Salgo brevemente de la cueva para contestar desde aquí a un amigo –de Canarias, por más señas– que me acusaba de ser un esnob al confesarle ayer que había perdido hace tiempo todo interés por el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Amigo al que, por cierto, le encanta “picarme” diciéndome que la música de mi adorado John Williams es mala.
Lo diré con claridad: prefiero zamparme una y otra vez el vídeo del compositor de Star Wars con la formación vienesa antes que otro concierto del 1 de enero, independientemente de quién lo dirija; mientras escribo estas líneas lo está haciendo Riccardo Muti, pero sería igual si lo hiciera Daniel Barenboim, el único que para mí merece actualmente la pena pese a que –siempre a mi entender, claro está– lo haga mucho menos bien que Karajan y Kleiber, que han sido los auténticamente geniales. Porque el problema está en la música: desde unos años a esta parte, y junto con una breve selección de páginas gloriosas, hay que aguantar recuperaciones de escaso o ningún interés. Música de circunstancias, de mediocre inspiración e inmediato olvido, que solo sirve para vender el producto: compre usted el disco porque se incluyen no sé cuántas obras nuevas.
Lo dicho, si quiero escuchar obras de segunda fila, me quedo con las de John Williams. ¡Con gran diferencia! Esa sí que es música inspirada y destinada a perdurar. Las mediocridades que nos regalan el 1 de enero entre horteras decoraciones florales, señores encopetados que no tienen ni idea de qué están escuchando y cursis coreografías protagonizadas por bailarines de sonrisa insufrible, no tengo ganas de volver a aguantarlas.
14 comentarios:
Bravo. Eso mismo pienso yo. Es la cita musical más edulcorada del año, y la calidad de las obras muy baja. Hace años que dejé de verlo.
Saludos y Feliz Año, desde Gran Canaria.
Juan
Pues la verdad, no te falta razón.
Más que esnob yo diría pedante.
Este año han refrescado el repertorio. No tienen otro remedio. Valses y similares hay la tira... en el resto del mundo.
Simplemente, AMÉN.
Maazel y Barenboim nada tienen de inferiores a Karajan o Kleiber en estos repertorios. Unos llevan la fama... y otros son igualmente extraordinarios. A.C.A.
Esa es tu opinión, querido Ángel, que no comparto.
Creo que Maazel hizo cosas maravillosas a princio de los ochenta, pero luego se conformó con quedarse en una "zona de confort". De Barenboim me gustó muchísimo su segundo concierto, no así el primero. Pero para mi gusto los dos (los tres: yo pondría el primer concierto de Prêtre a esa altura de Maazem y Barenboim) quedaron claramente por debajo de los tres citados: Karajan, Kleiber I y Kleiber II. Las tres joyas de la corona. Si piensas que lo digo porque me dejo llevar por la fama de esos conciertos o por algún tipo de manía, libre eres de pensarlo. Saludos.
Aún estando de acuerdo con Fernando en relación a Maazel, los conciertos de Maazel de 1994 y 1996 me parecen extraordinarios. De lo mejor de siempre.
Un saludo
A mí el primer concierto de Barenboim me gustó no menos que el segundo. Y es cierto que me había olvidado injustamente de Prêtre. Maazel siempre tuvo, en mi opinión, un asombroso, "natural", "innato" dominio del estilo, y un nivel medio muy, muy alto, en el enorme repertorio que hizo a lo largo de doce conciertos, solo superado en el último medio siglo por el inolvidable Willi Boskovsky. A.C.A.
Los que citan lo hicieron muy bien pero Karajan "reinventó" esa música en ese concierto. Llegó a donde nadie había llegado. Lo interpretó como nadie lo había soñado. Cosa nada fácil. Comparen ese concierto con lo que hizo con la OF de Berlín en digital, ya muy bueno, y eso después de frecuentar mucho y con fortuna ese repertorio.
Cruzó, lo que ahora dicen, la línea roja.
