No hace falta decirlo: para hacer justicia a esta música
hace falta virtuosismo supremo por parte de orquesta y batuta, como también
atención suficiente a los múltiples ángulos de esta música particularmente
poliédrica en lo que a la expresión se refiere. En cualquier caso, cada
director podrá poner de relieve unos aspectos sobre otros, y de eso precisamente
es de lo que aquí se va a intentar hablar.
Verán que hay comentarios que son muy breves: son audiciones realizadas hace tiempo que no he podido repasar, pero aun así esta vez he preferido dejar las anotaciones por si a alguien les sirvieran de utilidad. No hagan mucho caso a las puntuaciones,
por favor: lo importantes es descubrir qué es lo que cada intérprete ha
intentado hacer con esta fascinante, soberbia música que permanece por completo
vigente en unos momentos históricos parecidos a los que conoció el compositor.
1.   
Markevitch/Orquesta Philarmonia (EMI, 1952). Interpretación
rapidísima (11’10’’), angulosa e inquietante, sacudida por ráfagas de
electricidad y cargada de malos presagios, en la que el maestro ucraniano se
deja llevar más de una vez por la precipitación y no logra frasear con ese
especial sentido de la morbidez y de la sensualidad que también necesita esta
música. En cualquier caso, los clímax alcanzan una fuerza espectacular y las
texturas reciben un formidable tratamiento. Aceptable sonido monofónico. (8)
2.   
Munch/Sinfónica de Boston (RCA, 1955). Una toma
estereofónica sensacional para la época nos permite disfrutar a tope del impresionante
el tratamiento tímbrico y de texturas que realiza el maestro alsaciano en una
interpretación decididamente burlesca, virulenta y hasta macabra en la sonoridad,
por momentos agresiva, apasionada siempre, pero que relega en exceso la
sensualidad, la delectación, las brumas y el refinamiento que esta música
necesita. No ayudan los tempi escogidos, más bien premiosos, ni un fraseo que
no llega a ofrecer esa ondulante flexibilidad ni ese peculiar balanceo genialmente
imaginados por Ravel. (7)
3.   
Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (YouTube,
1957). La calidad audiovisual del documento es francamente pobre, pero da
igual: ahí están, en persona, el mítico maestro –elegantísimo gesto– y su no
menos mítica orquesta, a quienes tanto hemos escuchado y a los que tan pocas
veces hemos visto, haciendo el repertorio que les era más afín. Se intuye una
interpretación tan idiomática como personal, muy atmosférica y particularmente flexible
en la agógica, atenta tanto al trazo global como a la claridad de las texturas,
en la que no acaban de convencer algunos detalles hacia el final. Habrá que
esperar algunos años para que nos dejen un testimonio con sonido a la altura de
las circunstancias. (8)
4.   
Barbirolli/Orquesta Hallé (Criterion, 1959). Interpretación
extrovertida y brillante, de tímbrica muy incisiva y texturas más bien
descarnadas, trabajadas con pincel fino, que se aparta de la sensualidad y la
atmósfera francesas para optar por una visión decidida, con mucha fuerza y
garra dramática. La precaria toma sonora estereofónica impide terminar de
valorar los resultados. (9)
5.   
Reiner/Sinfónica de Chicago (CSO, 1960). El estilo extrovertido, incisivo, electrizante y teatral de Reiner
no es, en principio, el más adecuado para acercarse al repertorio impresionista, y además hay que reconocer que esa sensual morbidez apropiada repertorio se encuentra aquí ausente. Sin embargo, a la postre que el maestro no
solo sintoniza con el espíritu enrarecido de esta página, que paladea con lentitud y de manera deliberada, sino que añade un
apreciable dominio de texturas y enorme plasticidad a la hora de
regular el sonido orquestal en toda su gama dinámica, haciendo gala además de flexibilidad y atención al matiz. Lástima que la toma sonora, en
vivo, sea menos que discreta. (8)
6.   
