jueves, 30 de octubre de 2025

La Valse, de Ravel: discografía comparada

Se ha repetido hasta la saciedad: Maurice Ravel escribió La Valse cuando, finalizada la Primera Guerra Mundial, habían caído los grandes imperios. Entre ellos, el austrohúngaro de la Viena que conoció los valses de la dinastía Strauss, como también los del Rosenkavalier de Richard Strauss. ¿Homenaje lleno de admiración? ¿Burla del país vencedor al vencido? ¿Espejo grotesco y expresionista de la realidad hecha añicos por la espeluznante conflagración? Todas las cosas a la vez, posiblemente, pero también un genial experimento sobre el ritmo, los reguladores dinámicos y la superposición de planos sonoros, así como sobre las posibilidades expresivas de colores y texturas.

No hace falta decirlo: para hacer justicia a esta música hace falta virtuosismo supremo por parte de orquesta y batuta, como también atención suficiente a los múltiples ángulos de esta música particularmente poliédrica en lo que a la expresión se refiere. En cualquier caso, cada director podrá poner de relieve unos aspectos sobre otros, y de eso precisamente es de lo que aquí se va a intentar hablar.

Verán que hay comentarios que son muy breves: son audiciones realizadas hace tiempo que no he podido repasar, pero aun así esta vez he preferido dejar las anotaciones por si a alguien les sirvieran de utilidad. No hagan mucho caso a las puntuaciones, por favor: lo importantes es descubrir qué es lo que cada intérprete ha intentado hacer con esta fascinante, soberbia música que permanece por completo vigente en unos momentos históricos parecidos a los que conoció el compositor.



1.    Markevitch/Orquesta Philarmonia (EMI, 1952). Interpretación rapidísima (11’10’’), angulosa e inquietante, sacudida por ráfagas de electricidad y cargada de malos presagios, en la que el maestro ucraniano se deja llevar más de una vez por la precipitación y no logra frasear con ese especial sentido de la morbidez y de la sensualidad que también necesita esta música. En cualquier caso, los clímax alcanzan una fuerza espectacular y las texturas reciben un formidable tratamiento. Aceptable sonido monofónico. (8)



2.    Munch/Sinfónica de Boston (RCA, 1955). Una toma estereofónica sensacional para la época nos permite disfrutar a tope del impresionante el tratamiento tímbrico y de texturas que realiza el maestro alsaciano en una interpretación decididamente burlesca, virulenta y hasta macabra en la sonoridad, por momentos agresiva, apasionada siempre, pero que relega en exceso la sensualidad, la delectación, las brumas y el refinamiento que esta música necesita. No ayudan los tempi escogidos, más bien premiosos, ni un fraseo que no llega a ofrecer esa ondulante flexibilidad ni ese peculiar balanceo genialmente imaginados por Ravel. (7)



3.    Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (YouTube, 1957). La calidad audiovisual del documento es francamente pobre, pero da igual: ahí están, en persona, el mítico maestro –elegantísimo gesto– y su no menos mítica orquesta, a quienes tanto hemos escuchado y a los que tan pocas veces hemos visto, haciendo el repertorio que les era más afín. Se intuye una interpretación tan idiomática como personal, muy atmosférica y particularmente flexible en la agógica, atenta tanto al trazo global como a la claridad de las texturas, en la que no acaban de convencer algunos detalles hacia el final. Habrá que esperar algunos años para que nos dejen un testimonio con sonido a la altura de las circunstancias. (8)



4.    Barbirolli/Orquesta Hallé (Criterion, 1959). Interpretación extrovertida y brillante, de tímbrica muy incisiva y texturas más bien descarnadas, trabajadas con pincel fino, que se aparta de la sensualidad y la atmósfera francesas para optar por una visión decidida, con mucha fuerza y garra dramática. La precaria toma sonora estereofónica impide terminar de valorar los resultados. (9)



