viernes, 19 de agosto de 2022

Barenboim y Lang Lang en Salzburgo: acabadísimos, ¿verdad?

Ha habido algún crítico musical que hace tiempo daba por acabada la carrera de Lang Lang y, más recientemente, la de Daniel Barenboim. El programa de aires españoles que ambos artistas y la West-Eastern Divan han ofrecido el pasado 11 de agosto –he podido ver la filmación– dejan claro que semejantes afirmaciones no eran más que sensacionalismo periodístico, el mismo con el que esos cronistas elogian sin mesura a los artistas con los que –me consta de buena tinta– se van a cenar después de los conciertos.


Rapsodia española de Ravel para empezar. El maestro ofrece una muy paladeada recreación (18’54’’, nada que ver con los 16’02’’ de su registro con la Sinfónica de Chicago) en la que se suman de manera magistral, como en ninguna otra de sus recreaciones anteriores, la atmósfera cargada y la negrura con que suele abordar la página y ese sentido expresivo del color, esa sensualidad y ese idioma raveliano que solo ha conseguido en los últimos años. Siendo excelsa la inspiración de la batuta, la lectura pierde un poco por la sonoridad global de la orquesta, en absoluto comparable a la Filarmónica de Berlín, si bien sus primeros atriles realizan una labor no menos matizada y certera en la expresión que la de sus colegas.

Sigue Noches en los jardines de España, de Manuel de Falla. No me gusta como arranca Barenboim: no solo en exceso rápido y desatento a la atmósfera, sino también lineal, escasamente matizado. Al poco se centra y ofrece un primer movimiento más que correcto, expuesto con claridad e irreprochable gusto. Solo eso, hasta alcanzar un clímax incandescente y lleno de grandeza. A partir de ahí todo cambia a mejor: segundo y tercer movimiento son pródigos en embrujo y duende. También en idioma y en concentración: toda la sección final es mágica.

Lang Lang puede que haya perdido un poco de la extrema limpieza digital que exhibía hasta hace algunos años, pero toca francamente bien y se muestra no diré que excelso, pero sí bastante centrado en el estilo. Como Barenboim, pasa un poco de largo ante el primer movimiento para en los dos restantes ofrecer una recreación de altura con no pocos pasajes inspiradísimos y detalles de enorme clase, personales sin dejar de ser convincentes. De propina, y enlazando con el resto del programa, Claro de luna de Debussy: interpretación de sonoridad leve y perlada, ensoñadísima, preciosista… Seduce, mas a mí no me termina de convencer: creo que Lang Lang peca de postureo.

La segunda parte de abre con la Iberia de Debussy. Poco que ver con la interpretación que le escuché en Viena al frente de la Staatskapelle de Berlín, por cierto que en el mismo concierto –comentado aquí– en que se grabó la Fantasía para piano y orquesta con la Argerich editada por DG. Se diría que el maestro ha vivido desde entonces un proceso de “celibidachización” por la lentitud adoptada, por el desarrolladísimo sentido del color y por la claridad de las texturas, si no fuera porque el registro al frente de la Orquesta de París realizado en 1981 ya estaban las semillas de lo que ha hecho en Salzburgo. En cualquier caso, las cosas se han radicalizado, y no solo en los tempi (21’53’’, 25’40’’ ahora). Qué imaginación tan desbordante la del argentino. Qué sutileza para el matiz. Qué inteligencia a la hora de explorar los aspectos más inquietantes de la música y no quedarse en el tópico folclorista. Qué manera de sacar provecho de la tímbrica. Qué habilidad a la hora de hacer que los primeros atriles coloreen sus intervenciones y se atrevan de la manera más descarada posible con las onomatopeyas. Y sobre todo, ¡qué disección más increíble realiza de cada una de las líneas del entramado orquestal! No recuerdo ni una sola interpretación en la que se escuchen tantas y tantas cosas como en la presente. Y pocas tan memorables como esta.

Bolero para finalizar, en una recreación que se parece a la que los mismos intérpretes ofrecieron en el Teatro Colón en 2014 (Euroarts y Peral Music), algo menos rápida (14’02’’ entonces, 14’20 ahora), pero igual de fresca, de espontánea, vibrante y comunicativa. Cierto es que –una vez más– la orquesta no ofrece la perfección técnica de las más grandes, pero todos los primeros atriles son dignos de elogio. Por parte del maestro, la entrada de los violines está ahora mejor resuelta y la gradación dinámica resulta del todo punto irreprochable. Se comprende el apoteósico éxito entre el público del festival. Lo dicho, artistas acabados. Acabadísimos.

PD. La foto es del Facebook de la orquesta.

3 comentarios:

vicentin dijo...

solo lamentablemente andamos sin su arte en Andalucía desde él lejano 2019

xabierarmendariz88 dijo...

Nunca me he creído esto que decían algunos de que Barenboim estaba acabado… Y menos aún después del momento en que aparecieron más indicaciones sobre eso, tras el Concierto de Año Nuevo de 2022, que a mí me parece un logro extraordinario.
Lo que sí me sorprende, para bien, es el estado de forma que has percibido en Lang Lang. La última noticia que había tenido de su pianismo era la grabación de las Goldberg que, la verdad, me pareció muy afectada… Claro, que juzgar el estado técnico de Lang Lang por grabar una obra que no pertenece a su dominio habitual también es cuestionable de por sí…

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Lo que algunos decían es que, después de una crisis médica, Lang Lang estaba muy mal de dedos. Falsísimo. Otra cosa muy distinta es la creciente e insoportable tendencia del pianista chino al amaneramiento, que empezó antes de la referida crisis y que ahí sigue presente.

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