Cluytens/Orquesta de la Asociación de
Conciertos del Conservatorio (EMI, 1962). Siendo francés a rabiar el Ravel del
flamenco Clyutens con la orquesta parisina, no es esta una interpretación
particularmente evanescente o ensoñada. Tampoco son lo suyo el decadentismo o
pasarse con el rubato. Al contrario, esta es una lectura decidida, entusiasta,
de un fuego muy bien controlado y de una brillantez bien equilibrada con el
imprescindible sentido de la sensualidad y del color propio –aquí sí– de lo
francés. Falta un último punto de imaginación, y se podrán preferir enfoques
que subrayen los aspectos más oscuros de la obra, pero el resultado es
inobjetable. Espléndido el reprocesado en alta resolución, con graves y
agudos de gran relieve. (9)
7.   
Munch/Sinfónica de Chicago (DVD Vai, 1963).
Lectura muy vistosa y colorista, dicha con ganas, con detalles de gran clase,
pero algo tosca a ratos. No interesa, habiendo dejado Munch un testimonio de
audio mil veces superior en lo que a calidad técnica se refiere. (6)
8.   
Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (Decca,
1963). Ahora sí, esta vez la toma sonora nos deja disfrutar de una interpretación
francesa a más no poder, léase sensual, elegante y llena de brumas. Quizá se
excede en la búsqueda de la morbidez, mientras que no siempre logra establecer
continuidad entre las tensiones, pero hay que descubrirse ante un magnífico
trabajo de análisis orquestal y una inspiración poética considerable. La
orquesta, como era de esperar en una obra de tan exigente virtuosismo, se queda
algo corta. (9)
9.   
Monteux/Sinfónica de Londres (Philips, 1964). Le
faltaban tan solo unos meses a Monteux –ochenta y nueve años– para fallecer.
Por desgracia, no está a la altura de su perfecto conocimiento del mundo sonoro
y expresivo de Maurice Ravel. Obviamente su visión resulta más francesa que
vienesa y se encuentra dicha con apreciable sensualidad, pero no logra
ofrecernos una planificación convincente del flujo y reflujo de las tensiones,
por lo que el resultado es deslavazado y carece de la garra apropiada; incluso
el final se desinfla. Tampoco las texturas, difuminadas pero no muy claras,
están todo lo trabajadas que debieran. He podido escucharla en SACD: el sonido,
con abundante soplo, es bueno sin más. (7)
10. Martinon/Sinfónica
de Chicago (RCA, 1967). Quizá condicionado por las características de la
formación norteamericana, el maestro ofrece una interpretación mucho antes
impulsiva que atmosférica, más brillante que misteriosa, en la que los aspectos
inquietantes de la página quedan relegados por el fulgor orquestal, en
cualquier caso controlado de manera admirable por una batuta sensible al color,
atenta al detalle, muy clarificadora y capaz de tratar las masas sonoras con
admirable plasticidad. Lástima que la toma se quede algo corta en gama dinámica.
(9)
11. Mehta/Filarmónica
de Los Ángeles (Decca, 1970). El joven maestro indio –aún no había cumplido los
treinta y cuatro– hace gala de un pleno control de la orquesta y de un
desarrollado sentido del espectáculo, pero su falta de sintonía con Ravel en
general y con esta obra en particular queda de manifiesto en una interpretación
considerablemente prosaica, incluso un tanto vulgar en su sensibilidad, en la
que además molesta la manera en la que se han puesto de relieve determinadas
líneas en los metales que no deberían subrayarse de semejante manera. Quizá sea
en parte culpa del ingeniero de sonido, cuyos micrófonos procuran clarificar
las texturas de la página por delante de la labor de batuta. (6)
12. Karajan/Orquesta
de París (EMI, 1971). A pesar de la sensación de insinceridad que desprende el
exhibicionismo de un Karajan especialmente creativo y especialmente narcisista
en esta interpretación repleta de detalles rebuscados, lo cierto es que el
resultado termina enganchando no solo por la capacidad del Salzburgués para
desplegar la más variada gama de colores y texturas, sino también por la
sorprendente manera de conectar con la atmósfera siniestra y enrarecida de la
obra. La orquesta francesa, por lo demás, resulta mucho más adecuada que la