5.    Reiner/Sinfónica de Chicago (CSO, 1960). El estilo extrovertido, incisivo, electrizante y teatral de Reiner no es, en principio, el más adecuado para acercarse al repertorio impresionista, y además hay que reconocer que esa sensual morbidez apropiada repertorio se encuentra aquí ausente. Sin embargo, a la postre que el maestro no solo sintoniza con el espíritu enrarecido de esta página, que paladea con lentitud y de manera deliberada, sino que añade un apreciable dominio de texturas y enorme plasticidad a la hora de regular el sonido orquestal en toda su gama dinámica, haciendo gala además de flexibilidad y atención al matiz. Lástima que la toma sonora, en vivo, sea menos que discreta. (8)



6.    Cluytens/Orquesta de la Asociación de Conciertos del Conservatorio (EMI, 1962). Siendo francés a rabiar el Ravel del flamenco Clyutens con la orquesta parisina, no es esta una interpretación particularmente evanescente o ensoñada. Tampoco son lo suyo el decadentismo o pasarse con el rubato. Al contrario, esta es una lectura decidida, entusiasta, de un fuego muy bien controlado y de una brillantez bien equilibrada con el imprescindible sentido de la sensualidad y del color propio –aquí sí– de lo francés. Falta un último punto de imaginación, y se podrán preferir enfoques que subrayen los aspectos más oscuros de la obra, pero el resultado es inobjetable. Espléndido el reprocesado en alta resolución, con graves y agudos de gran relieve. (9)



7.    Munch/Sinfónica de Chicago (DVD Vai, 1963). Lectura muy vistosa y colorista, dicha con ganas, con detalles de gran clase, pero algo tosca a ratos. No interesa, habiendo dejado Munch un testimonio de audio mil veces superior en lo que a calidad técnica se refiere. (6)



8.    Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (Decca, 1963). Ahora sí, esta vez la toma sonora nos deja disfrutar de una interpretación francesa a más no poder, léase sensual, elegante y llena de brumas. Quizá se excede en la búsqueda de la morbidez, mientras que no siempre logra establecer continuidad entre las tensiones, pero hay que descubrirse ante un magnífico trabajo de análisis orquestal y una inspiración poética considerable. La orquesta, como era de esperar en una obra de tan exigente virtuosismo, se queda algo corta. (9)



9.    Monteux/Sinfónica de Londres (Philips, 1964). Le faltaban tan solo unos meses a Monteux –ochenta y nueve años– para fallecer. Por desgracia, no está a la altura de su perfecto conocimiento del mundo sonoro y expresivo de Maurice Ravel. Obviamente su visión resulta más francesa que vienesa y se encuentra dicha con apreciable sensualidad, pero no logra ofrecernos una planificación convincente del flujo y reflujo de las tensiones, por lo que el resultado es deslavazado y carece de la garra apropiada; incluso el final se desinfla. Tampoco las texturas, difuminadas pero no muy claras, están todo lo trabajadas que debieran. He podido escucharla en SACD: el sonido, con abundante soplo, es bueno sin más. (7)



10. Martinon/Sinfónica de Chicago (RCA, 1967). Quizá condicionado por las características de la formación norteamericana, el maestro ofrece una interpretación mucho antes impulsiva que atmosférica, más brillante que misteriosa, en la que los aspectos inquietantes de la página quedan relegados por el fulgor orquestal, en cualquier caso controlado de manera admirable por una batuta sensible al color, atenta al detalle, muy clarificadora y capaz de tratar las masas sonoras con admirable plasticidad. Lástima que la toma se quede algo corta en gama dinámica. (9)



11. Mehta/Filarmónica de Los Ángeles (Decca, 1970). El joven maestro indio –aún no había cumplido los treinta y cuatro– hace gala de un pleno control de la orquesta y de un desarrollado sentido del espectáculo, pero su falta de sintonía con Ravel en general y con esta obra en particular queda de manifiesto en una interpretación considerablemente prosaica, incluso un tanto vulgar en su sensibilidad, en la que además molesta la manera en la que se han puesto de relieve determinadas líneas en los metales que no deberían subrayarse de semejante manera. Quizá sea en parte culpa del ingeniero de sonido, cuyos micrófonos procuran clarificar las texturas de la página por delante de la labor de batuta. (6)



