sábado, 25 de abril de 2020

Réquiem de Berlioz por Barenboim

¡Menuda versión se marcaron ayer Daniel Barenboim y varios miembros de la Staatskapelle de Berlín del sublime Quinteto con piano de Schumann! Estará unos días en YouTube y después se quedará en Medici TV, así que si ustedes no están suscritos a esa plataforma, corran para no perdérselo. Pero no es de eso de lo que yo quería escribir ahora, sino de una versión del Réquiem de Hector Berlioz que hasta ahora no había escuchado, la que grabó el maestro de Buenos Aires al frente de la Orquesta de París en junio y julio de 1979 en la Maisón de la Mutualité de la capital francesa para Deutsche Grammophon. Plácido Domingo era el tenor. El registro ha llegado a mis estanterías gracias a una caja llamada The Art of Daniel Barenboim que me ha permitido rellenar algunos huecos que me faltaban en la discografía del maestro, y que como está baratísima en Amazon (¡37 euros 16 discos!) les recomiendo a ustedes que se compren sin dudar.


Pero vamos al Berlioz: creo que esta es la dirección que más me gusta de cuantas conozco. Contra todo pronóstico, porque conociendo cómo hacía las cosas el de Buenos Aires por aquella época, podría pensarse que su recreación iba a acentuar los aspectos dramáticos de esta irregular y desequilibrada página, que no son los más importantes, para descuidar lo mucho que tiene de misticismo, de sensualidad y de magia poética. Pues no, nada de eso: Barenboim no solo frasea con una concentración milagrosa, sino que destila una acongojante mezcla de voluptuosidad terrena, reflexión humanística y elevación espiritual como quizá ningún otro director lo haya logrado. Y lo hace, además, modelando a la Orquesta de Paris con una morbidez y una plasticidad netamente francesas que, a decir verdad, en aquellos tiempos de su titularidad no terminada de dominar.


Estupendo el Coro de la Orquesta de París. Plácido Domingo evidencia tiranteces en el agudo, pero su bellísima voz se encuentra en su mejor momento, el canto es de la calidez acostumbrada en el tenor madrileño y su fervor religioso parece incuestionable: ¡ni rastro del distanciamiento algo envarado con que otros cantantes abordan esta parte!

El inconveniente, como no podía ser menos en esta obra, es la toma sonora: admirable desde el punto de vista tímbrico, se encuentra poco lograda en lo que al equilibrio de planos se refiere, y anda muy holgada en gama dinámica. ¡Lástima! Así las cosas, y dado que ni Colin Davis ni Leonard Bernstein tampoco tuvieron mucha suerte con la ingeniería, quizá la grabación más recomendable en cuanto a equilibrio entre calidad interpretativa y toma sonora sea la que grabó André Previn con la Sinfónica de Londres en 1980. Pero si pueden escuchen esta de Barenboim, porque merece mucho la pena.

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