suya de Berlín para este repertorio, aportando la dosis de sensualidad aquí
imprescindible. (8)
13. Boulez/Filarmónica
de Nueva York (Sony, 1974). Ya en un arranque recreado de manera
particularmente inquietante se anuncia que no se va a poder hablar aquí de ese
Boulez objetivo y distanciado; antes al contrario, vamos a encontrarnos con una
lectura singular, muy creativa, a veces parsimoniosa en el fraseo, por momentos
quizá algo rebuscada, en cualquier caso cargada de fuerza, en la que el autor
de El martillo sin dueño demuestra un gran dominio de la agógica –eso no
es siempre habitual en él– y una gran sensibilidad para las texturas –esto
sí, claro, por no hablar de su proverbial claridad– que se ponen al servicio de
una visión siniestra y retorcida de la obra. Muy buen sonido en SACD. En
formato cuadrafónico mejora de manera considerable en claridad y ofrece
detalles espectaculares, pero que parte del metal y de la percusión suenen a
los lados del espectador no resulta hoy de recibo. (9)
14. Martinon/Orquesta
de París (EMI, 1974). Sensacional lectura, en el punto justo de equilibro entre brumas
y extroversión, carácter siniestro y brillantez, sensualidad y robustez
sinfónica, abandono y fuerza telúrica. El sentido del color es extraordinario –ayudan
las maderas de la orquesta, aunque ésta no sea la de mayor virtuosismo posible–
y hay mucha imaginación, aunque quizá algún pasaje sea un poco más rápido de la
cuenta. Buena remasterización cuadrafónica. Siete más antes de su brillante
grabación en Chicago, Martinon vuelve a la carga al frente de una orquesta
cuyas características le llevan a ofrecer una lectura menos virtuosística –las
maderas dejan un tanto que desear– pero quizá más idiomática, aunque con el
mismo empuje y entusiasmo. La toma es menos buena que antes: deberían realiza
un nuevo reprocesado y recuperar la cuadrafonía original. (9)
15. Ozawa/Sinfónica
de Boston (DG, 1974). Diecinueve años después, Ozawa hace con la misma orquesta
una versión opuesta a la de Munch, es decir, mucho más sensual y mórbida, de
fraseo más amplio, más curvilínea en el fraseo y sin efectismos sonoros. Más ortodoxa,
sensata y musical, en definitiva. La orquesta está mejor, y el tratamiento que le
ofrece la batuta es de un refinamiento digno de admiración. Dicho esto, se
echan de menos las aristas y el humor negro del maestro alsaciano, como también
la atmósfera enrarecida que han logrado destilar otros intérpretes. (8)
16. Skrowaczewski/Orquesta
de Minnesota (Vox, 1974). A sus cincuenta años de edad, el maestro polaco hace
gala de apreciable plasticidad en el tratamiento de las masas sonoras y de muy
buena técnica a la hora de hacer que la discreta formación norteamericana suene
de la manera curvilínea, elegante y sensual que esta música requiere, todo ello
para ofrecer una interpretación particularmente brumosa y atmosférica,
globalmente muy atractiva, que solo pierde un tanto en un final no todo lo
frenético ni visionario que podría haber sido. Buen sonido. (7)
17. Bernstein/Nacional
de Francia (DVD Kultur y Sony, 1975). La orquesta francesa, sin ser
precisamente de primera, aporta en cuerda y madera una morbidez particular
ideal para este repertorio, al tiempo que el maestro norteamericano aporta
extroversión, voluptuosidad y algunos apuntes de genialidad aquí y allá, pero
los pinceles que usa son más bien gruesos y no logra trazar la arquitectura con
la solidez necesaria, siendo el resultado final vistoso pero un tanto
deslavazado. La brillantez, la extroversión y el colorido por parte de la
batuta están garantizados en esta versión con chispa, empuje y garra, pero el
trazo resulta un tanto deslavazado, alternándose momentos muy conseguidos con
otros más bien toscos. Hay además algún detalle muy discutible. (7)
18. Mehta/Filarmónica
de Nueva York (CBS, 1979). El maestro va ahora menos rápido que en Los Ángeles
y atiende mejor a los aspectos decadentes de la página, a la que vuelve a
recrear con brillantez considerable, pero su escasa o nula empatía con los
pentagramas vuelve a quedar en evidencia. La toma resulta metálica y
