ACTUALIZACIÓN
La entrada original se publicó el 30 de mayo de 2021, conociendo una ampliación el 12 de agosto de 2023. Al hilo de la asombrosa recreación berlinesa de Barenboim en octubre de 2025 vuelvo a escuchar varias de las grabaciones más importantes, reelaboro sus comentarios e incorporo un buen número de registros que habían quedado fuera.
1. Erich Kleiber/Filarmónica de Berlín (DG, 1927). Impagable documento histórico de cómo sonaban los Berliner Philharmoniker y de cómo se hacía este repertorio en el mítico Berlín de la República de Weimar. Y también, no se olvide, de la manera en que se entendía esta página concreta en un momento no demasiado alejado de la fecha de su estreno: los sesenta y dos años que separan este registro realizado por Polydor de la fecha en la que la partitura finalmente se dio a conocer son más que los noventa y ocho que nos alejan del momento en el que Kleiber padre empuñó la batuta. Por eso mismo, su conocimiento es obligatorio para el aficionado de cierto nivel. Otra cosa es que guste: hay críticos que la consideran una versión de referencia, y hay quienes la ponen a caer de un burro. Quizá no haya para lo uno ni para lo otro. Erich es de lo que, en busca de una manera de dotar de sentido al díptico, no opta por unificarlo sino todo lo contrari, diferenciando al máximo sus dos movimientos. El primero lo plantea desde una óptica temperamental en la que flexibilidad agógica, que hace pasar de momentos muy agitados a otros de serena belleza, destila un carácter digamos "romántico" que no parece ajeno al espíritu de la página, pero que tampoco termina de extraer todo su potencial. Por otra parte, hay más de una sonoridad gangosa y pasajes no del todo bien resueltos. El segundo es sereno y muy hermoso, si bien aquí el problema está en que no se termina de conseguir la unidad deseable en un discurso que flojea en los pasajes más dramáticos, en los que se echa de menos la mezcla de tensión y concentración que más tarde conseguiré Furtwängler. La edición de Eloquence Australia ofrece un sonido muy aceptable para las circunstancias. (8)
2. Walter/Filarmónica de Viena (EMI, 1936). Corría mayo de 1936. Bruno Walter no había cumplido aún los sesenta y faltaban todavía casi dos años para el Anschluss, pero uno quiere imaginar que la enorme urgencia dramática con que el maestro aborda el Allegro moderato tiene algo de presentimiento de lo que está por venir. En cualquier caso, ni el planteamiento de las transiciones ni la depuración sonora terminan de convencer, como tampoco el fraseo de las secciones líricas: falta esa particular cantabilidad schubertiana tan difícil de describir como sencilla de reconocer. Como Erich Kleiber, Walter intenta contrastar lo más posible las dos partes del díptico, planteando así un Andante con moto lento y un tanto pesadote: no funciona. La toma sonora, realizada en la Musikverein sin público, se ha conservado francamente bien. (7)
3. Böhm/Filarmónica de Viena (Documents, 1940). El judío Walter ha escapado a EEUU, Erich Kleiber se había establecido en Buenos Aires y Karl Böhm –ese año cumplía los cuarenta y cinco– se consolida en la Viena dominada por Hitler merced a sus indisimuladas simpatías por el régimen nazi. Su visión es muy distinta a la de los dos directores citados: para el de Graz la D. 750 es un díptico solemne de colores muy sombríos y atmósfera marcadamente fúnebre, aunque siempre en perfecto equilibro con la más rigurosa y severa belleza formal. Desde este punto de vista, el primer movimiento –gótico, concentradísimo, de extraña belleza– resulta admirable. No lo es el Andante con moto, en exceso pesante –ahí sí se puede hablar del Böhm inmaduro, antes kapellmeister que artista–, si bien los momentos más escarpados están dichos con verdadera garra. La toma sonora deja muchísimo que desear. (8)
4. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (BP, 14 diciembre 1944). Pocas veces se habrá escuchado el Allegro moderato con tanta angustia, crispación y rebeldía como en esta velada del 14 de diciembre de 1944 –faltaban pocos meses para la caída de la ciudad– en la que un Furt lleno de dolor saca la música directamente de sus entrañas con una sinceridad y una comunicatividad que no termina de controlar: el equilibrio se pierde, hay excesos de violencia y los timbales llegan a sobreactuar. Mucho más ortodoxo el Andante con moto, aunque lo que gana en redondez lo pierde en personalidad. Hay muchísimos destellos de genio en esta lectura, pero el conjunto no está a la altura. El segundo movimiento, que en su momento no fue trasvasado a compacto por Tahra, ha sido editado por la propia orquesta sin solucionar los serios problemas técnicos de la grabación original, pero descubriendo una amplísima y muy conveniente gama dinámica. (8)
5. Furtwängler/Filarmónica de Viena (EMI, 1950). Le sienta bien a Furt el fin de la guerra. También el estudio, es decir, grabar en la Musikverein sin audiencia: la ausencia de público le permite controlarse mejor. Y qué decir de la magia sonora de la formación vienesa. Por eso esta recreación, aunque sigue los pasos de su testimonio en Berlín y sigue ofreciendo esa flexibilidad, ese intenso dolor y esa sinceridad tan características, resulta más equilibrada en un primer movimiento bien paladeado sin necesidad de recurrir a lo gótico; más poética y emotiva en un segundo que equilibra con especial concentración y tensión dramática lirismo y rabia; más globalmente redonda, en definitiva. La primera edición en CD realizada por EMI era, según el análisis de los estudiosos, un verdadero desastre, salvado más tarde por un buen trabajo de Mark Obert-Thorn Naxos. El espléndido reprocesado de 2012 ha venido, felizmente, a poner las cosas en su sitio. (9)
6. Furtwängler/Filarmónica de Berlín (DG, 1952). Vuelta a la capital alemana y vuelta al vivo. La elegancia y belleza vienesas compensaban el temperamento furtwangleriano, mientras que el músculo y la rotundidad berlinesas no hacen sino potenciar su enfoque hiperdramático. Esta es quizá la versión que mayor fuerza expresiva alcanza de todas las suyas, si bien la madurez también se nota: el control y la inspiración son ahora mayores que en el testimonio de 1948. La toma sonora es buena; al recoger con amplitud los graves, el timbalero alcanza un gran protagonismo. La gama dinámica, sin embargo, no es la mayor posible. (9)