12. Karajan/Orquesta de París (EMI, 1971). A pesar de la sensación de insinceridad que desprende el exhibicionismo de un Karajan especialmente creativo y especialmente narcisista en esta interpretación repleta de detalles rebuscados, lo cierto es que el resultado termina enganchando no solo por la capacidad del Salzburgués para desplegar la más variada gama de colores y texturas, sino también por la sorprendente manera de conectar con la atmósfera siniestra y enrarecida de la obra. La orquesta francesa, por lo demás, resulta mucho más adecuada que la suya de Berlín para este repertorio, aportando la dosis de sensualidad aquí imprescindible. (8)



13. Boulez/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1974). Ya en un arranque recreado de manera particularmente inquietante se anuncia que no se va a poder hablar aquí de ese Boulez objetivo y distanciado; antes al contrario, vamos a encontrarnos con una lectura singular, muy creativa, a veces parsimoniosa en el fraseo, por momentos quizá algo rebuscada, en cualquier caso cargada de fuerza, en la que el autor de El martillo sin dueño demuestra un gran dominio de la agógica –eso no es siempre habitual en él– y una gran sensibilidad para las texturas –esto sí, claro, por no hablar de su proverbial claridad– que se ponen al servicio de una visión siniestra y retorcida de la obra. Muy buen sonido en SACD. En formato cuadrafónico mejora de manera considerable en claridad y ofrece detalles espectaculares, pero que parte del metal y de la percusión suenen a los lados del espectador no resulta hoy de recibo. (9)



14. Martinon/Orquesta de París (EMI, 1974). Sensacional lectura, en el punto justo de equilibro entre brumas y extroversión, carácter siniestro y brillantez, sensualidad y robustez sinfónica, abandono y fuerza telúrica. El sentido del color es extraordinario –ayudan las maderas de la orquesta, aunque ésta no sea la de mayor virtuosismo posible– y hay mucha imaginación, aunque quizá algún pasaje sea un poco más rápido de la cuenta. Buena remasterización cuadrafónica. Siete más antes de su brillante grabación en Chicago, Martinon vuelve a la carga al frente de una orquesta cuyas características le llevan a ofrecer una lectura menos virtuosística –las maderas dejan un tanto que desear– pero quizá más idiomática, aunque con el mismo empuje y entusiasmo. La toma es menos buena que antes: deberían realiza un nuevo reprocesado y recuperar la cuadrafonía original. (9)



15. Ozawa/Sinfónica de Boston (DG, 1974). Diecinueve años después, Ozawa hace con la misma orquesta una versión opuesta a la de Munch, es decir, mucho más sensual y mórbida, de fraseo más amplio, más curvilínea en el fraseo y sin efectismos sonoros. Más ortodoxa, sensata y musical, en definitiva. La orquesta está mejor, y el tratamiento que le ofrece la batuta es de un refinamiento digno de admiración. Dicho esto, se echan de menos las aristas y el humor negro del maestro alsaciano, como también la atmósfera enrarecida que han logrado destilar otros intérpretes. (8)



16. Skrowaczewski/Orquesta de Minnesota (Vox, 1974). A sus cincuenta años de edad, el maestro polaco hace gala de apreciable plasticidad en el tratamiento de las masas sonoras y de muy buena técnica a la hora de hacer que la discreta formación norteamericana suene de la manera curvilínea, elegante y sensual que esta música requiere, todo ello para ofrecer una interpretación particularmente brumosa y atmosférica, globalmente muy atractiva, que solo pierde un tanto en un final no todo lo frenético ni visionario que podría haber sido. Buen sonido. (7)



17. Bernstein/Nacional de Francia (DVD Kultur y Sony, 1975). La orquesta francesa, sin ser precisamente de primera, aporta en cuerda y madera una morbidez particular ideal para este repertorio, al tiempo que el maestro norteamericano aporta extroversión, voluptuosidad y algunos apuntes de genialidad aquí y allá, pero los pinceles que usa son más bien gruesos y no logra trazar la arquitectura con la solidez necesaria, siendo el resultado final vistoso pero un tanto deslavazado. La brillantez, la extroversión y el colorido por parte de la batuta están garantizados en esta versión con chispa, empuje y garra, pero el trazo resulta un tanto deslavazado, alternándose momentos muy conseguidos con otros más bien toscos. Hay además algún detalle muy discutible. (7)



