El resto del programa respondió exactamente a lo que le
conocemos en disco, y por ende ya casi queda
comentado en esta otra entrada. Miroirs de Ravel conoció una
interpretación de altura, perfecta en el estilo y muy sensible, que alcanzó su
punto de mayor interés en Una barca en el océano, sencillamente
perfecta, y el más discutible en la Alborada del gracioso, rítmica y
festiva a tope, pletórica de virtuosismo, pero pasando muy por encima de lo
mucho que la pieza encierra de misterioso e inquietante.
El Liszt fue sencillamente soberbio, sensacional. El
sonido del piano se fundió maravillosamente con el ruido de la fuente del
patio para recrear los Juegos de agua en Villa d'Este. Mirando hacia
donde hay que mirar, es decir, hacia el mundo impresionista: ¡qué visión de
futuro tuvo el vejete Liszt! Venecia y Nápoles, una maravilla: hubo
canto netamente italiano, sentido del balanceo, sensualidad, magia poética… También tensión, apasionamiento “romántico” y una perfecta planificación que le
permitió terminar con una tarantela fulgurante y arrebatada sin merma de la
claridad y alejada de cualquier efectismo.
La preciosa Wiegenlied S. 198
de Liszt fue la ensoñada propina en esta velada no redonda, pero sí hermosísima
y llena de sugerencias. Acierto pleno haber contado con Chamayou para el festival.
PS. La fotografía la he tomado del Facebook oficial del Festival y tiene copyright de Fernando Daniel Fernández Álvarez. Espero no haber inflingido ninguna norma.
PS. La fotografía la he tomado del Facebook oficial del Festival y tiene copyright de Fernando Daniel Fernández Álvarez. Espero no haber inflingido ninguna norma.
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