7. Karajan/Orquesta Philharmonia (EMI, 1955). Llegó el estéreo. Llegó Karajan. Y llegó la Philharmonia. Fue muy listo Walter Legge al poner a su increíble máquina bajo la batuta que con más perfección podía hacerla sonar. Realmente es difícil tocar esta obra de manera más técnicamente inmaculada. ¡Qué empaste, qué equilibrio de planos, que limpieza en los ataques, qué impresionantes contrastes sonoros! Por no hablar de la exquisitamente delineada arquitectura horizontal, de la cantabilidad del fraseo y de la belleza sonora. Todo está estudiado al milímetro. Tanto, que falta lo más importante: música. En el primer movimiento no hay rastro de humanismo ni de emoción. En el segundo, una solemnidad bastante impostada se impone por encima de cualquier otra consideración. (8)
7. Munch/Sinfónica de Boston (RCA, 1955). Director un tanto sobrevalorado, Munch ofrece un primer movimiento brioso y bien controlado, pero algo tosco, sin la elegancia propiamente schubertiana, y desde luego más vistoso que con auténtica desazón interna. Bien a secas el segundo, desgranado sin prisas y con una magnífica puesta en sonido. La toma es espléndida para la época, aunque no equiparable a los logros de años posteriores en el mismo sello. (7)
8. Walter/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1958). Han pasado veintidós años con respecto a su grabación en Viena, pero el maestro no ha cambiado su planteamiento basado en diferenciar todo lo posible los dos movimientos tanto en tempo como en expresión. El Allegro moderato lo interpreta de manera dramática, a tumba abierta. Esto resulta de agradecer, si bien el fraseo adolece de exceso de premura y de nerviosismo: se echan de menos tanto misterio como hondura reflexiva. En el Andante con moto la batuta se sosiega en exceso, pero al igual que en la ocasión anterior el resultado es poco fluido, incluso pesante, y aunque el fraseo es amplio, las melodías carecen de la emotividad agridulce necesaria. En cualquier caso, hay detalles que evidencian que ahí hay un gran director, mientras que la orquesta, que por entonces no era muy allá, responde sin problemas. Espléndida la toma. (8)
10. Maazel/Filarmónica de Berlín (DG, 1959). Un Maazel de tal solo 29 años decide encontrar un lugar personal dentro de la gran tradición y ofrecer una lectura intensa y dramática, pero ajena tanto a nerviosismos, a tempestades más o menos románticas y a grandes honduras existenciales. Todo ello, permitiendo que la orquesta que ya era de Karajan suene con todo su músculo sin que ello suponga pesadez alguna, y haciendo siempre gala de trazo segurísimo y atención por el detalle. Faltan, lástima, la magia poética del primer movimiento, y especialmente la especial sensualidad agridulce schubertiana que demanda el segundo. Muy notable la toma. (8)
11. Cluytens/Filarmónica de Berlín (EMI, 1960). El maestro flamenco modela a la opulenta y robusta orquesta con enorme depuración sonora, frasea con admirable cantabilidad y alcanza un perfecto equilibrio entre forma y expresión, sin dejarse llevar por el nerviosismo ni por el efecto gratuito, pero aun así no logra hacer justicia a la página. En el Allegro moderato, el primer tema no ofrece el imprescindible carácter inquietante y el segundo no destila esa emotividad típicamente schubertiana; los contrates brillan por su ausencia. Peor aún el Andante con moto: pesadote, de pulso desmayado y sin garra dramática. La toma se ha revelado espléndida en el streaming de alta definición. (6)
12. Giulini/Orquesta Philharmonia (EMI, 1961). Portentosa planificación y ejecución para una lectura clásica en el mejor de los sentidos, de perfecto equilibrio entre lo lírico y lo dramático, fraseada con toda esa naturalidad y nobleza esperable en Giulini sin perder nunca de vista los picos de tensión, pero no del todo poética ni profunda en el primer movimiento, más literal que emotivo. El Andante con moto sí que es magnífico, sin perderse nunca entre brumas contemplativas y sabiendo ser escarpado sin desatender el equilibrio y la belleza sonora. (8)
13. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1963). El problema del primer movimiento no es que vaya rápido. Tampoco lo es su carácter eminentemente extrovertido, porque se puede hacer así siempre que sirva para poner de relieve los conflictos internos de la música. El asunto es que Bernstein se muestra despistadísimo en la expresión: el tema B le suena feliz, incluso jovial. En el segundo el maestro ofrece buenas dosis de belleza sonora en las secciones líricas, pero cuando tiene que encresparse resulta insincero, incluso vulgar, resintiéndose el conjunto de falta de unidad. La cuerda neoyorquina funciona bien, no así sus maderas. Tampoco es que la batuta trabaje con mucha depuración sonora: el empeño por grabar muchos discos en poco tiempo pasó factura a los resultados. (5)
14. Kertész/ Filarmónica de Viena (Decca, 1963). Sorpresa. Una introducción particularmente brumosa y atmosférica, cargada de malos presagios, da paso a una interpretación extremadamente dramática, de clímax angustiosos, tensos a más no poder, llenos de rabia y desesperación –tremendo los golpes de los timbales–, pero sin atentar contra la arquitectura de la pieza y ofreciendo, sorprendentemente, una admirable cantabilidad shubertiana, a la que no es ajena la sonoridad siempre bella de la formación vienesa. ¡Quién lo diría, viniendo de Kertész! (10)
