domingo, 15 de noviembre de 2020

Lahav Shani debuta con la Filarmónica de Berlín

El israelí Lahav Shani (Tel Aviv, 1989) debutaba al frente de la Filarmónica de Berlín el pasado mes de septiembre, y lo hacía en compañía del pianista Francesco Piamontesi con un programa integrado por el Concierto para piano nº 27 de Mozart y la Primavera de Schumann. Teniendo en cuenta que su mentor Daniel Barenboim había ofrecido no hace mucho junto a la formación berlinesa ese mismo KV 595 y la Sinfonía nº 4 del marido de Clara, versiones absolutamente descomunales las dos, había mucho morbo por comparar.


En mi opinión, estas interpretaciones de Shani no se parecen en nada a las del veterano maestro. Su Mozart es mucho más ágil e incisivo en la articulación -sin intento de resultar “históricamente informado”-, mientras que en lo expresivo el enfoque sensualísimo, humanista y un punto otoñal de Barenboim se ve sustituido por un prisma juvenil, fresco e impulsivo, con su punto de efervescencia y no pocos claroscuros, pero sin renunciar a algo tan fundamental en la música del de Salzburgo como es la cantabilidad. Piamontesi, de extraordinaria depuración en el toque y exquisita musicalidad, sintoniza por completo con el planteamiento y sabe ser ágil, risueño y luminoso al tiempo que desgrana las melodías con incuestionable belleza. De propina, una maravillosa recreación del exquisito adagio de la Sonata para piano nº 12 KV 332.

La Sinfonía nº 1 de Schumann sigue parecidos parámetros: agilidad, incisividad y frescura. Hay baquetas duras (¡bienvenidas sean!) en los timbales y una clara renuncia a buscar el Schumann “protobrahmsiano” que tanto le gusta a Barenboim. Pero tampoco, mucho ojo, se cae en el error habitual en que incurren los directores que buscan el Schumann más esquizofrénico y efervescente: el exceso de nerviosismo. Todo está soberbiamente hilado e impecablemente expuesto, dentro de un espíritu adecuadamente “primaveral” en el que no hay espacio alguno para languideces ni, menos aún, para la pesadez o la morosidad. ¿Qué falta? Una dosis mayor de efusividad, de variedad expresiva y de vuelo poético. Hay que dar tiempo al todavía joven Shani a que considere todas las cosas que tiene que decir. Desde luego, sabe decirlas.

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