viernes, 22 de enero de 2021

Valery Gergiev, un fraude

Está Valery Gergiev de gira por España. Dos cosas andan sobradamente reconocidas sobre su labor directorial: que le gusta poco ensayar y que sus resultados son muy irregulares. Lo dijo públicamente –usando suaves palabras, pero con claridad– el mismísmo Simon Rattle cuando le sustituyó al frente de la London Symphony. Pero aquí los medios le siguen aclamando como gran director.

 

Como este rincón en forma de blog está para dar mi opinión, ahí va: Gergiev es uno peores directores famosos de la actualidad, al nivel de ese tremendo bluf que se llama François-Xavier Roth, del gran rey de la cursilería que lleva por nombre Roger Norrington y de esa efímera promesa multipremiada (¡madre mía, cómo está el patio!) por su acumulación de convulsiones H.I.P. en Beethoven, Pablo Heras-Casado.

¿Por qué, si es tan mal director como afirmo, ha realizado la solidísima carrera que le ha llevado al frente de las más importantes orquestas del orbe? Por la astuta combinación de dos recursos. El primero, como sabe la gente del mundillo, ofrecerse a grabar para Philips muchísima música, en muy poco tiempo y cobrando poquísimo. Preferiblemente repertorio ruso y atendiendo a títulos desconocidos. El sello holandés, en aquellos tiempos de las vacas gordas del compact disc, vendió una barbaridad al tiempo que don Valerio y sus huestes se hacían nombre como especialistas “con sello de autenticidad” en la música de Tchaikovsky, Prokofiev y compañía.

El otro recurso, unas maneras directoriales caracterizadas por su fácil impacto en la audiencia: vistosidad a toda costa, contrastes llevados al extremo, simplificación de cuestiones expresivas y mucho, mucho ruido. No nos engañemos, esto es lo que le gusta al aficionado poco cultivado, ese que no logra distinguir la tosquedad en el tratamiento de la orquesta y que no tiene muy claras las cuestiones de estilo. Como además en el repertorio ruso –no vamos a negarle semejante virtud– conoce muy bien el lenguaje musical que hay que adoptar, el aplauso atronador está garantizado. Todos contentos: el maestro, el público, los gestores y unas orquestas que con él ensayan muy poquito –o nada– y aun así consiguen levantar al respetable de sus asientos.

Si a todo esto sumamos buenos contactos internacionales –es amigo de nuestro rey emérito– y el poderosísimo respaldo político y económico de Vladimir Putin, llegamos al resultado que hoy podemos apreciar: un señor que dirige con considerable descuido técnico y gran zafiedad en la expresión vendiendo con éxito su producto a lo largo y ancho del panorama internacional. Un fraude con todas las de la ley.

Fotografía: By Faqts, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3112397

 

5 comentarios:

Julio César Celedón dijo...

Y ya ni hablemos de sus ridículos mondadientes por batuta y nulo arreglo personal. En verdad que no entiendo cómo pueden gustar las maneras de hacer música de este señor, sin el menor cuidado y atención.

Sergio dijo...

Completamente de acuerdo. Es un horror, al igual que los que has nombrado. Muy bueno lo del mondadientes.

Sergio dijo...

Completamente de acuerdo. Es un horror, al igual que los que has nombrado. Muy bueno lo del mondadientes.

Cristian Muñoz Levill dijo...

Estimado Fernando:

¿A qué entrevista de Rattle hace referencia? No pude encontrar nada al respecto.

Saludos!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Julio César, el tamaño de su batuta es lo de menos, por mucha risa que cause. Su manifiesta falta de aseo sí que resulta más preocupante.

Cristian, la entrevista a Rattle es un vídeo que le realizó la LSO. Decía algo así como "entiéndanme bien, una buena noche con Valery es una de las mejores experiencias que uno puede tener, pero creo que la orquesta necesita trabajar más". Con eso está dicho todo.

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