15. Klemperer/Orquesta Philharmonia (EMI, 1963). Un arranque particularmente nervioso ya nos pone sobre aviso de que esta va a ser una interpretación que tiene poco que ver con el Klemperer de aquellos años. Efectivamente: aun sin renunciar a su sonoridad granítica, con esas maderas tan peculiares de la Philharmonia moldeadas a su imagen y semejanza, como tampoco a su particular lirismo amargo, el de Breslau propone una interpretación bastante rebelde y encrespada, muy dramática. Funciona muy bien, en todo caso, el primer movimiento, que Klemperer lleva con la rapidez que pide la partitura pero que no respetan muchos maestros. El problema está en el Andante con moto, un tanto escasa de concentración, de poso filosófico, como también de esa particular elevación poética, a medio camino entre lo terrenal y lo espiritual, que esta música necesita, quizá por empeñarse el de Breslau en imponer su particular óptica: mucho más de sentido trágico que de vuelo lírico, de sensualidad o de poesía. Sensacional reprocesado el realizado por Warner en 2023. (8)
16. Böhm/Filarmónica de Berlín (DG, 1966). Veintiséis años han pasado desde su testimonio en vivo con la Filarmónica de Viena. El concepto es parecido al de entonces, pero tanto el dominio de la orquesta como la inspiración del maestro son superiores. El primer movimiento sigue siendo gótico al cien por cien, pero sin por ello perder el equilibrio formal ni, menos aún, la potencia dramática; en este sentido, la musculada cuerda berlinesa resulta la ideal para los fines de un Böhm que sabe resultar tan severo como imponente. El Andante con moto resulta menos persona, evitando las pesadeces de antaño gracias a un fraseo de apreciable naturalidad, pero sin alcanzar el grado de poesía que la música demanda. Por eso mismo es complicado eso de poner puntitos al resultado, por no decir que se trata de un empeño inútil. A hí van, en cualquier caso, para quienes les gustan estas cosas: un 9 o 9.5 para el primer movimiento, 8 para el segundo. La ingeniería del sello amarillo ha resultado ser espléndida en el SACD de procedencia japonesa y circulación corsaria. (9)
17. Klemperer/Sinfónica de la Radio Bávara (EMI, 1966). El concepto es el mismo que el de su interpretación de estudio tres años anterior, con sus virtudes e insuficiencias, si bien ahora el maestro –ochenta y un añitos– parece más sincero, más comunicativo, más suelto incluso. A la sensación contribuye una orquesta que no es tan extraordinaria como la Philharmonia, pero que suena menos monolítica, con más plasticidad, más flexible incluso. La toma sonora, siendo en vivo, es altamente satisfactoria. (9)
18. Klemperer/Filarmónica de Viena (DG, 1968). No sé si será por ponerse delante de ese prodigio de belleza sonora (¡qué increíbles e inconfundibles violonchelos!), o quizá por el grado excepcional de madurez que alcanzó a lo largo de la segunda mitad de los sesenta. Lo cierto es que en esta recreación Klemperer sí que consigue, manteniendo alta la dosis de rebeldía y carga dramática de sus interpretaciones anteriores, controlar la tendencia al nerviosismo que tenían aquellas –el tempo del Andante con moto es ahora más deliberado: 12’05 frente a los 11’23 de la última ocasión– y alcanzar un prodigioso grado de concentración para paladear con infinita poesía las melodías schubertianas y para alcanzar el grado de elevación poética que demandan los respectivos finales de los dos movimientos. En cualquier caso, genio y figura, el de Breslau no baja la guardia, evita la dulzura y mantiene siempre el punto de distanciamiento que le caracteriza. Ya saben, no vaya a ser que el público se emocione demasiado. Alguien lo hizo, y exclamó "Shon!" (¡hermoso!) tras los últimos compases. La toma sonora es solo discreta, y no solo por los abundantes ruidos en la Musikverein. (10)
19. Krips/Filarmónica de Viena (Decca, 1969). No es esta la interpretación más doliente y profunda posible. Menos aún la más rebelde o escarpada. Pero es difícil concebir una arquitectura planteada con mayor lógica, fluidez y naturalidad, un fraseo más elegante y cantable, una sonoridad más equilibrada y hermosa que la que extrae el maestro vienés de una orquesta en estado de gracia e ideal para materializar su idea expresiva. Lo importante, en cualquier caso, es que tan bellísimo envoltorio formal no se queda en la epidermis, sino que va de la mano de una calidez y una poesía humanística encomiables que sabe no descuidar, aunque no sean estos los que más le interesen, los aspectos dramáticos de la página, sobre todo en el segundo movimiento. El sonido es francamente bueno para la época. (9)
20. Ozawa/Sinfónica de Chicago (RCA-Sony, 1968). Nada que ver este extrovertido Ozawa juvenil con el curvilíneo y refinado de su madurez, pues atiende de manera admirable todo lo que de dramático y escarpado tiene la genial creación schubertiana para quedarse muy corto en lo que a sensualidad, reflexión y lirismo agridulce se refiere. En cualquier caso, el trazo es excelente y la formidable orquesta responde de manera impecable ante la gran técnica de batuta del maestro oriental. La toma, pese al soplido y a la distorsión, ha demostrado gran calidad tras la restauración en alta resolución por su redondez, cuerpo y equilibrio. (8)
21. Britten/English Chamber Orchestra (Decca, 1970). Interpretación que huye de las densidades y lentitudes con que los directores centroeuropeos abordan esta página ágil para resultar más bien rápida, nerviosa y moderadamente incisiva, a lo que ayuda el tamaño de la soberbia orquesta. El resultado, más teatral que reflexivo, carece del fraseo humanístico propio del autor, quizá por en exceso nervioso en el primer movimiento, pero ofrece un sincero dramatismo y acentos muy lacerantes –admirables las maderas–, siempre con un enfoque rebelde alejado de lo meramente otoñal y contemplativo. Magnífica la toma. (8)
22. Abbado/Filarmónica de Viena (DG, 1971). Habida cuenta de que el ciclo Schubert que grabó entre 1986 y 1987 corresponde ya al comienzo del gran giro a peor del maestro milanés, ha resultado felicísima la recuperación por parte del sello amarillo de esta toma en vivo, técnicamente correcta sin más, que nos trae a un Abbado que aún no había cumplido los treinta y ocho poniéndose al frente de una orquesta de lujo. Y lo que nos ofrece es una espléndida lectura que acepta por completo la tradición, pero no la visión eminentemente gótica u otoñal de otros directores, como tampoco siente necesidad de subrayar los aspectos más escarpados de la música. Lo que busca es alcanzar el más sensato y –llamémosle así– clásico equilibrio entre lo contemplativo y lo dramático, también entre lo espiritual y lo terrenal, aportando una buena dosis de inmediatez, de frescura y de comunicatividad, pero procurando al mismo tiempo paladear la música con la cantabilidad adecuada y destilando una poesía nada narcisista. En cualquier caso, falta ese último grado de inspiración y de compromiso expresivo que convierte lo notabilísimo en excepcional. (8)
