Actualización 9.X.2024
La entrada original se publicó en junio de 2021. Ahora siete versiones más se incorporan a la lista, entre ellas una importantísima: la de Celibidache.
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Benjamin Britten compuso su Sinfonia da Requiem en 1940 a instancias del gobierno de Japón. Este terminó rechazando la obra, al parecer por los títulos de sus tres movimientos: Lacrymosa, Dies Irae y Requiem aeternam. Importó poco: pronto se convirtió en un importante jalón no solo de la labor compositiva del joven maestro –veintiséis años–, sino también de su marcado activismo pacifista. Desdichadamente, aún no ha recibido toda la atención discográfica que merece.
1. Barbirolli/Filarmónica de Nueva York (30 de marzo de 1941). Esta es la grabación del estreno; la del día siguiente, para ser exactos. Las limitaciones de la toma dejan entrever una interpretación de alto nivel, muy comprometida en la expresión, pero a Britten no le terminó de convencer. Según recogen las notas de la carpetilla, le escribió a Kusevitski que encontraba “some of the speeds rather unsatisfactory – the first and last movements being too slow, & a bad slow-up in the middle of the 2nd movement” (9’50’’, 4’48’’ y 8’05’’ son las duraciones). Atreviéndonos a llevarle la contraria al compositor, precisamente lo que más nos gusta es el movimiento conclusivo, expuesto –efectivamente– con gran lentitud, pero no solo sin que se pierda el pulso, sino construyendo admirablemente las tensiones hacia un clímax de una emotividad y grandeza trágica abrumadoras. (8)
2. Celibidache/Filarmónica de Berlín (varios sellos, 1946). No es cierto que el maestro rumano, aun encontrándose lejos de la genialidad de la que haría gala a partir de la década de los setenta, fuese un director poco interesante en su etapa berlinesa: la afirmación que hacía asegurando que su labor de entonces era mera “coreografía de batuta” (sic) no es sino otra de las boutades tan típicas de Celi. Prueba de ello es este Lacrymosa absolutamente descomunal, de una tensión interna, un desasosiego y una concentración aún hoy no superados por ningún otro director. El segundo movimiento está bastante bien, quizá solo eso: la toma sonora, desequilibrada y sin la suficiente gama dinámica, no permite apreciarlo correctamente. El conclusivo vuelve a alcanzar un gran nivel, particularmente por un clímax impregnado de grandeza desgarrada. Pueden ustedes encontrar el testimonio con facilidad en las plataformas de streaming habituales. (9)
3. Britten/Sinfónica de la Radio Nacional Danesa (Decca-Heritage, 1955). El compositor tiene la oportunidad de corregir personalmente los tempi de Barbirolli (8’14’’, 5’19’’, 6’09’’) y de ofrecer una interpretación, merced a las ventajas del estudio, más depurada que la del estreno. Y lo hace con muy apreciable excelencia técnica y –evidentemente– absoluta perfección estilística, es decir, sabiendo combinar elegancia y garra dramática, pero lo cierto es que se echa un tanto de menos la intensidad que Sir John conseguía en el Requiem Aeternam. La toma, monofónica, ha sido transferida por Heritage desde un vinilo. (8)
4. Barbirolli/Sinfónica de la BBC (BBC Legends, 1957). Descomunal interpretación, de corte marcadamente expresionista, con un primer movimiento lleno de desazón gracias a su calculadísima administración de tensiones, un segundo incisivo, feroz e implacable, pero en absoluto decibélico o de cara a la galería, y un tercero que alcanza –de nuevo increíbles las tensiones– un clímax acongojante, al mismo tiempo bellísimo y desesperado. Lástima que la toma sonora monofónica, muy aceptable, tenga que luchar con la acústica lejana del Royal Albert Hall en este concierto de los Proms. (10)
5. Britten/Orquesta New Philharmonia (Decca, 1964). El productor John Culshaw puso a disposición de Britten la que por entonces era la mejor orquesta del mundo, más una excelente ingeniería de sonido, para legar a la posteridad la grabación “oficial” y definitiva del propio autor, quien demostró su enorme talento como director de orquesta ofreciendo una recreación de asombrosa perfección técnica, siempre dentro de una línea interpretativa caracterizada por la moderación y el equilibrio entre los componentes expresivos de la página, sin intención de restarle virulencia pero sin necesidad tampoco de cargar las tintas. Por cierto, que ahora en los movimientos extremos va un poco más lento y se aleja menos de aquella primera aproximación de Barbirolli (8’51’’, 5’03’’, 6’37’’). Ideal para quienes quieran escuchar por primera vez la obra. (9)