18. Mehta/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1979). El maestro va ahora menos rápido que en Los Ángeles y atiende mejor a los aspectos decadentes de la página, a la que vuelve a recrear con brillantez considerable, pero su escasa o nula empatía con los pentagramas vuelve a quedar en evidencia. La toma resulta metálica y estridente. (7)



19. Celibidache/Filarmónica de Múnich (Filarmónica de Múnich, 1979). La partitura experimenta aquí un redescubrimiento, tantas son las cosas nuevas que se escuchan: los tres primeros minutos son un verdadero prodigio en lo que a disección del tejido orquestal se refiere. De verdad que hay que escucharlo para creerlo. ¡Menuda técnica de batuta tenía este señor! Otra cosa es que a lo largo de toda la interpretación se aprecie más de un detalle rebuscado, incluso caprichoso, que quiebra el trazo global y llama en exceso la atención. Como en tantas otras ocasiones, hay que entrar en el juego de Celi para disfrutarlo plenamente. Tras varias audiciones lo he conseguido y he quedado atrapado por la expresividad que Celi obtiene de las maderas muniquesas, por su dominio de la flexibilidad agógica y por su capacidad para sonar con levedad y morbidez sin caer en lo trivial. Y también, como no podía ser menos, por su incomparable sentido de la atmósfera, que en combinación con un desarrollado humor negro permite al maestro ofrecer una recreación no por sensual menos inquietante. Buen sonido en alta resolución. (10)



20. Maazel/Orquesta Nacional de Francia (Sony, 1981). Sin ser tan creativo ni tan personal como en grabaciones posteriores –tampoco tan caprichoso–, ya en esta su primera grabación Maazel demuestra, soberbia técnica de batuta mediante, ser capaz de trazar la obra de manera fluida y elegante, de trabajar las texturas con claridad y morbidez al mismo tiempo y de realizar numerosos descubrimientos, aunque siempre dentro de una óptica más luminosa y extrovertida que atmosférica o impresionista, pese a contar aquí con una orquesta de incuestionables cualidades francesas. El sabor vienés, en cualquier caso, lo desarrollará más claramente en su grabación con la Wiener Philharmoniker. (9)



21. Barenboim/Orquesta de París (DG, 1981). Aunque a la interpretación no le faltan elegancia ni sensualidad, y a su vez la orquesta aporta –como ya hizo con Karajan y Martinon– una tímbrica ideal para la obra, Barenboim hace de sí mismo y, dirigiendo con evidente parsimonia para que se escuchen todas y cada una de las pinceladas sonoras de la partitura –quizá las grandes explosiones podrían ser más claras aún–, se interesa de manera especial por las brumas, la atmósfera enrarecida y el sentido de lo macabro. La apuesta resulta de extraordinario atractivo, si bien hay que lamentar que el Buenos Aires no logra inyectar toda la brillantez, la extroversión y el impulso dancístico que la obra también demanda. Los ingenieros de sonido acertaron al grabar a volumen bajo para recoger una amplia dinámica, pero no tanto a la hora de atender a los registros graves. (9)



22. Dutoit/Sinfónica de Montreal (Decca, 1981). Siempre cómodo en este repertorio, el maestro suizo nos entrega una interpretación admirable por su idiomatismo, sensualidad, sentido de la atmósfera y perfecto equilibrio entre brillantez, elegancia, decadentismo y carácter siniestro, planificando de manera irreprochable las tensiones –la mayoría de los directores no aciertan a la hora de otorgar unidad a la página– desde la laxitud inicial hasta la apoteosis final. Cierto es que falta un punto adicional de personalidad, de carácter creativo, pero el resultado es digno de toda admiración. Impresionante el trabajo de los ingenieros de Decca. (9)



23. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1981). Dentro del irregular ciclo Ravel de Abbado con la LSO brilla con luz propia esta interpretación en la que el maestro aún hace gala de esa pasión que caracterizaba sus dos primeras y más brillantes épocas como director. Pasión hasta el punto de llegar a desbordarse un poco en algún momento puntual, pero que casi todo el tiempo se encuentra controlada con una enorme técnica de batuta capaz de flexibilizar el fraseo sin perder el sentido orgánico ni de caer en narcisismos, como también de ofrecer una análisis del tejido polifónico para quitarse el sombrero. Aunque quizá no sea solo cosa suya: los ingenieros que realizaron el registro en el Kingsway Hall firmaron un trabajo formidable. En cualquier caso, una de las mejores interpretaciones de la línea “no gótica”, extrovertida y vitalista, en la antípoda de un Barenboim pero no por ello menos válida. (10)



24. Abbado/Sinfónica de Londres (YouTube, 1982). Unos meses después de su registro en estudio Abbado y los suyos hacen la misma maravilla, pero esta vez en directo y con testimonio solo de audio recogido por una toma con limitaciones. Solo para curiosos. (9)



25. Previn/Filarmónica de Viena (Philips, 1985). Por fin la orquesta de valses por excelencia haciendo esta partitura. Y ciertamente la lectura es muy vienesa, aunque la visión evanescente -que no siniestra-, voluptuosa y algo decadentista que ofrece André Previn no parece mirar tanto a la Viena de la dinastía Strauss como a la de Richard, Gustav y Alban, lo que tampoco es ningún disparate: hacia los años finales de ese imperio recién desaparecido es quizá hacia donde miraba Maurice Ravel. Claro está, Previn no se olvida de este último y ofrece un cierto grado de ligereza “francesa” –sonora, no expresiva– que le sienta bien a la página, por mucho que habrá a quienes el resultado les parecerá en exceso falto de esas brumas y ese carácter opresivo que otros maestros han querido imprimir. No es mi caso: me parece una propuesta de enorme atractivo, solo empañada por ciertos pasajes un tanto redichos. (9)



26. Plasson/Orquesta del Capitolio de Toulouse (EMI, 1986). Artesanía de calidad es la que nos ofrece un Plasson que se siente como pez en el agua en el estilo y que quiere –y sabe– pasar de lo insinuante a lo vistoso aportante un punto adecuado de hedonismo y suficiente flexibilidad en un trazo de pulso sostenido. La orquesta, que funciona bien pero deja claro que no es de primera, suena no solo con sensualidad, sino también con las aristas pertinentes: el maestro es consciente de que esta música oculta su trasfondo. Sobre la claridad de texturas poco se puede decir, porque las grabaciones realizadas por esos años en la Halle aux Grains deja que desear. (8)



27. López-Cobos/Sinfónica de Cincinnati (Telarc, 1988). Notable interpretación, dicha con propiedad y excelente gusto, con sentido de la elegancia francesa pero sin pasarse en evanescencias, como tampoco en efectos de cara a la galería. Eso sí, quitando algún detalle creativo muy aislado que no termina de convencer, el resultado es un tanto impersonal, incluso rutinario, carente del suficiente misterio y sin mucho arrebato en los clímax, incluso poco trabajada en la arquitectura de tensiones y distensiones. La toma ofrece graves impresionantes, pero no termina de ser transparente. (7)


28. Mehta/Filarmónica de Berlín y Filarmónica de Israel (CD Sony y Digital Concert Hall, 1990). En el literalmente histórico encuentro entre las dos orquestas –algo así como una petición de perdón de los alemanes a los judíos– Mehta no solo consiguió que “aquello” sonara bien, sino que firmó una más que notable de la página raveliana: ágil, fluida, flexible dentro de lo sensato, bien delineada en los planos sonoros y en el punto justo de equilibrio entre voluptuosidad y pasión. (8)



29. Boulez/Filarmónica de Berlín (DG, 1993). El enorme compositor y director galo insiste en su visión lenta (todavía más: 13’42’’ frente a los 13’01’’ de su registro en Nueva York), siniestra y retorcida de la obra, de nuevo con un fraseo tan creativo como rebuscado que descubre nuevas perspectivas al tiempo que hace perder unidad en el trazo. La claridad, como no podía ser menos, es portentosa, como lo es la ejecución por parte de una orquesta tratada de manera algo monocroma, pero con la levedad que demanda el repertorio francés. La toma posee profundidad, relieve y dinámica. (9)