23. Jochum/Sinfónica de Boston (DG, 1973). Tiene su cosa escuchar al kapellmeister por excelencia, casi siempre asociado a orquestas centroeuropeas, ponerse al frente de una de las grandes norteamericanas. La hace sonar de maravilla, ciertamente, pero en una recreación que es de esas que se vuelvan en la parte dramática de la obra. Le funciona bien el primer movimiento: el fraseo resulta particularmente fluido –elegancia, sutileza en la agógica, unidad en el discurso–, la vehemencia no cae en el nerviosismo y el celebérrimo Tema B, ya que no muy sensual ni conmovedor, se encuentra revestido de una desazón muy atractiva. Convence menos el segundo, algo más rápido de la cuenta para ser un Andante con moto y escaso de vuelo poético; eso sí, de nuevo el trazo horizontal resulta muy natural y la belleza sonora se encuentra plenamente garantizada. Suena francamente bien en el SACD de procedencia japonesa que circula por ahí. (8)
24. Böhm/Filarmónica de Viena (DVD NHK, 1975). ¡Qué manera de evolucionar la del maestro! Solo han pasado nueve años desde la grabación en estudio berlinesa, pero se trata de unas fechas claves en su trayectoria: aquellas de las que pasó de ser un enorme kapellmeister a convertirse en un grandísimo director. Ralentizando de manera considerable los tempi, y sustituyendo el músculo de Berlín por el terciopelo de Viena, en esta filmación nipona ofreció una de esas lecturas que empiezan a sonar "desde el más allá", mezclando el dolor más intenso –sin aspavientos– con una belleza formal infinita. No, no se encuentra nada lejos de lo que en 1968 había hecho Klemperer con la misma orquesta. Un hito, que solo pierde un tanto por culpa de una toma no muy allá. Por fortuna, pronto tendrá la ocasión de dejarnos parecido testimonio con ingeniería óptima. (10)
25. Böhm/Filarmónica de Viena (DG, 1977). Esta es la versión definitiva del maestro. La síntesis que el de Graz logra entre belleza apolínea, equilibrio, sobriedad, fuerza dramática y profundidad expresiva, por no hablar de la combinación de la embriagadora tersura de la formación vienesa con el amargor que desprende la batuta, hacen que esta recreación, sin ser en absoluto desgarrada, resulte un prodigio de equilibrio y síntesis entre todos los componentes de esta música genial. ¿Mejor todavía que la filmación en vivo en Japón? Yo diría que no. Simplemente, con esta toma de sonido se puede apreciar con mucho más detalle el dominio de las dinámicas, tratadas con una sutileza, lógica y naturalidad increíbles hasta alcanzar los más encendidos picos de tensión, así como la inconfundible tímbrica de una orquesta que resulta sencillamente ideal para la partitura. Y qué decir de la cantabilidad del maestro: el celebérrimo tema B del Allegro moderato nunca se había escuchado con semejante mezcla de belleza, ternura y dolor, un prodigio que no llegará a superarse hasta 2025 con Barenboim/Berlín. A destacar igualmente los momentos de increíble magia que consigue Böhm en el referido primer movimiento, planteado con especial lentitud, así como las musicalísimas e insuperables intervenciones de los primeros atriles en el segundo movimiento. Disco imprescindible. (10)
26. Carlos Kleiber/Filarmónica de Viena (DG, 1978). De poco le sirve a Kleiber hijo tener delante a los vieneses si su concepto no convence. Su rápida y extrovertida recreación resulta excesivamente nerviosa e innecesariamente violenta –secas y contundentes intervenciones de los timbales–, escasa de aliento lírico y de poso filosófico. Nos obstante, debemos reconocer que se encuentra dotada de un extraño atractivo, que puede derivar tanto de la belleza sonora desplegada como de la elegancia y sutil flexibilidad de la batuta, así como de la garra dramática de sus violentos e incisivos ataques. Excelente toma en su recuperación en alta definición: carnosa y con amplia gama dinámica. (8)
27. Giulini/Sinfónica de Chicago (DG, 1978). El milagro de esta interpretación es conseguir un equilibrio entre lo apolíneo y lo trágico, entre la belleza sonora, el lirismo cantable y la efusividad humanista por un lado, y la garra dramática y la hondura reflexiva por otro. Giulini lo alcanza con una técnica de batuta excepcional que hace empastar de manera muy cálida a la usualmente brillante Sinfónica de Chicago –le da extraordinario relieve a la cuerda grave– y le permite mantener la tensión interna mientras frasea con una naturalidad, una sensualidad y una fuerza poética asombrosas, sin nunca bajar la guardia y olvidar el trasfondo trágico de la pieza, y sin caer tampoco en la menor blandura o tentación de hedonismo sonoro. Se pueden preferir enfoques más a tumba abierta, más escarpados, pero esta interpretación a un mismo tiempo bellísima y profunda resulta modélica en su línea. Tras la última remasterización suena de manera admirable. (10)
28. Solti/Sinfónica de Chicago (DVD Medici Arts, 1979). Rebelde, poderosa y dramática interpretación, no particularmente reflexiva pero sí tensa, fabulosamente planificada y tocada de manera inmejorable. La increíble orquesta suena distinta que con Giulini, pero ello no le impide obtener a su titular, particularmente concentrado, una arquitectura y una claridad portentosas. ¿Quién dijo que Solti era solo el maestro de la electricidad? (9)
