jueves, 25 de agosto de 2022

Las Diabelli por Uchida

Demuestra tres cosas Mitsuko Uchida con su grabación de las Variaciones Diabelli de Beethoven. Una, que tiene una técnica colosal: además de con las aparentemente –solo eso, aparentemente– obras de Mozart que ocupan buena parte de su discografía, esta señora puede con una partitura “bestia” como esta op. 120; y no solo sin mostrar la más mínima dificultad, sino desplegando una riqueza en la pulsación, en colores y en dinámica, no inferior a la del máximo recreador de esta partitura, obviamente Daniel Barenboim.

Segunda, que es capaz de abordar estas treinta y tres variaciones diferenciando plenamente cada una de ellas, pero sabiendo al mismo tiempo plantear el ciclo como una unidad con lógica no solamente arquitectónica, sino también expresiva, comprendiendo que detrás de las notas hay muchas cosas que Beethoven nos quiere transmitir sobre el ser humano y su ciclo vital.

Tercera y más importante, que es posible abordar las Diabelli de manera muy satisfactoria sin tener que adentrarse en el ambiente atmosférico y reflexivo que nos propone el citado Barenboim, bien sea desde el prisma conflictivo, hiperdramático de su registro de 1982 o del más espiritual y humanístico de 2020 –el de 1991 se sitúa a medio camino–. Uchida no quiere caminar entre brumas, como tampoco hacer un ejercicio de espiritualidad. La gracia es que no por ello Uchida le resta a esta obra profundidad ni fuerza expresiva. No es el suyo un enfoque palpitante y vitalista como el de Igor Levit. Menos aún la aprovecha –pienso en Alfred Brendel– en una excusa para desplegar sonidos hermosos. Antes al contrario: el enfoque de nuestra artista no desdeña precisamente tensiones, claroscuros ni acentos dramáticos, tan personales como inteligentes y reveladores. A la postre, su realización resulta más “romántica” que las que hizo Barenboim durante el confinamiento, si bien es cierto que por eso mismo resulta algo unilateral: Uchida no posee la misma habilidad para trascender el clasicismo más amable y delicado que, en los aspectos puramente formales, sí es capaz de desplegar. Es lógico, por tanto, que unas variaciones funcionen mejor que otras.

En cualquier caso, no es esto excusa, para pasar por alto este registro, que en la plataforma Tidal se encuentra disponible con sensacional sonido Dolby Atmos. Por cierto, ya podrían Decca y DG editar todos sus lanzamientos estelares en un Blu-ray Audio con este sistema, no solo unos pocos.

PD. Esta reseña formará parte de una discografía comparada que espero terminar algún día.

2 comentarios:

xabierarmendariz88 dijo...

Me parece muy importante, Fernando, reivindicar plenamente como haces aquí la dimensión de Mitsuko Uchida como pianista, porque me da la impresión de que, igual que ocurre de alguna manera con Leonskaja, siempre tiende a pasar desapercibida entre los aficionados. Uchida no pretende tanto revolucionar nuestros conceptos sobre las obras, al menos en la medida en que parece pretenderlo un Sokolov, y la academia pianística suele preferir destacar a pianistas técnicamente más espectaculares, como son Zimerman, Pollini o Levitt a su mejor nivel. Pero creo que Uchida ha aportado aspectos muy importantes, en Mozart, en los conciertos de Beethoven, en Schubert, Schumann, la Segunda Escuela de Viena… Aportando mucha más regularidad que la mayor parte de los pianistas, incluso famosos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¡Absolutamente de acuerdo, tanto en lo que se refiere a Uchida como en lo que corresponde a la no menos grandísima Leonskaja!

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