30. Mauceri/Orquesta del Hollywood Bowl (Philips, 1993). Lógico que en un disco dedicado a los valses escritos para la gran pantalla la interpretación sea ante todo extrovertida, enérgica y vistosa. Pero obviamente no es lo mismo dirigir música cinematográfica que Ravel. Al director le faltan sentido del misterio, magia en las texturas, continuidad en el trazo, elegancia y refinamiento bien entendido. (7)



31. Maazel/Filarmónica de Viena (RCA, 1996). Recreación personalísima, muy discutible en cuanto a concepto, por su carácter hiper-decadente, sus estiradísimos rubatos y la gran cantidad de detalles personales al borde del capricho, pero en la que son incomparables su sentido del color, su elegancia, su claridad y su brillantez ajena al escándalo. La óptica, eso sí, se aparta de lo sombrío y de lo atmosférico y –como Previn, estirando más el chicle– se acerca mucho a lo vienes, incluso a lo mahleriano. Incomparable la sonoridad de la orquesta, recogida por una soberbia la toma de sonido. (9)



32. Abbado/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 31 diciembre 1996). Una verdadera exhibición por parte de la orquesta y batuta en lo que a virtuosismo se refiere, porque no se puede imaginar una lectura más rica en coloridos y texturas, más sutil en su flexibilidad, más brillante y al mismo tiempo refinada. Pero claro, este Abbado no es el de antes: su tendencia al amaneramiento y el narcisismo se hace ahora presente: hay varios detalles decadentistas que cantan más de la cuenta. El final tiene garra, pero sucumbe al efectismo. Imagen 16:9 sin la calidad de imagen y sonido de las grabaciones actuales. (8)



33. Abbado/Filarmónica de Berlín (DVD RM, 2002). Esta filmación realizada en la Trienal de Colonia recoge una lectura de amplísima gama dinámica, colorista y espectacular, de admirable tratamiento de las texturas, pero otra vez de enfoque algo más decadente de la cuenta y sin mucho misterio. Seduce más que convence. ¡Qué lástima! (8)



34. Ashkenazy/Sinfónica de la NHK de Tokio (Exton, 2003). Soberbio pianista e irregular director, Ashkenazy consigue un perfecto equilibrio entre brillantez y sensualidad en esta interpretación colorista, entusiasta y sólida en el trazo, a la que le falta un más desarrollado sentido del misterio y mayor refinamiento en las texturas para alcanzar lo excepcional. (8)



35. Van Imerseel/Anima Eterna (2006). Lectura más elegante que brumosa y atmosférica, muy sensual y refinada, en la que se revelan nuevos e interesantes detalles, pero a la que sobra algún efectismo. (7)



36. Mehta/Filarmónica de Israel (DVD Euroarts, 2006). Interpretación muy correcta pero escasa de elegancia, de idioma y de sensualidad, que termina resultando un tanto ruidosa. (7)



37. Nézet-Séguin/Filarmónica de Rotterdam (EMI, 2007). En su primera grabación para un sello importante, el por entonces joven director canadiense –treinta y dos años– quiere dejar constancia la calidad de su técnica de batuta. Lo consigue con una interpretación atentísima a líneas y texturas, ágil y vistosa en el buen sentido, rubateada con imaginación y cargada de efervescencia, frescura e incluso chispa, sin que esto último se convierta en sinónimo de frivolidad. Eso sí, hubiera enriquecido los resultados atendiendo mejor a la atmósfera y moderando ciertas decisiones en el fraseo que llegan a resultar amaneradas, cuando no cargantes. Personal e interesantísimo el planteamiento de las tensiones en el tramo conclusivo, conduciendo hasta una coda especialmente fogosa y alucinada. (8)



38. Dudamel/Orquesta Simón Bolívar (YouTube, 2007). Empieza de manera admirable el maestro venezolano, atendiendo a la atmósfera enrarecida, la tímbrica inquietante y el fraseo insinuante que la música demanda. Luego, sin ofrecer especial brillantez ni incisividad, procura frasear de manera sensual y voluptuosa, pero no “a la vienesa” sino “a la francesa”, ofreciendo ensoñación, balanceo y delectación melódica sin hacer –al contrario que otros maestros– en los rebuscado o preciosista. Las tensiones las acumula de manera imperceptible pero sólida caía un final al que, a pesar de algún momento mejorable, se llega con lógica y fuerza expresiva. La orquesta se comporta de manera maravillosa, redondeando una interpretación que se encuentra muy, pero que muy cerca de las más grandes. (10)



