no ofrezca esa grandeza desgarrada que necesita. (8)
3. Kertész/Sinfónica de Londres (Decca, 1964). La personalidad del maestro encaja especialmente en la que es la sinfonía más trágica de Dvorák, lo que queda bien patente en los dos últimos movimientos, de una fuerza expresiva abrumadora, pero también en un Poco adagio que bajo su batuta suena especialmente dramático y escarpado. Eso sí, tanto en él como en el primero se echa de menos ese lirismo sensual y efusivo característico del autor, aunque globalmente la vehemencia bien controlada y la rusticidad sonora de Kertész terminen ganando la partida. Muy buen sonido tras el reciente rescate en alta definición. (9)
4. Giulini/Sinfónica de Chicago (CSO, 1967). Esta toma en vivo comercializada en edición limitadísima por la propia orquesta es una verdadera joya, porque nos permite escuchar a un Giulini de cincuenta y dos años interpretando la obra con una potencia dramática, un carácter escarpado, una rabia y hasta una violencia que no acostumbramos a asociar con el director de Barletta. Aquí, ciertamente, su visión es ante todo trágica y sombría, lo que no le impide frasear las melodías con esa naturalidad, esa cantabilidad y esa elegancia que le caracterizan, ni tratar a las masas sonoras con un equilibrio y una claridad portentosa. Ni que decir tiene que los chicagoers están maravillosos y contribuyen en buena medida a la excelencia de los resultados. Por si fuera poco, la toma sonora posee relieve en el grave y se beneficia de una gama dinámica amplia: poco o nada que envidiar a las grabaciones de estudio de la época. (9)
5. Mehta/Filarmónica de Israel (Decca, 1968). La manera en la que el joven maestro indio subraya el trémolo del arranque deja bien claro que la suya va a ser una lectura particularmente sombría, amén de detallista y bien desmenuzada. Lo lleva a cabo tratando a la orquesta con toda la robustez sinfónica que a Mehta le gusta, pero también dejando que la música fluya con naturalidad y sentido del canto, sin necesidad de caer en el nerviosismo ni de resultar particularmente bronco ni conflictivo. En contrapartida, y como hemos visto que le ocurría a otros directores, le interesa muy poco –o no consigue sacar a flote, por limitaciones de su batuta– la vertiente lírica de la página, con toda esa carga de efusividad y de poesía a flor de piel que es necesaria para contrastar con los planteamientos dramáticos que establece el compositor. La notable toma de sonido, realizada en el Kingsway Hall de Londres, realza la notabilísima disección de planos sonoros realizada desde el podio, pero la lectura solo alcanza lo sobresaliente en un muy poderoso movimiento conclusivo. (8)
6. Giulini/Filarmónica de Berlín (Testament, 1973). Solo han pasado seis años desde su testimonio de Chicago, pero las cosas han cambiado de manera considerable. Adoptando unos tempi bastante más amplios que los de entonces en todos los movimientos, Giulini profundiza en los aspectos líricos de la partitura, frasea con esa ternura y ese humanismo que todos asociamos con su arte, conjuga la calidez de su batuta con el sonido profundo y oscuro de la formación berlinesa y, restando parte de la vehemencia y del carácter combativo de la ocasión anterior pero manteniendo una potencia dramática abrumadora, redondea una interpretación que integra todas las posibilidades expresivas de la partitura con la mayor convicción posible. Lástima que la toma sonora sea mucho menos buena que la de Chicago. (10)