6. Previn/Sinfónica de Saint Louis (RCA, 1964). Aunque del joven y aún hollywoodiense Previn podríamos esperar una recreación eminentemente “cinematográfica”, lo cierto es que su lectura se aparta tanto de la inmediatez más o menos descriptiva como de las angulosidades expresionistas para bucear en la atmósfera siniestra y malsana de la página, sobre todo de su primer movimiento; el segundo es irreprochable, reservando el maestro para el tercero una mezcla de lirismo y congoja de los más adecuada. Lástima que la toma haya quedado anticuada. (8)
7. Barbirolli/Orquesta del Concertgebouw (Testament, 1969). Al final de su vida y en plena lucidez interpretativa –Sir John maduró muchísimo a partir de finales de los cincuenta–, el maestro británico nos ofrece su interpretación definitiva. Curiosamente, no es la más tremenda y expresionista de ellas, sino la más impregnada de humanismo, la más emotiva y también la más hermosa. El Lacrymosa es ante todo inquietante y atmosférico; el drama no descansa en las intervenciones de los timbales, sino en la desasosegante y muy minuciosa planificación de las tensiones. El Dies Irae resulta implacable sin cargar las tintas en la agresividad. Y el Requiem aeternam –7’02’’, un minuto menos que en el estreno cuya lentitud molestó al compositor– consigue una mezcla de sensualidad, fuerza trágica y elevación espiritual abrumadoras. ¿El problema? Una toma sonora, en vivo, más bien turbia y chata en dinámica. ¡Qué lástima! (10)
8. Previn/Sinfónica de Londres (EMI, 1973). Aunque ralentiza los tempi –de manera considerable en el primer movimiento– con respecto a su registro diez años anterior, lo cierto es que este nuevo acercamiento Previn no acentúa los aspectos góticos de la música que en aquella ocasión tanto le interesaban –lo siguen haciendo–, sino que añade una dosis mayor de carga dramática y rebeldía –tremendos los timbales, muy bien recogidos por una toma que ahora sí está a la altura–. De esta manera redondea una ortodoxa, sensata y musicalísima interpretación, admirablemente planificada y no menos bien tocada, que alcanza un perfecto punto de equilibrio entre elegancia, lirismo y garra dramática. Se pueden preferir acercamientos más a flor de piel, pero difícil es hacer un solo reproche a los resultados. El clímax del tercer movimiento sigue alcanzando una cantabilidad y una emotividad dignas de admiración. (9)
9. Neumann/Filarmónica Checa (Supraphon, 1974). Monumental sorpresa. Lejos de la mediocridad técnica habitualmente asociada con esta orquesta y estos ingenieros de sonidos por aquellas fechas, aquí tenemos una espléndida grabación –originalmente cuadrafónica– y una irreprochable ejecución que permiten disfrutar plenamente de la visión del maestro Neumann, que es de los que se alejan con claridad de “lo británico” para apostar por el desosiego expresionista. En este sentido, esta lectura es de las más angulosas e incisivas que se recuerdan, gracias en buena medida al singular tratamiento de la sección de metales. El nivel baja un poco en el movimiento conclusivo, lacerante pero sin ese componente de sensualidad y elevación poética que también hace falta en esta música. (9)
10. Kempe/Staatskapelle de Dresde (Berlin Classics, 1976). Si los intérpretes británicos, como Rattle o el propio Britten –Barbirolli es casi aparte– intentan alcanzar la fusión entre elegancia, belleza y garra dramática, el maestro sajón se olvida de semejante equilibrio para decantarse por el expresionismo centroeuropeo. El resultado es, obviamente, una interpretación tensa y escarpada, solo lastrada por las conocidas insuficiencias –era la época del Bruckner con Jochum– de la orquesta de la ciudad natal del director, cuyo saxofón, por otra parte, nos sorprende con inesperados aires jazzísticos. Muy notable el reciente rescate de la toma en alta definición. (8)