estridente. (7)
19. Celibidache/Filarmónica
de Múnich (Filarmónica de Múnich, 1979). La partitura experimenta aquí un
redescubrimiento, tantas son las cosas nuevas que se escuchan: los tres
primeros minutos son un verdadero prodigio en lo que a disección del tejido
orquestal se refiere. De verdad que hay que escucharlo para creerlo. ¡Menuda
técnica de batuta tenía este señor! Otra cosa es que a lo largo de toda la
interpretación se aprecie más de un detalle rebuscado, incluso caprichoso, que
quiebra el trazo global y llama en exceso la atención. Como en tantas otras
ocasiones, hay que entrar en el juego de Celi para disfrutarlo plenamente. Tras
varias audiciones lo he conseguido y he quedado atrapado por la expresividad
que Celi obtiene de las maderas muniquesas, por su dominio de la flexibilidad
agógica y por su capacidad para sonar con levedad y morbidez sin caer en lo
trivial. Y también, como no podía ser menos, por su incomparable sentido de la
atmósfera, que en combinación con un desarrollado humor negro permite al
maestro ofrecer una recreación no por sensual menos inquietante. Buen sonido en
alta resolución. (10)
20. Maazel/Orquesta
Nacional de Francia (Sony, 1981). Sin ser tan creativo ni tan personal como en
grabaciones posteriores –tampoco tan caprichoso–, ya en esta su primera
grabación Maazel demuestra, soberbia técnica de batuta mediante, ser capaz de
trazar la obra de manera fluida y elegante, de trabajar las texturas con
claridad y morbidez al mismo tiempo y de realizar numerosos descubrimientos, aunque
siempre dentro de una óptica más luminosa y extrovertida que atmosférica o
impresionista, pese a contar aquí con una orquesta de incuestionables
cualidades francesas. El sabor vienés, en cualquier caso, lo desarrollará más
claramente en su grabación con la Wiener Philharmoniker. (9)
21. Barenboim/Orquesta
de París (DG, 1981). Aunque a la interpretación no le faltan elegancia ni
sensualidad, y a su vez la orquesta aporta –como ya hizo con Karajan y Martinon–
una tímbrica ideal para la obra, Barenboim hace de sí mismo y, dirigiendo con
evidente parsimonia para que se escuchen todas y cada una de las pinceladas
sonoras de la partitura –quizá las grandes explosiones podrían ser más claras
aún–, se interesa de manera especial por las brumas, la atmósfera enrarecida y
el sentido de lo macabro. La apuesta resulta de extraordinario atractivo, si
bien hay que lamentar que el Buenos Aires no logra inyectar toda la brillantez,
la extroversión y el impulso dancístico que la obra también demanda. Los
ingenieros de sonido acertaron al grabar a volumen bajo para recoger una amplia
dinámica, pero no tanto a la hora de atender a los registros graves. (9)
22. Dutoit/Sinfónica
de Montreal (Decca, 1981). Siempre cómodo en este repertorio, el maestro suizo
nos entrega una interpretación admirable por su idiomatismo, sensualidad,
sentido de la atmósfera y perfecto equilibrio entre brillantez, elegancia,
decadentismo y carácter siniestro, planificando de manera irreprochable las
tensiones –la mayoría de los directores no aciertan a la hora de otorgar unidad
a la página– desde la laxitud inicial hasta la apoteosis final. Cierto es que
falta un punto adicional de personalidad, de carácter creativo, pero el
resultado es digno de toda admiración. Impresionante el trabajo de los
ingenieros de Decca. (9)
23. Abbado/Sinfónica
de Londres (DG, 1981). Dentro del irregular ciclo Ravel de Abbado con la LSO
brilla con luz propia esta interpretación en la que el maestro aún hace gala de
esa pasión que caracterizaba sus dos primeras y más brillantes épocas como
director. Pasión hasta el punto de llegar a desbordarse un poco en algún
momento puntual, pero que casi todo el tiempo se encuentra controlada con una
enorme técnica de batuta capaz de flexibilizar el fraseo sin perder el sentido
orgánico ni de caer en narcisismos, como también de ofrecer una análisis del
tejido polifónico para quitarse el sombrero. Aunque quizá no sea solo cosa
suya: los ingenieros que realizaron el registro en el Kingsway Hall firmaron un