(Y creo que hoy Muti había tomado buena nota)
No se debería obviar con respecto a la música de John Williams que toda su música cinematográfica está orquestada por otros músicos, muy especialmente Herbert W. Spencer. Cierto que es la práctica común de la mayoría de los compositores que han trabajado en Hollywood, pero ya resta parte de su valor puesto que la orquestación debería ser parte intrínseca de una obra sin ayudita de terceros como ocurre con todos los grandes compositores. Por ejemplo, sin salirnos del mismo Hollywood, Bernard Herrmann que es mucho más individual y a mi juicio superior, nunca dejó que otros metieran mano a sus partituras para el cine. Tan solo algunos consejos y asistencia de Christopher Palmer en Taxi Driver su última música fílmica por entrar en el género jazzístico que supuestamente no dominaba tanto, sin olvidar tampoco que ya estaba muy enfermo. Otros como Nino Rota, siempre según mi opinión, claro está, también muestran mayor categoría (ese sello personal que yo por ejemplo no veo en Williams) y en todos los trabajos que hizo para el cine incluyó su propia orquestación como Shostakovich, Prokofiev y Schnittke para el cine soviético. Por supuesto que se puede disfrutar de la música de Williams y sentir admiración por ella pero hay que decirlo todo.
Un saludo y feliz Año Nuevo
Ángel, yo al bueno de Boskovsky lo pongo al nivel de los Maazel, Barenboim y Prêtre, es decir, al de los magníficos "no sensacionales", que para mí son los antedichos.
Bruno, estoy de acuerdo: aunque el de Salzburgo había hecho algunas cosas buenísimas en este repertorio, el 1 de enero de 1987 fue mucho más allá. Estoy de acuerdo con lo que Barenboim dijo en una rueda de prensa: el mejor Concierto de Año Nuevo fue el de Karajan.
Voyevoda, ¿dónde estaba usted? ¿Quién es usted? Porque es un auténtico placer encontrar a alguien bien informado en música de cine.
Me plantea una cuestión apasionante. De acuerdo con que la orquestación es algo fundamental en la creación musical. Bernard Herrmann -nunca lo he ocultado: mi compositor favorito de todos los tiempos, aunque no sea un primera fila- y Ennio Morricone lo dejaron muy claro tanto con sus palabras con su escritura. Lo de Chris Palmer -así le llamó Marriner cuando fui a pedirle un autógrafo, dicho como anécdota- fue, como usted dice, una ayudita mientras se estaba muriendo. Herrmann no fue capaz de escribir el blues y Palmer lo hizo por él basándose en una melodía escrita por el compositor décadas atrás, creo recordar que para la radio. ¿Es por eso menos Hermann? No. Tampoco Ròzsa dejó de ser él mismo cuando Palmer le añadió cuerdas a su "Vals crepuscular", como el propio orquestador escribió en una enciclopedia española, "Los grandes temas de la música". Ni Rota dejó de ser Rota cuando Carlo Savina le orquestó su obra maestra absoluta, Il Casanova.
¿Dejó Goldsmith de ser él mismo cuando después de lustros de colaboración con el orquestador Arthur Morton fue alternando con Alexander Courage? Yo no fui nunca capaz de notar la diferencia entre un colaborador y el otro. ¿Y Danny Elfman? Todos sabemos que en sus primeras partituras literalmente le silbaba las melodías a Shirley Walker, pero hoy día ese sonido orquestal es ya parte de su propia personalidad. ¿Se lo apropió de Walker, o es que Elfmann ya lo tenía en mente?
Pongámonos más serios: Prokofiev y su Romeo y Julieta. Jesús Trujillo Sevilla, que adora (¡tanto o más que yo!) esa música, afirma que por muchos orquestadores que le echaran una mano, esa partitura es Prokofiev al cien por cien. Por eso mismo la colaboración de Williams con Herbert W. Spencer no me parece un demérito; simplemente, es quien mejor sabe ahorrarle el engorroso trabajo de pasar las ideas a limpio. Saludos cordiales.
Cierto es que de Prokofiev siempre se comentó que debido a su volumen y prolijidad de obras sinfónicas producidas en tan corto espacio de tiempo. no solo en Romeo y Julieta tuviera alguna ayuda a la hora de orquestar, pero no está probado y su música tiene esa impronta e individualidad que solo le pertenece a él. Es lo que ocurre con todos los grandes. Alguien se imagina las sinfonías de Brahms, Tchaikovsky o Mahler orquestadas por otros que no fueran ellos mismos. Una de las razones por las que identificamos el estilo de todos los grandes compositores y no hace falta ser un melómano avezado está precisamente en su personalidad manifiesta a la hora de orquestar y el sonido propio que se manifiesta en cada partitura.
Sé que el tema efectivamente es muy amplio y debatible pero sigo opinando que en la orquestación va también la firma de cada compositor.
Aprovecho también para felicitarle por llevar un blog tan bueno y enriquecedor.
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