lunes, 4 de julio de 2022

Sobre Varduhi Abrahamyan y Gianluca Capuano

Dentro de poco tendré la oportunidad, si las circunstancias sanitarias o alguna huelga no lo impide, de asistir a una gala Rossini en la Wiener Staatsoper protagonizada por gente como Cecilia Bartoli –mentora del evento–, Alessandro Corbelli, Ildebrando d’Arcangelo, Rolando Villazón (!) y Plácido Domingo (!!). He querido profundizar un poco en el arte de otra de las voces invitadas, Varduhi Abrahamyan. Y lo he hecho con un disco grabado para Decca bajo el patrocinio de Bartoli –su mentora– con la misma orquesta de instrumentos originales y el mismo director que actuarán en Viena, Les Musiciens du Prince-Monaco y Gianluca Capuano. Todo él en homenaje a Pauline Viardot, lo que significa que junto un buen puñado de páginas de Rossini encontramos a Gluck arreglado por Berlioz, a Meyerbeer, a Gounod, a Saint-Säens y a la mismísima Rapsodia para contralto de Brahms.


A la mezzo armenia yo la había escuchado en 2016 haciendo de Dalila en el Palau de Les Arts. Escribí entonces lo siguiente:

“Probablemente la voz de Varduhi Abrahamyan no sea la ideal para su parte, que necesita mayor cuerpo y unos graves más consistentes. Pero es una voz bella, homogénea, muy bien emitida, en manos de una artista que frasea con gusto exquisito y mucha adecuación estilística, que dice sus embriagadoras arias con enorme belleza –ya que no toda la voluptuosidad posible– y que se mueve muy bien en escena.”

Mantengo lo dicho en lo que al “Mon coeur s’ouvre à ta voix” de este disco se refiere. A mí, que no soy ningún experto en voces, me da la impresión de que Abrahamyan es en realidad una mezzo más bien lírica cuya voz oscura –recubierta de un maravilloso esmalte– le hace atreverse con roles que no son exactamente para ella, con lo cual los resultados no pueden ser más que irregulares.

Es en las páginas de Rossini en las que más me ha gustado, toda vez que la combinación de una tímbrica sumamente atractiva, un excelente dominio de la respiración y una considerable capacidad para las agilidades nos atrapa en seguida. Por supuesto, y por las razones antedichas, nada que ver con una Horne, sino más bien con la citada Bartoli: precisamente esta circunstancia es la que hace que el precioso duetino de La donna del lago, en la que la mezzo romana –cada vez con menos graves– hace de Elena, no presente la suficiente diferenciación vocal entre las dos cantantes. Algo insípidas ambas, por cierto, aun dentro de un alto nivel. Estupenda Abrahamyan en “Mura felici… Elena! oh tu, che chiamo! Oh quante lagrime finor versai” de la misma ópera, tratando con inteligencia expresiva algún cambio de color. Y excelente en “Eccomi alfine in Babilonia… Ah! quel giorno ognor lamento” de Semiramide, demostrando tanto excelente línea rossiniana como variedad de acentos a la hora de plasmar la evolución anímica de Arsace.

Mal la Rapsodia para contralto: voz inadecuada –el registro grave se queda cortísimo–, pronunciación nada convincente, estilo equivocado –más operístico que otra cosa– y expresión por momentos desaforada. La batuta no ayuda precisamente. Me gustaría pensar que la hija de Manuel García lo hizo mucho mejor cuando estrenó la sublime página brahmsiana.

Bastante bien Abrahamyan en los demás compositores: las maneras francesas las domina sin problemas. Ahora bien, lo mejor del disco termina siendo la preciosa canción armenia en homenaje a su patria que cierra el programa.

Cecilia Bartoli es fundadora y directora artística de Les Musiciens du Prince-Monaco, una formación de nivel más bien normalito. Su titular Gianluca Capuano me ha parecido un director bastante mediocre. Encuentro su Rossini lo más salvable del disco, toda vez que el punto de partida HIP ofrece una incisividad y una aspereza que desvelan nuevos aspectos de la escritura del de Pésaro; a cambio, escasa sensualidad, fraseo frívolo y más de un espasmo.

En el resto del disco se muestra más bien tosco y pedestre, alcanzando cotas inenarrables de vulgaridad en Brahms y Saint-Säens: si por la Rapsodia para contralto Capuano pasa como una apisonadora, la Bacanal es el colmo de la precipitación, la chabacanería y el mal gusto. Un verdadero horror que Decca no debería haber dejado publicar. Ojalá que en las dos sesiones que espero escucharle esta semana en Viena –también hace Il turco en Italia– alcance al menos el aceptable –solo eso, aceptable– nivel del Rossini de este lanzamiento.

5 comentarios:

Javier dijo...

Excelente tenerlo de vuelta Fernando. Disfrute de su concierto en Viena. Sólo la música de Rossini, la presencia de Plácido Domingo y la voz de Bartoli bien lo merece. Es admirable que Domingo a su provecta edad siga manteniendo semejante actividad en las salas de conciertos, y esta vez con instrumentos originales.. Todos mis respetos hacia él.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchas gracias. He estado tremendamente estresado estos días, pero me apetecía escribir algo sobre este disco. Estuve en Viena hace cuatro años, pero tuve más música que arte. Esta vez, espero que sea al contrario, aunque la cabra tira al monte y tengo entradas para los dos espectáculos referidos. Un cordial saludo.

Mireia P.B. dijo...

Que sepa que, desde la distancia, se le "envia" malos sentimientos hijos de la envidia que me ha provocado.
Solo me consuela que esta tarde he comprado las entradas para el Palau (6) y el Auditorio (4 ) que junto a mi abono al Liceo (9) pues si pandemias, inflaciones y otras visicitudes no lo impiden...pues me apañaré. Me ilusiona , especialmente, un Tchaikovsky con Martin Garcia Garcia y las Goyescas por Perianes.
Ah! Y mi sí estimado Petrenko con los Berliner en la sala mas bonita del mundo.
A ver si de una puñetera vez pueden hacer su Concierto de Europa donde lo han programado : la Sagrada Familia.
Desde que es titular mi Kiril, el gafe, no lo han conseguido, rematando su mal fario este año que habia programado ( hasta hice un simulacro de si podria ir...) la ópera de Odesa...

Mireia P.B. dijo...

Respecto a Viena: recuerdo especialmente los Brueghel y , un pintor que creció en mi estima al ver su obra en vivo: Holbein.
Si puede entrar al Rathaus...no lo deje de hacer. Ah! Y tomese un Sacher . La única foto que tengo enmarcada en mi casa de mi persona es una de mi 27 cumpleaños cortando un Sacher vienés. Mas feliz que una perdiz

Mireia P.B. dijo...

Y perdonen la locuacidad insomne...lo de Pauline Viardot es increible! Que no hayan hecho una serie, cuatro pelis, que no sea un símbolo para el feminismo ...porque mas "empoderada" que ella, pocas se me ocurren

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