trabajo formidable. En cualquier caso, una de las mejores interpretaciones de
la línea “no gótica”, extrovertida y vitalista, en la antípoda de un Barenboim
pero no por ello menos válida. (10)
24. Abbado/Sinfónica
de Londres (YouTube, 1982). Unos meses después de su registro en estudio Abbado
y los suyos hacen la misma maravilla, pero esta vez en directo y con testimonio
solo de audio recogido por una toma con limitaciones. Solo para curiosos. (9)
25. Previn/Filarmónica
de Viena (Philips, 1985). Por fin la orquesta de valses por excelencia haciendo
esta partitura. Y ciertamente la lectura es muy vienesa, aunque la visión
evanescente -que no siniestra-, voluptuosa y algo decadentista que ofrece André
Previn no parece mirar tanto a la Viena de la dinastía Strauss como a la de
Richard, Gustav y Alban, lo que tampoco es ningún disparate: hacia los años
finales de ese imperio recién desaparecido es quizá hacia donde miraba Maurice
Ravel. Claro está, Previn no se olvida de este último y ofrece un cierto grado
de ligereza “francesa” –sonora, no expresiva– que le sienta bien a la página,
por mucho que habrá a quienes el resultado les parecerá en exceso falto de esas
brumas y ese carácter opresivo que otros maestros han querido imprimir. No es
mi caso: me parece una propuesta de enorme atractivo, solo empañada por ciertos
pasajes un tanto redichos. (9)
26. Plasson/Orquesta
del Capitolio de Toulouse (EMI, 1986). Artesanía de calidad es la que nos
ofrece un Plasson que se siente como pez en el agua en el estilo y que quiere –y
sabe– pasar de lo insinuante a lo vistoso aportante un punto adecuado de hedonismo
y suficiente flexibilidad en un trazo de pulso sostenido. La orquesta, que
funciona bien pero deja claro que no es de primera, suena no solo con
sensualidad, sino también con las aristas pertinentes: el maestro es consciente
de que esta música oculta su trasfondo. Sobre la claridad de texturas poco se
puede decir, porque las grabaciones realizadas por esos años en la Halle aux
Grains deja que desear. (8)
27. López-Cobos/Sinfónica
de Cincinnati (Telarc, 1988). Notable interpretación, dicha con propiedad y
excelente gusto, con sentido de la elegancia francesa pero sin pasarse en
evanescencias, como tampoco en efectos de cara a la galería. Eso sí, quitando
algún detalle creativo muy aislado que no termina de convencer, el resultado es
un tanto impersonal, incluso rutinario, carente del suficiente misterio y sin
mucho arrebato en los clímax, incluso poco trabajada en la arquitectura de
tensiones y distensiones. La toma ofrece graves impresionantes, pero no termina
de ser transparente. (7)
28. Mehta/Filarmónica
de Berlín y Filarmónica de Israel (CD Sony y Digital Concert Hall, 1990). En el
literalmente histórico encuentro entre las dos orquestas –algo así como una petición de
perdón de los alemanes a los judíos– Mehta no solo consiguió que “aquello”
sonara bien, sino que firmó una más que notable de la página raveliana: ágil,
fluida, flexible dentro de lo sensato, bien delineada en los planos sonoros y
en el punto justo de equilibrio entre voluptuosidad y pasión. (8)
29. Boulez/Filarmónica
de Berlín (DG, 1993). El enorme compositor y director galo insiste en su visión
lenta (todavía más: 13’42’’ frente a los 13’01’’ de su registro en Nueva York),
siniestra y retorcida de la obra, de nuevo con un fraseo tan creativo como
rebuscado que descubre nuevas perspectivas al tiempo que hace perder unidad en
el trazo. La claridad, como no podía ser menos, es portentosa, como lo es la
ejecución por parte de una orquesta tratada de manera algo monocroma, pero con
la levedad que demanda el repertorio francés. La toma posee profundidad,
relieve y dinámica. (9)
30. Mauceri/Orquesta
del Hollywood Bowl (Philips, 1993). Lógico que en un disco dedicado a los
valses escritos para la gran pantalla la interpretación sea ante todo
extrovertida, enérgica y vistosa. Pero obviamente no es lo mismo dirigir música
cinematográfica que Ravel. Al director le faltan sentido del misterio, magia en
las texturas, continuidad en el trazo, elegancia y refinamiento bien entendido.