12. Bedford/Sinfónica de Londres (Collins-Naxos, 1989). Aunque la grabación se realizó en inmejorables condiciones en los estudios de Abbey Road, da la impresión de que los ingenieros de sonido pusieron muy en primer plano a los timbales y no capturaron a la cuerda con suficiente cuerpo. De ahí quizá que el primer movimiento arranque y termine de manera tremebunda –el timbalero es sensacional–, mientras que lo que hay por medio resulte un poco menos denso de lo conveniente. O quizá sea que Steuart Bedford –perfecto conocedor del mundo de Britten: estrenó Muerte en Venecia– tenga de la página una visión mucho antes british que expresionista, lo que desde luego puede decirse de un hiperlírico movimiento conclusivo. El Dies Irae está muy bien, pero solo eso. (8)
13. Hickox/Sinfónica de Londres (Chandos, 1991). Soberbia, sensacional toma sonora (¡tremenda la percusión!) para una lectura de altísimo nivel. Por una parte, el malogrado director británico realiza un trabajo técnico extraordinario al frente de la magnífica orquesta –extrañamente, única grabación de la LSO– tratándola con tanta sensualidad como refinamiento sin caer en lo excesivamente pulido. Por otra parte, y sin llegar a la visceralidad y el humanismo de un Barbirolli, se compromete en la expresión y sabe llegar a un irreprochable punto de encuentro entre la elegancia propia del universo de Britten y la fuerza dramática que demandan los pentagramas. El Requiem aeternam es antes consolador que trágico, e incluso fugazmente se acerca a lo delicado, pero poco a poco –el tempo es lento: 7’38’’– y con un fraseo de enorme cantabilidad se va acercando hasta un clímax de emotiva grandeza. Si no fuera porque evito los decimales, le pondría un nueve y medio. (9)
14. Marriner/Sinfónica de la Radio de Stuttgart (Capriccio, 1993). Podría pensarse que la decepción de este registro tendría que venir de la falta de afinidad del flemático Sir Neville con una obra tan visceral como esta, pero no es así. De hecho, la batuta se encrespa de manera considerable y no regatea en dramatismo. El problema, más bien, es que el veterano maestro parece no tener bien trabajada la obra. Los dos primeros movimientos resultan un tanto planos, lineales, parcos en atmósfera y de clímax más decibélicos que preparados. Solo en el Requiem Aeternam, llevado con un poco de más prisa de la cuenta (5’44’’) la batuta puede hacer gala de la elegancia que le es consustancial; el clímax resulta más vehemente que grandioso. (7)
15. Myer Fredman/Sinfónica de Nueva Zelanda (Naxos, 1994). No es esta precisamente la interpretación más minuciosamente planificada, ni la más depurada en lo sonoro, pero pese a ello –o tal vez precisamente por eso– desprende cierta sensación de espontaneidad y frescura que la hace atractiva. Al menos en los dos primeros movimientos, que funcionan con bastante solvencia. Pincha seriamente el tercero, llevado con prisas (5’30’’) y más bien escaso de poesía. La toma sonora está en la línea habitual de Naxos. (6)
16. Runnicles/Sinfónica de Atlanta (Telarc, 2007). Una toma sonora brillante, de amplia gama dinámica y de contundente percusión es la gran baza de este registro dirigido de manera poco interesante por el escocés Donald Runnicles. El primer movimiento se desarrolla con elegancia y belleza sonora, pero de manera bastante anodina salvo en su dramática sección conclusiva. El segundo está francamente bien, y mejor aún estaría si el saxofón no fuera tan blando. Descafeinado y hasta insulso el tercero. (7)
17. Bělohlávek/Sinfónica de la BBC (Supraphon, 2008). Aunque la orquesta de la que por entonces era titular se limita a cumplir –de ahí el nueve y no el diez que se merece la batuta–, el maestro checo demuestra amar de manera especial esta música y ofrece una soberbia recreación en la que el primer movimiento resulta más atmosférico e inquietante que angustioso, el segundo se desarrolla con la adecuada para transitar al siguiente de manera muy particularmente angulosa, y el Requiem aeternam alcanza altas cotas de emotividad. La toma se realizó en vivo en el Smetana Hall de Praga, con resultados óptimos: impresionante relieve de la percusión y la más amplia gama dinámica con que se haya recogido esta partitura. Como las dos grabaciones de Barbirolli dejaron mucho que desear desde el punto de vista técnico, esta podría perfectamente considerarse como referencia. (9)
