martes, 19 de enero de 2021

Barenboim: recital Chopin en Varsovia

He vuelvo a ver la filmación del recital que Daniel Barenboim ofreció en homenaje a Chopin el 28 de febrero de 2010 en Varsovia por el bicentenario de su nacimiento, que se celebraba el día siguiente. Esta vez lo he hecho en formato Blu-ray: como ocurre en casi todas las producciones de Accentus, calidad de imagen y sonido son excepcionales. Si usted tiene la fortuna de poseer un equipo surround de digna calidad, podrá comprobar que suena muchísimo mejor que el correspondiente CD editado por Deutsche Grammophon, recogiendo la auténtica atmósfera de la sala por los canales traseros –toses incluidas– y los riquísimos armónicos del piano.


Las interpretaciones oscilan entre lo magnífico y lo genial. Globalmente solo encuentro un reparo: la agilidad digital del maestro no es la de un Zimerman, un Kissin o un Lang Lang, lo que significa que la claridad, nota a nota, no es la máxima posible. Todo lo demás en lo que a la técnica se refiere es excepcional: la carnosidad de un sonido poderoso y pleno (¡qué alivio alejarse del Chopin alado y frágil, perlado en la sonoridad, de otros artistas de renombre!), el pleno sentido orgánico del fraseo, la perfecta lógica de las transiciones, la naturalidad de los trinos, la concentración de los pasajes más íntimos, el ardor sabiamente controlado de los más extrovertidos… Todo ello dentro de un enfoque más cercano al de un Rubinstein que al de un Arrau, es decir, más “viril” y dramático que propiamente lírico, pero en cualquier caso de una sinceridad y comunicatividad proverbiales.

 
Breves apuntes sobre cada pieza. Lo menos bueno de todo el recital es el arranque de la Fantasía Op. 49, un poco lineal y no todo lo inquietante que podía haber sido, pero en seguida el maestro se centra y ofrece una interpretación de asombrosa poesía humanística, trazada con seguridad pero también con enorme flexibilidad, jamás caprichosa, acentuando rica y sutilmente haciendo gala de ese sonido denso y musculado que a Barenboim le gusta.

El Nocturno Op. 27 nº 2 es pura magia por su belleza, cantabilidad, variedad del sonido, hondura y capacidad para generar tensiones hacia el clímax.

Plato fuerte a continuación, entiendo que para cerrar la primera parte: la Sonata nº 2. haciendo gala de un sonido cálido y musculado, de un toque poderoso mas no exento de los más sutiles matices y de unos trinos nada mecánicos, llenos de significado, el de Buenos Aires ofrece una interpretación ortodoxa pero nada salonesca, muy rotunda y valiente en el segundo movimiento, para seguidamente pasar a una marcha fúnebre sobria y llena de dignidad antes que desgarrada, en la  que en lugar de subrayar los aspectos más visionarios de esta música se interesa por los paralelismos con Beethoven, tanto en la sonoridad como en su hondo sentido trágico y filosófico. Personalmente prefiero una aproximación más desgarrada, pero lo que hace el maestro es interesantísimo, sobre todo en la sección central. De enorme naturalidad, más “atmosférico” que abstracto, el intrigante cuarto movimiento.

Los Valses Op. 34 nº 2 y 3Op. 64 nº 2 reciben lecturas sobrias, adustas, nada salonescas; más bien concentradas, reflexivas y con cierto regusto amargo, pero en cualquier caso muy musicales, fraseadas con naturalidad y sutil flexibilidad. El op. 34 nº 2 resulta particularmente desolado, aun sin alcanzar la magia lírica de un Kissin.

En la Berceuse Op. 57 el maestro, procurando no bajar la guardia ni caer en una excesiva ensoñación, despliega una matización sutil y un colorido riquísimo para ofrecer una memorable recreación en la que no sabe uno si admirar más el naturalísimo, nada mecánico sentido del balanceo que consigue la mano izquierda, o la cantabilidad tierna, cálida y exquisita de la derecha.

La celebérrima Polonesa heroica recibe por parte del de Buenos Aires una lectura sensacional por la enorme variedad tímbrica y dinámica del sonido, la riqueza de acentos expresivos, la sinceridad y potencia ajenas a la retórica y, sobre todo, la planificación global de tensiones, diferenciando las diferentes apariciones del tema principal y matizando con tanta flexibilidad como inteligencia para buscar antes la arquitectura que la exhibición puntual. Que haya pasajes digitalmente emborronados apenas empaña la excelencia del resultado.

Dos propinas. Primero la Mazurca Op. 7, nº 3, interpretada con sobria elegancia, austeridad, concentración y cuidado al equilibrar el encanto con el sentido de lo dramático. Y luego un Vals del minuto que se aleja por completo de lo virtuosístico y se enfoca hacia su sección central. Una edición imprescindible.

2 comentarios:

Ángel Carrascosa Almazán dijo...

El recital fue, obviamente, en 2010 -centenario de Chopin- no en 2020.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

¡Qué tonto! Gracias por corregir el error.

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