(7)
31. Maazel/Filarmónica
de Viena (RCA, 1996). Recreación personalísima, muy discutible en cuanto a
concepto, por su carácter hiper-decadente, sus estiradísimos rubatos y la gran
cantidad de detalles personales al borde del capricho, pero en la que son
incomparables su sentido del color, su elegancia, su claridad y su brillantez
ajena al escándalo. La óptica, eso sí, se aparta de lo sombrío y de lo
atmosférico y –como Previn, estirando más el chicle– se acerca mucho a lo
vienes, incluso a lo mahleriano. Incomparable la sonoridad de la orquesta,
recogida por una soberbia la toma de sonido. (9)
32. Abbado/Filarmónica
de Berlín (Digital Concert Hall, 31 diciembre 1996). Una verdadera exhibición
por parte de la orquesta y batuta en lo que a virtuosismo se refiere, porque no
se puede imaginar una lectura más rica en coloridos y texturas, más sutil en su
flexibilidad, más brillante y al mismo tiempo refinada. Pero claro, este Abbado
no es el de antes: su tendencia al amaneramiento y el narcisismo se hace ahora
presente: hay varios detalles decadentistas que cantan más de la cuenta. El
final tiene garra, pero sucumbe al efectismo. Imagen 16:9 sin la calidad de
imagen y sonido de las grabaciones actuales. (8)
33. Abbado/Filarmónica
de Berlín (DVD RM, 2002). Esta filmación realizada en la Trienal de Colonia recoge una lectura de amplísima gama dinámica,
colorista y espectacular, de admirable tratamiento de las texturas, pero otra
vez de enfoque algo más decadente de la cuenta y sin mucho misterio. Seduce más
que convence. ¡Qué lástima! (8)
34. Ashkenazy/Sinfónica
de la NHK de Tokio (Exton, 2003). Soberbio pianista e irregular director, Ashkenazy consigue un perfecto equilibrio
entre brillantez y sensualidad en esta interpretación colorista, entusiasta y
sólida en el trazo, a la que le falta un más desarrollado sentido del misterio
y mayor refinamiento en las texturas para alcanzar lo excepcional. (8)
35. Van
Imerseel/Anima Eterna (2006). Lectura más elegante que brumosa y atmosférica,
muy sensual y refinada, en la que se revelan nuevos e interesantes detalles,
pero a la que sobra algún efectismo. (7)
36. Mehta/Filarmónica
de Israel (DVD Euroarts, 2006). Interpretación muy correcta pero escasa de
elegancia, de idioma y de sensualidad, que termina resultando un tanto ruidosa.
(7)
37. Nézet-Séguin/Filarmónica de Rotterdam
(EMI, 2007). En su primera grabación para un sello importante, el por entonces joven director canadiense –treinta y dos años– quiere dejar constancia la calidad de su técnica de batuta. Lo consigue con una interpretación atentísima a líneas y texturas, ágil y vistosa en el buen sentido, rubateada con imaginación y cargada de efervescencia, frescura e incluso chispa, sin que esto último se convierta en sinónimo de frivolidad. Eso sí, hubiera enriquecido los resultados atendiendo mejor a la atmósfera y moderando ciertas decisiones en el fraseo que llegan a resultar amaneradas, cuando no cargantes. Personal e interesantísimo el planteamiento de las tensiones en el tramo conclusivo, conduciendo hasta una coda especialmente fogosa y alucinada. (8)
38. Dudamel/Orquesta
Simón Bolívar (YouTube, 2007). Empieza de manera admirable el maestro
venezolano, atendiendo a la atmósfera enrarecida, la tímbrica inquietante y el
fraseo insinuante que la música demanda. Luego, sin ofrecer especial brillantez
ni incisividad, procura frasear de manera sensual y voluptuosa, pero no “a la
vienesa” sino “a la francesa”, ofreciendo ensoñación, balanceo y delectación melódica
sin hacer –al contrario que otros maestros– en los rebuscado o preciosista. Las
tensiones las acumula de manera imperceptible pero sólida caía un final al que,
a pesar de algún momento mejorable, se llega con lógica y fuerza expresiva. La
orquesta se comporta de manera maravillosa, redondeando una interpretación que
se encuentra muy, pero que muy cerca de las más grandes. (10)
39. Dutoit/Orquesta
de Philadelphia (sello de la orquesta, 2008). Aquí el maestro se muestra
bastante más personal que en su grabación oficial para Decca, más flexible e
imaginativo, más interesado en bucear en los pliegues expresivos de la
partitura –sobre todo en la atmósfera de sus minutos iniciales–. Alcanza a la
postre mayor grado de poesía y de capacidad de fascinación, aunque en
contrapartida perdiendo un poco de fuerza y hacen su aparición algunos
narcisismos más decadentes de la cuenta. La toma en vivo presenta algunos
problemas, si bien hay que destacar la potencia de las frecuencias graves.