39. Dutoit/Orquesta de Philadelphia (sello de la orquesta, 2008). Aquí el maestro se muestra bastante más personal que en su grabación oficial para Decca, más flexible e imaginativo, más interesado en bucear en los pliegues expresivos de la partitura –sobre todo en la atmósfera de sus minutos iniciales–. Alcanza a la postre mayor grado de poesía y de capacidad de fascinación, aunque en contrapartida perdiendo un poco de fuerza y hacen su aparición algunos narcisismos más decadentes de la cuenta. La toma en vivo presenta algunos problemas, si bien hay que destacar la potencia de las frecuencias graves. (9)



40. Chung/Filarmónica de Seúl (YouTube, 2009). Aunque se encuentra entre paisanos, el veterano maestro de Corea saca a relucir su enorme experiencia con la música francesa para ofrecer, con su batuta ágil, detallista, clarificadora y un punto nerviosa, una recreación de irreprochable idiomatismo, brillante cuando debe, rica en el colorido y las texturas, pero no todo lo sensual y misteriosa que debiera, y con algunos detalles más decadentes de la cuenta. La filmación, llevada a cabo por un realizador poco experto en formato 4:3, precede en varios meses a la grabación oficial de DG realizada con motivo de una gira internacional de la orquesta. (8)



41. Chung/Filarmónica de Radio Francia (YouTube, 2010). Maderas muy francesas al servicio de una batuta igualmente idiomática para una interpretación sensata, cuidadosa y entusiasta a la que le falta un punto de personalidad, quizá también del sentido de la atmósfera, para ser de primera. Dicho esto, la pobre calidad audiovisual del testimonio –fuerte compresión dinámica– no permite apreciar como corresponde la labor del maestro coreano y su orquesta. (8)



42. Nelsons/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2012). Interpretación fresca, directa, admirablemente trazada –quitando algún amaneramiento aislado que convence poco–, dicha con atención a las texturas, rico sentido del color y un gusto irreprochable, pero no del todo desarrollada en lo que a misterio, sensualidad y magia sonora se refiere. Alto nivel, en cualquier caso, a lo que no son ajenas las bondades de los Berliner Philharmoniker. (8)



43. Nelsons/Sinfónica de Boston (Blu-ray CMajor, 2012). Registrada en el Festival de Tanglewood pocas semanas después de su interpretación en Berlín, esta lectura vuelve a ofrecer extremado virtuosismo, riquísimo colorido y excelente trazo desde un prisma caracterizado por la frescura, la brillantez bien entendida y el entusiasmo controlado, que al mismo tiempo aporta su punto imprescindible de decadentismo. La claridad parece aún mayor que la de entonces, aunque quizá esto se deba a la sensacional toma del Blu-ray. ¡Atención a las líneas de los contrabajos! Eso sí, aun podría Nelsons dar una vuelta de tuerca a su lectura: tras un comienzo no especialmente atmosférico pero asombroso en lo que al tratamiento de la orquesta se refiere, queda en evidencia una cierta discontinuidad en el trazo, echándose de menos un punto extra tanto de intensidad como de tensión dramática. (9)



44. Roth/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2015). El maestro parisino parece ponerse como meta esa continuidad en la arquitectura tan difícil de lograr en esta página, y para ello renuncia parcialmente a las libertades del fraseo aquí tan acostumbradas, así como –también de manera parcial– al decadentismo y a la evanescencia. Consigue su objetivo, ciertamente, pero a costa de que la lectura resulte un tanto rígida, parca en vaporosidad, vuelo poético y en magia sonora, como también en esa sensualidad y esa ensoñación valsística aquí imprescindible. Y todo ello, sorprendentemente, para insertar en el clímax antes de la sección final y parón caprichoso e inaceptable que diluye toda la tensión acumulada. ¿Alguien lo entiende? En cualquier caso, hay que aplaudir el brío y el carácter decidido de la batuta, así como el acierto de poner muy de relieve los aspectos más ásperos, inquietantes e incluso retorcidos de la primera parte de la página. (8)