7. Colin Davis/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1975). En los años setenta el aún relativamente joven director británico no era todavía el maestro ante todo noble y elegante por el que ha pasado a la posteridad, sino que albergaba en su batuta una considerable dosis de fuerza, de nervio y hasta de rusticidad bien entendida. Componentes ideales para Dvorák, claro está, pero de los que aquí se le va un poco la mano en los dos movimientos postreros, un Scherzo resuelto de manera muy discutible y un Finale en exceso estentóreo, aunque también poseedor de garra y veracidad dramática. Sea como fuere, y aunque también sea cierto que la interpretación no alcanza la emotividad lírica que debería destilar –podría ir más lento–, el nivel global es muy alto merced a la enorme categoría del artista y al trabajo que realiza la portentosa formación holandesa. Toma más que notable para la época. (7)
8. Giulini/Filarmónica de Londres (EMI, 1976). En la plenitud de su talento artístico, pero antes de desarrollar su otoñal estilo tardío, Giulini ofrece no solo la que es su más redonda interpretación de la página, sino también la que sigue manteniéndose como referencia discográfica. Una lectura tan bella como comprometida que encuentra el punto justo de equilibrio entre lo lírico y lo dramático; de apreciable cantabilidad, ternura y poesía (¡qué segundo movimiento!), pero asimismo llena de garra, de fuerza y de sentido trágico. Todo ello nos lo entrega el de Barletta haciendo gala de un fraseo tan noble y elegante como decidido, ajeno a cualquier morosidad o preciosismo, desmenuzado con maestría el tejido sinfónico –verdaderamente se escucha todo– y logrando que la orquesta suene a Dvorák, más no a Brahms, como le ocurrirá en sus interpretaciones más tardías de este autor. Lástima que la toma no se encuentre bien transferida a CD; el reprocesado de japonés 2012 es mucho más satisfactorio, pero no se ha distribuido de manera oficial por nuestros lares. (10)
9. Kubelik/Sinfónica de la Radio Bávara (DVD, Dreamlife, 1978). El maestro consigue una interesante conjunción: cantabilidad y luminosidad por un lado, rusticidad y el sabor checo, por otro. ¿Atiende a los aspectos dramáticos? Pues sí, y sin necesidad de cargar las tintas, pero no es menos cierto que la interpretación va de menos a más, resultando no del todo densos los primeros movimientos –sí tiene garra el clímax del segundo–, y alcanzando un grado mayor de tensión los otros dos. (8)
10. Levine/Sinfónica de Chicago (RCA, 1983). Interpretación vistosa, extrovertida, llena de decisión y de comunicatividad, que está muy atenta al carácter trágico del último movimiento y recrea este con considerable garra, pero que no logra disimular la tendencia del maestro a enfatizar los metales en busca de la grandilocuencia y a pasarse de rosca con la percusión, como tampoco sus dificultades a la hora de desplegar lirismo. En cualquier caso, hay que reconocer que el tercer movimiento es magnífico. (7)
11. Maazel/Filarmónica de Viena (DG, 1983). Maazel se aparta por completo de la línea de sonoridades rústicas y expresividad hosca de otros maestros para decantarse por una visión eminentemente lírica, soleada y contemplativa en la que, haciendo uso de su técnica prodigiosa para trabajar con pinceles muy finos a una orquesta en su mejor momento, alcanzar el más alto grado posible de belleza sonora. Por eso mismo puede parecer un tanto superficial el primer movimiento, sólidamente trazado, pero sin la densidad dramática que parece pedir. Lentísimo e increíblemente hermoso el Poco adagio, aunque no del todo efusivo y carente de la desazón que otras batutas han sabido transmitir. En el Scherzo hay que destacar el admirable análisis de planos sonoros, y en el Finale una buena dosis –por fin– de tensiones y conflictos, si bien la batuta procura no hacer la conclusión en exceso pesimista. Toma de sonido plana, sin carne. (9)
12. Previn/Filarmónica de Los Ángeles (Telarc, 1988). El exmarido de Mia Farrow no solo ofrece la solidez en el trazo, la atención tanto a la globalidad como al detalle y la sensatez expresiva que caracterizan su arte directorial. Hay también aquí sensualidad, voluptuosidad bien entendida y una cierta melancolía otoñal que le sienta francamente bien a esta partitura, sin que por ello Previn pierda de vista el carácter abiertamente dramático de esta Op. 70. Así las cosas, el equilibrio entre vuelo lírico, pathos y fuerza vital termina presidiendo esta espléndida recreación, no del todo bien grabada por los ingenieros de Telarc. (9)
