miércoles, 22 de junio de 2022

Barbirolli conducts English String Music: escúchelo cuanto antes

Acabo de escuchar, esta vez en Dolby Atmos, Barbirolli Conducts English String Music. Sinfonia of London with Allegri String Quartet. Me ha confesado un amigo que es uno de sus discos favoritos. Decir tal cosa me parece toda una exhibición del más exquisito gusto. Yo me atrevo a más: lo que el maestro londinense hace con la Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis de Ralph Vaughan Willliams puede ser considerado como uno de los más grandes logros de la dirección de orquesta en los últimos cien años.


Por consejo de su gran amigo Bernard Herrmann, aquel 17 de junio de 1962 se fueron a la Temple Church de Londres –hoy popularizada por una cosa llamada El código Da Vinci–, con atractivos resultados: la acústica es reverberante, pero se sacó mucho partido de los dos planos sonoros que demanda la escalofriante página. Así las cosas, desde un arranque gótico a más no poder Sir John fue desplegando de manera magistral tensión dramática, pathos y fuerza visionaria, hasta llegar a unos clímax que nos ponen al límite del abismo. El milagro es conseguirlo sin dejar de ofrecer la nobleza y la elegancia que esta música necesita. Lo dicho, una grabación histórica.

El resto del disco se registró en el hoy tristemente desaparecido Kingsway Hall. De la Introducción y Allegro para cuerdas de Sir Edward Elgar ofrecieron una visión muy dramática, tensa e hiriente, pero también –una vez más– de gran vuelo lírico, sincera nobleza y enorme ternura. Sublime la Serenata para cuerdas del mismo autor: lento y ajeno a grandes tensiones, quizá un punto otoñal –sin la menor blandura–, Barbirolli ofrece un fraseo humanístico y efusivo con su adecuado toque no solo nostálgico, sino también amargo: la ternura y el dolor van de la mano.

Cerrando el vinilo original, la Fantasía sobre Greensleeves de Vaughan Willliams. La enunciación del tema principal tiene un punto agridulce de lo más adecuado. A partir de ahí, una interpretación altamente emotiva y llena de cantabilidad, mas sin bajar la guardia de la tensión sonora ni quedarse en lo ensoñado. Una confesión: si este de Barbirolli me parece magistral, el registro de Barenboim lo encuentro –por increíble que pueda resultar– aún más emotivo.

De propina en el streaming, la Elegía de Elgar con la New Philharmonia, de 1966: interpretación como las antedichas, es decir, amarga, doliente y hermosa al mismo tiempo sin perder la más exquisita elegancia británica.

Ah, el disco con la Sinfonia of London siempre sonó regular. Tras la reciente restauración ha perdido estridencia y ganado en frecuencias graves, pero sigue sin estar a la altura. Da igual: es uno de los más acongojantes que puede usted escuchar. Si no lo conoce, hágalo en cuento encuentre un hueco. Mejor aún de noche y a oscuras.

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