45. Rattle/Filarmónica de Berlín (Blu-ray Euroarts, 31 diciembre 2015). Como era de esperar, el maestro británico lleva la obra a su terreno y en lugar de decantarse por resaltar los aspectos más atmosféricos y turbulentos de la página, ofrece una recreación extrovertida, luminosa, cálida y entusiasta, también poética y siempre comunicativa, riquísima en el sentido del color y muy sensatamente matizada, con su punto justo de decadentismo –se pasa quizá en alguna frase aislada– pero sin perder de vista el trazo global. Solo en la recta final de la obra se pueden echar de menos algunos matices en el fraseo y juegos agógicos por los que optan otros directores y de los que Rattle, con la mirada puesta en el empuje y la decisión, decide prescindir. La orquesta, trabajada pinceles muy finos que permiten discernir todos y cada uno de los trazos de la escritura, rinde de manera impresionante. (9)



46. Vasily Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2018). Ya desde un arranque soberbiamente trabajado en la tímbrica y en la expresión –decididamente siniestra– se aprecia la gran afinidad del maestro de San Petersburgo con la música de Ravel, a la que sabe dotar del fraseo curvilíneo, el rico colorido y la sensualidad que le corresponde, mas sin caer en lo decadente o en lo hedonista, sino dotando a la música de pulso y sentido dramático. Solo le falta resolver mejor la continuidad entre algunos pasajes –algo harto complicado en esta obra, a decir verdad– para alcanzar lo excepcional. Toma de calidad, pero con compresión. (8)



47. Mehta/Filarmónica de los Ángeles (Blu-ray CMajor y Symphony, 2019). Alternándose en el podio con Salonen y Dudamel para celebrar el centenario de la formación norteamericana, Mehta escogió esta página tan querida por él y nos ofreció una recreación diferente de las suyas anteriores. Más redonda, al menos, por encontrarse más atenta a la sensualidad, al misterio y a la poesía que emana de los pentagramas sin por ello descuidar la brillantez que tanto le gusta al maestro indio. Lástima que la toma sonora juegue en su contra; la imagen sí que es excelente. (8)



48. Shani/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 31 diciembre 2021). No conozco ninguna versión expuesta con mayor claridad que la escuchada en esta velada de San Silvestre. Tampoco conozco ninguna otra que alcance mayor equilibrio expresivo que esta: las hay más siniestras, también más francesas o más vienesas, sin duda más expresionistas, pero pocas que atiendan con semejante acierto a todas las facetas de la genial partitura de Ravel. Lástima que la coda resultara un poco lineal, porque globalmente puede considerarse una versión de referencia. (10)



49. Mäkelä/Orquesta de París (Decca, 2024). Ayudado por una soberbia toma de sonido, el joven maestro finlandés ofrece un maravilloso análisis del entramado orquestal: si realizan la audición con auriculares, percibirán en la introducción cosas que generalmente apenas se intuyen. Además, Mäkelä ofrece elegancia, refinamiento –salvando algunos pasajes un poco rebuscados–, fluidez, animación y brillantez bien entendida. El problema es que es uno de los directores que menos se interesa por la parte enrarecida y turbulenta de la obra, hasta el punto de que parece estar dirigiendo un vals “de los de verdad”, de la dinastía Strauss. No parece lo adecuado para esta música, la verdad, pero la realización es tan buena que se merece el aplauso. (8)



50. Mallwitz/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2025). En su debut con los Filarmónicos Berlineses, la directora alemana Joana Mallwitz demuestra técnica e ideas, pero su versión de La valse deja bastante que desear. Apasionada en el concepto e incisiva en la sonoridad, a la batuta le pueden las prisas y le vence la frivolidad, dando como resultado una lectura precipitada, saltarina a ratos, volcada en la brillantez al mismo tiempo que desatenta al misterio y la sensualidad que la página necesita. Las texturas –compárese con la recreación de Lahav Shani– no se encuentran del todo analizadas, y muchos momentos claves pasan sin pena ni gloria. La orquesta, eso sí, está divina. (7)

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