13. Mackerras/Filarmónica de Londres (EMI, 1991). No seré yo quien ponga en duda el enorme amor de Sir Charles hacia la música checa. Tampoco quien niegue que sabe dotar a esta partitura precisamente de ese sabor rústico y un punto descarnado que demanda. Ni que interpreta la obra con vigor –enorme la fuerza desplegada en el Finale– y convicción. Pero su acercamiento me resulta un tanto grueso en lo sonoro, parco en matices e incluso en claridad –la toma no ayuda–, rozando en algunos pasajes la vulgaridad. Tampoco la poesía levanta mucho el vuelo. Disco innecesario. (7)
14. Giulini/Orquesta del Concertgebouw (Sony, 1993). Este es ya otro Giulini, muy distinto del de sus anteriores grabaciones de la página. Se dejó por el camino buena parte de la rusticidad y del carácter escarpado que la música demanda para decantarse por una interpretación eminentemente lírica y efusiva, de maravilloso legato, frases construidas con la más admirable cantabilidad, sonoridad aterciopelada –y no poco brahmsiana–, tensiones planificadas con enorme naturalidad y ese punto de nobleza, humanismo y elegancia en absoluto narcisista que caracterizaron el arte del maestro en sus últimos años. ¿Lo ideal para esta obra? Probablemente no, e incluso se pueden reprochar algunas frases más blandas de la cuenta en los movimientos extremos, pero resulta imposible no derretirse ante la mezcla de belleza sonora y sinceridad expresiva que derrocha una batuta que, pese a todo lo antedicho, construye la arquitectura con toda la fuerza, la garra y la grandeza necesarias. En resumen, una interpretación de anciano y grandísimo director. (10)
15. Marin Alsop/Sinfónica de Baltimore (Naxos Blu-Ray Audio, 2009). Frescura, espontaneidad y un fraseo natural, cantable y muy bello son las mejores armas de esta notable interpretación, sincera y comunicativa. Lástima que le falte un poco de garra y de atención a los decisivos aspectos dramáticos de la página –el enfoque es mayormente lírico– para terminar de convencer. Toma algo difusa, con un zumbido de fondo, que en DTS resulta excesiva en los graves. (8)
16. Flor/Sinfónica de Malasia (BIS, 2011). Es esta una interpretación de trazo natural, flexible y lleno de lógica, muy bien planificada en tensiones y distensiones, sensual en la sonoridad –admirable el empaste– y hermosísima en el canto, dentro de una visión de la música de Dvorák en la que los aspectos más líricos y –digámoslo así– paisajísticos se ponen por encima de otras consideraciones. ¿El problema? Que en esta sinfonía semejante enfoque deja un tanto relegados los aspectos sombríos y amargos de esta música, y eso se nota sobre todo en los dos movimientos iniciales, que yo hubiera deseado algo más vigorosos y escarpados; quizá también, en alguna frase, algo menos suaves. Los dos últimos, sin ser los más desgarrados que uno se pueda imaginar, sí que están muy bien planteados y resueltos, y a la postre equilibran positivamente la balanza de una interpretación en la que no hay que desatender a las muy buenas cualidades de la formación malaya. (8)
17. Belohlavek/Filarmónica Checa (Decca, 2012). Si los dos movimientos iniciales resultan irreprochables dentro de su magnífica ortodoxia sin aportar nada especial, los dos últimos se elevan a lo más alto por su perfecta mezcla de rusticidad bien entendida, impulso rítmico y fuerza dramática, siempre dentro de una visión que sabe poner de relieve los aspectos más desgarrados de esta música sin descuidar elementos esenciales como la cantabilidad o el lirismo. Toma borrosa, incluso escuchándola en alta definición. (9)