29. Colin Davis/Sinfónica de Boston (Philips, 1982?). El siempre escrupuloso Sir Colin decide respetar las indicaciones metronómicas. Por ende renuncia a toda morosidad, como también a convertir la obra en un díptico lúgubre. A lo que no renuncia es a la elegancia, a la depuración sonora, a la más exquisita belleza formal ni a la cantabilidad. Y logra el milagro de ofrecer todas esas virtudes dentro de un enfoque abiertamente dramático, decidido e incluso desasosegante sin que el equilibrio se venga abajo. Falta la magia poética de las más grandes recreaciones de la página, pero aun así el maestro dio una lección magistral que fue recogida de manera admirable por los ingenieros de Philips. Lástima que el sello holandés no haya hecho circular en su catálogo este registro de la manera que merece. (9)
30. Marriner/Academy of St. Martin in-the-Fields (Philips, 1984). Sir Neville es el primero en grabar la versión completada por Brian Newbould: muy convincente Scherzo –que tiene mucho más de Schubert que de reconstrucción–, no tanto la presencia de Rosamunda en el Finale. Bajo la batuta del de Lincoln, los dos movimientos de siempre se encuentran interpretados desde una óptica equivocadamente amable y descomprometida resultan, por lo que resultan asépticos, superficiales y algo blandos. El tercero está mucho mejor: aunque la óptica del maestro es mucho más elegante que rústica, aquí se alcanza una admirable muestra entre depuración sonora y convicción expresiva. El cuarto se encuentra muy bien planteado y resuelto, pero la personalidad de la batuta no es la más adecuada a la hora de extraer las posibilidades dramáticas que llegan desde Rosamunda. Toma sonora portentosa. (7)
31. Solti/Filarmónica de Viena (Decca, 1984). La increíble orquesta vienesa le suena a Solti más robusta que a Böhm, aunque no menos transparente, en una lectura con la rebeldía, incisividad y dramatismo esperables en este director, pero también con una elevada dosis de poesía, misterio y concentración. Los resultados son todavía superiores a su filmación en Chicago, si bien falta un poco de magia en momentos tan importantes como los finales de ambos movimientos. (9)
32. Barenboim/Filarmónica de Berlín (CBS, 1984). El de Buenos Aires es de los que se vuelcan en los aspectos más dramáticos de la página, que hace sonar poderosa encrespada, rebelde incluso, pero su descuido de lo que tiene de sensualidad, de efusividad y de ternura resulta excesivo. El primer movimiento lo plantea apremiante y lleno de desasosiego, alcanzando clímax de enorme garra, mientras que el nerviosismo generalizado y la parquedad de matices poéticos juega en su contra. El Andante con moto resulta atípico, nada contemplativo y alicorto en espiritualidad, al tiempo que bastante más amargo y rebelde de lo que suele. En definitiva, una propuesta tan personal y atractiva como falta de madurez. (8)
33. Celibidache/Filarmónica de Múnich (MPHIL, 1985). Esta es exactamente la interpretación que se podía esperar de un veterano director de la más pura tradición centroeuropea. Amplia, cargada de atmósfera, cantable a más no poder, reflexiva mucho antes que escarpada –no por ello tímida–, cargada de hondura dramática y recorrida por un maravilloso vuelo poético en el que la dulzura y el amargor se mezclan con toda la poderosa intensidad que demanda el universo schubertiano. Celi, obviamente, otorga un particular espíritu bruckneriano a esta música y destila magia sonora en más de un momento, paladeando cada uno de los rincones de la música sin que la arquitectura se le venga abajo. Si hay que poner algún reparo, este sería el mismo que el de su Beethoven tardío: una articulación –que no una expresividad– falta de suficiente incisividad, incluso algo más blanda de lo que requiere este repertorio. (9)
34. Abbado/The Chamber Orchestra of Europe (DG, 1987). Dieciséis años después de la toma en vivo en la Konzerthaus de Viena, Abbado se queda en el mismo recinto poniéndose al frente de una soberbia formación de cámara para, esta vez sí, plantarle cara a la gran tradición. La técnica de batuta suprema está ahí, la elegancia y la fluidez del discurso resultan innegables, pero la apreciable mayor rapidez de los tempi –el primer movimiento le dura más porque incorpora la repetición– el manifiesto deseo de alejarse de densidades expresivas, léase del pathos, le conduce a unos resultados menos interesantes. Una pena: esta manera de confundir emotividad con "contaminaciones románticas" terminaría conduciendo al maestro a una irreversible decadencia en su arte. (8)
35. Bernstein/Orquesta del Concertgebouw (DG, 1987). Ha mejorado algo en lo expresivo la visión de Bernstein desde aquel fiasco en Nueva York, pero su considerable falta de sintonía con esta música sigue siendo evidente. La gran diferencia viene en el plano formal: la formación holandesa es una maravilla y la batuta trabaja ahora con mucho mayor refinamiento, tanto en el trazo general como en lo que se refiere al detalle. En cualquier caso, que todo suene con gran belleza y haya más de un detalle interpretativo propio de un gran director no redime los resultados globales. (7)
36. Muti/Filarmónica de Viena (EMI, 1990). Una visión marcadamente dramática en la que el italiano acierta a inyectar sinceridad, tensión y rebeldía sin que se resientan lo más mínimo el equilibrio y la perfección de la arquitectura, pero en la que fracasa a la hora de frasear con suficiente cantabilidad y lirismo las partes más poéticas, lo que se evidencia sobre todo en un segundo movimiento llevado algo más deprisa de la cuenta. Eso sí, que el instrumento sea Viena es una enorme baza a su favor. (8)
37. Barenboim/Filarmónica de Berlín (DVD TDK y Digital Concert Hall, 1992). Un Barenboim que rozaba la cincuentena y una orquesta ya en plena reconversión de la mano de Abbado se enfrentan a la terrible acústica de la iglesia del Monasterio de San Lorenzo del Escorial para ofrecer una recreación muy en la línea de la anterior de los mismos artistas, con todas sus virtudes e insuficiencias conceptuales. Sin embargo, esta vez la inspiración es mayor en algunos momentos clave –escalofriante el pasaje de trémolo de los violines sobre la cuerda grave con que arranca la sección de desarrollo– y se desprende por parte de la batuta una sensación de espontaneidad, de receptividad al contexto, que deriva en un mayor grado de flexibilidad y de inmediatez expresiva. Semejantes circunstancias convierten a esta lectura en la más interesante de las que Barenboim realiza en su "línea dramática". La de treinta y tres años más tarde en la Philharmonie no tendrá nada que ver con esta, y casi con ninguna otra. (9)