18. Adès/Sinfónica de la BBC (YouTube, 2013). Notabilísima la recreación dirigida por el compositor londinense Thomas Adès: sólida en la arquitectura, natural en el fraseo y siempre certera en la expresión, siempre dentro de un enfoque muy british en el que la elegancia pone por delante de la visceralidad, pero sin por ello dejar de poner el dedo en la llaga. Lástima que la toma no sea la mejor posible y por ello no nos permita disfrutar como es debido con la grandeza del clímax del Requiem aeternam. (9)
19. Mirga Grazinyte-Tyla/Ciudad de Birmingham (DG, 2019). Beneficiado de una modélica toma –naturalidad, equilibrio, transparencia y fidelidad tímbrica garantizadas en el streaming en alta resolución– este registro es ante todo una demostración de portentosa técnica por parte de la directora lituana, que planifica con enorme depuración sonora y tanta atención a la globalidad como al detalle. Eso sí, lo hace dentro de una óptica eminentemente apolínea –también en el tratamiento de la tímbrica–, lo que no le impide ofrecer un notable, no especialmente emotivo Lacrymosa, y un magnífico Dies Irae. El problema llega en el Requiem Aeternam: no solo esta señora va más rápido que casi todos (5’34’’), sino que incurre en una molesta mezcla de asepsia y blandura que pasa por completo de largo ante la intensidad de los pentagramas. (8)
20. Rattle/Sinfónica de Londres (LSO, 2019). Aunque los tempi son más rápidos que en su grabación de 1984 (19’23’’ frente a 20’29’’), la interpretación de Sir Simon es muy parecida a la de Birmingham: excelencia en el trazo, exquisita depuración sonora y perfecto equilibrio entre elegancia, lirismo y fuerza dramática sin intención de hurgar en los aspectos más corrosivos y desasosegantes de esta música. En realidad, la gran ventaja de esta nueva lectura es una toma abiertamente superior a la de entonces que recoge de manera mucho más satisfactoria las decisivas intervenciones de la percusión. En algunas plataformas está disponible en Dolby Atmos. (9)
21. Lorenzo Viotti/Filarmónica de los Países Bajos (YouTube, 2023). El hijo de Marcello Viotti nos ofrece una interpretación sensacional: magníficamente trazada, expresiva y sincera, con su toque de elegancia británica, pero no dejando que este se imponga sobre los aspectos más dolientes de la página. Quizá la transición entre el segundo y tercer movimiento podía estar mejor resuelta. En cualquier caso, el resultado solo cede ante Celibidache y Barbirolli. (9)
5 comentarios:
A pesar de que no estoy familiarizado con esta obra, encuentro necesaria su comparativa. La volveré a escuchar. Muchas gracias, Fernando.
Cristian Muñoz nos regala unos enlaces a la obra en https://manfredwanders.blogspot.com/2021/06/britten-sinfonia-da-requiem-6-reference.html#comment-form
Se te olvidó una grabación que posees: la de Ozawa en la caja con grabaciones para Philips.
Verdaderamente son encomiables sus discografías comparadas. No obstante, me permito hacer una humilde sugerencia que a usted, como docente, no le planteará mayores problemas y que, creo, las haría aún más interesantes y didácticas: añada al pie de cada uno de los posts dedicados a una comparativa una rúbrica que asocie a cada calificación un descriptor sobre el valor interpretativo, la calidad de la grabación y el interés o trascendencia del repertorio. Por ejemplo:
10 Interpretación referencial, sonido impecable, obra de gran interés musical. Considerada una versión definitiva.
9 Interpretación excelente, sonido muy bueno y música de alto valor, pero algún aspecto interpretativo o técnico le impide convertirse en una versión referencial.
Y así sucesivamente...
Gracias, pero yo a las rúbricas les tengo un poco de pánico. Las uso, claro, porque me obligan, pero a mí lo que me gusta (en la docencia) es escribir una pequeña redacción explicando los porqués de las cosas. A veces lleva más tiempo, pero creo que casi queda mejor así... No sé.
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