18. Dudamel/Filarmónica de Los Ángeles (DG, 2020). El venezolano decide obviar toda “rusticidad eslava” en la sonoridad y dejar a un lado que se encuentra ante una sinfonía considerablemente amargas. Lo que hace es ofrecer una interpretación eminentemente lírica y tornasolada, fraseada con enorme sensualidad –legato para derretirse– y delectación melódica, que resulta contemplativa en el mejor de los sentidos y por momentos llega a resultar embriagadora en su goce paisajístico. Además, está dotada de un punto muy adecuado de nostalgia y, venturosamente, no le resta pathos dramático al Poco adagio ni incurre en excesos de suavidad. También hay que subrayar que se encuentra expuesta con enorme depuración sonora y gran sensibilidad para los matices, sobre todo en lo que a las gradaciones dinámicas se refiere. Soberbio sonido en Dolby Atmos. (9)
19. Lorenzo Viotti/Filarmónica de Múnich (Stage +, 2021). A puerta cerrada por culpa de la pandemia, el hijo de Marcello ofrece una recreación que funciona sin particulares problemas gracias al cuidadoso equilibrio de sus componentes expresivos: rusticidad, elegancia, vuelo lírico y potencia dramática. Cierto que va de menos a más, y también sin alcanzar en modo alguno la excelsa inspiración de los Giulini y compañía, pero sí que ofrece todo ello en un grado suficiente como para ofrecer un retrato adecuado y completo de lo que alberga la partitura. También hay que destacar que todo está bien desmenuzado, el fraseo no conoce ni languideces ni precipitaciones, y el Finale funciona de manera admirable en una interpretación a la postre muy notable que va de menos a más. Imagen en 4K y muy buena toma de sonido. (8)
20. Măcelaru/Sinfónica de la WDR (YouTube, 2024). El maestro rumano Cristian Măcelaru parece confirmar que los jóvenes directores se decantan por la vertiente lírica de la obra mucho antes que por la dramática. No hay problema en eso. Otra cuestión es la irregularidad que manifiesta a la hora de enfrentarse a la obra. Demuestra un gran talento en el movimiento inicial, magníficamente explicado merced a una batuta pulcra, transparente y atenta al detalle; si no se hubiese dejado llevar por la “pasión romántica" en la sección agitada antes de la coda, necesitada de carácter dramático pero también de control, los resultados hubieran sido redondos. A medio camino el Poco adagio: mucho portamento y escasa sustancia poética, a pesar de encontrarse francamente bien paladeado. Flojísimo el Scherzo: comienza saltarín y continúa con demasiado nerviosismo. Como sorpresa, un admirable Finale en el que por fin el intérprete sintoniza con el espíritu de la obra y materializa la idea con esa excelencia que ya había demostrado en el movimiento inicial. Un ocho para los extremos, seis para los centrales. (7)
4 comentarios:
Buenos días, Fernando. Una breve nota, no relacionada con esta entrada, para informarle de que la Biblioteca de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria ya dispone de su libro sobre la discografía de Barenboim. Un saludo.
Me ponen muy contento las publicaciones de las discografías comparadas que van apareciendo aquí, ya que me permiten cotejar y/o descubrir grabaciones. Gracias, Fernando.
A titulo de curiosidad esta sinfonia antes de la catalogacion actual de la obra de Dvorak era la numero 2. En los 50 se publico este misterioso disco que nadie ha sabido su director real para los que gusten de las rarezas, es una interpretacion extremadamente tensa y desprovista de idioma eslavo (ERNST SCHRADER Dvorak symphony no 2 LP ORIG Mono 1951 Urania URLP 7015 US ED1 LP).
Por otro lado, la grabacion fake corsaria de Celibidache con Munich editada por el sello Artist, dirija quien dirija excepcional.
¡Esteban, me alegra una enormidad leer su noticia! Gracias.
Observador, gracias a usted.
Vicentín, nunca he tenido claro cuál es las versiones de Celi es fake y cuál no, si es que alguna no lo es. Si algún lector puede ayudar, se lo agradezco.
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