38. Harnoncourt/Orquesta del Concertgebouw (Teldec, 1992). La incisividad de los ataques y el sentido del claroscuro de Harnoncourt en principio sientan bien a esta partitura, pero a la hora de la verdad el dramatismo resulta más teatral que sincero. Por lo demás, la cantabilidad y la poesía brillan por su ausencia en esta más bien rígida, mecánica y fría interpretación. (6)
41. Giulini/Sinfónica de la Radio Bávara (Sony, 1995). Si su interpretación de Chicago se basaba en el equilibrio, aquí Giulini se decanta por los aspectos más líricos de la obra. Esto no significa que el maestro baje la guardia; el amargor que desprende su interpretación sigue siendo evidente y los clímax alcanzan, mediante una muy sutil gradación de tensiones, una fuerza impresionante. Pero sí es cierto que aquí hay una dosis mayor de misterio, de sensualidad, digamos que de “ternura schubertiana”, fraseando la orquesta bávara con esa cantabilidad que solo el maestro de Barletta sabe. En este sentido, es la típica recreación “de anciano director”, trascendida y altamente desmaterializada, dicha desde más allá del bien y del mal, con una mirada sobre el ser humano que recopila todas las experiencias de una vida y las sintetiza convirtiendo el acto interpretativo en una reflexión filosófica a través de la belleza. (9)
42. Wand/Sinfónica de la NDR de Hamburgo (DVD, 1995). El venerable maestro alemán se decanta por una visión extrovertida, rebelde y claramente dramática, de gran sinceridad, aunque no especial vuelo lírico. Falta un punto de concentración, así como un trabajo orquestal algo más pulido. No hay problema: pronto dará la campanada. (8)
43. Colin Davis/Staatskapelle Dresden (RCA, 1996). Aunque Sir Colin ralentiza el tempo del primer movimiento con respecto a su grabación en Boston para Philips, el enfoque, abiertamente trágico sin descuidar la cantabilidad, vuelve a ser irreprochable, lo mismo que la sonoridad de la orquesta, cálida y transparente, y la muy cuidada arquitectura. El fraseo es muy natural y la expresión sincera. Eso sí, la magia solo llega a hacer acto de presencia en el trascendental ascenso al clímax del desarrollo primer movimiento. En cualquier caso, muy alto nivel. (9)
44. Wand/Sinfónica de la NDR de Hamburgo (DVD TDK, 2001). Increíble: Wand consigue aquí el más portentoso equilibrio entre belleza apolínea y fuerza dramática. Llenando la obra de sentido filosófico sin resultar gótico ni excesivamente romántico, despliega un aliento lírico que puede parecer frío, pero que en realidad es más bien descorazonador, construye una perfecta arquitectura que no cae en la rigidez, y en la que hay lugar para el fraseo evocador y punzante de los magníficos solistas de clarinete y oboe. (10)
45. Pinnock/Chamber Orchestra of Europe (YouTube, 2010). Una interpretación extraña en la que el fundador de The English Concert intenta tender puentes sin terminar de conseguirlo. Por un lado, la orquesta toca con ásperos metales que parecen de época –al menos las trompetas–, la percusión utiliza baquetas duras y la articulación ofrece moderadamente una aproximación al mundo historicista, mientras que los tempi no tienen nada de lentos. Por otro, el enfoque expresivo es dramático, agitado, sin que el maestro caiga en excesos ni que descuide los matices en el fraseo –las gradaciones dinámicas están muy cuidadas–. Por desgracia no afloran ni la sensualidad ni el lirismo amargo schubertiano que, en su equilibrio con los aspectos trágicos, otorgan a esta partitura su peculiar fascinación. (7)
46. Herreweghe/Real Filarmónica de Flandes (Pentatone, 2011). Orquesta de tamaño reducido, tempi rápidos, fraseo ágil y curvilíneo, texturas diáfanas y un desarrollarlo sentido de los contrastes son las líneas que marcan esta interpretación “H.I.P. ma non troppo” que falla en lo que tenía que fallar: el maestro confunde el dramatismo con el nerviosismo –a Furt también le pasaba, pero ahí había una intensa sinceridad aquí ausente–, mientras que –esto es lo grave– desgrana las frases líricas con una mezcla de ingravidez y blandura que a mí me parece que no tiene tanto que ver con la postura filológica adoptada, sino más bien por la tendencia creciente de Herreweghe hacia lo excesivamente suave, por no decir hacia la blandura. De hecho, en su Bach ocurre igual. Soberbia la ingeniería de Pentatone. (7)
Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2012). Al contrario de lo que suele ocurrir en sus aproximaciones a Beethoven y Schumann, no hay aquí tentativa alguna de incorporar elementos de la corriente "históricamente informada". La lectura de Rattle resulta tradicional en todos los sentidos, y el maestro de Liverpool no muestra precisamente reparos a la hora de recrearse en la suntuosa y muy germánica sonoridad de su orquesta. Otra cosa es la cuestión expresiva, en la que parece evidenciarse otra tradición muy distinta: la británica, léase la de los Marriner y compañía. Todo suena muy hermoso, cuidado hasta el milímetro, pero hay un cierto reparo a mojarse en los aspectos más densos e intensos de la expresión. Sí, es cierto que en la sección de desarrollo del primer movimiento la batuta se agita, muestra vehemencia y cierta espontaneidad, pero da la impresión de que el maestro no termina de creerse esta música, cuyas melodías, por otra parte, le suenan antes bonitas que agridulces. El segundo movimiento le queda bello, francamente bello. Solo eso. Un siete para Rattle, mucha más nota para la orquesta. (8)