(9)
40. Chung/Filarmónica
de Seúl (YouTube, 2009). Aunque se encuentra entre paisanos, el
veterano maestro de Corea saca a relucir su enorme experiencia con la música
francesa para ofrecer, con su batuta ágil, detallista, clarificadora y un punto
nerviosa, una recreación de irreprochable idiomatismo, brillante cuando debe,
rica en el colorido y las texturas, pero no todo lo sensual y misteriosa que
debiera, y con algunos detalles más decadentes de la cuenta. La filmación,
llevada a cabo por un realizador poco experto en formato 4:3, precede en varios
meses a la grabación oficial de DG realizada con motivo de una gira
internacional de la orquesta. (8)
41. Chung/Filarmónica
de Radio Francia (YouTube, 2010). Maderas muy francesas al servicio de una
batuta igualmente idiomática para una interpretación sensata, cuidadosa y
entusiasta a la que le falta un punto de personalidad, quizá también del
sentido de la atmósfera, para ser de primera. Dicho esto, la pobre calidad
audiovisual del testimonio –fuerte compresión dinámica– no permite apreciar
como corresponde la labor del maestro coreano y su orquesta. (8)
42. Nelsons/Filarmónica
de Berlín (Digital Concert Hall, 2012). Interpretación fresca,
directa, admirablemente trazada –quitando algún amaneramiento aislado que
convence poco–, dicha con atención a las texturas, rico sentido del color y un
gusto irreprochable, pero no del todo desarrollada en lo que a misterio,
sensualidad y magia sonora se refiere. Alto nivel, en cualquier caso, a lo que
no son ajenas las bondades de los Berliner Philharmoniker. (8)
43. Nelsons/Sinfónica
de Boston (Blu-ray CMajor, 2012). Registrada en el Festival de Tanglewood pocas
semanas después de su interpretación en Berlín, esta lectura vuelve a ofrecer extremado
virtuosismo, riquísimo colorido y excelente trazo desde un prisma caracterizado
por la frescura, la brillantez bien entendida y el entusiasmo controlado, que
al mismo tiempo aporta su punto imprescindible de decadentismo. La claridad
parece aún mayor que la de entonces, aunque quizá esto se deba a la sensacional
toma del Blu-ray. ¡Atención a las líneas de los contrabajos! Eso sí, aun podría
Nelsons dar una vuelta de tuerca a su lectura: tras un comienzo no
especialmente atmosférico pero asombroso en lo que al tratamiento de la
orquesta se refiere, queda en evidencia una cierta discontinuidad en el trazo,
echándose de menos un punto extra tanto de intensidad como de tensión
dramática. (9)
44. Roth/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2015). El maestro
parisino parece ponerse como meta esa continuidad en la arquitectura tan
difícil de lograr en esta página, y para ello renuncia parcialmente a las
libertades del fraseo aquí tan acostumbradas, así como –también de manera
parcial– al decadentismo y a la evanescencia. Consigue su objetivo,
ciertamente, pero a costa de que la lectura resulte un tanto rígida, parca en vaporosidad,
vuelo poético y en magia sonora, como también en esa sensualidad y esa
ensoñación valsística aquí imprescindible. Y todo ello, sorprendentemente, para
insertar en el clímax antes de la sección final y parón caprichoso e
inaceptable que diluye toda la tensión acumulada. ¿Alguien lo entiende? En
cualquier caso, hay que aplaudir el brío y el carácter decidido de la batuta,
así como el acierto de poner muy de relieve los aspectos más ásperos,
inquietantes e incluso retorcidos de la primera parte de la página. (8)
45. Rattle/Filarmónica
de Berlín (Blu-ray Euroarts, 31 diciembre 2015). Como era de esperar, el
maestro británico lleva la obra a su terreno y en lugar de decantarse por
resaltar los aspectos más atmosféricos y turbulentos de la página, ofrece una
recreación extrovertida, luminosa, cálida y entusiasta, también poética y siempre
comunicativa, riquísima en el sentido del color y muy sensatamente matizada,