47. Haitink/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2016). El maestro holandés hace honor a su fama y desgrana una interpretación sobria y rigurosa, poco o nada personal, en absoluto creativa, a la que le falta ese punto de emotividad y aliento poético que distingue a las grandes lecturas, pero que se encuentra construida con una claridad y depuración sonora insuperables, avanza con un pulso sostenido sin desmayo, está fraseada con admirable cantabilidad y, sobre todo, posee un elevado sentido dramático. Únicamente en el célebre tema lírico del Allegro moderato el maestro parece ceder y hace sonar a los chelos, increíblemente bellos desde el punto de vista tímbrico, con un muy alto grado de dulzura, e incluso con más ingravidez de la cuenta: incluso al adusto y distanciado Haitink parece costarle trabajo disimular que él también es un anciano director. La orquesta está gloriosa, tanto por la sonoridad global como por las impagables intervenciones del clarinete de Andreas Ottensamer y el oboe de Albrecht Mayer, tan fundamentales en esta partitura. (8)
48. Venzago/Orquesta de Cámara de Basilea (Sony, 2016). El maestro suizo ofrece su propia reconstrucción de los dos últimos movimientos, más creativa que la de Brian Newbould –a quien no cita, pese a que ambos optan por Rosamunda para el cuarto–, como también más discutible. Ahora bien, en lo que no convence en absoluto es en su materialización sonora de su concepto. Porque una cosa es ser consecuente con la idea de que, habida cuenta de todo lo antedicho, esta no tiene por qué ser una obra “mortuoria” y su primera media hora tenga que interpretarse como un largo adagio fúnebre, y otra muy distinta escoger un tempo para el movimiento inicial que no dejar respirar a la música, plantear los contrastes con brusquedad extrema y modelar a la orquesta con una sonoridad seca, tosca y bastante frágil, todo ello dentro de una línea de historicismo mal entendido. Más grave aún es que no haya ni rastro de elegancia ni de belleza sonora, elementos consustanciales a la creación schubertiana: el dolor e incluso el desgarro, siendo fundamentales, solo pueden concebirse desde el más hermoso e impecable revestimiento formal. La orquesta no es ninguna maravilla, como tampoco la toma. (4)
49. Barenboim/Staatskapelle de Berlín (YouTube, Pekín, 2018). Lejos de ofrecer una interpretación otoñal, “de anciano director”, el de Buenos Aires se lanza a ofrecer una lectura decidida y dramática, muy a tumba abierta, de momentos llenos de dolor y rebeldía –sobre todo en el segundo movimiento– sin perder elegancia ni fluidez en la arquitectura… Pero también sin que terminen de aflorar ese humanismo, ese lirismo intensamente amargo y esa elevación poética que esta música también necesita. Es decir, como en sus grabaciones anteriores. (8)
50. Barenboim/WEDO (Medici TV y Blu-ray CMajor, 2019). Es seguramente la experiencia con las sonatas para piano lo que le permite al de Buenos Aires ofrecer una recreación más idiomática, también más equilibrada, alejada de grandes angustias existenciales y más atenta a la belleza sonora, alejándose de densidades excesivas y enriqueciendo el fraseo de sutilísimos matices propios de un gran maestro. Sin embargo, los resultados siguen distando de ser redondos, y no tanto porque en el primer movimiento haya un cierto exceso de portamenti, se aprecie algún desajuste en los ataques de las cuerdas o la batuta no termine de descubrir la magia poética que alberga su acongojante final, sino porque el Andante con moto, aun fraseado con incuestionable belleza, está dicho con prisa excesiva y no ofrece el adecuado contraste entre vuelo melódico y desgarro dramático. Quizá el problema sea que estamos en exceso acostumbrados a un Andante demasiado lento, otoñal y pesimista: ¿quizá Barenboim piensa en “incompleta” en lugar de en “inacabada”? (8)
51. Barenboim/Staatskapelle de Berlín (Medici TV, 6 de marzo de 2022). Lo dicho: estamos tan acostumbrados a lo de un Klemperer, un Böhm, un Giulini o un Celibidache que acercamientos como los del de Buenos Aires no terminan de convencernos. Pero a lo mejor resulta que esta sinfonía se puede (¿se debe?) hacer así, sin lentitudes ni profundidades “wagnerianas”. Al fin y al cabo, la partitura marca Allegro moderato y Andante con moto, indicaciones que el maestro se toma al pie de la letra. Su aproximación, por lo demás, es dramática e incluso escarpado, justo como ocurriera en sus dos más recientes testimonios. Por eso mismo, y aunque técnicamente esta interpretación resulte más depurada que la que hizo con la WEDO, no hay particular novedad en el presente testimonio. Lo nuevo, lo rotundamente nuevo, el gran giro de Barenboim en esta partitura, llegará en tan solo tres años. (8)
Manacorda. Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2022). Viniendo el director turinés de la "tercera vía" interpretativa, era de esperar que en su recreación se encontrasen al menos algunos rasgos de la praxis historicista. Pues no. Ni uno solo. Está en Berlín y sabe lo que se juega, pero la cosa le sale a medias. Triunfa en un primer movimiento lento, concentrado, severo y dotado de hondura; sin agitación, pero con pulso interno bien sostenido y manifiesto deseo de crear una atmósfera fúnebre, a la manera de algunos grandes maestros del pasado. Siendo cierto que le queda un poco frío, las memorables intervenciones de los primeros atriles hacen subir el nivel. Fiasco total, por el contrario, el Andante con moto, hermosamente sonado pero no solo más rápido de la cuenta, sino también dicho de pasada, aséptico, ajeno tanto a la poesía como al drama, incluso frívolo. Si no fuera por la orquesta... Imagen 4K y sonido Atmos. (8)
14 comentarios:
Una de mis obras favoritas. Verdadera joya. Excelente comparativa.
Fernando, usted merece la medalla al mérito por su labor formativa desde estas comparativas. Mis amigos neófitos devoran estas páginas y las debaten durante semanas enteras.
A propósito,ellos y yo también,soñamos con unos listados de las principales OBRAS MAESTRAS u obras capitales en la historia de la música, que incluya alguna grabación de referencia. Se podría titular " Mis Obras Maestras favoritas", etc.
Comprendemos que es un tópico complejo, pues el concepto "obra maestra" es discutible, pero creemos que para personas sedientas de profundizar en la música, no cae mal un luminoso aporte suyo.
Se nos viene a la mente un listado que incluya algunas obras como Tristán, Pasión según San Mateo, Cuartetos Beethovenianos, Consagración de la primavera, Arte de la fuga, Preludio a la siesta de un fauno, etc, esas obras que se podrían llevar a las galaxias como muestra del ingenio humano.
Abrazos.
Cada vez que escucho esta obra en la versión de Böhm con Viena en DG la piel de gallina, sobre todo en el momento del primer movimiento donde suenan los chelos y contrabajos.
Te agradezco mucho tu esfuerzo. Y comprendo tu cansancio. Esta labor de audición detallada de tantas lecturas de una obra puede ser agradecida pero con el tiempo también se puede apreciar algo de desencanto. Toda actividad merece reposo y desconexión de vez en cuando.
Gracias, Observador.
Agamenón, tengo una discografía de Le Sacre aquí:
http://flvargasmachuca.blogspot.com/2016/01/la-consagracion-de-la-primavera-de.html
Bruckner13, coincidimos plenamente.
Algunos apuntes extras: la de Abbado con la Chamber Orchestra of Europe del 88 le doy un 7, evidencia lo que tantas veces usted y Carrascosa han dicho de su evolución a mal; las de Karajan con la Berliner, del 65 para DG, un 7 creo y la del 75 (creo) para su ciclo completo de EMI le daría un 8; completamente de acuerdo con Böhm 77 y Giulini 78, me queda escuchar a Solti y Davis. A propósito, ¿dará su palabra al respecto cuando liberen todos los conciertos para piano de Beethoven con Rattle y Zimerman? Tengo morbo por el asunto, aunque me parece que los resultados no serán nada del otro mundo.
Una de mis obras preferidas de Schubert, siendo el músico vienés uno de mis preferidos a lo largo de toda la historia de la música.
Yo el último Barenboim lo conozco mal porque sale poca cosa, pero lo poco que he escuchado me gusta porque es pescado al horno y ya somos mayorcitos para estar con "ay ej que tiene ejpinaj qué ajco". De guarnición, verdura cocida al dente y arroz blanco. Y eso tiene un toque subversivo que echo en falta hoy en día, con tanta sonrisita de músico blandito ante la cámara sospechosamente bien sincronizada con el rictus facial. En ese sentido, incluso hasta se agradece el rayo láser y el bisturí que sacó en el Concierto de Año Nuevo, del cual en sí no soy un gran adepto, de modo que, con señalar que me lo vi entero, creo que estoy diciendo ya todo. Está el Barenboim que esculpe con el ímpetu del bombero que se abre paso entre las llamas (y uno piensa en Furtwängler y en cómo Barenboim ha buscado quedarse con lo mejor de cada tradición, o bien no lo quiso y todo empezó con el puro y la copa que le dio Rubinstein). El Barenboim del Concierto para piano de Schönberg y su Bruckner (el que sea, no importa el año, lo da todo en cada ocasión). Pero también está el Barenboim post-vanguardista, con Verfremdungseffekt, si se me permite el barbarismo incrustado (y uno piensa en Klemperer y Boulez, pero también en un Barenboim que toma nota de todo). Pues bien, yo creo que el segundo aflora en los últimos años, pero me puedo equivocar, claro está.
Hablando de rayo láser: Hans Zender tiene un ciclo Schubert espectacular. Eso sí, hay que aplanar mucho la oreja o nos pilla desprevenidos. Me sabe mal comentar esto dada la longitud de la lista, pero no puedo evitar mi curiosidad en torno a esa Inacabada de Sinopoli con la Philharmonia. Como ejercicio de Werktreue y salto sin red, me parece ejemplar, atrevida y renovadora. De ese tipo de camino a seguir que al final acaban transitando cada vez menos entusiastas.
Ya creo que se lo comenté: "Bruno Walter (Berlín, Imperio alemán, 15 de septiembre de 1876-Beverly Hills, Estados Unidos, 17 de febrero de 1962)"
Por lo tanto, en la primera reseña, BW tenía mas años de los que le atribuye.
Sí, Bruno, tiene usted toda la razón. Lo siento muchísimo. Ya lo he corregido. ¡Gracias!
Me extraña que no conozca algunas de las versiones de Bernstein, la de Blomsted, su admirado Kubelik o la de Karajan con Berlín. Es cierto que ya menciona más de treinta versiones lo cual es más que suficiente. Solo era curiosidad por mi parte.
Si le pregunto si cree que esos 6 años de Karajan al frente pusieron las bases de la Philharmonia como una gran orquesta que luego en la batuta de Klemperer alcanzaría cotas maravillosas. Siempre he tenido a Karajan como gran hacedor. De hecho Berlín técnicamente nunca sonó mejor hasta que depuró todo lo depurable "su" orquesta. Otra cosa era la interpretación..eso sí.
Tiene razón en las ausencias, pero comprenda que durante el año, no ahora en verano, tengo mi trabajo y este me limita mucho el tiempo diario de música. ¡No puedo concentrarme en un único repertorio!
Sí, estoy de acuerdo en que Karajan "hizo" técnicamente la Philharmonia, pero también me parece obvio que Klemperer le dio una personalidad muy especial, sobre todo en el tratamiento de las maderas. Quizá cuando llegó Muti volvió a recuperar un poco del sonido de la etapa Karajan. Por otra parte, sonido que poco tenía que ver con el de la Filarmónica de Berlín, porque albergaba cierta sequedad toscaniniana que le vino de perlas a Muti para sus maneras de hacer.
Cierto director español en su debut con la Filarmonica de Berlin comentaba que el primer acorde de la obra en cuestion que dirigia era como un vendaval sonoro que empujaba hacia atras… tal era la impresion inicial de la orquesta.
No se tome a mal el comentario de mi extrañeza. Todo lo contrario. Pretendia alabar su esfuerzo y dedicacion. Soy muy consciente de que sus alumnos son lo primero.
"Hay que destacar de manera especial el increíble el dominio de las dinámicas, tratadas con una sutileza, lógica y naturalidad increíble para alcanzar los más encendidos picos de tensión nada". ¿Los más encendidos picos de tensión nada? ¿Realmente ha escrito "de tensión nada"???
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