con su punto justo de decadentismo –se pasa quizá en alguna frase aislada– pero
sin perder de vista el trazo global. Solo en la recta final de la obra se
pueden echar de menos algunos matices en el fraseo y juegos agógicos por los
que optan otros directores y de los que Rattle, con la mirada puesta en el
empuje y la decisión, decide prescindir. La orquesta, trabajada pinceles muy
finos que permiten discernir todos y cada uno de los trazos de la escritura,
rinde de manera impresionante. (9)
46. Vasily
Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2018). Ya
desde un arranque soberbiamente trabajado en la tímbrica y en la expresión
–decididamente siniestra– se aprecia la gran afinidad del maestro de San
Petersburgo con la música de Ravel, a la que sabe dotar del fraseo curvilíneo,
el rico colorido y la sensualidad que le corresponde, mas sin caer en lo
decadente o en lo hedonista, sino dotando a la música de pulso y sentido
dramático. Solo le falta resolver mejor la continuidad entre algunos pasajes
–algo harto complicado en esta obra, a decir verdad– para alcanzar lo
excepcional. Toma de calidad, pero con compresión. (8)
47. Mehta/Filarmónica
de los Ángeles (Blu-ray CMajor y Symphony, 2019). Alternándose en el podio con
Salonen y Dudamel para celebrar el centenario de la formación norteamericana,
Mehta escogió esta página tan querida por él y nos ofreció una recreación
diferente de las suyas anteriores. Más redonda, al menos, por encontrarse más
atenta a la sensualidad, al misterio y a la poesía que emana de los pentagramas
sin por ello descuidar la brillantez que tanto le gusta al maestro indio.
Lástima que la toma sonora juegue en su contra; la imagen sí que es excelente.
(8)
48. Shani/Filarmónica
de Berlín (Digital Concert Hall, 31 diciembre 2021). No conozco ninguna versión
expuesta con mayor claridad que la escuchada en esta velada de San Silvestre.
Tampoco conozco ninguna otra que alcance mayor equilibrio expresivo que esta:
las hay más siniestras, también más francesas o más vienesas, sin duda más
expresionistas, pero pocas que atiendan con semejante acierto a todas las
facetas de la genial partitura de Ravel. Lástima que la coda resultara un poco
lineal, porque globalmente puede considerarse una versión de referencia. (10)
49. Mäkelä/Orquesta
de París (Decca, 2024). Ayudado por una soberbia toma de sonido, el joven
maestro finlandés ofrece un maravilloso análisis del entramado orquestal: si
realizan la audición con auriculares, percibirán en la introducción cosas que generalmente
apenas se intuyen. Además, Mäkelä ofrece elegancia, refinamiento –salvando
algunos pasajes un poco rebuscados–, fluidez, animación y brillantez bien
entendida. El problema es que es uno de los directores que menos se interesa
por la parte enrarecida y turbulenta de la obra, hasta el punto de que parece
estar dirigiendo un vals “de los de verdad”, de la dinastía Strauss. No parece
lo adecuado para esta música, la verdad, pero la realización es tan buena que
se merece el aplauso. (8)
50. Mallwitz/Filarmónica
de Berlín (Digital Concert Hall, 2025). En su debut con los Filarmónicos
Berlineses, la directora alemana Joana Mallwitz demuestra técnica e ideas, pero
su versión de La valse deja bastante que desear. Apasionada en el
concepto e incisiva en la sonoridad, a la batuta le pueden las prisas y le
vence la frivolidad, dando como resultado una lectura precipitada, saltarina a
ratos, volcada en la brillantez al mismo tiempo que desatenta al misterio y la sensualidad
que la página necesita. Las texturas –compárese con la recreación de Lahav
Shani– no se encuentran del todo analizadas, y muchos momentos claves pasan sin
pena ni gloria. La orquesta, eso sí, está divina. (7)




































 
 
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario